lunes, 30 de julio de 2012

Incidente dominical

Ayer fue un día agridulce. Dulce, porque compartí risas y buenos momentos con amigos y mi familia, agrio...pues porque somos como somos y me produce una profunda tristeza.

Al mediodía, estuve tomando el aperitivo con un amigo. Antes de quedar con él, había desayunado estupendamente en una terraza mientras leía, visitado a uno de mis tíos y dado un paseo, con lo que estaba siendo una mañana espléndida de domingo. Luego, la conversación estuvo genial y me iba a casa dispuesta a comer tranquilamente y echarme una siesta de órdago. Hasta me iba a dar tiempo a pasar por las tiendas del centro de Madrid y ver si estaba el blazer que ando buscando...

El sol caía de lo lindo, picaba, aunque en la calle Arenal, con la especie de parasoles que ha puesto el Ayuntamiento, se notaba menos. La misma rumana de todos los días pedía en la puerta de San Ginés, un violinista ejecutaba una pieza al lado del callejón y unos pasos más adelante, había un "sin techo" tumbado, durmiendo en un portal. Me llamó la atención porque, en dónde no le cubría la ropa, se le veía la piel enrojecida por el sol, bien quemado. Y por experiencia sé lo que eso escuece.
Al llegar a su altura, me crucé con dos mujeres, una más o menos de mi edad; la otra, más mayor. Bien vestidas, cargadas de bolsas... Se estaban riendo del "sin techo". Mírale, si parece un tomate.

Seguramente, muchas personas no reaccionen así. Cuando pasa el momento de ofuscación, yo misma me pregunto porque actúo así. Y más ahora, que aún no calibro las fuerzas que me quedan. Pero se me pone un velo en los ojos y me da igual ocho que ochenta. Por eso me partieron tantas veces la cara siendo más pequeña. Supongo que tengo demasiado marcada esa tarde de verano de hace tantos años...

- ¿Saben lo que son ustedes? Unas HIJAS DE PUTA. Porque hay que ser muy hija de puta para burlarse de una persona que se ha quemado por el sol, porque no tiene un techo bajo el que refugiarse.

A esa parte de mí que se oculta tras el velo, que sonríe con cierta malignidad, expectante, no le dieron la satisfacción de salir. Nos miramos unos segundos. Se callaron. No sé muy bien el motivo, supongo que por la mirada de mala hostia. Lo que sé, aunque no suene muy civilizado, es que si me hubieran contestado, estaba dispuesta a partirme la cara con ellas.

Pero se fueron. Y yo seguí mi camino, sintiendo poco a poco la lasitud que se apodera de mi cuando cae ese velo. Y la tristeza. Profunda, porque no comprendo ni sus reacciones ni las mías. Ya no tenía ganas ni de mirar el blazer, ni de pasear, ni de nada. Sólo de llegar a casa, dormir y reiniciar el domingo que se había empañado por el incidente.

En el taxi camino de casa, iba dando vueltas al incidente. Como se las dí tumbada en la cama, incapaz de dormir.

Horas más tarde y tras haber quedado con unas amigas, seguía dándole vueltas a lo mismo.
Quizás, azuzado porque en el transcurso de la conversación con esas amigas, se habló de la responsabilidad colectiva y de la peer pressure y además, presencié otro incidente lamentable que hizo que mi esperanza se tambaleara un poquito más.

Con el potencial que tiene el ser humano para la bondad y teniendo la información de lo que es correcto, ¿por qué optamos por el otro camino? ¿Por comodidad? ¿Por miedo? ¿Por satisfacción inmediata?

martes, 24 de julio de 2012

Desnudo

Es raro que a estas horas no haya nadie, pero casi mejor, así puedo relajarme tranquilo. Joder, qué bien le sientan las burbujas del jacuzzi a mi espalda...

Relajado, apoyó la cabeza en el borde del jacuzzi y cerró los ojos, olvidándose de todo y de todos, concentrado en las sensaciones del agua caliente y las burbujas sobre su piel. Sólo el ruido de la puerta le distrajo un momento. Entreabrió los ojos y vio a una mujer cubierta con una de las toallas que facilitaban en recepción, que entraba tímidamente y se quedaba parada al verle.

¡Mierda, hay gente!. Jo, y precisamente un tío. Tenía que haber preguntado si había sesiones sólo para mujeres. ¿Y si vuelvo otro día? 


Avanzó hacia una de las hamacas, con las brazos cruzados sobre el pecho, sujetando con firmeza la toalla que le cubría el cuerpo como si fuera su única defensa contra el mundo. Y en parte, lo era.

Novata. Sólo hay que ver como se tapa pudorosamente con la toalla. Yo creo que no va a ser capaz de atreverse y dará media vuelta. Tres, dos, uno...


Se incorporó un poco dentro del jacuzzi para observar mejor a la recién llegada y sus reacciones. Tenía un rostro agradable y la humedad del ambiente, comenzaba a ondular su cabello en unos remolinos muy graciosos. No sabía muy bien si era por el calor o por la vergüenza, pero sus mejillas estaba sonrosadas y le daba un aspecto simpático.

¿Por qué me mira? ¿No eran mucho más respetuosos que el resto...? ¿Quién me mandará a mí meterme en estos berenjenales? Con lo bien que me lo paso yo en un SPA normal. Estoy por irme a mi casa.  Pero he venido hasta el culo del mundo, me he gastado una pasta en el taxi y en la entrada y...¡De perdidos al río!. 

Sin pensarlo, dejó caer la toalla sobre la hamaca, quedándose como Dios la trajo al mundo. Bueno, no exactamente, con unas cuantas marcas corporales más que delataban el paso del tiempo y los estragos de la "vida moderna". Al pensar en ello, hizo el ademán de cubrirse con la mano pero detuvo el gesto y se relajó. Si había decidido ir hasta allí...

¡Anda, se atrevió! Me gustan las chicas valientes...

Le dirigió una sonrisa.

 Me ha sonreído. ¿Le gusta lo que ve? ¿No le gusta lo que ve y se ríe de mí? Sin gafas no veo un pimiento. ¡Coño, ni que él fuera George Clooney!. Aunque tiene una sonrisa bonita...

Algo molesta, pasó por la ducha. Si te gusta, toma ración de vista. Y si no, pues mira para otro lado... El primer chorro de agua fría le cortó la respiración, pero poco a poco, notó como como los nervios, los temores, se iban diluyendo bajo el agua. Como siempre le sucedía. Al salir, más relajada, se acercó al jacuzzi.

Él observaba como se duchaba. No tenía un cuerpo espectacular, pero había algo en ella... Quizás los remolinos simpáticos o las muecas que hacía con el agua fría.
- Hola - sonrió tímidamente al bajar las escaleras del jacuzzi.
- Hola - Él le devolvió la sonrisa - ¿Primera vez por aquí? - ella se sonrojó un poco y se introdujo rápidamente en el agua - Es normal el corte la primera vez. Tranquila. Me llamo Roberto.
- Yo soy Paula. Encantada. Sí, mi primera vez. No sé muy bien que hago aquí.
- Probar una experiencia nueva. Relájate y disfruta...

Se sonrieron y comenzaron a charlar. Paula descubrió que le resultaba sencillo charlar con él, como si pasado el primer momento de vergüenza, desprenderse de ciertas cortapisas mentales fuera tan sencillo como desprenderse de la toalla. Sólo una cuestión de elección. Roberto se dio cuenta de que disfrutaba charlando con ella y con la forma en que le miraba a los ojos, atenta a lo que decía, con ese ligero fruncir de ceño de concentración.


Siguieron juntos realizando el circuito de aguas y al acabar, se fueron a tomar algo a una cafetería cercana, para charlar y compartir silencios. Antes de despedirse, se intercambiaron los teléfonos.

En el taxi, camino de su casa, Paula recordaba las palabras de Roberto. "Una experiencia nueva". Pero que nada tenía que ver con el placer sensual del agua sobre su piel, sino con el juego de descubrir a alguien, sin miedos, con cierta inocencia infantil.

Un whatsapp de Roberto le arrancó de sus pensamientos. Comenzó a escribir, relajada, dispuesta a disfrutar de la experiencia.

martes, 17 de julio de 2012

Los no-vivos

Estáis muertos. No, no exactamente. Y tampoco se puede decir que seáis fantasmas. Porque cualquiera de esas dos opciones significaría que estuvisteis vivos, aunque no hablo de vida estrictamente biológica sino de algo que va más allá. Vuestro corazón seguramente lata como el mío, pero no estáis vivos.
Quizás seáis vampiros, como los de las novelas, porque ni siquiera tenéis reflejo. Ni una sombra como tenemos otros o algo de luz que ilumine vuestro rostro desde el otro lado del espejo.

Sólo sé que queréis extender vuestra podredumbre a los que estamos vivos. Nos teméis y envidiáis y queréis destruirnos. Como los hombres grises de Momo, sólo que vosotros nos quitáis las ganas de reír y de soñar, de levantarnos tras caer, mientras inoculáis en nuestras vidas vuestras falsas necesidades y seguridades.

Pero aunque seáis legión, no vais a ganar. Porque otros como yo, acabarán dándose cuenta de lo que sois y hacéis.

Y no hay nada tan imparable como la propia vida.


domingo, 15 de julio de 2012

Verde

Me despierto demasiado pronto. La miniescapada a Burgos que tenía que servir como desconexión no ha servido para tanto por un problema con un cliente.
En el baño, antes de ducharme, el espejo me devuelve el reflejo de un rostro apagado y cansado. Después de la ducha revitalizante, un vasito de leche fría y un plátano, me encuentro mucho mejor y salgo a la calle a ver si puedo solucionar un problema que me preocupa. Difícil pues surge de la picaresca de algunos que quieren que les salgan las vacaciones gratis.

Que yo me haya despertado temprano no significa que el resto de la ciudad lo hiciera y no encuentro ningún sitio abierto desde donde conectarme a internet. Podría ir a casa de Raúl pero anoche trasnochamos y seguirá durmiendo. Como tendría que estar haciendo yo...

Paseo un rato más y al final me siento al sol en una de las bancadas de la Plaza Mayor. Dejándome los ojos en la pantalla del móvil, busco lo que tengo que buscar y mando un SMS al cliente. Si no acepta lo que le propongo, empezaré la semana con movidas. Si lo acepta, me tocará "pelearme" con el proveedor. Suceda lo que suceda, discutiré.¡Con lo poco que me gusta!

Quemada, levanto la vista del móvil y veo un edificio rosa, de esos que llamaron tanto la atención de Edmundo d'Amicis cuando visitó la ciudad. Me pregunto porque se dirá la vida de color de rosa cuando ésta te sonríe. A lo de identificar el color verde con la Esperanza le encuentro su lógica pero a lo del rosa...

Con esa duda absurda, el sol dándome en la cara y la brisa ligera alborotándome el flequillo, recuerdo las palabras del compi. Respiro hondo, cierro las pestañas del navegador relacionadas con el trabajo y dejo que el miedo, como dirían las Bene Gesserit, pase a través de mí.

Y al final, sólo estoy yo. Sentada al sol y viendo todo con un tono más verde.

martes, 3 de julio de 2012

Identificación

- No has contestado a mi pregunta. ¿Te gustas?
- Lo que veo en el espejo, sí. Pero lo que está en el cristal, muy dentro, me asusta. Me despierto tarde, por la noche, con todo eso nadando detrás de mi cara. Dios mío, qué tristeza. ¿Me podrás ayudar?

Matemos todos a Constance - Ray Bradbury.

Por cosas como ésta, me gusta tanto Bradbury.

lunes, 2 de julio de 2012

Día de muertos

¿Sabes? Ir acompañado de mis tíos no es lo mismo y solo, siempre me busco alguna excusa para no ir, pero les echo de menos y siento como si les fallara.

Más de veinte años conociéndose dan para mucho y por eso, cuando él le pidió que le acompañase, no se lo pensó dos veces. Porque ambos valoraban mucho los silencios acompañados y no necesitaban de parloteos.
Iban caminando entre las lápidas y los cipreses, cogidos del brazo. En parte, para protegerse del frío tan habitual en esas fechas pero también, de la congoja que te oprime el pecho recordando a los que ya no están.

- ¡Maniática! ¿Vas a ir colocando todas las tumbas hasta que lleguemos a la de mis padres o a la de tus abuelos? Mira que ayer hizo mucho viento...
- Todas, no. Pero pasar por delante de una que tiene las flores caídas y dejarlo así... No sé, me da apuro. Es como si todas estas vidas no tuvieran ya importancia para nadie.

Siguieron caminando hasta llegar a la lápida de mármol gris bajo la que descansaban los restos de sus padres. Él permaneció en silencio, con su mano entre las de ella, que estaba de pie a su lado, mirándole.

- Estos no son ellos, pero no sé como hacer para que no se pierdan en el olvido como si no existiesen.
- Pues hablando de ellos, soñando con ellos. Cuando tengas nanos, hablándoles de sus abuelos y de los momentos que compartiste con ellos.
- Sabes que es difícil que tú o yo tengamos ya niños... 

Callaron por un momento, pupila verde clavada en pupila verde, con las manos más apretadas. Un rato después, fueron a la tumba de los abuelos de ella y cambiaron los papeles. Ella en silencio, con su mano cobijada entre las de él.
Volvieron paseando por la parte más antigua del cementerio, fijándose en las lápidas desgastadas por el paso de los años, preguntándose como habían sido las personas cuyos nombres aparecían escritos. Quizás algún día, dentro de muchos años, alguien pase delante de nuestras tumbas, como hacemos nosotros ahora y se pregunte como éramos, como fue nuestra vida. Y vivamos otro poquito, aunque sea en la imaginación de un extraño le dijo ella.

De regreso a la ciudad, mientras daban un paseo junto al río, iban charlando. Vamos a tomarnos algo y brindar por ellos, por los que no están más que en nuestro recuerdo. Aunque yo ahora brinde con mosto. 
Frente a una copa de verdejo y un mosto, charlaban animados.
- Recuerdo los domingos de verano en los que venía con mis padres de paseo por el Espolón mientras me tomaba un helado enorme de los de Hifi.
- ¡Me encantaban esos helados! Y a mi abuela le entusiasmaban. ¿Has intentando montar en bici a toda mecha con uno de esos helados en la mano? Un día intenté llevarle uno a mi abuela y llegué con toda la mano pringando de helado de café. Se comía el resto pringoso que le llevé, agradecida por mi esfuerzo y me fui hinchada como un pavo.
- Yo recuerdo las tardes de fútbol con mi padre, en el Plantío.
- El comprarle los celtas sin boquilla a mi abuelo a escondidas de mi abuela...
- Lo suave que tenía el pelo mi madre...
- La risa de Luis cuando me bebía un zumo de naranja muy ácido y ponía caras...

Así, brindis tras brindis, con los ojos enramados iban celebrando el día de muertos un domingo de julio.