viernes, 30 de abril de 2010

La chica de las espinacas

¿Por qué me miraría toda la gente con la que me cruzaba esta tarde al salir del dentista? ¿Sólo porque llevaba un paquete de espinacas congeladas pegado a mi mejilla derecha?

Y es que hoy me han hecho mi primera endodoncia (y espero que sea la última). Lo peor ha sido la anestesia, que ya veremos cuando se quite el efecto del todo, que comienza a doler. Y como no quería que se me pusiera la cara como si me hubiera pegado, pues al salir he entrado en el supermercado contiguo y me he ido derecha a la sección de congelados a por el paquete de espinacas. Y así, de esa guisa, me he ido hacia el metro.

jueves, 29 de abril de 2010

Pensando en voz alta

La impresora trabaja afanosamente a mi lado mientras mis dedos se deslizan sobre las teclas. Esos sonidos, junto al de mi propia respiración o el titilar del fluorescente, son los únicos que rompen este silencio matutino. Es un extraño momento de paz. Como si hubiera logrado parar, por un instante, el mundo. Hasta que dentro de un rato, vuelva la cacofonía de los teléfonos y el movimiento.

Me noto cansada. Normal cuando llevo muchos días durmiendo tres o cuatro horas diarias. Estrés. Eso es lo que dirá mi doctora mañana cuando vaya. Y es que con ella, tengo dos opciones: o estrés o un virus. Y como mañana no iré moqueando...

Lo sencillo sería achacarlo al trabajo o al japonés que vive en mi cuello. La primera opción ni la considero, porque el trabajo, en todo caso, me cansa, no me estresa. Y el japonés...

Esta madrugada, no sé bien a que hora, estuve pensando en eso. ¿Será el japonés mi eximente? Y aunque sé que puede influir, me respondí que no. Como me lo he respondido, tras cada uno de los actos que he cometido estando borracha o drogada. Sólo desinhiben el comportamiento, no me convierten en una persona completamente distinta.

Y entonces, ¿cuáles son las causas? Esa misma pregunta me la hizo Fran anoche en el transcurso de una conversación. Le contesté un "No sé". Una respuesta algo mentirosilla, porque alguien tan egocéntrico como yo, se ha mirado tanto el propio ombligo, que sabe las causas. Aunque no se las quiera reconocer.

La impresora ha cesado de escupir papel. Deslizo mis dedos sobre las teclas, pero escribo para borrar al momento. Me quedo un rato, no sé cuánto, mirando a la pantalla, sin moverme. El tiempo fuera parece congelado, pero mi cabeza es un hervidero de pensamientos que no logro poner en palabras. O que no quiero.

La alarma del móvil me devuelve a la realidad y me saca de mis ensoñaciones. Vuelve el movimiento y como he pedido en el Caralibro, me gustaría que alguien parase el mundo para apearme.

Aunque fuera un ratito.

miércoles, 28 de abril de 2010

Come Undone

Me gusta poner el reproductor de mp3 en modo aleatorio y que me sorprenda con lo que quiera.

Hace un rato me ha "sorprendido" con esta canción, que hacía tiempo que no escuchaba. Y es que hubo un tiempo que identificaba la letra con mi banda sonora.
Un tiempo que hasta hace no mucho no me parecía muy lejano, como si aquella Silvia estuviera aún por aquí, pero que ahora veo tan lejos (y ella me resulta tan desconocida). Será que me estoy haciendo mayor...

lunes, 26 de abril de 2010

¿Idílica II República?

Quién me conoce, sabe que Esperanza Aguirre no es, precisamente, santo de mi devoción y que me cae bastante mal. Pero creo que en este vídeo, no le falta razón y sentido común (aunque, a veces, me molesta su tono)

domingo, 25 de abril de 2010

Tomando una copa de vino

A mí siempre me ha gustado el vino, pero no me considero una entendida. Para nada.

Pero porque me gusta, intento aprender (como tantas otras cosas. Ahora sólo necesito tener días de cuarenta horas y dos vidas para hacer todo lo que me gusta o me llama la atención).

Como nos dijo Pedro, el sumiller, en el curso que hice de iniciación a la cata, es cuestión de entrenamiento, ya que el olfato y el gusto se ganan experimentando. También nos recomendó que, además de oler distintas frutas y verduras, rebuscásemos en nuestra memoria olfativa, en los olores de nuestra infancia (recuerdo que yo dije que uno de los vinos me olía a la troje de la casa de mi familia paterna en el pueblo).

Hoy he tenido una conversación muy agradable sobre el tema mientras me entrenaba con un amigo y le conté un incidente que viví hace no mucho.

Estábamos varias personas bebiendo una botella de vino tinto, de la denominación de origen de Costers del Segre, de las bodegas Raimat. Creo que era el Cabernet Sauvignon Viña 32, pero no estoy segura.
Antes de beberlo, nos pusimos todos a hacer un poco el tonto, con esa pose algo pedante que le ha entrado a mucha gente con el vino. Porque aquí todos somos Custodio López Zamarra, cuando hemos bebido vino peleón y poco más.
En la fase olfativa, una de las presentes dijo que además de a frutos rojos como algunos ya habíamos sacado, le olía en el fondo a cuero. Yo apostillé que, más que a cuero, a mí me olía a tabaco. Al rato, alguien cogió la botella y leyó la etiqueta.

Frutos rojos con fondo de tabaco....

La persona que lo hizo me acusó de haber leído la etiqueta (cosa que no hice) y que por eso, había sacado el olor a tabaco. Añadió algo así como "Esto no huele como los cigarros. Te has sacado el olor de la etiqueta". Reconozco que me sentó mal la acusación, porque no la entendía, pero no quise entrar en discusiones estériles y le dije que es sencillo recordar el olor a tabaco si has olido la hoja. Un olor que resulta muy desagradable a algunas personas, pero que a mí, personalmente, me encanta (pues me recuerda a momentos de mi infancia)

Al acabar de contarle el incidente a mi amigo, éste se reía y mientras nos servíamos otra copa de vino, hemos empezado a hablar de la envidia y otros pecados capitales (concretamente, gula y lujuria), para acabar hablando del placer en su más amplío sentido (para así enlazar en mi cabeza esta conversación con otra sobre este tema que hay en el Caralibro de un amigo).

Hemos apurado la botella de vino entre risas y una conversación agradable. Y con la promesa de repetir estas tertulias dionisiacas más a menudo.




sábado, 17 de abril de 2010

Gold Digger

Por lo visto, una de las series de éxito en la televisión norteamericana es Glee . Sólo he visto un trozo de un episodio y reconozco que me gustó.

No es la típica serie de adolescentes y escuché algunos diálogos con algo de mala baba. Y me gustó el número musical, que era con la canción que sigue.

La versión original de la canción Gold Digger es del rapero Kayne West (en colaboración con Jamie Foxx y co-escrita con Ray Charles). Ambas versiones me gustan. Y es que se te va solo el cuerpo y comienzas a moverte.


viernes, 16 de abril de 2010

Casualidad

Me disponía a hacer un comentario en un blog y sale la palabra de verificación de blogger.

babion

Me he quedado mirando la palabra, después el comentario escrito, de nuevo la palabra y he comenzado a reírme a carcajadas. Cuando me he calmado del ataque de risa, he borrado el comentario.

Una vez alguien a quién quiero, hablando sobre la fe, me dijo que había sentido en ocasiones como si una mano invisible le guiase y en cierta medida, le protegiese. La mía es menos sutil y da collejillas, para que no meta demasiado la pata. Cosa que le agradezco.

Otra mirada

Ayer hablaba del impacto que me ha causado la imagen del artículo anterior. Hoy, pongo otra imagen de la misma exposición, que me impactó (por lo que forma también parte de mis sueños de estos días), pero por motivos distintos.

Líbano, entre mar y fuego (2008) - Alfonso Moral

jueves, 15 de abril de 2010

Mirada

Ayer ví esta foto en la exposición del certamen FotoPres 09 que hay en el Caixa Fórum.

Violencia post-electoral en Kenya (2008) - Walter Astrada

Desde entonces, no logro quitarme de la cabeza la expresión del niño. Y unas cuantas fotos más, que han formado parte de mis sueños toda la noche.

martes, 13 de abril de 2010

Copla

Esta mañana subí al Caralibro este vídeo. El domingo comentaba con Oshidori que me gustaban algunas coplas (y que no entendía la mala fama que tenían los ojos verdes en el pasado) y hoy recordé esa conversación.

A raíz de la canción, recordé esta otra. Cuando era niña, mi vecina escuchaba Radio Olé a todo trapo y esta canción le encantaba a una de mis hermanas, que se plantaba los tacones de mi madre e imitaba a La Faraona (con mucho arte, he de decir)

Después, he recordado la canción que he insertado tras esta parrafada. (Gracias a Unanada, que me regaló el DVD con este concierto).


(Técnicamente, esta canción no es copla, sino bolero)

Hay personas que creen que este tipo de música es casposa, propia del régimen franquista, que la empleó como propaganda (sic). Identifican, en su ignorancia, a las personas que la escuchan con gente sin estudios o nostálgicos de tiempos pasados (que no mejores) o abuelillos o de pensamiento rancio. Y la desprecian sin acercarse a escuchar su poesía.

Pues, ¿saben? que vale, que lo acepto. Que me quedo siendo una pureta.

lunes, 12 de abril de 2010

Divagando


Duelo a garrotazos - Francisco de Goya
Museo del Prado (Madrid)


Hace años, unos amigos y yo estábamos inmersos en una conversación especulativa de esas que se tienen bajo los efluvios del alcohol. El supuesto que habíamos elegido fue:

Tienes detenido a un terrorista que ha puesto una bomba en Madrid en una zona muy concurrida, que provocará una masacre si estalla. El tipo no suelta prenda y el tiempo pasa. ¿Cómo actuarías?

No sé como hablará esto de mí (y de mis amigos), pero confieso que todos afirmamos que recurriríamos a la tortura, si fuera necesario, para intentar evitar la masacre. Lo que nos diferenciaba era el modo de actuar posterior. En mi caso, dije que me entregaría a la Justicia para que me juzgase como torturadora. Recuerdo que un amigo me dijo entonces ¡No seas tonta! ¡Pero si serías una heroína!.

¿Por qué he recordado esto? Al leer esta noticia y algunos comentarios que la acompañan. Y viendo las reacciones con este tema.

Yo no tengo los conocimientos suficientes para saber si la ley de Amnistía General del 77 está en vigor (no fue anulada por la disposición derogatoria de la Constitución) o si como afirman otros, al haberse adherido España a tratados internacionales de lucha contra los crímenes de lesa humanidad, éstos dejan sin vigencia esa ley. Como digo, no lo sé (pero yo me apunto a una clase gratis de derecho, Turulato).

Pero tengo claro, que el fin no justifica los medios. Nunca. Y si por evitar un mal mayor (porque una cosa es la teoría y otra bajarse a la arena a bregar con la existencia), hay que recurrir a ciertos medios poco lícitos, hay que responsabilizarse ante quién corresponda y pagar por ello.
Así que aunque la actuación de Garzón de resarcir a las víctimas (pero a todas, no sólo a las de un lado, porque también hay víctimas de checas y similares) me pueda (o no) parecer loable, no vale todo. Como supuestamente ha hecho.

Estoy viendo las reacciones en medios, en mi entorno y en redes sociales y reconozco que me asustan por su visceralidad y sectarismo. Porque me da la sensación de que parece que entre el 36 y el 39 no nos dimos lo suficiente unos a otros y queremos repetirlo.

Y me pregunto que si de verdad somos tan gilipollas. ¿Así? ¿Sin entrenarnos? Será que, como acertadamente pintó Goya, somos así y nos sale de natural.

jueves, 8 de abril de 2010

Emprendedores

Al leer este artículo de Turulato, he recordado un documental que estuve viendo el sábado pasado. Desafortunadamente, no pude verlo entero porque el cansancio hizo mella y me quedé dormida, algo a lo que pondré remedio en cuánto consiga el documental.

El documental en cuestión, estaba enmarcado en la Noche Temática de la 2 y versaba sobre don Eduardo Barreiros. Lo pillé por casualidad, haciendo zapping. Los automóviles no es algo que llame mucho mi atención, pero me quedé a verlo porque este señor, se convirtió en mi infancia, en una especie de ídolo a imitar. Me resultan admirables las personas emprendedoras, que se superan a sí mismas y las dificultades con ingenio. Y don Eduardo lo era.

A muchísima gente de mi edad, este nombre les sonará a arameo. Supongo que a mí me habría sucedido lo mismo si no fuera por las dos circunstancias que contribuyeron a idealizarlo, de pequeña, en mi mente.
La primera es que uno de mis abuelos trabajó en su empresa constructora, en una de las canteras (dejándose parte de sus pulmones en el proceso).
La otra, es que vivo cerca de dónde tuvo su principal factoría de automóviles (cuyos terrenos ahora ocupan Renault y Peugeot), en la que trabajaron alguno de mis vecinos más mayores, como Tomás.
Como he comentado en más ocasiones, siempre me gustó escuchar historias y batallitas que me han contado mis mayores. Todas las que escuché de don Eduardo, fueron buenas.

Hace no mucho, tuve una discusión sobre los emprendedores y la empresa. Y me encontré de nuevo, con la actitud cerril que identifica a los empresarios con explotadores sin sentimientos, como si fueran la encarnación del mal sobre la tierra.

Estoy convencida de que hay mucha gente como don Eduardo por ahí. No necesito que ninguna campaña publicitaria me lo diga. Pero tras esa conversación (que no es la primera que mantengo de este tipo) y sabiendo todas las trabas y pegas que se pone en este reino de taifas, entiendo que no salgan tanto a la luz. Se te quitan las ganas de hacer nada si te llevas un palo tras otro. Además, parece ser que esta mal visto por cierta parte de la sociedad eso de querer mejorar (tú y lo que te rodea) a base de esfuerzo y trabajo.

Pero bueno, vivo con la certeza de que los verdaderos emprendedores, se sobreponen a estas dificultades. Aunque sea, dejando atrás tanto cainismo.

martes, 6 de abril de 2010

En fin, así es la vida

Hace tiempo, tuve una enganchada con unas personas a las que apreciaba, por algo que yo creía correcto. Hablé con los implicados y pensé que se había solucionado y que llegaríamos a un punto común. Nada ha cambiado.
Aprovecharon el afecto y la confianza que sentía hacia esas personas, para meterme en vereda sin la menor intención de poner nada por su parte como he podido comprobar en estos meses.

Como no me interesa tener ahora otra enganchada y gastar mis energías en algo tan poco poco provechoso, he ido pasando. Hasta que he sido un poco trasto y he hecho un comentario. Del todo inocente para quién no sepa de la enganchada, pero con toda la intención de calibrar las reacciones.

Ahora toca esperar el cómo actuarán unas personas que, aunque me duela por el aprecio que sentía, tengo la sensación de que jugaron conmigo.

lunes, 5 de abril de 2010

Hedonismo

Hace unos días, bromeando con un amiguete, le comentaba que yo, ante todo, era una hedonista. Se sonrío pícaramente, pensando que lo que me gusta es estar todo el día follando, comiendo y bebiendo. Ayer volví a hablar de mi hedonismo. Y otra vez la misma expresión.
Y aunque a mí el sexo, comer y beber me gustan muchísimo, me pareció tremendamente simplista por su parte reducir todos los placeres de esta vida a satisfacer necesidades fisiológicas. O a que pensaran que el ser una hedonista iba a hacer que buscara el placer a cualquier precio y por encima de cualquier cosa.

Esta mañana, tomando un té y pensando sobre lecturas muy interesantes (aquí y aquí) me he acordado de esas conversaciones. Y de una de mis profesoras del instituto, "La Loca". Era una de las profesoras de filosofía y a mí no me dió nunca clase de esa materia (oficialmente), pero sí de ética de primero de B.U.P.
Creo que lo comenté en el pasado, pero las clases de ética, cuando yo las cursé, eran un batiburrillo que dependían del profesor de turno. Yo he pasado de dar clases de civismo en el colegio a aprender filosofía y debatir sobre cualquier tema un curso, a jugar al Trivial Pursuit y ver películas en el siguiente o a leer a Sófocles o Voltaire (y debatir en clase sobre ellos) en tercero de B.U.P..

Una de las cosas que más me gustaron de las clases con Beatriz es que debatíamos y nos obligaba a defender posturas contrarias a nuestras creencias (por ejemplo, yo no soy partidaria de la pena de muerte pero me tocó defender la misma en un debate).
Y otra cosa que me gustó, es que empezó a darnos algo de filosofía. Y aunque muchas cosas nos sonaban a arameo, pues éramos unos críos, hoy he recordado las lecciones sobre los estoicos, los escépticos y sobre todo, los epicúreos. Porque al acabar la clase sobre estos últimos, se me acercó, algo inhabitual en ella y me dijo algo así como un "Te pega". En ese momento, además de confirmar que hacía justo honor a su mote, sé que pensé algo del tipo "Anda, ¿y a quién no le gusta ser feliz?".

Con todo esto, me ha surgido una duda, que no sé si sabré concretar en palabras. Si realmente tiendo al hedonismo y "La Loca" se dió cuenta tan pronto (tenía catorce años), ¿qué es lo que nos hace adoptar una postura así ante la vida?
¿La educación? A esa edad, estamos casi empezando, somos permeables.
¿Es algo innato en nosotros? ¿El temperamento del que hablaban Hipócrates o Pavlov? Y si ellos tenían razón, ¿lo que soy y como actúo se reduce sólo a la diferente proporción que haya de elementos químicos en mi cuerpo? ¿es el responsable el japonés de mi carácter de los últimos tiempos?

jueves, 1 de abril de 2010

Paseando

Ayer al mediodía, mientras me lavaba los dientes, me desprendí (generosa que es una) de un trozo de muela. Así que al salir de la oficina, por la noche, me fui al dentista de urgencias (en la otra punta de Madrid) para tener una Semana Santa tranquila.

Tras hurgarme en la boca y hacerme un apaño provisional, salí en busca de una farmacia de guardia en la que comprar un antibiótico y un analgésico (por precaución ante una posible infección, porque no me duele ni me molesta).

Comencé a caminar Castellana abajo, en busca de alguna farmacia, pero al no encontrar ninguna, cogí un autobus que me llevara hasta Sol. Seguro que en esa zona, encontraba alguna abierta.

Mientras caminaba desde la parada del autobus hasta la puerta del Sol, disfruté del bullicio que se notaba por la calle. No se veían apenas coches y los turistas de todas las edades y procedencias se mezclaban con los madrileños que no nos hemos escapado de la ciudad.

En Sol, me crucé con la procesión de Nuestro Padre Jesús de la Salud, que había salido de la iglesia del Carmen y seguía su devenir por las calles de Madrid. Lo he comentado más veces. Me gustan las procesiones. No sólo por los pasos e imágenes ni por su significado simbólico, sino porque me gusta observar a los asistentes.

A pesar del fresco que anoche hacía en Madrid, había muchos asistentes que observaban como el paso iba a enfilar la calle Correo, una calle no muy ancha que discurre junto al palacio de la Gobernación.
Me fijé en una pareja de ancianas. Menudas y delgadas, me recordaron a mi abuela. No vestían ropas lujosas, pero sí impolutas. Agarradas del brazo, se juntaban la una a la otra, quizás buscando darse calor. Miraban el paso con auténtica devoción mientras, creo pues no podía oírlas, rezaban. Un poco más allá unos estudiantes norteamericanos fotografiaban la procesión sorprendidos; a mi izquierda, una familia ecuatoriana sonreía con los comentarios de uno de los niños sobre los uniformes de los tamborileros; unos pasos a mi derecha, un anciano explicaba a un niño de apenas cinco años, que supongo que sería su nieto, quién era la figura del paso y lo que representaba.

Estuve un buen rato observando el panorama, volví a soñar con los ojos abiertos ante un edificio que me apasiona (si algún día me tocara una cantidad escandalosa de dinero en la lotería.... pero escandalosa, escandalosa) y enfilé por la calle Mayor. Dí con una farmacia y podría haber dado media vuelta y coger el metro hasta casa, pero la noche, aunque fresca, invitaba a caminar. Y a mí me encanta perderme soñando por Madrid.

Seguí mis pasos hasta que llegué a la Catedral de la Almudena. Ya no me desagrada como lo hizo las primeras veces que la ví, pero sintiéndome medio burgalesa, se queda en nada comparada con la catedral de mi tierra de corazón. Aún así, siempre da gusto pasear por la plaza de la Armería.

Retomé mi caminar y seguí por la calle Bailén, cruzando el viaducto (con sus planchas de metacrilato para disuadir a los suicidas) hasta que llegué a San Francisco el Grande. Me encanta la basílica y sobre todo, visitarla a finales del verano o a principios del otoño, cuando las dalias del jardín cercano han florecido. Ayer no había flores, pero si me fijé en la cantidad de papeles y cajas de cartón tiradas por el suelo. Eso es una de las cosas que más me desagradan de mi ciudad, la sensación de suciedad. Y será algo que un día me traiga un disgusto, como siga pensando en alto y llamando cerdos a los que se comportan como tales.

Al pasar frente a la plaza en la que desemboca la calle Carlos Arniches, recordé una mañana en el Rastro de hace muchos años con mi padre. U otra, varios años después, tomando tostas y arreándole al vino de pitarra en "El Capricho Extremeño", mano a mano con el socio, su familia y otros amigos.

Seguí caminando hasta Legazpi y hubiera seguido, si me apuran, hasta casa, pero coincidió que pasaba el búho y lo cogí. En él iba montado un amiguete y al llegar al barrio y aunque tenía el cierre a medio echar, Manuel nos dejó entrar en el bar para tomar un vino y picar algo.

Visto lo visto, no estuvo mal eso de que se me cayera un trozo de muela. Porque mi plan, si no, hubiera sido salir de la oficina y caer en coma frente al televisor...