jueves, 28 de febrero de 2008

Para Fran

Nos conocíamos de vista, pero todo empezó, hace más de doce años, con un "Tú te llamabas Francisco, ¿no? Yo soy Silvia" y un "Mejor llámame Paco o Fran, que me haces mayor".
Y aquí estamos, tanto tiempo después. A ese viaje en barco y al botellón playero, le siguieron más viajes, comidas y cenas de trabajo, conversaciones profundas y banales, risas y alguna lágrima, confidencias, mojitos, bromas y cientos de cosas más que fueron afianzando el cariño que sentimos el uno por el otro.

¿Qué por qué todo esto? Pues además de porque me apetece decirlo, ¡coñe!, no podía olvidarme del cumpleaños de alguien importante para mí. ¡Si hasta le he traído una tarta! De chocolate, claro, que el mozo es un adicto (al que se come, no al otro).



Podría haber cantado un cumpleaños feliz, pero es que lo hago mal (y más volviendo a estar con bronquitis) y esto pretende ser algo agradable, no una tortura. Así que como sé que le gustan McCartney, Lennon y compañía, mejor que se lo canten ellos.
Que en el día de hoy y en el resto de días del año, te regalen mucho Amor.



miércoles, 27 de febrero de 2008

Un escarmiento

Esta tarde, al venir a trabajar, me encontré con una vecina que ya no vive en el barrio. Madre de dos de mis compañeros de juegos de la infancia, entre preguntas corteses sobre cómo nos va la vida, han salido alguna de las peripecias que sus vástagos y yo protagonizamos junto al resto de la chiquillería de mi bloque. Después de despedirme de ella para ir a la oficina, me he acordado de una. Ahora me río, pero que mal lo pasamos todos ese día...

Cuando éramos niños, a los más mayores de la chiquillería, nos encantaba juntarnos en la calle y contar historias de miedo. Sentados en un banco, en las noches de buen tiempo, después de jugar a "Churro, mediamanga, mangotero" o de un partido de fútbol, sudorosos y cansados, tocaba nuestra particular sesión de "Historias para no dormir". Yo era la que más leía y comencé con el género muy pronto y veía cine de terror a hurtadillas, con lo que siempre tenía cosas que contar.

Un día, tendría yo unos once o doce años, decidimos que íbamos a hacer espiritismo como los protagonistas de esos cuentos. Teníamos curiosidad por ver que pasaba, a ver si a nosotros también se nos aparecía el Demonio o un fantasma. Aunque no quisiéramos reconocerlo, también teníamos miedo, pero no te podías echar p'atrás, so pena de quedar como el capitán de las sardinas.
Así que improvisamos una ouija con una cartulina, dispuestos a contactar con los poderes del más allá. Pero antes, contactamos con los del más acá. O sea, que nuestros padres nos pillaron. Todos, supongo que movidos por un cierto terror irracional y mucho de superchería, nos prohibieron explícitamente jugar con esas cosas.

Pero éramos jóvenes, rebeldes y cabezotas. Nos dijimos que no estábamos jugando, sino que iba muy en serio y empezamos con los preparativos: una nueva ouija, que escondimos entre unos arbustos para que no la descubrieran; unas velas, compradas con nuestros escasos fondos, para dar ambiente y el buscar un día en el que todos, como buenos chicos, veríamos una película en casa de Juanín, que era el que tenía vídeo nuevo.

Llegó el día y subimos a la casa. Un tercero sin ascensor. Entre las bolsas de chuches y gusanitos que llevábamos para "ver la peli", estaban escondidas las velas. La ouija, me tocó subirla a mí (que con eso de que era la que tenía cara de buena...).
En cuánto los padres de Juanín se bajaron con su hermano pequeño a la calle, preparamos nuestra sesión. Todos en el salón, nadie más en la casa. Las persianas bajadas a pesar del calor, cortinas echadas, las velas como única iluminación y la ouija y el vaso que íbamos a emplear para que se desplazara por las letras, sobre ella. Dada mi "experiencia" (el cine de la Hammer y los cuentos de Poe) me tocó ejercer de médium. Todos serios y concentrados, con los índices sobre el vaso.

"En el nombre de Dios invoco a...".
Nada, eso no se movía. Una vez más.
"En el nombre de Dios invoco a...". Un ligero movimiento. "Óscar, como vuelvas a empujar con el dedo sobre el vaso te meto...".
Un intento más, esta vez alzando un poco más la voz.
"¡¡En el nombre de Dios invoco a...!!". Todos oímos un golpe. Nos quedamos paralizados, asustados y al mismo tiempo emocionados al ver que eso funcionaba.
¡¡En el nombre de Dios, si estás aquí, danos una señal...!!". Otro golpe esta vez en las ventanas, como si alguien quisiese entrar. Nos miramos unos a otros. La valentía del principio se diluía, dando paso a miradas de miedo. Pero aún así, una es muy cabezota y el vaso no se movía.
¡¡SI ESTÄS AHÍ, DA UNA SEÑAL!!!
Y vamos que si la dió. Parecía que el suelo retumbaba bajo nuestros pies por los golpes; la lámpara del techo vibraba y los golpes en la ventana se hicieron más insistentes y fuertes. Demasiada emoción para nuestros cuerpos.

Hicimos la de la perdiz. O sea, marica el último. Todos lanzados hacia la puerta. No hay constancia, pero ese día batimos varios récords de velocidad y de salto de obstáculos. ¡Cómo corrimos! Yo bajé las escaleras de cuatro en cuatro, como alma que lleva el diablo. O como creía, para que no se la llevara. Ya en la calle, a la luz del día, nos paramos, llorando de miedo, a hacer recuento. ¡Nos faltaba Juanín!.
Acojonados, con más miedo que otra cosa, unos cuántos subimos en su busca. Y entre el segundo y el primero, le vimos. Encogido en el rellano, llorando y gritando histéricamente y con su padre intentando calmarle.

Más tarde, ese mismo día, conocimos a nuestro "espíritu". Nuestros padres se habían enterado de nuestro plan y decidieron darnos un escarmiento. ¿Queríamos espíritus? Pues los íbamos a tener. Con la complicidad de los vecinos, se apostaron esperando nuestra sesión. Habían preparado no se qué en las luces para que fallaran en medio de la sesión, pero se lo chafamos con las velas. Los golpes en el suelo, en el techo y en la ventana, eran cosa suya. Y si eso no era suficiente, habían colocado un altavoz desde el que oiríamos voces de ultratumba. Vamos, que ni la Hammer tenía tantos efectos especiales.

El escarmiento, y el castigo que lo acompañó, sirvió para que todos dejáramos los asuntos del más allá. ¿Todos? Bueno, a mi el escarmiento me duró poco.
Pero esa es otra historia...

viernes, 22 de febrero de 2008

Notas

Hoy salió la primera nota de mis exámenes del primer cuatrimestre y no me puedo quejar: Notable.

Ahora sólo faltan otras 5, aunque estoy segura de que una es un suspenso. Mientras llegan las otras, a estudiar las del segundo cuatrimestre.

Harry Potter


Hace ya unos años, con motivo del estreno de la primera película de Hary Potter, yo me preguntaba porque tendría tanto éxito el personaje. Pensaba, con un poco de desdén (para que negarlo), que se trataba de unos libros infantiles de excasa calidad y mucho marketing. Por eso me sorprendió que la película pasara más tiempo en taquilla que las Navidades y me pudo la curiosidad.

No iba a ver la película hasta que me leyera el libro, así que me lo compré, muy escéptica ante lo que me iba a encontrar. No lo leí. Lo devoré. Me sumergí de tal modo en el universo del niño mago que hasta me parecía que olía la cera de las velas del Gran Comedor. Cada uno de los avatares y sentires del niño los vivía junto a él, mientras pasaba página tras página. Cuando terminé, quería más.
Recuerdo que era festivo y estaban todas las librerías cerradas. Además, llovía, hacía frío y sentía pereza de abandonar el calor de mi casa y salir a la calle. No importó. Esperé bajo la lluvia los dos autobuses que me llevarían al VIPS, dónde pude adquirir los dos libros siguientes, que devoré. Cada vez más oscuros y menos infantiles según crecía Harry. En el tercero, me asusté con la aparición de las más terribles criaturas (en mi opinión) de todo el mundo mágico de Harry: los dementores. Ni los Nâzgules de "El Señor de los Anillos" me dieron tan mal rollo la primera vez que los "conocí" (y era una cría).

Después, tocó esperar a que publicaran el resto de los libros, que iba leyendo según salían, deseando saber que iba a pasar con Harry y sus amigos, viendo como crecían y se enfrentaban a la vida y a lord Voldemort.

Ayer recibí mi ejemplar de Harry Potter y las Reliquias de la Muerte. El último de la saga. Lo guardé en el cajón de mi mesa en la oficina, esperando a que el reloj diera las ocho para salir escopetada a casa para leerlo. Deseaba saber que pasaba y al mismo tiempo, sentía una extraña tristeza por saber que terminaban las historias de unos personajes a los que, página tras página, había cogido cariño.

Esta noche pasada, abstraída de este mundo y metida en el de Harry, he reído, llorado, temblado por la intriga, ahogado algún reniego de frustración y finalmente, tras la última página, sonreído.

Hablando con alguien que me conoce, me decía que no entendía como a mí, que me gusta leer ciertos clásicos que se consideran obras maestras de la literatura, me podía gustar Harry Potter. Hace unos días, Turulato decía en un comentario que lo importante no eran tanto escribir como contar. ¿Qué me cuentan las novelas de Harry?No sólo me cuentan las peripecias de un niño mago y el mundo fantástico que les rodea, sino que todas las novelas me hablan de AMOR. Así, con mayúsculas. Por eso me gustan. Y además, y perdón por la expresión, son "jodidamente entretenidas".

martes, 19 de febrero de 2008

Boca de amor (o la boca de Eros)

En un artículo anterior, preguntaba acerca del significado de unas palabras en griego. Gracias a Turu y a su especialista, tengo la traducción de esas palabras, que titulan este artículo.

Esas palabras están grabadas en una escultura que forma parte de la exposición de las obras de Igor Mitoraj, que oficialmente comienza el próximo jueves y que me fascinó.

Estaba tomando el sol en uno de los bancos de piedra cercanos a la puerta de Murillo, en el Prado. Un café con leche y nuez moscada, un libro y el reproductor del mp3 para aislarme del ruido de Madrid. Al llegar, había visto las esculturas a lo lejos, pero había un grupo de turistas arremolinados alrededor, haciendo cola para entrar al Museo y me dije que podía esperar antes de acercarme a curiosear.




Me fui acercando, atraída por esa boca que parecía recién salida de un largo sueño en el mar. Me ensimismaron los colores, que la cámara no ha captado como lo hicieron mis ojos. O quizás lo idealicé. La verdad es que esa boca en carne y hueso y tamaño normal, sería altamente besable, para recrearse en un beso y todos los matices que éste contiene.


¿Habéis algo acariciado, con los ojos cerrados, las paredes de algún monumento o de una casa vieja? A mí me gusta. Siento que las yemas de mis dedos, recorriendo las grietas y las distintas texturas de la piedra (como si de las arrugas de una persona se tratase), me cuentan algo más que lo que se ve a simple vista. Pues quería sentir esa misma sensación cuando me acerqué a la escultura.

Con timidez, por si me llamaban la atención, acerqué mi mano. El metal estaba frío, pero yo sentí calidez y suavidad. Poco a poco, más confiada al ver que no me regañaban, fui trazando un camino por lo que sería la piel alrededor de los labios, notando las arrugas, para llegar hasta los labios y recorrerlos con los dedos.

(Turulato, tienes razón en el sentido metáforico de estas palabras. Sólo hay que querer escuchar esa historia).

El artículo desaparecido (es largo)

Hace unos días, publiqué un post a medio terminar y algunos lectores me preguntaron el motivo de su desaparición.
Quería y necesitaba acabarlo. Aunque he estado bloqueada estos días, aquí está. Como siempre, no me acaba de convencer el resultado, pero bueno...Espero que os guste.

Un cuento
Sintió una sensación de calor en el rostro y de claridad tras los ojos cerrados. ¿Dónde estaba? Lo último que recordaba era el estar leyendo en su habitación, tumbada en la cama.
¿Y ahora? Estiró uno de su brazos. Lo que tocaba no eran las sábanas de su cama sino algo más fresco, húmedo y vivo. ¿Hierba? Seguramente. ¿Y esa claridad que sabía que le rodeaba? Su lámpara seguro que no. Además estaba el calor, distinto al que sentía cuando tenía fiebre. Esto era una especie de cosquilleo en la punta de la nariz y en las mejillas. Supuso que estaba en el exterior, tumbada al sol.
¿Pero cómo? Quizás se había quedado dormida mientras leía y todo era un sueño. O se había muerto.

Bueno, no importaba mucho. No sabía el qué, pero tenía que hacer algo.
Abrir los ojos podía ser un buen comienzo. Una, dos, ¡tres!. Los abrió y tuvo que cerrarlos con fuerza, deslumbrados con tanta luz.
¡Que "lista" soy! pensó.
Sí, era luz solar y ahora veía nubecitas blancas en el interior de sus párpados mientras se recuperaba del deslumbramiento. Juraría que había visto algo en esa milésima de segundo, pero había sido todo demasiado rápido.

Mientras se frotaba los párpados con las manos, lo oyó. Un ruido de pasos. Algo o alguien se acercaba. Sentía como se iban tensando sus músculos y como una sensación de miedo le atenazaba la boca del estómago. Escuchó. No parecían pasos muy pesados y eran más de uno, pues el sonido la envolvía. Se detuvieron muy cerca de ella. Quizás la estuvieran olisqueando.
Quieta, tú quietecita que estás más guapa y quizás se vayan.
Volvió a oír un ruido de movimiento, pero parecía sólo uno de sus visitantes que se acercaba. Sabía que si estiraba el brazo, podría atraparle. De lo que no estaba nada segura es de si quería estirar el brazo. ¿Y si lo qué se encontraba en el otro extremo no le gustaba nada de nada?. Pasaban los segundos en tensa espera y en muda discusión interna.

- Mujer, si sabes que es un sueño, cuando te despiertes lo habrás olvidado
- Ya, pero menudo susto mientras. ¿Y si no es un sueño y me he muerto?
- Pues que te habrán enterrado, digo yo.
- ¡Qué graciosa! ¡Pero a saber si estoy en el cielo o en infierno!. No quiero pasarme el resto de la eternidad sin un brazo.
- ¿No te habrás dado un golpe en la cabeza con alguna piedra? ¡Qué de tonterías dices, rediós! Es imposible que estés en el infierno.
- Precisamente no he sido una santa...
- Ni tampoco un diablo. Una cosa son unos pecadillos y otra es la condenación eterna. El verdadero infierno es no sentir el Amor, ese regalo que Él nos hace. Saber que está ahí y no disfrutarlo. Y tú, imbécil, habrás hecho muchas tonterías, pero esa aún no, ni te voy a dejar hacerla.
- Ya pero...
- ¡Ni peros ni leches!. Sabes y sientes que este sitio está lleno de estos regalos. No puede ser el Infierno. Así que mueve el culo de una puñetera vez a ver que está pasando...
- Vale, vale. ¡Joder qué carácter!


Ya estaba decidida. A la de tres, intentaría atrapar lo que la rondaba y qué Dios la pillara confesada. Una, dos, ¡ya!. Su mano atrapó una carne suave y sin pelo con un movimiento rápido mientras abría los ojos y encaraba a su presa. No esperaba ver lo que veían sus ojos y de la sorpresa, aflojó su mano, lo que aprovechó su presa para retroceder un paso.

Frente a ella, sonriendo de manera burlona, tenía a una niña pequeña. No tendría más de cuatro años. El pelo rubio y corto, con algún mechón rebelde, los ojos verdes que chispeaban de alegría y en los que no había trazas de miedo, manchas de barro en las mejillas ligeramente bronceadas por el sol y una sonrisa traviesa de pequeños dientes irregulares. Se observaron en silencio; ella analizando cuál sería la mejor manera de abordar esta situación y averiguar qué le había pasado y la niña sonriendo confiada. Ya está, tenía el modo. Justo cuándo iba a abrir la boca, la niña amplió la sonrisa de su cara, la miró desafiante unos instantes y ¡¡le sacó la lengua!!. Un reto en toda regla. Como si fuera un resorte, esa parte más gamberra que había en su interior, respondió al desafío, sacándole a su vez la suya. Tanto pensar, tanto pensar y no había caído en la cuenta de que el mejor modo de acercarse, era jugando.

Una pedorreta contestaba a una mueca de la niña, que a su vez respondía señalándola e imitando a un mono. Estuvieron así un buen rato, intercámbiandose muecas y sonrisas tumbadas en la hierba. Notaba como el miedo que había sentido momentos antes, se iba desvaneciendo con cada sonrisa y cada chispeo de los ojos de la pequeña y como sentía unas ganas enormes de reír a carcajadas. Como si leyera su mente, la pequeña se echó encima de ella y comenzó a hacerle cosquillas.

- No, no, ¡para! ¡Qué tengo muchas cosquillas!. ¡Por favor, por favor! - decía entre carcajadas y lágrimas, mientras se agitaba, intentado esquivar el ataque. Se incorporó y contraatacó. Esta vez era la niña la que, con su vocecita, pedía entre risas que parara. Pero esto era una guerra de cosquillas y no iba a parar hasta dentro de un buen rato. La pequeña boqueaba en busca de oxígeno y suplicaba sin dejar de reir que parara, con la cara cubierta de churretones de barro, provocados por las lágrimas.
¿Cuánto hacía que no reía así? Con una risa como ésta, limpia, inocente, sin dobles sentidos. Sin amarguras de ningún tipo ni empleada para hacer frente a ningún dolor o miedo. Estallar en carcajadas sólo por el propio placer de reír.

Seguía agitando todo su cuerpo entre risas, cuando lo lo sintió. Un golpe seco, no demasiado fuerte, en la sien izquierda. En un gesto instintivo, echó mano a la zona dolorida, parando en su ataque. Había estado pasándoselo tan bien que se había olvidado de los otros pasos.

Buscó con su mirada a su atacante. Ahí estaba, unos metros más allá, junto a unos matorrales. Una niña rubia, algo más mayor que su recién estrenada amiga, le miraba fijamente, apuntándola con una especie de tirachinas. Era casi idéntica a la pequeña: mismo pelo rubio, aunque más largo, piel ligeramente bronceada y los mismos ojos verdes. Sólo que en los de la niña, no se veía un brillo de alegría, sino de preocupación y determinación al mismo tiempo.
- ¡Déjala en paz!. Le estabas haciendo daño. No dejabas que respirase y lloraba.
- ¡Nooo! - protestó la mujer - Sólo estábamos jugando, no quería hacerle daño.

El tiempo pareció detenerse: la niña, firme en su amenaza; la mujer, esperando desconcertada. Rompió lo estático de la escena la más pequeña. Recuperada ya de su ataque de risa, se acercó corriendo a la que parecía su hermana. Agarró su brazo, interponiéndose entre el tirachinas y la mujer. Se miraron en silencio; la más joven sin dejar de sonreír, la más mayor, tenso el brazo y la mirada preocupada. La niña se incorporó sobre la punta de sus pies y susurró algo, que la mujer no acertó a escuchar. La muchacha dirigió su mirada a la mujer y nuevamente a la pequeña.

- Ten cuidado - dijo mientras guardaba su tirachinas en el bolsillo del pantalón, sin perder de vista a la mujer. La más pequeña, se abrazó a su cuello y le dió un beso en la mejilla.

La mujer observaba la interactuación de las niñas. Se sentía una intrusa que presencia un asunto familiar que tendría que mantenerse en la intimidad. Sólo que en esta ocasión no había ni gritos ni malas caras y eso la turbaba un poco. Un gritito de alegría la devolvió a la extraña realidad que estaba viviendo.

Su pequeña amiga se acercaba corriendo como un torbellino, riéndose. Instintivamente, abrió los brazos para capturarla en un abrazo. Con las piernas de la niña rodeando su cintura, dieron vueltas hasta que el mareo las venció y entre risas, se sentó sobre la hierba, con la niña sentada sobre sus muslos.
Comenzó a peinar con sus dedos los mechones rebeldes de la niña, mientras que ella, sin dejar de sonreír, apretaba las mejillas de la mujer haciendo muecas. Hacía muchísimos años que no se sentía tan relajada y en paz. Ahora, al sentirlo, sintió añoranza de otro tiempo. Muchos años...Desde que él se había ido, llevándose parte de la paz que habían compartido.

- ¡Oye, no sé como te llamas! - dijo la mujer de repente, intentando alejar los pensamientos más tristes.
- ¡Como tú! - contestó la pequeña.
- ¿Cómo qué como yo? ¡Si no sabes cómo me llamo!
- Sí, si lo sé - contestó la niña muy segura de sus palabras. La mujer enarcó una ceja, sorprendida ante la seguridad de la niña. La pequeña rió ante su cara de sorpresa, con una expresión divertida de triunfo - ¡¡Te llamas como yo!!.

Un nuevo ataque de risa a los pocos segundos les dejó sin respiración y con el rostro surcardo por las lágrimas. Las carcajadas fueron apaciguándose, mientras recuperaban el resuello. La pequeña se acurrucó, apoyando la cabeza en su pecho y poco a poco, su respiración se fue haciendo más lenta y cadenciosa. La mujer, con su barbilla apoyada sobre la cabeza de la pequeña, acariciaba su cabello y espalda, rozando apenas con la yema de los dedos mientras tarareaba una vieja nana.

Con la pequeña dormida sobre su pecho, miró a su alrededor. Por primera vez, se fijó en otras pequeñas que jugaban en la campiña. Todas eran idénticas físicamente, lo único que las diferenciaba era su actitud. Podía adivinar una mirada asustada entre unos matorrales, que intentaba escabullirse cuando se sentía observada; más allá, una de las niñas, se alejaba cada vez que una de sus hermanas se acercaba; otra, tiraba con rabia piedras contra un árbol; aquella observaba con curiosidad lo que hacían las demás e iba de un lado a otro preguntando... No muy lejos de ella, con los ojos desbordados por las lágrimas, otra niña la miraba con expresión triste. Hizo un gesto con la mano, llamándola para que se acercara. Aunque temerosa al principio, fue acercándose lentamente, con la mirada baja. La mujer cogió su mano con dulzura y la sentó a su lado, atrayéndola hacia su cuerpo en un abrazo. Poco a poco, mientras mesaba sus cabellos con caricias, sentía como el raudal de lágrimas iba deteniéndose poco a poco y la respiración de la pequeña se acompasaba con la de la otra niña. Cansada, alzó los ojos una vez más. La niña del tirachinas, la más mayor, la miraba con expresión relajada. Sonrió e hizo un gesto de aquiesciencia, antes de irse corriendo hacia otras de las pequeñas, que lloraba en el suelo porque se había lastimado en una caída.

La respiración cadenciosa de las pequeñas, su propio cansancio y la modorra que le provocaba el sol, hacían que sus ojos se cerraran poco a poco. Con cuidado de no despertarlas, se tumbó en la hierba con las niñas abrazadas a ella. Al abrir los ojos, tras lo que creyó un simple parpadeo, todo había desaparecido.
La campiña, las niñas, el sol fueron sustituidos por las formas familiares de su dormitorio. Sobre su regazo, sólo un libro.

A través del espejo.

domingo, 17 de febrero de 2008

¿Alguien sabe griego?



Intrigada estoy por saber que significa. Sé que la primera palabra está relacionada con Eros, pero la segunda, ¿puede ser labios? ¿o boca?

Pantagruélico

El sábado nos fuimos a comer unos amigos a un restaurante en El Tiemblo (Ávila), aprovechando que estábamos en unas casas rurales en el Valle de las Iruelas. Raciones gigantescas, pero servicio pésimo. Un sitio "de batalla". Para los que les gusten esa clase de sitios (a mí cada vez menos), os dejo aquí una muestra de lo que podéis comer.


Los chuletones de Javi (el único machote que se lo terminó)



Mi "pescadito"



Un soufflé para 3 personas (del que comieron 7 y sobró).

¡Sshhh, que se despierta!

Y es hermoso cuando duerme...





Igor Mitoraj - Osiride Addormenato (Osiris adormecido) - 2003

viernes, 15 de febrero de 2008

Una encuestilla

Este cuatrimestre, toca una asignatura a la que tengo muchas ganas: Museos y ciudades monumentales españolas.

No sé si lo comenté por aquí, pero el examen consiste en dos preguntas teóricas (de un librito de 30 páginas escasas) y el desarrollo de un trabajo sobre una visita de mi elección. Y es, precisamente ese trabajo, lo que me resulta más atractivo.
El "problema" está en que me llaman la atención demasiados destinos, así que quería consultar a mis lectores entre los que más me atraen, para ver si saco en claro por dónde tirar. Hay más y muy atractivos, pero mis favoritos son.

- Camino de Santiago.
- Catedral de Burgos.
- Ciudad histórica de Toledo.
- Ciudad vieja de Cáceres.
- Conjunto arqueológico de Mérida.
- Monasterio y Sitio del Escorial.
- Mudéjar en Aragón.
- Paisaje cultural de Aranjuez.

Quizás lo "fácil", que no es tal, sería la Catedral de Burgos, por resultarme más familiar.
¿Pero quién ha dicho que a mí me guste lo fácil?

jueves, 14 de febrero de 2008

Ojos azules

Anoche tuve mucha suerte con el taxista que me trajo a casa. No me tocó uno de los que te dan conversación y tienen la receta para arreglar el país, con los que puede llegar a ser divertido charlar en ocasiones. Ni tampoco los que creen que su taxi es una discoteca ambulante. Anoche el azar decidió darme un respiro. Sólo silencio. Para poder refugiarme en él. A pesar del cuello dolorido, apoyé la cabeza en el cristal, contemplando Madrid de noche. Me gusta.
(Sobre todo una imagen, mejor si es entre semana, cuando hay menos gente. Paseo, dejando a mi espalda las luces y sombras de la Gran Vía, bordeando los jardines del Cuartel General del Ejército. Si hay suerte y se acaban de ir los autobuses nocturnos, muchísimo mejor. La estampa es perfecta. Al fondo, la Puerta de Alcalá. Toda iluminada y chula, sabiendo que hay quién le canta. A la izquierda, el palacio de Linares. ¿Qué sería del fantasma que vivía ahí hace años? Frente al palacio, otro más, el de Comunicaciones, ahora convertido en Ayuntamiento, con sus torres, columnas y escudos. Y en el centro, como la diosa que es, Cibeles en su carro.)

Pero anoche, no contemplaba Madrid para deleitarme, sino para abstraerme. Un encuentro del todo fortuito, me dejó un regusto amargo en la boca y un sentimiento de desasosiego.

- Señora, ¿podría darme 35 céntimos, por favor?

Mi acompañante y yo estábamos sacando dinero en un cajero y la cercanía de esa voz cascada nos sorprendió. Nos giramos recelosos, dispuestos a ignorar al dueño de esa voz quejumbrosa y rota, pero mis ojos se cruzaron con los suyos. A pesar de la mirada turbia provocada por el cuelgue, reconocí esos ojos azules. Se había cortado el pelo y estaba más demacrado y sucio pero era él. Sólo fueron unos segundos lo que duró mi reconocimiento, tiempo que aprovechó para comenzar a alejarse cojeando.

- Eh, espera. No tengo más suelto, pero tómate un café ahí al lado, que hace rasca.

Me dió las gracias con una sonrisa cansada, mientras depositaba las monedas que tenía en el bolsillo en sus manos sucias. Por una milésima de segundo, creí que me había reconocido. Pero otra vez la niebla de las drogas cubrió el brillo de sus ojos azules. Se alejó por la calle cojeando. Mi acompañante y yo nos alejamos en sentido contrario.

- Le conocía -
dije yo - Bueno, no sé como se llama, pero le conozco de vista. Paraba por mi barrio. Joder, está muy mal.

No dije mucho más camino de la parada de taxis. En el taxi, con el silencio como compañía, pensaba en el encuentro.

Era uno de los yonquis que pasaba por el barrio camino del Salobral, dónde pillaba la mierda que se metía. Dormía en los bajos de la iglesia y sé que don Tomás, uno de los curas, le había dado un par de mantas y trataba de convencerle para que se desintoxicara. Iba bastante aseado y siempre que se acercaba a pedir, lo hacía con educación y no se molestaba con quiénes le ignoraban. Ayudaba a algunas ancianas con las bolsas de la compra a cambio de unas monedas o algo de comer.
Me cruzaba con él todas las mañanas. y siempre el mismo ritual.
- "Eh, rubia, invítame a un café, anda..."
- "Joer, macho, que parece que trabajo para ti. Todos los días me pillas a mí por banda.¿Es qué no hay más gente en el barrio?"
Había veces que le invitaba a un café dónde Perico o compartía con él lo que me compraba para desayunar. En una ocasión, mientras mojaba el croissant en el café con leche y lo devoraba con fruición, le dije que porque no buscaba un trabajo, él que no tenía mala pinta, que era educado y podría llevar una vida más o menos normal.
- "Nadie quiere a alguien como yo, rubia. Soy escoria y he tocado fondo".
Podría haber discutido con él, pero me quedé muda. Incapaz de articular una palabra de ánimo o un pensamiento medianamente coherente. Más tarde, me pregunté a mí misma hasta que punto ese intentar acercarme a él, no era simplemente algo aséptico para acallar mi conciencia, pero sin involucrarme más allá de lo necesario.
Cuando desmantelaron el Salobral, le perdí de vista. Hasta anoche. Imagino que emigraría en busca de un nuevo sitio dónde pillar la mierda que estaba acabando con él.

Casi llegando a casa, recordé otro encuentro y el desasosiego se convirtió en tristeza. No dejaba de pensar que si me hubiera involucrado un poco más, podría haber cambiado algo. Ni siquiera sé su nombre...

lunes, 11 de febrero de 2008

Tío Vania

SONIA: ¡Qué se le va a hacer!... ¡Hay que vivir! ¡Viviremos, tío Vania!... ¡Pasaremos por una hilera de largos, largos días..., de largos anocheceres..., soportando pacientemente las pruebas que el destino nos envíe!... ¡Trabajaremos para los demás, lo mismo ahora que en la vejez, sin saber de descanso!... ¡Cuando llegue nuestra hora, moriremos sumisos, y allí, al otro lado de la tumba, diremos que hemos sufrido, que hemos llorado, que hemos padecido amargura!... ¡Dios se apiadará de nosotros, y entonces, tío..., querido tío..., conoceremos una vida maravillosa..., clara..., fina!... ¡La alegría vendrá a nosotros y, con una sonrisa, volviendo con emoción la vista a nuestras desdichas presentes..., descansaremos!... ¡Tengo fe, tío!... ¡Creo apasionadamente! ¡Ardientemente!... ¡Descansaremos! ¡Descansaremos!... ¡Oiremos a los ángeles, contemplaremos un cielo cuajado de diamantes y veremos cómo, bajo él, toda la maldad terrestre, todos nuestros sufrimientos, se ahogan en una misericordia que llenará el Universo!... ¡y nuestra vida será quieta, tierna, dulce como una caricia!... ¡Tengo fe!... ¡Tengo fe!... (Secándole las lágrimas.) ¡Pobre!... ¡Pobre!... ¡Pobre tío Vania!... ¡Estás llorando! (Entre lágrimas.) ¡Tu vida no conoció la alegría..., pero espera, tío Vania, espera!... ¡Descansaremos! (Abrazándole.) ¡Descansaremos! ¡Descansaremos! (El telón desciende lentamente.)

Tío Vania de Anton Chéjov - Aco IV, Escena IV

jueves, 7 de febrero de 2008

¡¡¡He acabado los exámenes!!!

¡¡¡Por fin!!! ¡¡¡Hoy hice el último!!! (Creo que este último es un sobresaliente, pero tendré que esperar a las notas).

Ahora toca el fin de semana de descanso, antes de volver a la carga con los estudios, que este próximo cuatrimestre tengo otras seis con varios trabajos que entregar.
Mañana disfrutaré de una agradable velada con un amigo y el sábado me iré a una casita rural con mis compañeros de la facultad, a echarnos unas risas y a acabar con ese jamoncito y con botellas de ron que he visto en la lista de la compra.

Por lo pronto, esta noche, espero dormir a pierna suelta, que me hace falta.

martes, 5 de febrero de 2008

Ya queda menos...

Ayer comencé mi semana de exámanes y ya llevo hechos 4 de los 6 que tengo este cuatrimestre. La verdad es que no puedo ni con mi alma del cansancio, pero bueno, dos días más y tendré el fin de semana para descansar y después volver a la rutina diaria de trabajo y estudios.

De los que he hecho, creo que apruebo todos, aunque he salido muy cabreada con el examen que hice esta mañana (y mira que ayer podía haber "tomado prestado" uno, que se dejaron las fotocopias recién "horneadas" encima de la mesa y los profesores estaban en la parra).
Yo eso de memorizar porque sí lo llevo muy mal y dudo que se aprenda mucho con ese método. Y sobre todo, cuando son datos puntuales que se pueden consultar en cualquier biblioteca o internet y no ayudan a la comprensión general de la materia. En fin...

Mañana me presento porque ya que me corre convocatoria y voy a estar estudiando en la biblioteca, pues le echo un vistazo. No, Fran, no va a sonar la flauta. Para que yo apruebe ese examen, tendrían que abrirse los cielos y tocar al unísono todos los serafines y algunos querubines.

Y por fin, el jueves, el último y al que tengo ganas este cuatrimestre: Dirección de operaciones en alojamiento y restauración. Sí, dicho así suena a un coñazo patatero, pero para alguien como yo, a quién le gustaría tener un hotelito o un pequeño restaurante, es muy entretenida y he aprendido mucho.

No estaría de más que fuera de obligado aprendizaje para cualquiera que trabaje en el sector de la hostelería, que cada vez está peor. Pero bueno, de eso ya hablaré otro día que ahora tengo que estudiar. Sed buenos.

viernes, 1 de febrero de 2008

¿Por qué el pollo cruzó la carretera?

POSIBLES SOLUCIONES

MAESTRO DE PRIMARIA:
Porque quería llegar al otro lado.

PROFESOR DE SECUNDARIA:
Aunque se los explique, queridas bestias, no podrán entenderlo.

PROFESOR DE FACULTAD
Para saber por qué el pollo cruzó la carretera (tema que se incluirá en el parcial de mañana) lean los apuntes desde la página 2 a la 3050.

PLATÓN
Por su bien. Al otro lado de la carretera se encuentra la verdad.

ARISTÓTELES
Está en la naturaleza del pollo el cruzar las carreteras.

KARL MARX
Era históricamente inevitable.

CAPITAN JAMES T. KIRK
Para llegar adonde ningún otro pollo había llegado antes.

HIPÓCRATES
Ha cruzado la carretera por culpa de un exceso de secreciones en el páncreas.

MARTIN LUTHER KING JR
He tenido un sueño donde todos los pollos eran libres de cruzar una carretera sin tener que justificar sus actos.

MOISÉS
Y Dios descendió del paraíso y le dijo al pollo: 'cruza la carretera'. Y el pollo cruzó y Él vio que esto era bueno.

RICHARD M.NIXON
El pollo no cruzó la carretera, repito, el pollo no cruzó nunca la carretera.

NICOLÁS MAQUIAVELO
Lo importante es que el pollo cruzó la carretera. ¿A quién importa el porqué? Solamente el fin de atravesar la carretera ya justifica cualquier motivo que hubiera tenido.

SIGMUND FREUD
El hecho de que te preocupe por qué el pollo cruzó la carretera ya revela tu fuerte sentimiento de inseguridad sexual latente.

BILL GATES
Precisamente acabamos de terminar el nuevo programa 'OfficePollo2008' que además de cruzar las carreteras, será capaz de incubar huevos, archivar los documentos importantes , etc...

BUDA
Preguntarse tal cosa es renegar de tu propia naturaleza de pollo.

GALILEO
Y sin embargo, cruza.

LA IGLESIA DE LA CIENCIOLOGIA
La razón está en vosotros, pero no la conocéis todavía. Mediante un módico pago de 1.500 $, más el alquiler de un detector de mentiras, le haremos un análisis psicológico que nos permitirá descubrir la razón.

BILL CLINTON
Juro sobre la constitución que no ha pasado nada entre el pollo y yo.

EINSTEIN
El hecho de que sea el pollo el que cruce la carretera o que sea la carretera la que se mueva bajo el pollo, depende. Es relativo al referencial.

ZEN
El pollo puede cruzar la carretera en vano, solo el Maestro conoce el ruido de su sombra detrás de la pared.

STALIN
Hay que fusilar al pollo inmediatamente, y también a los testigos de la escena y a 10 personas más escogidas al azar por no haber impedido este acto subversivo.

GEORGE W. BUSH
El hecho de que el pollo haya cruzado la carretera a pesar de las resoluciones de la
ONU representa un grave ataque a la democracia, la justicia y la libertad. Esto prueba sin ninguna duda que teníamos que haber bombardeado esta carretera hace tiempo. Con el objetivo de garantizar la paz en esa región, y para evitar que los valores que defendemos sean otra vez atacados por este tipo de terrorismo, el gobierno de los Estados Unidos de América ha decidido enviar 17 portaaviones, 46 destructores y 154 fragatas, con el apoyo desde tierra de 243.000 soldados de infantería y por el aire de 846 bombarderos, que tendrán por misión, en
nombre de la libertad y de la democracia, el eliminar todo asomo de vida en los gallineros a 5.000 Km. a la redonda, y después, asegurarse con unos disparos de misiles muy precisos de que todo lo que parezca de lejos o de cerca un gallinero sea reducido a un montón de cenizas y no pueda nunca más desafiar a nuestra acción con su
arrogancia. Hemos decidido también que después, este país será generosamente dirigido por nuestro gobierno, que reconstruirá gallineros según las normas vigentes de seguridad, poniendo a su frente a un gallo elegido democráticamente por el embajador de los USA. Para financiar todas estas reconstrucciones, nos conformaremos
con el control absoluto de toda la producción de cereales de la región durante 30
años, sabiendo que los habitantes locales se beneficiaran de una tarifa preferente sobre una parte de la producción, a cambio de su total cooperación. En este nuevo país de justicia, paz y libertad, podemos asegurarles que nunca más un pollo intentará cruzar una carretera, por la simple razón que no habrá más carreteras y que los pollos no tendrán patas. Que Dios bendiga a América.