Esta mañana, mientras apuraba mi té antes de venirme a trabajar, escuché en Espejo Público una entrevista al juez que dictó la sentencia de este caso. Soy la primera a la que no le desagrada que corten las alas a las prácticas abusivas de los bancos, pero también hay que considerar la codicia y la responsabilidad propias, algo que se le olvida a casi todo el mundo.
En la tertulia posterior los mismos tertulianos de siempre, que parece que hacen tournée en todas las televisiones y radios, se congratulaban porque era genial la sentencia, propia de un Estado de Derecho como el nuestro. Después de escucharles, he llegado a la conclusión de que estoy hasta las tetas del Estado de Derecho de la sociedad en la que vivo.
Porque ¿dónde queda el Estado de las Obligaciones y del Deber?.
Estoy segura de que todos conocemos a alguien que está cobrando el paro y que trabaja en negro. O a los que han contratado alguna reforma en su casa y no han pagado el IVA, porque no querían factura o el emisor les rebajaba el precio si no la hacían. O a personas en situación de baja laboral, que lo que le echan es cuento al asunto. Picaresca y sinvergüenzas siempre habrá, pero lo preocupante, lo triste, es que lo amparemos y lo normalicemos. ¿Por qué no se mete mano a esa gente? Porque saldrán cuatro imbéciles que justificarán esa clase de acciones y acusarán al Estado opresor.
Estoy segura de que todos conocemos a alguien que está cobrando el paro y que trabaja en negro. O a los que han contratado alguna reforma en su casa y no han pagado el IVA, porque no querían factura o el emisor les rebajaba el precio si no la hacían. O a personas en situación de baja laboral, que lo que le echan es cuento al asunto. Picaresca y sinvergüenzas siempre habrá, pero lo preocupante, lo triste, es que lo amparemos y lo normalicemos. ¿Por qué no se mete mano a esa gente? Porque saldrán cuatro imbéciles que justificarán esa clase de acciones y acusarán al Estado opresor.
Pasa como con los okupas. Que majos son esos chavales, que bien vemos que se enfrenten a la policía (que sí, que a veces ésta se pasa y cuando canea, canea a todo quisqui) y que buenos con sus actividades culturales... mientras no sea nuestra casa o nuestro bloque el que ocupen. O no seamos nosotros los agravados, porque entonces nos ofenderemos si la policía no actúa con toda la contundencia posible. O más.
Ayer en el muro de un contacto del Caralibro, leí esta otra noticia.
¿Pero qué mierda es esto? ¿Esto es igualdad? Porque yo así no la quiero. Yo quiero a los mejores en cada puesto, a los más cualificados. Y me da igual si tienen tetas, huevos o son hermafroditas.
Si no eres capaz de pasar las pruebas, pues mala suerte, pero no pidas que te cambien el baremo para poder pasarlas.
Y todo esto, no es más que un pequeño reflejo de nuestro día a día. Hay muchas cosas más, pero generar tanta bilis tan pronto no puede ser bueno.
El otro día lo dije en un almuerzo de trabajo y me reafirmo. Por favor, señora Merkel, ¡Invádanos!.
Quiero ser ciudadana de un país serio. No de uno en el que a todo el mundo se le llena la boca a la hora de exigir derechos, mientras se pasan por el arco del triunfo sus obligaciones.