viernes, 7 de diciembre de 2012

Divagando

Hace muchos años, un amigo me decía que era como una amazona e intimidaba. Algo que me han dicho más veces a lo largo de mi existencia. El miércoles le comentaba a un amigo que, sin conocerme, puedo parecer una persona muy firme, cuando lo que sucede es que soy demasiado vulnerable y me protejo. Hoy, que doy la sensación de "dar tralla".

Hubo un tiempo en que pensé que estaba relacionado con mi apariencia física. Siempre fui grandona, pero sé que no tiene que ver con eso, que además ahora he menguado.

Sé que la responsable de esa imagen soy yo aunque no pretenda darla. Sí, en parte es una medida de protección, aunque también es que tengo ciertos principios demasiado arraigados y no estoy dispuesta a comulgar con ruedas de molino cuando se trata de asuntos que los afecten.


Y aunque no debería y sé que es coherente actuar como actúo (la mayoría de las veces), no me gusta el resultado que se percibe. Nada. Y me entristece. Porque nunca he buscado intimidar o ser prepotente, sino que me dejen tranquila y no me hieran. Y porque además, como dije hoy, se consigue más con acogimiento y Amor que no causando "miedo".

No sé muy bien como cambiar esa percepción. Quizás esta semana, cuando quede con él a comer, me entere que hace que pase a ser "una borde a la que estuve a punto de mandar a hacer puñetas" a una tía entrañable y "besable". Y así, hablando con unos y otros, pueda cambiar eso que no me acaba de convencer...

Paseando bajo la lluvia

Boliche y yo vamos paseando por la lluvia cuando me cruzo con ella, siempre acompañada por su amiga, su verdadera familia aunque no compartan genes. A pesar de su poca estatura, siempre ha sido una mujer brava. Incluso ahora, cuando el cáncer le ha ganado la partida. 


Boliche es un cachorro muy juguetón y siempre que me paro a hablar con alguien, se le acerca y brinca para que le hagan cucamonas. Hoy ha sido distinto, supongo que por esa intuición sorprendente que tienen los perros. Se ha incorporado para lamerle la mano (su forma de besar) y se ha tumbado tranquilo a sus pies mientras charlábamos. Cuando nos hemos despedido, Boliche ha vuelto a lamer su mano mientras lloriqueaba. 

Al continuar nuestro paseo, Boliche volvía a estar otra vez juguetón, mientras a la que se le escapaba alguna lágrima, era a mí. El cruzarme con ella y el día que es hoy, ha hecho que recordara, más que ningún otro día, a mi abuelo Manuel. Hoy hace ya 23 años que falleció...

Él también era bravo, pero como ella, atendiendo a las dos primeras definiciones de la RAE. Y una de las mejores personas que he conocido nunca, y no es sólo amor de nieta. 

La verdad es que soy una mujer afortunada, pues mis abuelos eran buenas personas, admirables y tuve la inmensa suerte de poder compartir tiempo con ellos. Yo, ahí voy, tratando de parecerme algo más a ellos y continuar su legado. Cómo les echo de menos...