Montaña rusa
Sí, lo sé, me pasa siempre. Se acercan ciertas fechas, el estrés (y el calor) hacen que duerma aún menos y a mí me da por divagar aún más...
La primera 'fase' es la 'saúdade', que este año se adelantó por una serie de coincidencias. Primero, una conversación telefónica con Txiqui; después, una cita surrealista con J. y para rematar, un reencuentro que hizo que me acordara, más aún si cabe (busco su mirada todos los días), del dueño de los ojos color chocolate.
Han sido días de paladear algunos recuerdos con una sonrisa lánguida en los labios, de reírme a carcajadas, de apretar los dientes para que no se me saltaran las lágrimas en algunos momentos y de dejarlas fluir libremente en otros. Una montaña rusa de sensaciones...
Pero en toda buena montaña rusa, siempre hay una recta final mucho más calmada.
Y en esa 'calma', ha llegado la duda y el hacerme esa clase de preguntas trascendentales que todos nos hacemos en ocasiones. No me interesa saber a dónde voy, pues yo escojo el camino. Ni cómo soy, pues creo que me conozco bastante bien. Me interesa saber qué puedo y qué quiero ofrecer a los demás. No tengo ningún talento particular (a pesar de lo que diga mi 'árbol'), pero si puedo facilitarle un poco la vida a las personas a las que quiero, habrá que intentarlo.
Y después de darle vueltas a las cosas (y tomar una serie de decisiones), vuelta a mi 'rutina' de siempre. Este proceso que se repite (saudade-duda-decisiones-rutina) por estas fechas, ha tenido variaciones este año.
Primero, estoy contándolo. Antes me habría refugiado en mi misma, contestado con un 'ná, cosas de hacerme más vieja' ante la pregunta de si estaba bien y cambiado de tema. Ahora lo escribo en un sitio al que puede tener acceso todo el mundo y no me preocupa.
Segundo, me siento en paz. Sí, recordé errores, pero creo que ya me he perdonado a mí misma algunas cosas por las que, hasta no hace mucho, me machacaba.
Y sobre todo, tengo esperanza. Ese tiempo que he recordado estos días fue la etapa más feliz de mi vida. Y quiero que se repita. No es que espere que una entidad superior me vaya a solucionar la vida y a aparecer con el elixir de la felicidad. Para nada...Para ser feliz, primero hay que querer serlo y currárselo. Así que con un mucho de curre y un poquito de suerte lo lograré.