viernes, 7 de diciembre de 2012

Divagando

Hace muchos años, un amigo me decía que era como una amazona e intimidaba. Algo que me han dicho más veces a lo largo de mi existencia. El miércoles le comentaba a un amigo que, sin conocerme, puedo parecer una persona muy firme, cuando lo que sucede es que soy demasiado vulnerable y me protejo. Hoy, que doy la sensación de "dar tralla".

Hubo un tiempo en que pensé que estaba relacionado con mi apariencia física. Siempre fui grandona, pero sé que no tiene que ver con eso, que además ahora he menguado.

Sé que la responsable de esa imagen soy yo aunque no pretenda darla. Sí, en parte es una medida de protección, aunque también es que tengo ciertos principios demasiado arraigados y no estoy dispuesta a comulgar con ruedas de molino cuando se trata de asuntos que los afecten.


Y aunque no debería y sé que es coherente actuar como actúo (la mayoría de las veces), no me gusta el resultado que se percibe. Nada. Y me entristece. Porque nunca he buscado intimidar o ser prepotente, sino que me dejen tranquila y no me hieran. Y porque además, como dije hoy, se consigue más con acogimiento y Amor que no causando "miedo".

No sé muy bien como cambiar esa percepción. Quizás esta semana, cuando quede con él a comer, me entere que hace que pase a ser "una borde a la que estuve a punto de mandar a hacer puñetas" a una tía entrañable y "besable". Y así, hablando con unos y otros, pueda cambiar eso que no me acaba de convencer...

Paseando bajo la lluvia

Boliche y yo vamos paseando por la lluvia cuando me cruzo con ella, siempre acompañada por su amiga, su verdadera familia aunque no compartan genes. A pesar de su poca estatura, siempre ha sido una mujer brava. Incluso ahora, cuando el cáncer le ha ganado la partida. 


Boliche es un cachorro muy juguetón y siempre que me paro a hablar con alguien, se le acerca y brinca para que le hagan cucamonas. Hoy ha sido distinto, supongo que por esa intuición sorprendente que tienen los perros. Se ha incorporado para lamerle la mano (su forma de besar) y se ha tumbado tranquilo a sus pies mientras charlábamos. Cuando nos hemos despedido, Boliche ha vuelto a lamer su mano mientras lloriqueaba. 

Al continuar nuestro paseo, Boliche volvía a estar otra vez juguetón, mientras a la que se le escapaba alguna lágrima, era a mí. El cruzarme con ella y el día que es hoy, ha hecho que recordara, más que ningún otro día, a mi abuelo Manuel. Hoy hace ya 23 años que falleció...

Él también era bravo, pero como ella, atendiendo a las dos primeras definiciones de la RAE. Y una de las mejores personas que he conocido nunca, y no es sólo amor de nieta. 

La verdad es que soy una mujer afortunada, pues mis abuelos eran buenas personas, admirables y tuve la inmensa suerte de poder compartir tiempo con ellos. Yo, ahí voy, tratando de parecerme algo más a ellos y continuar su legado. Cómo les echo de menos...

lunes, 26 de noviembre de 2012

Regreso

Hace mucho tiempo que no escribía en el blog. Cuando volví del viaje de enoturismo por el Penedés, iba a haber escrito de mis impresiones y de mis buenos (y menos buenos) momentos en tierras catalanas, de las diferencias que no son tantas aunque algunos políticos de tres al cuarto quieran sacar réditos de ellas (y les salga el tiro por la culata). Tras el viaje por el Pirineo y con algunas ideas de relatos en mente, también iba a haber escrito. Pero nada, me pudo la desidia y el cansancio.
Supongo que es por la ausencia de vacaciones hasta la fecha, que pesa. Y por la sensación que tengo a veces, a causa de mis obligaciones, que vivo mi vida en función de la de otros, anteponiendo sus intereses a los míos.

Pero tengo intención de cambiar eso, retomando poco a poco, la actividad en el blog, aunque sea de manera más esporádica. Es en un espacio en el que he disfrutado de buenos momentos y he aprendido mucho y aunque me leen tres amigos, no quiero que se agoste de esta manera. Ñoña que es una...


lunes, 6 de agosto de 2012

Sábado cultureta

Sé que debería estudiar más para los exámenes de septiembre, pero me surgen algunos planes que me resultan más atractivos y cuesta resistirse a la tentación.

El sábado asistí a lo que un amigo llamó el "Sábado cultureta". No sólo la propuesta era interesante sino que, además, me permitiría reencontrarme con personas a las que hace más de quince años que no veía. No es que nos vayamos a hacer amigos del alma, pero están bien esos reencuentros. Te permiten ver como has evolucionado y también, como se percibe esa evolución por otros.

Quedamos en Atocha y tras una agradable conversación delante de un café, nos fuimos al Caixa Fórum a ver la exposición de William Blake. Conocía muy superficialmente la obra de Blake porque inspiró a muchos de los seguidores del llamado Círculo de Lovecraft . Me encantó.
Desde la minuciosidad de sus grabados con las pruebas a Job pasando por sus ilustraciones para la Divina Comedia hasta una obra magnífica (muchos dirán que es horrible) llamada El Espíritu de una pulga. Con la nota mental de investigar cuando acabase los exámenes sobre William Blake, estuve echando un vistazo, nuevamente, a la exposición sobre Piranesi que también está en el Caixa Fórum. Sus cárceles imaginarias me recuerdan tanto a los relatos de Poe y a esa oscuridad que puebla alguno de mis sueños (Quizás debería hacerme mirar esa fascinación por lo tétrico que tengo a veces...). Y esos grabados de ruinas, una representación idealizada de esos hombres como gigantes, dignos de pasear entre Dioses... (y no los mindundis que somos ahora).

Caminando, nos acercamos hasta el museo Thyssen para ver la exposición que hay sobre Hopper. Había visto algún cuadro suyo, pero empecé a prestarle más atención a raíz de este artículo escrito por Turulato. Oí a uno de los visitantes decir que Hopper era frío, que sus obras no transmitían pasión, que eran apagadas. Y para mí, bramaban. Cada una de las pinceladas era un grito de esos personajes solos (aunque estuvieran rodeados de gente), de esas ciudades esperando a ser vividas, de historias cotidianas de personajes anónimos que durante un momento, en su minuto de gloria, le contaron una historia a Hopper para que éste nos la contara con sus pinceles (como en el cuadro Gasolina).

Me fascinaron sus mujeres. No porque estuvieran mejor o peor representadas, sino por lo que yo escuchaba que me contaban. Recuerdo un cuadro. Un hombre y una mujer en una oficina. O el de la pareja leyendo en el salón. O la otra, en la terraza tomando el sol.... Y en todas, ellas, al lado de ese hombre que parece ignorarlas. Y todo su cuerpo en gritos mudos diciendo "Pero pedazo de imbécil, mírame. ¡¡SOY UNA MUJER, NO UN FLORERO!!! No soy sólo quién te ríe las gracias, te da la mano cuando tienes miedo o se preocupa por ti, sino la que necesita que la mires y valores como lo que es.  Y no sólo por la utilidad que tengo para ti"

Sí, quizás no sea un gran maestro como Goya, Velázquez, Van Gogh o tantos otros. Quizás sea un pintor mediocre, como oí decir también, que es muy valorado en los Estados Unidos porque allí no tienen genios como en Europa (esa superioridad moral que nos sale a veces ante los norteamericanos). Pero me encantó. Claro, que yo no entiendo más que de lo que a mí me gusta.

Después de comer en un hindú, en el que estaba todo delicioso, nos fuimos dando otro paseo hasta el Círculo de Bellas Artes para ver la exposición de fotografía La Maleta Mejicana.
No me esperaba imparcialidad, dado el marcado sesgo de los autores, pero no estuvo del todo mal.
Es un detalle tonto, pero me llamó mucho la atención lo bien cuidadas y lo aséptico de las cajas de carretes (me imagino que las cambiarían posteriormente, porque así de limpias no visitaron un campo de batalla ni en fotos). Y sobre todo, una de las fotografías. Los rostros miraban directamente a cámara, algo hostiles,  como diciendo ¿Y tú que coño miras? No es momento para propagandas. Eran personas de la calle, esperando en Valencia, tras un bombardeo, para saber si sus seres queridos estaban entre los muertos o no.

El sábado cultureta finalizó con una visita al Ateneo de Madrid. Muchos de mis paisanos no lo conocen y a mí personalmente me encanta, se respira paz y tranquilidad. Algún día me gustaría poder estudiar en la biblioteca y dejar volar mi imaginación, tratando de escuchar las voces del pasado hablar sobre arte, literatura y también, sobre complots políticos... Vi que daban clases de esgrima y este año lo veo complicado apuntarme pero quizás el que viene...

La verdad es que fue un día estupendo. Me reí, disfruté de buena compañia, tuve que reprimir alguna lágrima, comí bien.... Vamos, un día completo y una forma de salir de la rutina de hacer siempre lo mismo.

lunes, 30 de julio de 2012

Incidente dominical

Ayer fue un día agridulce. Dulce, porque compartí risas y buenos momentos con amigos y mi familia, agrio...pues porque somos como somos y me produce una profunda tristeza.

Al mediodía, estuve tomando el aperitivo con un amigo. Antes de quedar con él, había desayunado estupendamente en una terraza mientras leía, visitado a uno de mis tíos y dado un paseo, con lo que estaba siendo una mañana espléndida de domingo. Luego, la conversación estuvo genial y me iba a casa dispuesta a comer tranquilamente y echarme una siesta de órdago. Hasta me iba a dar tiempo a pasar por las tiendas del centro de Madrid y ver si estaba el blazer que ando buscando...

El sol caía de lo lindo, picaba, aunque en la calle Arenal, con la especie de parasoles que ha puesto el Ayuntamiento, se notaba menos. La misma rumana de todos los días pedía en la puerta de San Ginés, un violinista ejecutaba una pieza al lado del callejón y unos pasos más adelante, había un "sin techo" tumbado, durmiendo en un portal. Me llamó la atención porque, en dónde no le cubría la ropa, se le veía la piel enrojecida por el sol, bien quemado. Y por experiencia sé lo que eso escuece.
Al llegar a su altura, me crucé con dos mujeres, una más o menos de mi edad; la otra, más mayor. Bien vestidas, cargadas de bolsas... Se estaban riendo del "sin techo". Mírale, si parece un tomate.

Seguramente, muchas personas no reaccionen así. Cuando pasa el momento de ofuscación, yo misma me pregunto porque actúo así. Y más ahora, que aún no calibro las fuerzas que me quedan. Pero se me pone un velo en los ojos y me da igual ocho que ochenta. Por eso me partieron tantas veces la cara siendo más pequeña. Supongo que tengo demasiado marcada esa tarde de verano de hace tantos años...

- ¿Saben lo que son ustedes? Unas HIJAS DE PUTA. Porque hay que ser muy hija de puta para burlarse de una persona que se ha quemado por el sol, porque no tiene un techo bajo el que refugiarse.

A esa parte de mí que se oculta tras el velo, que sonríe con cierta malignidad, expectante, no le dieron la satisfacción de salir. Nos miramos unos segundos. Se callaron. No sé muy bien el motivo, supongo que por la mirada de mala hostia. Lo que sé, aunque no suene muy civilizado, es que si me hubieran contestado, estaba dispuesta a partirme la cara con ellas.

Pero se fueron. Y yo seguí mi camino, sintiendo poco a poco la lasitud que se apodera de mi cuando cae ese velo. Y la tristeza. Profunda, porque no comprendo ni sus reacciones ni las mías. Ya no tenía ganas ni de mirar el blazer, ni de pasear, ni de nada. Sólo de llegar a casa, dormir y reiniciar el domingo que se había empañado por el incidente.

En el taxi camino de casa, iba dando vueltas al incidente. Como se las dí tumbada en la cama, incapaz de dormir.

Horas más tarde y tras haber quedado con unas amigas, seguía dándole vueltas a lo mismo.
Quizás, azuzado porque en el transcurso de la conversación con esas amigas, se habló de la responsabilidad colectiva y de la peer pressure y además, presencié otro incidente lamentable que hizo que mi esperanza se tambaleara un poquito más.

Con el potencial que tiene el ser humano para la bondad y teniendo la información de lo que es correcto, ¿por qué optamos por el otro camino? ¿Por comodidad? ¿Por miedo? ¿Por satisfacción inmediata?

martes, 24 de julio de 2012

Desnudo

Es raro que a estas horas no haya nadie, pero casi mejor, así puedo relajarme tranquilo. Joder, qué bien le sientan las burbujas del jacuzzi a mi espalda...

Relajado, apoyó la cabeza en el borde del jacuzzi y cerró los ojos, olvidándose de todo y de todos, concentrado en las sensaciones del agua caliente y las burbujas sobre su piel. Sólo el ruido de la puerta le distrajo un momento. Entreabrió los ojos y vio a una mujer cubierta con una de las toallas que facilitaban en recepción, que entraba tímidamente y se quedaba parada al verle.

¡Mierda, hay gente!. Jo, y precisamente un tío. Tenía que haber preguntado si había sesiones sólo para mujeres. ¿Y si vuelvo otro día? 


Avanzó hacia una de las hamacas, con las brazos cruzados sobre el pecho, sujetando con firmeza la toalla que le cubría el cuerpo como si fuera su única defensa contra el mundo. Y en parte, lo era.

Novata. Sólo hay que ver como se tapa pudorosamente con la toalla. Yo creo que no va a ser capaz de atreverse y dará media vuelta. Tres, dos, uno...


Se incorporó un poco dentro del jacuzzi para observar mejor a la recién llegada y sus reacciones. Tenía un rostro agradable y la humedad del ambiente, comenzaba a ondular su cabello en unos remolinos muy graciosos. No sabía muy bien si era por el calor o por la vergüenza, pero sus mejillas estaba sonrosadas y le daba un aspecto simpático.

¿Por qué me mira? ¿No eran mucho más respetuosos que el resto...? ¿Quién me mandará a mí meterme en estos berenjenales? Con lo bien que me lo paso yo en un SPA normal. Estoy por irme a mi casa.  Pero he venido hasta el culo del mundo, me he gastado una pasta en el taxi y en la entrada y...¡De perdidos al río!. 

Sin pensarlo, dejó caer la toalla sobre la hamaca, quedándose como Dios la trajo al mundo. Bueno, no exactamente, con unas cuantas marcas corporales más que delataban el paso del tiempo y los estragos de la "vida moderna". Al pensar en ello, hizo el ademán de cubrirse con la mano pero detuvo el gesto y se relajó. Si había decidido ir hasta allí...

¡Anda, se atrevió! Me gustan las chicas valientes...

Le dirigió una sonrisa.

 Me ha sonreído. ¿Le gusta lo que ve? ¿No le gusta lo que ve y se ríe de mí? Sin gafas no veo un pimiento. ¡Coño, ni que él fuera George Clooney!. Aunque tiene una sonrisa bonita...

Algo molesta, pasó por la ducha. Si te gusta, toma ración de vista. Y si no, pues mira para otro lado... El primer chorro de agua fría le cortó la respiración, pero poco a poco, notó como como los nervios, los temores, se iban diluyendo bajo el agua. Como siempre le sucedía. Al salir, más relajada, se acercó al jacuzzi.

Él observaba como se duchaba. No tenía un cuerpo espectacular, pero había algo en ella... Quizás los remolinos simpáticos o las muecas que hacía con el agua fría.
- Hola - sonrió tímidamente al bajar las escaleras del jacuzzi.
- Hola - Él le devolvió la sonrisa - ¿Primera vez por aquí? - ella se sonrojó un poco y se introdujo rápidamente en el agua - Es normal el corte la primera vez. Tranquila. Me llamo Roberto.
- Yo soy Paula. Encantada. Sí, mi primera vez. No sé muy bien que hago aquí.
- Probar una experiencia nueva. Relájate y disfruta...

Se sonrieron y comenzaron a charlar. Paula descubrió que le resultaba sencillo charlar con él, como si pasado el primer momento de vergüenza, desprenderse de ciertas cortapisas mentales fuera tan sencillo como desprenderse de la toalla. Sólo una cuestión de elección. Roberto se dio cuenta de que disfrutaba charlando con ella y con la forma en que le miraba a los ojos, atenta a lo que decía, con ese ligero fruncir de ceño de concentración.


Siguieron juntos realizando el circuito de aguas y al acabar, se fueron a tomar algo a una cafetería cercana, para charlar y compartir silencios. Antes de despedirse, se intercambiaron los teléfonos.

En el taxi, camino de su casa, Paula recordaba las palabras de Roberto. "Una experiencia nueva". Pero que nada tenía que ver con el placer sensual del agua sobre su piel, sino con el juego de descubrir a alguien, sin miedos, con cierta inocencia infantil.

Un whatsapp de Roberto le arrancó de sus pensamientos. Comenzó a escribir, relajada, dispuesta a disfrutar de la experiencia.

martes, 17 de julio de 2012

Los no-vivos

Estáis muertos. No, no exactamente. Y tampoco se puede decir que seáis fantasmas. Porque cualquiera de esas dos opciones significaría que estuvisteis vivos, aunque no hablo de vida estrictamente biológica sino de algo que va más allá. Vuestro corazón seguramente lata como el mío, pero no estáis vivos.
Quizás seáis vampiros, como los de las novelas, porque ni siquiera tenéis reflejo. Ni una sombra como tenemos otros o algo de luz que ilumine vuestro rostro desde el otro lado del espejo.

Sólo sé que queréis extender vuestra podredumbre a los que estamos vivos. Nos teméis y envidiáis y queréis destruirnos. Como los hombres grises de Momo, sólo que vosotros nos quitáis las ganas de reír y de soñar, de levantarnos tras caer, mientras inoculáis en nuestras vidas vuestras falsas necesidades y seguridades.

Pero aunque seáis legión, no vais a ganar. Porque otros como yo, acabarán dándose cuenta de lo que sois y hacéis.

Y no hay nada tan imparable como la propia vida.


domingo, 15 de julio de 2012

Verde

Me despierto demasiado pronto. La miniescapada a Burgos que tenía que servir como desconexión no ha servido para tanto por un problema con un cliente.
En el baño, antes de ducharme, el espejo me devuelve el reflejo de un rostro apagado y cansado. Después de la ducha revitalizante, un vasito de leche fría y un plátano, me encuentro mucho mejor y salgo a la calle a ver si puedo solucionar un problema que me preocupa. Difícil pues surge de la picaresca de algunos que quieren que les salgan las vacaciones gratis.

Que yo me haya despertado temprano no significa que el resto de la ciudad lo hiciera y no encuentro ningún sitio abierto desde donde conectarme a internet. Podría ir a casa de Raúl pero anoche trasnochamos y seguirá durmiendo. Como tendría que estar haciendo yo...

Paseo un rato más y al final me siento al sol en una de las bancadas de la Plaza Mayor. Dejándome los ojos en la pantalla del móvil, busco lo que tengo que buscar y mando un SMS al cliente. Si no acepta lo que le propongo, empezaré la semana con movidas. Si lo acepta, me tocará "pelearme" con el proveedor. Suceda lo que suceda, discutiré.¡Con lo poco que me gusta!

Quemada, levanto la vista del móvil y veo un edificio rosa, de esos que llamaron tanto la atención de Edmundo d'Amicis cuando visitó la ciudad. Me pregunto porque se dirá la vida de color de rosa cuando ésta te sonríe. A lo de identificar el color verde con la Esperanza le encuentro su lógica pero a lo del rosa...

Con esa duda absurda, el sol dándome en la cara y la brisa ligera alborotándome el flequillo, recuerdo las palabras del compi. Respiro hondo, cierro las pestañas del navegador relacionadas con el trabajo y dejo que el miedo, como dirían las Bene Gesserit, pase a través de mí.

Y al final, sólo estoy yo. Sentada al sol y viendo todo con un tono más verde.

martes, 3 de julio de 2012

Identificación

- No has contestado a mi pregunta. ¿Te gustas?
- Lo que veo en el espejo, sí. Pero lo que está en el cristal, muy dentro, me asusta. Me despierto tarde, por la noche, con todo eso nadando detrás de mi cara. Dios mío, qué tristeza. ¿Me podrás ayudar?

Matemos todos a Constance - Ray Bradbury.

Por cosas como ésta, me gusta tanto Bradbury.

lunes, 2 de julio de 2012

Día de muertos

¿Sabes? Ir acompañado de mis tíos no es lo mismo y solo, siempre me busco alguna excusa para no ir, pero les echo de menos y siento como si les fallara.

Más de veinte años conociéndose dan para mucho y por eso, cuando él le pidió que le acompañase, no se lo pensó dos veces. Porque ambos valoraban mucho los silencios acompañados y no necesitaban de parloteos.
Iban caminando entre las lápidas y los cipreses, cogidos del brazo. En parte, para protegerse del frío tan habitual en esas fechas pero también, de la congoja que te oprime el pecho recordando a los que ya no están.

- ¡Maniática! ¿Vas a ir colocando todas las tumbas hasta que lleguemos a la de mis padres o a la de tus abuelos? Mira que ayer hizo mucho viento...
- Todas, no. Pero pasar por delante de una que tiene las flores caídas y dejarlo así... No sé, me da apuro. Es como si todas estas vidas no tuvieran ya importancia para nadie.

Siguieron caminando hasta llegar a la lápida de mármol gris bajo la que descansaban los restos de sus padres. Él permaneció en silencio, con su mano entre las de ella, que estaba de pie a su lado, mirándole.

- Estos no son ellos, pero no sé como hacer para que no se pierdan en el olvido como si no existiesen.
- Pues hablando de ellos, soñando con ellos. Cuando tengas nanos, hablándoles de sus abuelos y de los momentos que compartiste con ellos.
- Sabes que es difícil que tú o yo tengamos ya niños... 

Callaron por un momento, pupila verde clavada en pupila verde, con las manos más apretadas. Un rato después, fueron a la tumba de los abuelos de ella y cambiaron los papeles. Ella en silencio, con su mano cobijada entre las de él.
Volvieron paseando por la parte más antigua del cementerio, fijándose en las lápidas desgastadas por el paso de los años, preguntándose como habían sido las personas cuyos nombres aparecían escritos. Quizás algún día, dentro de muchos años, alguien pase delante de nuestras tumbas, como hacemos nosotros ahora y se pregunte como éramos, como fue nuestra vida. Y vivamos otro poquito, aunque sea en la imaginación de un extraño le dijo ella.

De regreso a la ciudad, mientras daban un paseo junto al río, iban charlando. Vamos a tomarnos algo y brindar por ellos, por los que no están más que en nuestro recuerdo. Aunque yo ahora brinde con mosto. 
Frente a una copa de verdejo y un mosto, charlaban animados.
- Recuerdo los domingos de verano en los que venía con mis padres de paseo por el Espolón mientras me tomaba un helado enorme de los de Hifi.
- ¡Me encantaban esos helados! Y a mi abuela le entusiasmaban. ¿Has intentando montar en bici a toda mecha con uno de esos helados en la mano? Un día intenté llevarle uno a mi abuela y llegué con toda la mano pringando de helado de café. Se comía el resto pringoso que le llevé, agradecida por mi esfuerzo y me fui hinchada como un pavo.
- Yo recuerdo las tardes de fútbol con mi padre, en el Plantío.
- El comprarle los celtas sin boquilla a mi abuelo a escondidas de mi abuela...
- Lo suave que tenía el pelo mi madre...
- La risa de Luis cuando me bebía un zumo de naranja muy ácido y ponía caras...

Así, brindis tras brindis, con los ojos enramados iban celebrando el día de muertos un domingo de julio.

jueves, 21 de junio de 2012

Halagos

Mañana hace un año de mi operación de reducción de estómago. ¡Cómo pasa el tiempo!

Últimamente, recibo bastantes cumplidos sobre lo guapa estoy. Y muchos añadiendo la coletilla, "aunque tú siempre has sido muy guapa".  Yo les agradezco los halagos, aunque con los de la coletilla, me lleva a preguntarme si no sería mucho mejor, sabiendo la tralla que esta sociedad da a los distintos, ayudar un poquito más a otros y apoyarles en la diferencia. Vamos, que sienta mucho mejor que te digan que eres guapa (siempre y cuando sea sincero) cuando estás como un cachalote o pasando una mala racha que cuando vas divina de la muerte.

Aún así, sigo sin acostumbrarme a esto de los halagos y me da la sensación de que son "de prestado". Al fin y al cabo, sobre mi posible guapura, yo tengo poco que ver, que es más una cuestión genética.
Pero el otro día, recibí uno que sí que me llegó. Pues nada tenía que ver en él mi físico y sí mi actitud y mi forma de hacer las cosas, mis elecciones.

Uno de mis clientes me dijo "Se nota que te gusta lo que haces, porque eres capaz de transmitirnos esa pasión a los que venimos a tu oficina. Te vamos a llevar con nosotros en la maleta a Cádiz". Y tengo que reconocerlo, me hinché como un pavo.

Qué sí, que es una tontería. Pero son mis tonterías.


martes, 12 de junio de 2012

Fútbol

A mí ver el partido de fútbol ayer, la verdad es que me daba bastante igual. Contemplaba con una mezcla de decepción y escepticismo, vista la que nos está cayendo, tanta muestra de patriotismo de merchandising (banderitas de España compradas en el chino y camisetas de la selección). Pero coincidió que en el bar dónde me fui a fumar una shisha y a tomar un té con una amiga, lo estaban emitiendo.

Yo verlo, lo que se dice verlo, no vi un pimiento. Entre la televisión y yo había una especie de farolillo que me impidía ver nada, así que me dediqué a la cachimba (que me relaja un montón), a mi té moruno y a observar el panorama.

Al poco de empezar el partido, llegó una pareja joven de italianos. Creo que entraron en el bar pensando que estaba lleno de guiris (ayer me volvieron a decir que yo tenía pinta de una) y que podrían ver el partido tranquilos. Con los primeros gritos de ánimo del resto de clientes, se fueron quedando un poco acogotados. A él, se le veía reprimir los nervios con las jugadas de Italia. Con la llegada del gol italiano, él se levantó y se fue a la calle a celebrarlo, cortado.

Pero mi vecina de asiento, con la que estaba charlando sobre Portugal y yo, nos dimos cuenta y le dijimos que pasara a celebrarlo, que estuviera tranquilo, que no iba a pasar nada.  Él pasó a celebrarlo y el resto de clientes, que animaban a España, le aplaudimos. Al rato, España marcó el gol y ellos nos devolvieron la gentileza, aplaudiendo la actuación de España. Acabado el partido, estuve charlando un poco con ellos y nos despedimos hasta la final.

Creo que es una de las veces que más he sentido el espíritu de la deportividad. Y por algo tan tonto como un partido de fútbol visto en un bar, la sensación de que con un poco de empatía por ambas partes, esa idea de Europa que a mí siempre me gustó (pero no la que tenemos ahora), era posible.

domingo, 27 de mayo de 2012

Baraka

Vi este documental hace casi veinte años por recomendación de un compañero de la Facultad. Hoy, a través de Caralibro, me lo ha recordado.  Como no puedo entretenerme en verlo, que la obligación me llama y no voy a hacerme la sueca,  lo pondré como música de fondo mientras estudio.






Si no lo habéis visto, aprovechad youtube y disfrutad de él. Es bello.

sábado, 26 de mayo de 2012

Tu mirada me hace grande

Necesito verte aquí
tu mirada me hace grande
y que estemos los dos solos
dando tumbos por Madrid.
Sin nada que decir,
porque nada es importante
cuando hacemos los recuerdos
por las calles de Madrid.


A veces la nostalgia pega cuando menos te lo esperas. Y pega duro, la muy zorra.

jueves, 17 de mayo de 2012

Desvariando



Sé que puse esta canción en otra ocasión, porque recuerdo que al socio no le gustó. Pero me gusta y junto a un par de canciones más del mismo cantante, creo que me definen bastante bien. Este cúmulo de contradicciones con patas que soy. ¿Cómo era? Esa tristeza vestida de Carnaval (la de chorradas que se dicen bajo los efectos del alcohol).

Ayer, de regreso a casa tras una larga jornada laboral, iba pensando en la vida. Concretamente en la mía, que es la que tengo más a mano. Iba haciendo balance y el resultado no era demasiado positivo. Quise justificar lo negativo de mi análisis por el cansancio. O por el japonés. O por el magnesio bajo. O por las hormonas. O por la conjunción astral. O por... (Póngase aquí el sonido de una pedorreta y diríjase hacia mi persona).

Me suena ya todo a excusas y parezco una entidad bancaria española cualquiera falseando el valor de sus activos.  La realidad es que con casi 37 años siento que he fracasado en lo que yo considero importante. No en todo, pero sí en la mayoría de las cosas. Y que eso no va a cambiar por mucha esperanza que me digan que tenga. Así que o se asumen esos fracasos, se integran en la vida y se vive o se anquilosa uno dándole vueltas una y otra vez y se sobrevive, amargando la existencia propia y ajena. Cuesta dejar el tiovivo. Y más aún asumir las carencias y los errores sin tratar de penitenciar por ellos.

Pero bueno, crecer supone eso. Y con cada sueño roto y cada pequeño fracaso, dejar de ser un poco más un ent y ser un poco más un ucorno.

jueves, 3 de mayo de 2012

Congoja

La tarde está desapacible. Un momento antes brillaba el sol y al rato, se encapotó el cielo y comenzó a levantarse un viento bastante fresco. Quizás, demasiado fresco para como voy vestida. Me encojo un poco sobre mí misma, para resguardarme del fresco y también de la congoja que siento.

No me asustan los muertos, aunque cuando estoy estresada, los zombies pueblan mis pesadillas. Pero la muerte de un niño, me causa una congoja que me resulta difícil de controlar y de apaciguar. Quizás por eso estoy escribiendo esto. Porque el negro sobre blanco me ayuda a poner las cosas en perspectiva.

Después de estar con los padres, tía y abuelos del niño, por los que siento un gran afecto, pues son buena gente a los que la vida se empeña en dar sopapo tras sopapo, me mantengo un poco al margen. No conozco a nadie y sé que ellos tienen que cumplir con los demás visitantes que se han acercado a acompañarles en estos momentos.

Apoyada en la barandilla de la galería, me dedico a observar. Desde la muerte de mi abuela Teresa, hace ya muchos años, no había ido a ese tanatorio.Me sigue pareciendo igual de feo. Sí, los tanatorios no son precisamente la alegría de la huerta pero este en especial me parece horrible con tanto ladrillo visto y las salas que se abren a la galería y al ruido que viene de la vecina carretera de Toledo. No sé el resto, pero en esos momentos, yo necesito paz y tranquilidad.
Lo único que rompe esta fealdad es un arbolillo de flores moradas, escuálido, que se agita por el viento. La vida, terca, que siempre se impone.

Veo el ajetreo que hay entre los visitantes. Familiares y amigos que llevan tiempo sin verse se reencuentran en el tanatorio e intentan ponerse al día en esos momentos robados. ¿No será mejor buscar un rato en nuestras "ocupadas" vidas para ello? Si es que realmente queremos...

Miro a la madre, aturdida entre tanto mogollón. Los párpados hinchados del cansancio y de haber llorado por su peque. Me acerco a ella y le propongo ir a tomar un café o darse una vuelta para despejarse.

No sé si todo el mundo reacciona igual pero yo en esos momentos, sólo quiero compañía silenciosa, no tener a nadie que esté parloteando a mi lado. Sólo un abrazo o una mano amiga para hacernos sentir que esa oscuridad y ese miedo que surge con la muerte de alguien a quién queremos, no es tan oscura ni profunda. Que no estamos solos.
Quizás por eso, porque me quedo sin palabras y todas las que pueda decir me suenan vacías, puedo resultar fría pero yo no sé consolar de otra forma.

Vuelvo a casa acompañando a los abuelos del pequeño. La vida les ha bregado a base de bien y quizás por eso, puede parecer que lo han encajado mejor, fríamente. Pero sólo basta con mirarles a los ojos, para ver su pena. Quizás no por el niño, pues es lo mejor que podía pasar, pero si por el dolor de su hija y de sus otros nietos.

Llego a casa y veo a los nanos durmiendo tranquilamente. Me entran escalofríos al pensar en que puedo perderles como ha sucedido a la familia con la que acabo de estar, pero el miedo desaparece con una risa de Félix en sueños.

Lo dicho, la vida que es terca y siempre se impone.

viernes, 27 de abril de 2012

La compañía más fiel

- Hace mucho tiempo que no venía a verte.
- Pues la verdad, te podías haber ahorrado la visita.
- ¡Qué poco me quieres para lo que hace que nos conocemos! Y para lo que nos parecemos...
- Ni de coña.
- Nos parecemos muchísimo y no sólo físicamente. Sólo que yo tengo una mente mucho más abierta.
- No, lo que careces es de moral.
- ¡Acabáramos! Tengo moral. La mia. La que desearías tener pero no te atreves. Pero no te preocupes, para eso estoy yo aquí.
- ¿Para fastidiarme la existencia y romper la paz que tanto me cuesta lograr?
- No, para abrirte nuevos caminos que te lleven a esa paz. Tienes un problema con alguien y tendrías que actúar. Pero no con esa mierda de corrección política. Ni con moderación. ¿Desde cuándo eres tú una persona moderada?
- Desde que no nos veíamos. Los años me van atemperando y...
- ¡Y una leche! Pero vayamos al meollo del asunto. Como te decía, tienes un problema con alguien. Y mediante tu corrección y el hacer las cosas como se debe, lo único que logras es cogerte unos cabreos monumentales y no solucionar tu problema.  Yo te propongo que recurramos a la vía expeditiva. Muerto el perro, se acabó la rabia.
- ¿Pero tú te pinchas? ¡¡¡Estamos hablando de deshacernos de un ser humano!!!
- No, no, no... te confundes. Ese alguien no es un ser humano. Al menos, no para mí. No llega a esa categoría.
- ¡No puedo creer lo que dices! Eso que dices es una inmoralidad, es inhumano. Va en contra de todo lo que creo, cobrarse la vida de un ser humano, así, fríamente.
- ¡Oh, qué bien te queda esa pose de víctima ofendida! Pero cuéntaselo a otro, que nos conocemos. No te frena la moral, sino el miedo.
- ¿El miedo? Será el de convertirme en alguien como tú.
- No, el miedo a las consecuencias que sufrirías si te pillan. Yo...¿por qué crees que tengo ese atractivo?
- ¿Atractivo? Más bien repulsión...
- No, no. Mi atractivo es como el de Drácula. Seduce aunque os repela. Y es que para mí no hay consecuencias y si las hay, ¡qué más da!. Lo que todos deseamos. Pero, y tú, ¿y si no hubiera consecuencias? ¿Y si pudieras hacerlo sin temor a represalias? ¿No te dejarías llevar? Venga, confiesa...
- Siempre hay consecuencias.
- Sabes que yo te ofrezco que no las haya. O que no importen. Sólo cumple tu deseo y soluciona tus problemas. Vuelve a dormir tranquilamente por las noches a cambio de la vida de una sabandija, de una cucaracha. Adiós cabreos, adiós insomnios, adiós a las lágrimas de aquellos a los que quieres. Una llamada de teléfono y todo termina.
- Nooo, no me tientes.
- ¿Titubeas? Venga, déjate llevar. Como aquella vez hace tantos años. ¿Recuerdas? Esa excitación, ese poder que se siente al no temer ninguna consecuencia, al saberte por encima de otros...
- Basta... por favor, no me tientes. Escojo ser buena persona.
- Más bien, tener miedo. Pero bueno, yo puedo esperar. Tenemos muchas más noches de insomnio por delante. Y muchas mañanas más cuando te contemples en el espejo. Estaré ahí.
Tu compañía más fiel.

Entropía

Sóis un desastre. Estoy tan cansada de organizar vuestras vidas, de enseñaros lo que tenéis que hacer, de insistiros para que lo hagáis, de llevaros casi a rastras...Y luego, de aguantar vuestras lamentaciones cuando no lo habéis hecho.
Al final, tanto ayudaros con las vuestras hacen que mi vida pase a un segundo plano y acabe convertida en un desastre.
Os quiero mucho, pero como dice una buena amiga, anda e iros todos al peo.

viernes, 13 de abril de 2012

Como a una reina

- Niña, te voy a tratar como a una reina... ¿Por qué me miras así? 
- Porque no te enteras. Mira que llevamos tiempo mareando la perdiz...
- Pero si os morís de ganas de que os traten como a una reina...
- ¿Cómo a que reina? ¿Cómo a la de Suecia o a la nuestra poniéndonos los cuernos? O si quieres, retrocedemos en el tiempo y recordamos, entre otras, a Catalina de Aragón, Anna Bolena...
- ¡¡Qué exagerada eres!!
- No, sólo que quiero que me trates como a una mujer. Ni que me trates como a una reina, ni que me pongas en un altar como a una virgen, ni que me trates como a una cría, aunque a veces me comporte como tal al igual que tú. Solo soy una puñetera mujer, con sus defectos, que buscaba ser tu compañera...
- ¿Buscabas?
- Sí... Sabes que valoro la coherencia, aunque me jodan sus resultados. Y ahora, tengo que ser coherente. Estoy cansada. Te quiero pero no aguanto más. Me he cansado de que hoy me quieras hasta ahogarme; mañana, es como si no existiera y pasado, como si nada hubiera pasado. Pensé que teníamos que acompasar ritmos y acoplar manías, como hacen todas las parejas y que si esperaba, todo rodaría bien. Pero no va, y no quiero depositar ni más tiempo ni más esfuerzo en esto.
- ¿Estás rompiendo conmigo?
- Mmm... Sí.
- ¡Pero si me quieres!
- Precisamente porque te quiero y sobre todo, porque me quiero más a mí misma.

lunes, 2 de abril de 2012

Paseando bajo la lluvia

Este fin de semana ha sido muy intenso. Tras una semana agotadora, creía que iba a descansar pero nada más lejos de la realidad. Trasnoché porque me lo pasé genial, pero también porque he tenido momentos menos agradables.
La amigdalitis o el proceso gripal que me afecta ha hecho que vuelva a vivir mi particular experiencia nipona. Además, algunos sucesos externos me han afectado mucho y desequilibrado más de lo normal.

Así que hoy aún tenía la resaca de todo lo que ha pasado el fin de semana, del cansancio, de las conversaciones, de las risas, de las lágrimas, de los buenos y malos momentos... En fin, de lo vivido.

Al salir de la oficina, mucho más tarde de lo que me correspondía, llovía. Y con el japonés a flor de piel, lo que más me apetecía era pasear bajo la lluvia, con la cabeza en mis cosas, mientras escuchaba música en el mp3.

Cada vez estoy más convencida de que en mi mp3 vive un enanito que empatiza con lo que siento y por eso, selecciona música acorde a ello, aunque no lo parezca en un primer momento y que logra levantarme el ánimo si no está muy fino. Cuando se me rompa, lo voy a destripar para ver si el enanito se encuentra bien.

Ha comenzado a sonar Desolado de Pastora. La canción no es, precisamente, la alegría de la huerta y normalmente, si estoy tristona, me pone aún más triste. Pero no, he comenzado a sonreír.

"Una vez,
me enamoré
del lado oscuro,
de lo más chungo.
Di tantas vueltas que
perdí el rumbo"

Sí, me pregunto si aún no he encontrado el rumbo. O si sigo "enamorada" del lado oscuro. Dudo. ¡Qué raro en mí!. Pero no. Sé que lo he encontrado, que he elegido seguirlo, aunque a veces suelte el timón y vaya un poco a la deriva. El cansancio o el miedo, que a veces nos pueden. Y qué coño, que soy una petarda.

He seguido caminando bajo la lluvia, sintiendo las gotas corriendo por mi cara. Y el enanito ha seguido haciendo de las suyas con otras canciones, haciendo que me pregunte cosas, que afiance otras...

Al llegar a casa, como una sopa, he leído un par de correos electrónicos y un mensaje en Caralibro. Ha sido una buena noche, aunque creo que el paseo traerás consecuencias.

¡Achús!

Juguete roto

A veces me siento como una cínica cuando trato contigo. Frente a frente, me cuesta más controlar mi expresividad pero aún así, creo que he logrado no transmitírtelo.

No, no es que lo que te diga sea mentira. Para nada. Pero sí que es cierto que no creo nada de tus palabras cariñosas. O más bien, que sé que tienen fecha de caducidad. Hasta que te dé la próxima ventolera. Hubo un tiempo en que las creía pero vi que eran como las promesas de portarse bien de los niños pequeños, que les duran más bien poco. Estoy segura de que tu intención es buena, pero el infierno está asfaltado de buenas intenciones.

Sé que no puedo exigirte que me quieras y que muestres una cierta coherencia entre tu "discurso" y tus acciones/omisiones.
A veces, dolida, quisiera hacerte un corte de mangas y mandarte a hacer puñetas, echarte de mi vida a patadas y no volver a saber de ti. Entonces llegas, me abrazas y me haces sentir otra vez especial, que formo parte de tu vida como tú de la mía.
Hasta la siguiente ventolera.

Cada vez se me hace más duro aguantarlo. Pero, ¿sabes? el otro día se lo dije a una amiga, llegará el día que me quiera más a mí que lo que te quiero a ti. Y entonces, esta muñeca rota a la que tanto querías pero que dejaste tirada en un rincón se irá a jugar con otro niño.

Niño... Y ahora no es palabra cariñosa, sino simple constatación de la realidad.

jueves, 22 de marzo de 2012

Observando

A mí no se me dan bien estas cosas ni sé tanto como Turulato pero se me invitó en Caralibro a hacerlo (perdón por la demora, pero los exámenes y demás complicaciones existenciales no me han permitido hacerlo antes). Y quien no se arriesga, no aprende ni disfruta.


El cuadro forma parte de una lista muy larga, y que no deja de crecer, de mis favoritos del Prado.
La primera vez que lo vi en persona, me impresionaron sus dimensiones. Es enorme (6x4 metros) y la mirada se ve inevitablemente atraída por el vértice que forman la figura de Torrijos, con su levita marrón; con Francisco Fernández Golfín (a la derecha, al que están vendando los ojos) y con Manuel Flores Calderón, a la izquierda con levita gris.

Yo creo que para que los cuadros te cuenten cosas y te hagan preguntarte otras, además de cierta receptividad a escucharlas, se agradece el silencio y la soledad y eso se logra en el Prado, normalmente, a primera hora de la mañana. Te sientas en uno de los bancos y a escuchar/disfrutar. Y eso es lo que he hecho.

Hace frío, de ese húmedo que se te mete hasta el tuétano. Es temprano, el sol permanece oculto tras las nubes y y sopla una brisa invernal que riza con espuma las olas del mar. Definitivamente, es un día triste y no sólo por lo que está a punto de suceder. Las figuras centrales me atraen, pero decido dejarlas para el final y fijarme en otros detalles.

Una de las primeras cosas que me llaman la atención es la ausencia de curiosos. ¿Dónde están? Sólo se ve a los soldados que van a fusilar a los reos, a éstos y a los frailes que les asisten. ¿No hay ni una madre que llore en silencio a su hijo? ¿Una esposa? ¿Unos hijos? Mientras busco entre las cabezas de los soldados un rostro apenado, me llaman la atención los frailes de la derecha. Cabezas gachas, miradas huidizas... me soliviantan. ¿Se avergonzarán de ser cómplices de esta ignominia? ¿Alguno alzará la voz para impedirlo o se callarán como put...?
¿Y los soldados? La mirada del que está junto al oficial me hace preguntarme sobre lo que está pensando. Seguro que no quería estar ahí en ese momento, quizás hasta simpatice con Torrijos, pero le tocó.

Bajo la vista y esa chistera, junto al cadáver del que sólo se ve la mano izquierda, despierta mi imaginación. Salvo el hombre de la barretina, todos los demás reos van con la cabeza descubierta. ¿Quién sería el hombre de la chistera? No acabo de concebir a ninguno de los pasajeros o tripulantes del Virginia, con una chistera sobre la cubierta del barco, así que me inclino a pensar en que era alguna de sus colaboradores que le esperaba en tierra, quizás un comerciante burgués o un maestro y que huyó con ellos hasta la alquería de Alhaurín. Con el eco de las últimas balas silbando, se levanta del suelo, estira las arrugas de la levita, limpia algo de polvo su chistera y sale tras Torrijos y los suyos. O en la cárcel, tras una larga noche de miedos y cavilaciones, cuando le vienen a buscar para matarlo, se abrocha los botones del chaleco para protegerse del frío, se cala la chistera y sale con dignidad. ¿Se preguntaría si todo mereció la pena? ¿Recordaría a todos a los que amó? Esa historia que imagino del hombre de la chistera (y otras tantas leídas o presenciadas), la de la dignidad frente a la ignominia y la adversidad, inspiró este relato.

Continúo paseando mi mirada por la playa de San Andrés hasta el grupo de cuatro reos recién fusilados. Del hombre del fajín rojo no se ve el rostro, pero los otros son bastante serenos, sin muecas de horror, como sería de esperar, en ellos dibujadas.
Quizás la caída tras el disparo ha hecho que se le cayera el vendaje al hombre joven de la derecha. Sus dedos se han quedado engarfiados, rígidos, pero su boca entreabierta en un último suspiro y su pierna derecha, así doblada... parece como si pudiera incorporarse en cualquier momento.
El hombre más mayor de la izquierda, parece dormir, apoyado sobre la cadera del hombre del fajín y polainas de cuero tan ricamente labradas (parece que aunque humilde, tenía posibles), que está girado ante otro de los enigmas que me llaman la atención, el cuarto hombre.
¿Quién era esa hombre? ¿Qué le hace distinto? No lleva ropas demasiado humildes ni ostentosas, no ocupa una figura preminente pero no es como el resto de los reos comunes. ¿Qué porque lo digo? Porque no está maniatado (salvo el hombre de la chistera, todos lo están), pues en un gesto último de dolor, ha llevado su mano izquierda al pecho por dónde ha entrado la bala que le ha sesgado la vida. ¿Sería uno de esos curiosos a los que echo en falta al que han capturado?

Aún preguntándome quién será el hombre misterioso, me fijo en el grupo de figuras principal. Hay campesinos, marineros, militares, algún hombre de negocios, políticos... Hombres de toda clase y condición juntos esperando el mismo destino. Y en cada rostro, en cada gesto, distintas maneras de afrontar su próxima muerte.
Me gusta el gesto desafiante del campesino del fajín bermellón. Porque estoy atado, que si no, tiraba de mi siete muelles y me cobraba las tripas de alguno antes de ir a ver a San Pedro.
O la mirada perdida en el horizonte de su compañero de pañuelo rojo al cuello. Y ese gesto tierno entre los dos amigos que se abrazan despidiéndose (¡Qué grande es abrazar y que te abracen!).
O la mirada medio displicente medio resignada del campesino de la barretina. Francisco de Borja Pardío, que fuera comisario de guerra, tiene la mirada gacha y está sumido en sus pensamientos. También con la cabeza gacha, mirando a los recién fusilados, está el rubio, el inglés Robert Boyd. No sé si por beneficiar los intereses de su país o porque era un idealista convencido de su lucha contra la tiranía (por lo que me inclino), pero financió a Torrijos y los suyos. Y ahí está, esperando a que le den un tiro. A su lado, el coronel López Pinto alza sus ojos al cielo en muda oración.

Mientras pienso en los rostros de esos hombres, en sus emociones...llego ya al trío principal, al que se desvían las miradas en un primer vistazo.

A la derecha, con su levita negra, está el más anciano de los tres hombres, Fernández Golfín, al que le están vendando los ojos. Los labios apretados, el puño izquierdo cerrado en un gesto de impotencia, erguido... Si tuviera que definirlo con una palabra, esta sería dignidad.
A su lado, el personaje principal: Torrijos. El ceño fruncido, la mirada perdida...Pesadumbre. Derrota y desesperanza. Pienso inmediatamente en una conversación que tuve hace tiempo sobre la estatua de Perseo que está en la Loggia dei Lanzi. Los vencedores sin retorno. Sólo que Torrijos no ha vencido (ni convencido, viendo lo que me rodea).
Pero quién más atrae mi atención no es Torrijos ni Fernández Golfín, sino Flores Calderón.
Parece que me mira fijamente y me cuesta mantener esa mirada dura. Pero no por temor, sino por vergüenza.

¿Qué, hermosa, y tú que vas a hacer? ¿Te vas a quedar ahí mirando sin hacer nada mientras los de siempre nos hunden en la miseria? Coño, a nosotros nos van a matar. Al menos haced algo para que estas muertes no sean un desperdicio inútil.


En mi cabeza, inicio una especie de mudo diálogo en el que respondo a sus preguntas. Aunque más que preguntas, siento que son alaridos de alguien herido. Pero todo me suena a excusas y justificaciones y me siento pequeñita ante esos hombres que lucharon y murieron junto por ese ideal de una España mejor.

Esa aparente severidad en su porte, en su mirada, que puede echar un poco para atrás, se diluye en cuánto veo el gesto cariñoso hacia Torrijos. Fernández Golfín y Torrijos se dan la mano (supongo que para no sentirse solos ante tan duro trance) pero Flores Calderón, con la mano cubriendo la de Torrijos, casi en un gesto que diría maternal, intenta acoger y proteger a su compañero. Me encantan esos gestos pequeños, que suelen pasar inadvertidos para la mayoría. Quizás trate de darle consuelo ante la traición que les ha llevado hasta allí o quizás, hacerle ver que está ahí, para morir a su lado, después de tantos años compartiendo el pan juntos. Lealtad.

Durante un buen rato, contemplo en silencio el cuadro y me pierdo en mis pensamientos y recuerdos. Supongo que para algunas personas, el cuadro sólo será bonito o feo, o le gustará si se parece más o menos a la realidad o si está mejor o peor realizado técnicamente.
Para mí, ya sea este cuadro, una estatua u otro estímulo (como lo puede ser un paisaje natural); implica una forma de iniciar diálogos y de intentar responderme o plantearme preguntas de esas que todos tenemos. Y de soñar con los ojos abiertos.

sábado, 17 de marzo de 2012

Insomnio por el japonés (otra vez)

Me duermo casi sin darme cuenta pero un par de horas después, me despierto con dolor de cabeza. Hoy, como novedad de la semana, llorando. ¿Cuánto hacía que no lloraba? Desde la última crisis del japonés. ¡Cómo odio no ser yo quién controle lo que me afecta o no hasta el punto de hacerme llorar! Pero nuestra "alma" sólo es una combinación de sustancias químicas y las mías están a por uvas.

Durante un buen rato, me quedo en la cama inmóvil para ver si logro volver a dormirme, pero nada. Así que cojo el móvil y trasteo un rato por internet. Un error. No porque no vaya a volver a dormirme, sino porque no debería leer ciertas cosas sabiendo que estoy con el japo a tope y que seguramente no sea objetiva. Duele hasta las lágrimas ver la poca valoración que le dan a tu trabajo o el poco aprecio que demuestran aquellos a quién quieres.
Una parte de mí se siente tentada a contestar con una bordería o intentar aclararlo con palabras, pero ninguno de los dos métodos va a hacer que me sienta mejor, sólo sería un alivio efímero.

Así que entran unas ganas enormes de ir a la cocina a por el bote de Nocilla de mis sobrinos y calmar la ansiedad y la tristeza con eso. No lo hago.
No por falta de ganas ni por el temor a vomitar, sino porque no voy a lograr calmar la ansiedad más que sólo unos momentos y por la mañana, le añadiría la culpabilidad causada por haber hecho lo que no debo.

Miro el techo y lloro. Digo yo que cuando la medicación haga su efecto y pase la crisis, pararé de llorar. O no. Tampoco es algo que me quite el sueño. ¡Ah, no! Que sí, que sí que lo hace. Me río quedo ante el pensamiento (es lo que tienen estas crisis, que pasas de María Magdalena a descojonarte por cualquier tontería).

Sigo dándole vueltas a las palabras que he leído en internet y me siento cada vez más tentada a mandar un mensaje y decir lo que me ha dolido. Pero, ¿para qué? No voy a dejar de sentir el dolor y dudo mucho de que vaya a cambiar la situación. Además, ahora no me siento capacitada para evaluar si es o no una percepción errónea por el japonés y antes de meter la pata con alguien a quién quiero, prefiero callarme.

En fin, que cansada de mirar al techo (y llorar) y comerme la cabeza (y llorar), me enchufo una pastilla a deshoras y mientras espero a que me haga efecto, cojo un juego tonto del móvil para ver si así no pienso en nada.

viernes, 16 de marzo de 2012

A veces no nos damos cuenta del daño que hacemos a otros...

El otro día estuve charlando con un amigo, a raíz de la separación de un conocido común, sobre los traumas infantiles. Esta separación no está siendo fácil pues una de las partes se dedica a hacer la vida imposible a la otra, aún a costa y sabiéndolo, que está haciendo muchísimo daño a sus hijos.

Yo hice un comentario de que "Lo mejor que les puede pasar a esos niños es que esa parte desaparezca de sus vidas para siempre. Muerto el perro, se acabó la rabia". Y me llevé un ¡Pero qué cafre eres!. Pues sí, suena cruel, pero sigo pensando que es lo mejor.

Porque duele más que alguien que supuestamente te tiene que querer, no lo haga que el dolor de una pérdida. Sí, claro que marca perder a alguien a quién quieres, alguien tan importante como un progenitor, pero solemos tender, y más si no hemos compartido mucho con esa persona, a idealizarla en nuestro recuerdo.
Pero lo otro, reconcome. Porque nos han enseñado que nuestros padres, nuestra familia (y más tarde, nuestros amigos, nuestra pareja) nos tienen que querer y preocuparse por nosotros y que eso es lo correcto.
Cuando percibes que eso no sucede, te desgarra por dentro y piensas que la persona responsable eres tú. Si mi mamá/papá no me quiere y se porta así conmigo, es porque hay algo malo en mí. Y si no tienes a nadie que te diga y te demuestre lo contrario, tu autoestima, tu confianza en ti y en otros, se va a resentir para siempre. Por mucho que te esfuerces en que eso cambie.

Siempre he sabido, y ahora más que convivo con tres niños pequeños, que hay que tener muchísimo cuidado con los niños pequeños pues son como esponjas que absorben todo, pero sin ningún filtro y podemos marcar su futuro y amargarles la existencia con nuestras acciones y omisiones.

jueves, 15 de marzo de 2012

Charlando

Quería charlar contigo, como en esas tardes en el Pandora, contemplando atardeceres o en aquel otro café que está cerca del Congreso, con tu zumo de naranja, que acabábamos bebiendo a pachas y mi cola cao humeante sobre la mesa de mármol; mientras entre silencios y risas cómplices, nos hablábamos de lo menudo y de lo grande o simplemente, nos perdíamos el uno en los ojos del otro. Pero no es posible.
Así que quizás por eso, porque este es mi pequeño café, como los que nos gustaban, charlo por aquí.

Hoy escuché, por casualidad, aquella canción. Supongo que el cd acabaría en una bolsa de basura negra cuando todo pasó. No recuerdo haberlo recogido, aunque tampoco recuerdo mucho de esos días de niebla opresiva. Hubiera sido una extra perfecta para cualquier película de zombies.

Ahora no hay niebla. De hecho, brilla el sol, pero no uno de esos achicharrantes, sino del que reconforta y templa y que juega al escondite entre las nubes. Otros días, llueve mansamente para limpiar todo. Hasta he visto un arco iris y he vuelto a soñar al verlo. No sé, creo que ha pasado el tiempo de las tormentas, aunque nunca se sabe.

Y no sé si será por el japonés ese que vive en mi cuello o porque ya sabes como soy, pero a veces siento que una parte de mí traiciona tu memoria al haber llegado a este punto. Al poco, te oigo en mi cabeza diciendo uno de tus ¡¡Paparruchas!! mientras sonríes burlón. Sé que tienes razón, pero me acongoja la idea de que si te relego al olvido, no sigas viviendo.

El otro día dije que no sería nunca buena compañera. Si me llegas a escuchar me regañas y si te pones mano a mano con Roberto, con el que sé que te habrías llevado estupendamente, me habriáis puesto la cabeza como un bombo dándome argumentos convenciéndome de lo contrario. Y yo me habría callado, sabiendo que me equivoqué al decirlo, sonriendo al ver que mostráis más fe en mí que la que desmuestro yo en más de una ocasión. La verdad es que extraño esas regañiñas cariñosas, aunque escocieran.

Tengo muchas más cosas que contarte, pero por aquí, es imposible pues saltaría de una a otra sin sentido, aunque para nosotros lo tuviera y además, sé que las sabes.

Y prefiero compartir un ratito de silencio cómplice, después de esta charla contigo y conmigo misma.

lunes, 12 de marzo de 2012

Baile

- Me apetece bailar contigo.
- ¿Ahora? ¿Medio en pelotas?
- Sí, ahora mismo.
- Ahh, pillín, ya entiendo...¡Vale!
- No, no. No seas mal pensada. Quiero bailar contigo como se ha hecho toda la vida, como lo hacían nuestros padres y abuelos. Tú entre mis brazos, cogerte por la cintura, pegarnos, oler tu pelo, acariciarte.
- ¿Eh?
- No lo he hecho nunca y no sé si sabré, pero quiero hacerlo ahora.
- ¿No has bailado nunca pegao?
- No y éste es tan buen momento como otro para empezar... ¿Por qué sonríes?

- Porque nunca dejas de sorprenderme... En el Ipod que está conectado al altavoz hay una lista de reproducción que se llama íntimo. Cualquiera de sus canciones sirve...
- ¿Me perdonarás si te piso?
- Claro que sí, tonto. ¡Qué cosas tienes! Abrázame fuerte.
El amanecer les sorprendió meciéndose uno en brazos del otro.



Más petarda (y con más idas de olla)

Supongo que será porque ya peino canas (aunque aún no son muchas)o porque he pasado ya por algún cataclismo de esos que pensé que iba a mandar mi vida al garete y aquí sigo, dando guerra. El caso es que ya no me duelen ciertas cosas que antes me abrían en canal y aún me cuesta reconocerme así.

Sentir fuera de tu vida a alguien a quién quieres y al que ya no sientes que le importas (si es que alguna vez fue así) era una de esas cosas. Seguramente, antes, habría hecho lo imposible por cambiar eso y que volvieran a quererme, para paliar esa sensación de desamparo un poco infantil y que regresara la seguridad. Ahora...pues va a ser que no.
Puede que a su manera, me quiera. Pero yo no quiero que me quieran así, ya no me conformo con ello. Amigos de risas y cañas, se consiguen fácilmente sacando a pasear la cartera en el momento adecuado o poniéndoselo fácil sin llevar la contraria; quiénes están ahí cuando te muestras como la petarda que realmente eres, es más complicado.
Hubo un tiempo en que pensé que éramos compañeros. Los que comparten el pan. Pero si me fijo ahora, con la perspectiva que da el tiempo, no hay compañerismo en que sólo sea mi pan el que se comparte. No pretende ser un reproche y en las mismas circunstancias que se dieron en su momento, actuaría igual. Simplemente, que así lo siento y percibo ahora, pues ya no soy la misma. O quizás si, pero más petarda aún si cabe.

En ocasiones, siento que estoy inmóvil y no avanzo nada, que desde que salí del hospital, sólo suelto lastre y corto cabos. Y al mismo tiempo, siento que no paro de bullir, que afianzo y construyo hacia dentro y que en pocas etapas anteriores de mi vida, había avanzado tanto y con tanta serenidad.

domingo, 26 de febrero de 2012

Divagando

Se llama...
¡Qué raro! Procuro siempre, si lo sé, referirme a las personas por su nombre, no por "el hijo de...", "el compañero tal..."; es como si fuera una forma de humanizarles, de acercarles un poco y que dejen de ser anónimos. Y en este caso...
Sí, sé su nombre. Y precisamente, lo que inspira esta divagación no es otra cosa que ¿humanizarle?, hacerle menos anónimo. Pero me puede el pudor, quizás porque voy a divulgar ciertas intimidades que puedan considerarse humillantes, aunque nada más lejos de mi intención, pues es de esas personas que, no sé muy bien porqué, me hacen decirme a mí misma "yo de mayor quiero comportarme/ser como ellos".

Así que pongamos que se llama Francisco, que es un nombre que me gusta. Es el compañero de habitación de mi padre en el hospital y tiene 86 años, aunque aparenta ser mucho más joven. Le cuesta mover el lado derecho del cuerpo, más que a mi padre, pues estuvo dos días con el ictus antes de que alguien se hiciera cargo de él y le llevara a un hospital.
Tiene unos ojos azules preciosos, aunque se muestran cansados y tristes. Creo que le agobia especialmente, pues se apaga aún más el brillo de sus ojos, el no saber cuando se va a poner bien para ir a cuidar a su mujer, que está inválida y no tiene a quién la cuide.
No sabe leer ni escribir como me confesó esta mañana cuando trajeron la nota para pedir el menú de mañana, así que se lo leí y le hice la comanda.
No es capaz de controlar sus esfínteres y se nota que se siente humillado al llevar un pañal. O al tener que mendigar con la mirada a sus familiares un poco de ayuda.
Porque le vienen a ver los que supongo son sus familiares. No lo sé, pues cuando llegan, mi padre y yo hacemos uso de nuestro poder de invisibilidad y no nos ven, porque ni saludan al entrar.
Creo que no les importa mucho lo que le pase a nuestro Francisco. Ni un gesto cariñoso, ni una palabra de ánimo. Cuando llega la hora de echarle un cable, nos hemos mostrado más solícitas mis hermanas, mi madre o yo, que ellos mismos. Ni siquiera le ayudan a comer cuando apenas puede coger la cuchara en condiciones. Si es que no se han ido antes.
A mí me fastidian esas actitudes y como siempre, me pregunto si esa persona a la que tratan así, habrá sido tan cabrona o serán los otros los cabrones como para tratarla así.

¿Por qué he escrito esto? Sinceramente, no lo sé. Al ver la espantá de sus familiares, me acordé del vecino de habitación de mi abuela. Y al leer el artículo de Turulato, no sé, sentí la necesidad de hacerlo.

Porque ese anciano que está aparcado en un rincón, tirado como un juguete viejo y roto, sin esperanzas, y puede que incluso sin el patrimonio de sus recuerdos, en algún momento fue alguien como yo. Con sus sueños, su esperanza, sus miedos y frustraciones... Una vida, algo milagroso, que se difuminará en el olvido.

jueves, 26 de enero de 2012

Tempus fugit

Llevaba mucho tiempo sin pasear por esa zona de Madrid. Las últimas veces que pasé por ahí, pasé en metro o bien, iba con prisas como para fijarme en el entorno.
Pero esta mañana, aprovechando que tenía tiempo y el sol invernal, he dado un paseo. No es una de mis zonas favoritas de Madrid, pero hace casi 20 años, y durante unos años, formó parte de mi día a día.
He comenzado el paseo frente al hospital en el que nací. Como comprenderán, no recuerdo mucho de aquellos días, pero siempre que paso por delante, me pregunto cuántas vidas como la mía habrán empezado entre aquellas paredes. O cuántas habrían finalizado entre ellas. ¡Qué de lágrimas perdidas en la lluvia cuando el tiempo pase!.

Después, siguiendo por la avenida, he pasado por delante de un hotel que, cuando yo lo conocí, era un salón de banquetes. Aquel día lo pasé mal y acabé llorando, lamentándome por la situación. Hoy, con la perspectiva que da el tiempo, creo que fue un gran día a pesar de las lágrimas. Sirvió para que abriera los ojos ante una situación que me estaba haciendo tremendamente infeliz. Así que he sonreído y he seguido hasta la glorieta. Y aunque siguen los mismos edificios, me ha costado reconocerla.

El bar dónde iba muchos días a comerme un bocata delicioso, ahora es una entidad bancaria; no existe el kiosko de copia de llaves y ni el de flores que regentaba una señora mayor encantadora y sobre todo, no está el puente bajo el que vivía el hombre de los perros.
El hombre de los perros era un vagabundo que vivía entre cartones, debajo del puente. Siempre estaba rodeado por tres o cuatro perros macilentos pero impecablemente limpios. Era frecuente verle hablando sólo, con su pelo blanco al viento, su abrigo gris cubierto de mugre y los perros. Nunca pedía nada a nadie. Bueno, no es cierto. Un día, al verme salir del bar y ver que iba a tirar parte del bocata, me lo pidió para los perros.
¿Qué habrá sido de él y de los chuchos? Supongo que otras lágrimas más disueltas...

Al cruzar el semáforo, me asalta una gitana ofreciéndome la Farola.
Hace muchos años, en ese mismo lugar, yo solía comprar la Farola. Me parecía una buena ida, como una forma digna de ganarse la vida de la gente sin hogar que ahora se ha convertido en una forma más de mendicidad.
Siempre se lo compraba al mismo vendedor, Antonio, un hombre de unos cuarenta y muchos años, delgado y con bigote, que te saludaba educadamente y te deseaba un buen día siempre que te cruzabas con él. Alguna vez estuvimos charlando, echándonos un piti mientras esperaba el autobús que me llevaría a la facultad y me comentaba que estaba intentado ahorrar para volverse al pueblo, en Zamora, a currar en el campo. Espero que lo lograra y le fueran las cosas bien, que era un tipo majete que tomó decisiones equivocadas y tuvo mala suerte.

De vuelta a casa, recordando, he visto mi reflejo en el cristal del autobús. No sólo la glorieta ha cambiado, sino que yo lo he hecho y mucho.

Hoy creo que he sido más consciente que otros días, de lo mucho que ha pasado el tiempo.

Presentación

Anoche estuve en una presentación, por mi trabajo, de nuevos programas de Emiratos Árabes y Dubai. La presentación en sí, pues como todas, en las que ensalzan, ya que están ahí para vender, su producto.

He de decir que a mí no me convencieron mucho con esa clase de producto. Es que tanto oropel, tanta apariencia y tanta tontería, me dan grima. Cuando sacaron una imagen aérea del Ferrari World de Abu Dhabi me pareció una horterada mayúscula. Por no hablar del derroche de agua que se veía en todas partes. Pero ya cuando hablaron de un hotel boutique ¡¡con doscientas habitaciones y dieciseis restaurantes!! a mí se me salían los ojos de las órbitas. No soy capaz de concebir ni el trato ni la intimidad que le supongo yo a un hotel boutique (como el de cierto sueño frustrado) con tanta gente en esa mole. No sé, es como si el atelier de Dior lo pusieran en el Zara de Gran Vía, con música bakalao a todo trapo...

Después de la presentación, vino el cóctel en el que pude comprobar nuevamente que hay quién no come en casa cuando saben que van a ir a estos saraos. Como ahora yo los fritos, quesos y demás cosas grasientas que suelen poner en esta clase de eventos no los cato, me evito los placajes. Y cuando llegan los postres, como las riquísimas brochetas de fruta de ayer, puedo comer tranquilamente pues están todos empanzados con la grasaza.

La verdad es que los de Palestina no tendrán ni la mitad de recursos que los de ayer, pero me gustó mucho más su presentación. Más recogida e íntima, mostrándonos los valores culturales que ofrece su país. No sé, prefiero su autenticidad humilde que tanto decorado de cartón piedra (o de acero y cristal).

domingo, 22 de enero de 2012

Conversación

- ¿Qué tal te va con tu chica?
- Bien, ahora estoy intentando que me deje follarme a otras tías.
- ¿Qué? Pronto empiezas... No creo que te deje y lo sabes.
- Tú me dejabas.
- Yo nunca fui tu chica. Ni tú mi chico.
- Porque no quisiste.
- Y sabes los motivos. Además, llevaría mal eso de que quisieras follarte a otras pero porque básicamente no ibas a dejar que yo hiciera lo mismo.
- Bueno...sabes que si quisieras follarte a otras, yo me apunto.
- Golfo... pero ¿ves? ¿Por qué siempre que sugerís un trío no empezáis sugiriendo que seáis dos los hombres?
- Es que a mí no me gustan los hombres.
- Ya estamos. Ni a mí me ponen per se las mujeres. Pero es sencillo, si un trío no lleva connotaciones sentimentales que puedan dañar la relación de pareja y le causa placer a la persona a la que quieres, ¿por qué no? A mí me hace feliz ver como disfruta mi pareja. Pero bueno, supongo que vuestras reticencias son porque más que amor seguís viéndonos una posesión vuestra. Y luego somos nosotras las celosas y las posesivas...
- Mujer, soléis serlo.
- No más que vosotros, sólo que mostramos más abiertamente el miedo a perderos, de que dejéis de querernos si estáis con otras, nuestras inseguridades. Pero no creo que montar escenitas sea la forma de hacer que alguien quiera estar contigo. No se puede obligar a nadie a quererte y si quieres a alguien, ¿cómo puedes coartar su libertad?
- Tú no me vales como ejemplo de mujer típica. Quieres tener un harem.
- Ya empezamos. Simplemente voy creciendo y valorando otras cosas. Y no es un harem, que yo no quiero a gente que me esté contemplando, quiero un compañero al que querer y con el que crecer. Pero, ¿qué sucede si quiero a más de un hombre a la vez y ellos me quisieran a mí? No sé, sería más una especie de comuna hippie, pero en limpio y arregladitos. Sí, relaciones sexuales libres pero sin perder el respeto por las personas con las que compartes tu vida y quieres, cuidándose unos a otros. Es más, creo que me sería muy complicado mantener relaciones fuera de ese círculo, pues me faltaría la confianza que tendría con mis chicos.
- ¿Ves? No eres la mujer típica y podrías hacer proselitismo de tus ideas, empezando por mi novia.
- Creo que no lo entiendes. Lo reduces todo al sexo., pero bueno. De todas formas, es hablar por hablar. Porque si está díficil encontrar a un hombre al que querer y que te quiera y formar un proyecto común, encontrar a varios...
- Siempre te quedará Cuba.
- Definitivamente, no lo entiendes.

Will you still love me tomorrow?

- ¿Me querrás mañana? ¿No te irás de mi lado?
- Te quiero siempre, pero no puedo estar a tu lado aunque también lo esté siempre. Esto es todo lo que podemos ofrecernos. Es complicado, pero ambos lo sabemos.
- Lo sé, pero a veces duele que no sea más. Supongo que nos volvemos egoístas cuando queremos.
- A mí también me sucede lo mismo, pero sabes de nuestras circunstancias. Y no podemos ser tan egoístas.
- Lo sé. ¿No te habré entristecido?
- No, no lo has hecho. Anda, disfrutemos del presente, de estos momentos robados.
- Abrázame y baila conmigo. No me sueltes. A lo mejor así mañana nunca llega.
- A lo mejor, mi niño. A lo mejor...

Ayer tocó mítin

No sé si será que desprendo unas feromonas que me hacen propensa a ello, mi cara o que como me dijeron no ha mucho, que soy rara, pero soy propensa a que me suelten mítines. Y ayer, me tocó.

En principio iba a ser una noche agradable y tranquila con una amiga que estaba de visita en Madrid. Cuando llegué al punto de encuentro, estaba también otra amiga suya a la que conozco de anteriores ocasiones. No es mala chica, sólo un poco plomo cuando se pone a pontificar sobre su trabajo (es psicóloga) y te suelta estadística tras estadística o te trata de analizar. Pero bueno, la emborrachas y empieza a decir tonterías y es más agradable. Al poco, se nos unió el novio de la chica y nos fuimos a cenar a un bareto.

El mítin comenzó por una broma. Mi amiga comentó que si le tocaba una cantidad indecente en la lotería (soñar es gratis) se jubilaba y yo la secundé y añadí que mantendría la agencia para mis viajes, para atender a quién yo quisiera y para darme el gusto, ante algunos impertinentes a los que tengo que sufrir, de poder mandarles a la mierda. Todo en tono jocoso. Porque aunque la tentación sería grande, es mejor no escupir al cielo no vaya a ser que el escupitajo te caiga encima, que la vida da muchas vueltas.

El primer comentario de él, en tono despectivo, fue Así que sóis de esas personas que creen que el dinero da la felicidad. Y añadió, dirigiéndose a mí, O sea que quieres el dinero para poder sacar el odio que sientes y aplastar a otros. (Aún sigo dándole vueltas para saber de dónde se sacó eso de mis palabras, pero bueno...).

Yo este año me he propuesto ser un poco más paciente y tratar de aclarar malentendidos y le expliqué que no es odio, pero sí que hay personas que me caen mal y que tengo que aguantar por el trabajo. Aunque ahora coma poco, tengo la manía de comer todos los días, de pagar mis facturas y me gusta dormir bajo techo y calentito. ¡Tonterías que tenemos la gente!
Comenté el caso de un tipo que se mosqueó porque no le había mirado precios para irse un fin de semana a la playa, cuando le había explicado, tras llamarme cinco veces al móvil, que estaba ingresada en el hospital. Y por supuesto que el dinero no da la felicidad, pero compra mucha tranquilidad y cierta sensación de seguridad para los tuyos. Y tiempo, que para mí es un bien escasísimo.

Y empezó la charla.
Desde que vendía mi dignidad por haber contestado al móvil a que era una materialista que se preocupaba por las comodidades materiales y por la hipoteca (a ellos no les preocupará perder la casa si no pueden pagar, pero a mí me angustia que mis padres, después de toda una vida de sacrificios, puedan perder la suya), que no valoraba los pequeños momentos como podía ser el tomarse una cerveza y que ellos tenían una serie de valores, por supuesto superiores a los míos.
Reconozco que perdí la paciencia y más, cuando emplearon un tono de voz más alto de lo normal para dirigirse a mí y contesté.
Y comenzó la segunda parte del mitín: reivindico mis orígenes humildes, cosa que me parece muy bien si no pretendes con ello, justificar tu prepotencia. "Es que soy rebelde porque el mundo me ha hecho así".
Porque él venía de un entorno muy duro, críado en San Blas, en una casa pequeña, hijo de una señora de la limpieza que había sacado a sus hijos adelante. Y ella, que se había pagado la Universidad desde los veinte años y que nunca había dependido de sus padres, que además, en el año 70 que habían tenido un problema con su negocio, habían trabajado como negros para sacar a ella y a su hermano adelante, porque también eran autónomos y blablabla.
Acabó con la frase "Pero bueno, tú no sabrás lo que es eso, pues eres una pija de clase media de esos que votan al PP creyendo que todo lo material les va a ir mejor. Si además, montarías una empresa si te tocara la lotería... Amasar y amasar dinero, sin preocuparte de cosas más importantes como el amor o la felicidad".

Y se me hincharon las tetas. Mucho. Es que estos discursos "progres" en plan lucha de clases...Pero aún así, me mordí la lengua por deferencia a mi amiga, que se veía en medio del conflicto.

Vamos a ver. Sí, soy de clase media. Como él, aunque quisiera venderme la moto de que era de clase baja. Ni él ni yo sabemos lo que es pasar hambre y verdaderas necesidades, dejar la escuela e hipotecar tu futuro para sobrevivir. Sólo basta hablar con cualquier inmigrante y ellos contarán lo que es ser de clase baja.
Lo de pija, pues no sé de dónde se lo sacó y creo que has visto pocos pijos en su vida. ¿Qué visto de determinada manera más clásica? Pues sí, es cierto y me gusta. ¿Qué no tengo el tío/a todo el día en la boca y procuro expresarme lo mejor posible en mi idioma? También es cierto. Será que intento hacer las cosas bien.
Y sí, crearía una empresa pero no por amasar dinero. Porque hay ideas que me gustaría tratar de poner en marcha y tener el riñón cubierto y trabajar sin verdadera necesidad, tiene que ser gratificante.

Durante el día de ayer, pensaba en un correo que me había mandado un amigo hablándome de las rabias que le provocaba el no pensar de la gente, el que vivían tal y como meaban. Iba a sugerirle, dejándome llevar por esa inocencia que me da a veces, que tuviera paciencia, que no todo el mundo estaba entrenado como él para pensar y que quizás, para que este mundo mejorara un poco, era cuestión de echarles una mano y ser un poco más didácticos, que ganaríamos todos. A ellos se les dotaría de las herramientas para pensar (luego que decidieran o no hacerlo, es otra cosa) y él rabiaría un poco menos.
Por la noche, me tocó comerme mis propios pensamientos.

Y es que hay quién esta demasiado adoctrinado como para cambiar. Demasiado prejuicio suelto por el mundo.

¡Qué pena!

viernes, 20 de enero de 2012

FITUR

Esta mañana he estado en FITUR. Sin lugar a dudas, ha sido el más austero de los últimos años, pero aún así...
¿Es necesario que ADIF y AENA monten stand propio? Y no precisamente pequeños...
¿O que Paradores, empresa pública, tenga uno con dos plantas?
Por no hablar de las Comunidades. Todas han reducido su espacio (Murcia no han montado ninguno, sólo uno de Lorca para recordar el terremoto), pero aún así, Andalucía tenía prácticamente un pabellón entero y la Comunidad Valenciana, esa en la que los colegios sufren cortes de suministro por falta de pago, más de medio pabellón. Que sí, que está muy bien potenciar el turismo (yo vivo de ello) pero con criterio. Y a ver qué clase de turismo queremos potenciar, que esa es otra.
Pero bueno, los responsables políticos siguen pensando que el dinero público crece en los árboles...

Lo mejor, los pabellones internacionales, especialmente, Asia y América, que en Europa (salvo el de Portugal con degustaciones de productos gastronómicos) estaban de capa caída. Francia ni siquiera ha venido. En Korea me he reído mucho con un chef suizo que lleva la restauración de Korean Air y que nos ha ofrecido Bulgogi y Bibimbap. Y agradezco especialmente la amabilidad al personal del stand de Guatemala, de Costa Rica, de Taiwan y de Japón.

Lo peor, la mala educación de algunos, que te placan por una lasca de jamón (si yo no compito con ustedes, que como poco) o que arrasan con cualquier cosa gratis.

En cuanto a saraos, yo ya voy poco y sólo me he dejado caer por la cena de Turismo de Palestina, que tuvo lugar ayer en el restaurante Teatriz. Parte de la presentación, en inglés, corrió a cargo de la Ministra de Turismo de Palestina y gracias a su exposición, pudimos dar un buen paseo por Tierra Santa.
La cena fue deliciosa y estuvo amenizada por unas danzas tradicionales palestinas, muy movidas y alegres.
Pero lo mejor fue la compañía, pues dado que era la única que hablaba inglés en mi mesa y los colegas palestinos no hablaban español, acaparamos mutuamente nuestra atención y fue enriquecedor.

Siempre he querido visitar Tierra Santa, Siria y Jordania, pero la situación de inestabilidad de los últimos años, me ha echado para atrás. Sé que al pasear por los lugares bíblicos o al visitar los cuernos del Hattin viviría lo que un amigo llama momentos místicos, pero también sé que me llevarían los demonios y la tristeza al ver el conflicto en vivo y en directo.
Porque entiendo algunas de las posturas de ambos bandos y como en el fondo, soy una ingenua que cree que no somos tan malos y que es mejor llegar a puntos de encuentro, me duele ver la situación y la empatía me juega muy malas pasadas en ocasiones.

(Aunque crea en los puntos de encuentro, en el fondo soy una petarda y poco diplomática: Tiraría por la calle de en medio con Jerusalem. Ni para Israel ni para Palestina, sino para la Humanidad. Vamos, que yo dotaba a la ONU de un mayor poder, y no de palabra, creaba un territorio franco, una ciudad sagrada para todos).

lunes, 16 de enero de 2012

Me entristece ver la televisión

Esta mañana, mientras desayunaba, oía a los tertulianos de Espejo Público hablando de la sentencia del caso Marta del Castillo. Entendiendo el dolor de la familia, me asqueaba tanta demagogia y populismo. Miguel Ángel Rodríguez (¡Qué mal me cae este tipo!) hablaba de la "incultura" de los jueces en este país y todos se echaban las manos a la cabeza porque en la sentencia parece hacer referencia a la aparición en los medios públicos de la familia de Marta como un intento de presionar a los jueces por una sentencia favorable. ¿Y realmente no es así?

No he leído la sentencia ni creo que lo haga, pero por lo visto, lo que hacen los jueces es atenerse a la letra de la ley y no podían considerar culpables, con las pruebas que les han llevado, a esos elementos. Que sí, que todos pensamos que esos cabr... son culpables, pero no vale sólo con indicios y sospechas. ¿O a alguno de los que me leen le gustaría que le consideraran culpable de un delito sólo por indicios, sin ninguna prueba firme que lo sustente? Porque si empezamos así, yo cojo las maletas y emigro a Marte.

Después he abierto Facebook. Y he visto los comentarios y los brindis de alegría por la muerte de Fraga, rememorando su pasado franquista (innegable). Lo primero que me he preguntado es si esas mismas personas brindarán por la muerte de Carrillo cuando se produzca, que también fue un asesino. Seguramente no lo hagan, pues era del otro bando.
Yo estoy hasta las pelotas de bandos. Han pasado más de de 75 años desde el inicio de la Guerra Civil y 36 de la muerte de Franco y ahí seguimos, cosiéndonos a puñaladas en cuanto tenemos ocasión y desangrándonos cuando lo que hay que hacer es tener energías para seguir adelante.
Luego nos quejamos porque así nos luce el pelo y buscamos a otro a quién cargarle las culpas.

Y ya para rematar la mañana, he visto las noticias del naufragio del Costa Concordia y la actuación deshonrosa del comandante de la nave. Parece ser que por una chulería, por un síntoma de esa cutrez que tanto le gusta al populacho, puso en riesgo la vida de más de 4400 personas. Y cuando vio que pintaban bastos, salió por piernas como una rata cobarde. ¡Qué asco!

(Desde aquí, mi homenaje a los equipos de bomberos y buzos de la Armada Italiana que están arriesgando su pellejo, en unas condiciones que seguro que no son fáciles, intentando buscar a los catorce desaparecidos.)

En fin, espero que mañana amanezca con noticias más agradables como la de la semana pasada sobre la solidaridad de mis conciudadanos en materia de trasplantes. A ver si, en breve, me dejan volver a donar sangre.

viernes, 13 de enero de 2012

Cuesta de enero

Hoy no me he levantado temprano para estudiar. No he sido capaz de escuchar ninguna de las tres alarmas de mi móvil, que me despiertan cada día.

Miro sobre la mesilla y veo el Actimel, sin tocar, que tenía que haber sido mi recena. El libro que estaba leyendo (menos mal que no era el kindle) ha amanecido en el suelo. Caí dormida tan pronto, que ni me dio tiempo a quitarme las gafas. Pero no importa. Estoy agotada y necesitaba dormir del tirón, sin interrupciones. El cuerpo, que es muy sabio, lo ha conseguido gracias a mi sordera ante las alarmas. Ahora la conciencia, que es muy puñetera, me mortifica.

Al salir de la ducha, he preparado la bolsa para el gimnasio. Me noto las piernas pesadas pero también las veo algo más firmes y eso me da energías suficientes para encarar el último día de gimnasio de la semana.

Supongo que, además de los achuchones económicos, para mí la cuesta de enero supone días de mucho trajín. Entre los exámenes, ahora el deporte, FITUR, BTL, el cuarto trimestre del IVA y el trabajo... Pero bueno, pasará y veré el fruto de este esfuerzo, con lo que voy aprendiendo y consolidando.

miércoles, 11 de enero de 2012

Pareciéndome a Forrest Gump

No, no es que me haya quedado tonta, que ya lo estaba un poco. Es que nos damos un aire en eso de empezar a caminar (en su caso, correr) y no parar. Bueno, y para ser más exactos, en mi caso pasear, que no es lo mismo que caminar, aunque se parezcan. Porque pasear es contrario a la premura y exige el poder quedarse contemplando las musarañas si a una le apetece, soñando con los ojos abiertos.

Esta mañana tenía cita con la nutricionista en el Doce de Octubre. No me he demorado mucho y dado que tenía la mañana libre para hacer unos recados, he cogido el autobús hasta Legazpi.

Hoy hace un día precioso en Madrid. Brilla un sol invernal espléndido y el cielo luce con ese azul tan bonito que tiene el cielo de mi ciudad.
Así que me he bajado antes de llegar a Legazpi y he comenzado a pasear por Madrid Rio, enfilando hacia mi primer destino en Santa María de la Cabeza. Me he cruzado con algún jubilado y con algún deportista corriendo y disfrutando también del calorcito del sol, pero apenas había gente. En cambio, los fines de semana en los que hace buen tiempo, está de bote en bote, sobre todo, familias con sus niños.

Parece que hoy el Universo se ha conjurado para que solucionara todo con rapidez y pudiera seguir disfrutando de mi paseo. Así que, otra vez a pasear, esta vez hasta la Plaza de la Encarnación, que alberga el Monasterio de la Encarnación, dónde se supone que todos los 26 de julio se licúa la sangre de San Pantaleón y pasa de estado sólido a estado líquido.
El paseo ha sido de lo más agradable, pues he cruzado una de las zonas que más me gustan de Madrid, La Latina y el entorno del Palacio Real. Me hubiera quedado a disfrutar del cambio de guardia en el Palacio Real, pero preferí seguir con mi paseo. Aunque os lo recomiendo y sobre todo, el Relevo Solemne de la Guardia Real, que tiene lugar el primer miércoles de cada mes.

He seguido con mi mañana "ajetreada" y el paseo me ha llevado hasta otra tienda, en la zona de Moncloa - Argüelles. En mi paseo hasta la parada de avituallamiento en el Mercado de San Antón (para tomarme un zumo cargadito de vitaminas) iba soñando mientras recorría algunos de los lugares claves de los alzamientos de Mayo de 1808 . Con mi zumo en una mano, las gafas de sol y las ganas de disfrutar de parte del Barrio de las Letras, he seguido hasta otro mercado, el de Antón Martín dónde he almorzado algo de comida japonesa.

Después de la comida, me estaba entrando modorra y decidí coger el autobús para volver a casa. He visto como mi autobús se iba antes de que yo llegara a la parada y en vez de esperar al siguiente, he seguido caminando... hasta el 12 de Octubre, dónde finalmente he cogido el autobús.

Unos amigos de fuera de Madrid temían mis "vamos andando que está ahí al lado" porque decían que lo que yo consideraba "al lado" les permitía a ellos cruzarse su ciudad de punta a punta. Y creo que les voy a tener que dar la razón, porque según el Google Maps, hoy he caminado unos quince kilómetros.

Para compensar por no haber ido al gimnasio...

viernes, 6 de enero de 2012

Agridulce

Estoy viendo las noticias y emiten varios reportajes de cómo los niños han recibido los regalos de los Reyes Magos. ¡Qué alegría ver sus caritas emocionadas!.

Y qué tristeza, por otra parte, pues no he podido disfrutarlo en vivo y en directo con mis sobrinos más mayores. Ha venido un ratín mi sobrino pequeño, que me ha tratado con su maletín de médico, me ha dado un té para que me recuperara de mi exceso navideño y ha usado mis brazos como vía para su tren Koko.
Como no podía soportar ver los paquetes aún envueltos bajo el árbol, los he guardado en un armario. La verdad es que en estos días, especialmente, se me hace más dura su ausencia.

En fin, dado que mi labor como paje en algunos casos va con mucho retraso, eligiré celebrar los Reyes con ellos cuando los vea. Como ya hemos celebrado su "no-cumpleaños"