Otro regalo de Navidad (¡qué buena que he sido...!)
Siempre me han gustado los puzzles.
El primer contacto que recuerdo, sin ser un puzzle, fue el rompecabezas de la Abeja Maya que me regalaron por mi única (y espero que siga así) estancia en un hospital. En los días de convalecencia, eternos, lo hice cientos de veces. Me encantaba.
Más tarde, como vieron que me gustaban mucho, eran junto los libros, el regalo "estrella".
Recuerdo con cariño uno de mil piezas que me regaló un amigo de mis padres. Un mapa de la antigua República Federal Alemana.
Primero, empecé por ensamblar los bordes. Cuando tuve todo el contorno acabado, clasifiqué (siempre sigo la misma técnica) las otras piezas y con paciencia, buscaba la pieza que encajaba con la vecina, sin prisas, concentrada en volver a unir lo que estaba "roto".
Logré acabar el puzzle yo sola, sin ayuda de ningún adulto. Creo que ha sido uno de los momentos de mi existencia, hasta el momento, en que más satisfecha me he sentido de mí misma. Satisfacción que duró poco, porque mi hermana Raquel utilizó las piezas como confetti y mi trabajo se volatilizó en un instante. Pero pasado el berrinche, volví otra vez con paciencia (y amenazas de darle un capón a mi hermana si se acercaba) a hacerlo de nuevo hasta que volví a acabarlo. ¿Sería eso una premonición de mi futuro? No sé.
Esta Navidad, Papá Noel me trajo un puzzle. Sólo de doscientas piezas. Y con una trama un poco infantil. No, no es que haya sufrido una recesión infantil o que sufra el síndrome de Peter Pan.
Mis padres, mis hermanas o yo les compramos de esos puzzles infantiles, de piezas más grandes. Hasta que un día, estando en el Prado con las dos niñas, vieron un puzzle pequeño, de 52 piezas (si no recuerdo mal) de "La Venus en el espejo" de Velázquez. Su primer puzzle de mayores. Nos fuimos rápidamente a casa, a hacerlo.
Aroa, mi sobrina mediana, es como su madre e intenta encajar las piezas a cascoporro para desesperación de su hermana mayor (a veces es inquietante esa sensación de dejà vu), mientras a Félix, el peque, no le dejan meter baza sus hermanas por si se come una pieza.
Cuando hoy le contaba a una de mis primas, lo que me había regalado Papá Noel, he notado que cambiaba su tono de voz. Totalmente despectivo cuando le hablaba del puzzle y volvía a insistirme en la pulsera de Tous que le ha regalado a ella..
¡Qué coño sabrá ella!. Papá Noel no ha podido acertar con mejor regalo. Poder unir una de mis aficiones, los puzzles, con los grandes momentos que paso con mis enanos. ¿Para qué quiero yo una pulsera teniendo mi puzzle?.
Hay quien no entiende...