domingo, 26 de marzo de 2006

Maternidad


"La pequeña Anne chupándose el dedo, abrazada por su madre(1897)"
Mary S. Cassatt. Musée d'Orsay, París.

A raíz de este artículo en el blog de Turulato, recordé una conversación que tuve a principios de año con un amigo.

En el transcurso de esa conversación, mencioné que ya no tenía tan claro lo de ser madre, cosa que le sorprendió bastante, porque siempre he expresado mi deseo de serlo.

Empezamos a hablar del tema y él me dijo que todo el problema se reduce a que ahora no tengo pareja estable y que en cuanto me echara novio, las dudas se disiparían y querría volver a formar una familia. Yo le reconocí que en parte tenía razón, pero que no era lo más importante.

Si yo quiero tener un niño, el hecho de no tener pareja no me va a frenar, pero hay otras cosas que puede que sí lo hagan. Una de ellas es el trabajo.
Sé que no se me van a caer los anillos a la hora de currar para dar una estabilidad a mi familia, pero eso sería a costa de sacrificar tiempo con ellos.
Y el tiempo es vital para poder educar a los niños. Lo que no estoy dispuesta a hacer, es traer un niño al mundo para que me lo me lo eduquen mis padres o una niñera.
¿Y cómo compaginar el trabajo y la vida familiar? Hay épocas del año en las que estoy más relajada y no habría problema, pero, ¿qué hago en esas épocas en las que trabajo 12 o más horas diarias?¿Renuncio a mi trabajo?
Hace años habría contestado que sí, sin dudarlo, pero ahora...He invertido muchos esfuerzos para que la agencia salga adelante y siento que si abandono, habría luchado en balde. Una parte de mí, sentiría que me estoy traicionando a mi misma, pero otra parte de mí, no se quiere levantar una mañana dentro de unos años y echarse las manos a la cabeza al ver a todo lo que ha tenido que renunciar por el trabajo.

Pero por encima del tema de la pareja o del trabajo, lo que más dudas me genera es mi capacidad para educar a alguien. Sobre ciertos temas, no me siento con la autoridad moral necesaria para dar lecciones a nadie. ¿Y si me convierto en una de esas madres hiperprotectoras y algo neuróticas?¿O en el sargento de hierro?. ¡Qué mal rollo me entra solo de pensarlo!

Al acabar de contarle todas esas dudas, él se rió y adoptando la pose de 'Pepito Grillo' (es el mío particular, aunque en vez de verde y pequeñito, es grandote y con barba) empezó a 'abroncarme'.
"¡Cómo te va la marcha! Como ahora no tienes estrés, te lo generas pensando y adelantando acontecimientos. Acabarás organizando tu tiempo para que puedas con todo y si ves que no puedes, pues renunciarás a trabajar. Aunque conociéndote como te conozco, te llevarás a los 'peques' a la oficina y acabarán aprendiendo lo que es el 'overbooking' antes que a andar.
Y qué, ¿vas a ser madre soltera? Más que nada, porque pareces olvidarte de que tendrás un marido que tendrá que colaborar en algo, ¿no?
Por lo de sargento o neurótica no te preocupes, que ya lo eres un poquito y parece que no se te agrava con los años.
Así que déjate de historias y échate novio de una vez que quiero ir a tu boda. ¿Te acuerdas de Carlos, mi compañero de trabajo? Es un tío muy majo ..."
(¡Horror! El espíritu de la Celestina estaba poseyendo a mi' Pepito Grillo' ante mis ojos).

Aunque sé que este amigo tiene razón (en lo de que salga con su compañero de trabajo, no) no puedo evitar agobiarme. Estamos hablando de criar a un niño, no de comprarse unos zapatos(que los zapatos los cambian y te devuelven el dinero, pero los niños no).

jueves, 23 de marzo de 2006

¡¡Vamos de excursión...

...con la tortilla, la mochila y el jamón!! Bueno, sin tortilla ni jamón, que fueron sandwiches del Rodilla y en vez de mochila, bolso de vestir. El destino: la nueva terminal 4 de Madrid-Barajas.

Aena, en colaboración con un mayorista, nos invitó ayer al mediodía, a un visita guiada de las instalaciones. Así que, como si fuéramos niños en edad escolar, fuimos en autocar, riéndonos mientras nos comíamos los sandwiches. Sólo nos faltó cantar el "Vamos a contar mentiras..." o el "Carrascal, carrascal".

Dejamos a un lado las terminales antiguas y mientras nos íbamos acercando, se veía la terminal por la ventana. La verdad es que los alrededores están un poco 'desangelados' sin árboles o unos edificios alrededor, pero supongo que eso se solucionará pronto. Entre tanta 'aridez', destacaban los seis módulos de aparcamiento para turismos (si alguno tiene pensado ir en coche, que lo deje en el módulo C o D, que están más cerca de la entrada) y los tejados ondulados de la terminal principal.

Nosotros aparcamos en el aparcamiento de autocares, que es dónde te dejan los autobuses de la EMT.
Para los que vayan a optar por el transporte público y hasta que lleven el metro hasta allí, lo mejor es ir hasta Barajas pueblo y coger el autobus, que tarda un cuarto de hora más o menos en llegar. También se puede coger unos autobuses lanzadera desde las terminales antiguas del aeropuerto, que tardan unos 10 minutos.

Al bajar del autocar, cogimos uno de los ascensores y llegamos a la zona de facturación de la nueva terminal. Independientemente de que se salga de este edificio o de la terminal satélite que está a 2 kilómetros, todas las maletas se facturan aquí y se distribuyen por un sistema automático a los distintos aviones.

¿Cuál fue mi primera impresión? Me gustó mucho. Es mucho más espaciosa que las terminales antiguas, donde todo parece que está comprimido. El techo ondulado y recubierto de bambú (por temas de acústica, para absorber el ruido ambiente) me pareció muy original, hay mucha luz y está todo tan nuevo y tan limpito. ¡Tengo unas ganas de estrenarla viajando!.

Me pareció curiosa la distribución de las zonas de embarque según los colores del arcoiris: en el norte (según sales del ascensor, a mano izquierda) los colores más fríos que se van 'templando' hasta llegar al rojo del extremo sur.

Después de facturar, se pasa el control de seguridad. Ha sido la primera vez que me han hecho quitarme el reloj (es un reloj de acero normal y corriente) para pasar por el escáner y también ha sido la primera vez que me cachearon, cosa que me sorprendió bastante porque fuí a la única del grupo que lo hicieron. Pero bueno, si es por seguridad, no me parece mal que lo hagan.

Mi pega: que con la pegatina de visitantes teníamos acceso a todo sin ningún control. Una pegatina en la que ni había foto ni nombre, sólo la fecha de ayer.
Y me sorprende, porque para realizar la visita nos pudieron pegas.
Estaba prevista inicialmente para el día 1 de marzo, luego se pospuso al 8 y finalmente fue ayer. Y todo por seguridad. Nos hicieron pasar por fax la documentación y como no se veía bien, tuvimos que escanearla y mandarla por correo electrónico.
Y después de lo de ayer, me pregunto para qué. Porque ayer nadie se molestó en pedirme la documentación en ningún momento. Sólo podían saber que yo era yo porque me conocían otros agentes del grupo, nada más. Y encima, como la pegatina me estaba dejando cerco en el abrigo, me la guarde en el bolsillo y nadie se fijó ni me llamaron la atención. Sólo al intentar salir del edificio satélite, un guardia civil hizo ademán de pedirnos la documentación, pero la representante de Aena (que llevaba una pegatina exactamente igual que la nuestra) le dijo que éramos el grupo de agentes de viajes (ni siquiera le dijo la cifra exacta de los que éramos) y no comprobaron nada más.

Bien, después del control de seguridad, está la zona de comercial y la zona de embarque. En este edificio se embarca para los vuelos nacionales (puede haber alguno que salga de la auxiliar, pero son los menos) y algunos vuelos Schengen (aunque casi todos salen de la puerta M de la terminal satélite).

Nosotros continuamos con nuestra visita cogiendo el tren sin conductor que une, en sólo 4 minutos, este edificio con la terminal satélite, de la que salen los vuelos internacioles y la mayoría de los vuelos a países Schengen. Para los vuelos a países no Schengen, hay que pasar un control de pasaportes en la terminal satélite.

Después de ver alguna de las plataformas de embarque, regresamos al edificio principal en el tren y pasamos por la sala de recogidas de maletas, antes de dirigirnos a la salida.

¿Qué me pareció? Pues que la gente es muy exagerada, que tampoco es tan díficil moverse por la terminal. Los primeros días hubo descontrol porque hicieron la mudanza en una noche y ni los propios empleados se aclaraban, pero ahora parecía todo muy normal (aunque haber como se manejan en Semana Santa o en agosto con todo el volumen de viajeros que hay).
Si vas a viajar desde esa terminal, sólo se necesita estar con más tiempo porque es enorme y si se tienen dudas, preguntar a las personas de información (son inconfundibles, llevan unas chaquetas 'verde guacamayo' que se ven a lo lejos y además hay bastantes), que para eso están.

domingo, 19 de marzo de 2006

Portugal: Lisboa (III)

Ya he visitado con la memoria algunas de las zonas más emblemáticas de Lisboa, como pueden ser la Baixa, Pombal o la Alfama. Hoy visitaré el Bairro Alto y el lugar desde el que salieron los hombres que forjaron un imperio: Belém.

En el anterior artículo me había quedado reponiendo fuerzas en una terraza de la Baixa, así que después de darme un poquito a la gula, me acercaba hasta la praça dos Restauradores para tomar el elevador da Glória, que me llevaría hasta el Bairro Alto . El trayecto no era muy bonito, pero tenía su magia, porque sabías que al final de la ascensión, a mano derecha, estaba el miradouro de São Pedro de Âlcántara, desde el que se podía ver una preciosa panorámica del castillo y de la Alfama.
Cruzaba la calle y caminando un poquito, estaba el Instituto do vinho do Porto , dónde se puede probar y comprar una gran variedad del vino más famoso de Portugal (Aunque lo mejor para eso, es hacerse una escapadita a Oporto y visitar una bodega).

Dejando a un lado la iglesia barroca de São Roque, tomaba la Rua Nova da Trindade, donde se puede encontrar una de las cervecerías más famosas de Lisboa, la Cervejaria da Trindade . A pesar de estar lleno de turistas, no es un sitio excesivamente caro y la calidad del marisco es buena. Además, los azulejos de sus paredes son una maravilla y cierran tarde por las noches, una ventaja para los españoles que estamos acostumbrados a unos horarios más tardíos que los portugueses.

Al llegar a la intersección con la Rua Garrett , tenía que hacer una elección. A mí derecha, se veía la plaza de dedicada al autor de Os Lusíadas , Camões , camino que me adentraría en el bairro Alto . O bien, podía ir por mi izquierda, tomando la Rua Garrett que me acercaría a la Baixa mientras paseaba por las calles de Chiado , opción que tomaría porque tenía una cita con un caballero muy agradable, aunque algo silencioso.

Barrio comercial y bohemio, Chiado trata de recuperar el pulso tras el trágico incendio de 1.988, cosa que creo que ha hecho bastante bien. Un poquito más adelante, en la misma calle Garrett, Don Fernando Pessoa, mi silencioso amigo, me esperaba sentado frente al café A Brasileira , uno de los cafés emblemáticos de Lisboa. En la silla, a su lado, siempre había un turista haciéndose una foto, estampa casi obligada entre los visitantes (ahora que lo pienso, yo nunca me la hice. Voy a tener que volver a Lisboa...). En el café, por las tardes, siempre podías escuchar a algunos 'parroquianos' practicando el noble deporte de la tertulia. 'Deporte' que están tratando de revitalizar diversas asociaciones. A ver si alguien se anima en Madrid a hacer lo mismo...
Tras visitar a Don Fernando y dejando atrás los bellos escaparates de cafés y tiendas, llegaba hasta los Armazens do Chiado , que tras estar durante años en ruinas, han sido restaurados y albergan importantes tiendas de moda, librerías, restaurantes y un hotel en sus plantas superiores.

Mis pasos me llevaban hasta la frontera con la Baixa. Con el elevador de Santa Justa como nexo al valle, están la rua y el Largo do Carmo , con la iglesia y el convento góticos del mismo nombre. Bueno, más bien las ruinas que dejó el terremoto de 1.755. Del convento, apenas quedó en pie los arcos ojivales. De la iglesia, una de las más grandes de la época y que estaba llena cuando ocurrió la catástrofe, parte de la nave principal y el coro con su tejado. En el interior, hay ahora un museo arqueológico. Cerca del recinto del convento y de la iglesia, está el Quartel do Carmo dónde Marcelo Caetano se refugió durante la revolución de los claveles y dónde finalmente aceptó entregar el poder a los 'capitanes de abril'. Después de recorrer en una sola manzana, siglos de la historia de la ciudad, desandaba mis pasos hasta la praça de Camões

El Bairro Alto siempre tuvo fama de bohemio y vividor. De día, andando por sus calles y travesías, captas el ritmo cotidiano de la ciudad. Entre sus tiendas de antigüedades y librerías, puedes ver a lisboetas y turistas paseando o disfrutando de una 'bica' en cualquiera de sus cafés, niños jugando y haciendo trastadas por la calle, mujeres tendiendo la ropa...A pesar del movimiento que tiene como cualquier ciudad viva, todo tiene esa pátina de tranquilidad y de suavidad, como si el río que baña la ciudad, marcara el ritmo de sus habitantes. De noche, el barrio cambia y se gana justamente su fama de bohemio y vividor. Tascas y cafés donde disfrutar de una buena cena; las voces rotas que salen de las casas de fado y que se mezclan con los ritmos más actuales de los bares de copas; algún artista callejero intenta sacar algo de dinero con su número...Es un excelente punto de partida para comenzar una noche de juerga en Lisboa y acabar después en los bares y discotecas de las "doças" a la orilla del río.

Antes de ir a Belém, tengo que hacer una parada en un sitio especial para mí. Cojo el ya familiar tranvía número 28 en la plaza de Camões y me paro cerca de la plaza Largo da Estrela , dónde siento que vuelvo a tener 7 años y que es mi primera vez en Lisboa. Estoy frente al primer monumento que visité en la ciudad, la basílica do Coração de Jesús o basílica da Estrela y detrás mío, está el Jardim da Estrela , el más antiguo de Lisboa y en el que pasé tantas tardes jugando con mis hermanas. ¡Me siento tan pequeña cuando camino por el interior!. Casi puedo oír a mi madre regañar a mi hermana Raquel porque siempre montaba 'jarana' para que nos fuéramos a jugar el parque, mientras Noelia y yo nos sentábamos obedientes en un banco.

Volvamos a la ruta hasta Belém.
Bajando por la calle Infante Santo, llegaba a la Avenida 24 de julho, a orillas del río y que actualmente está llena de discotecas. Otro tranvía me llevaba hasta las cercanías del Museu dos Coches , visita que recomiendo. Cada vez que íbamos, toda la familia teníamos que estar con mil ojos, porque mi hermana Raquel (años más tarde secundada por mi prima pequeña), intentaba subirse a los coches y jugar a las princesitas. Por la Rua do Belém mis pasos me llevaban hasta el Mosteiro dos Jerónimos , pero antes, había que hacer una parada de avituallamiento en la Pastelaria Belém, donde hacen los mejores pasteles de Belém de toda la ciudad.

Con mi pastel en la mano, me sentaba mientras me lo comía en la Praça do Imperio, a contemplar la fachada sur del monasterio. El rey Manuel I, el Afortunado lo mandó construir para conmemorar el regreso de Vasco da Gama de la India y como panteón real para los miembros de su dinastía, empleando el dinero de los impuestos del tráfico de especias. El emplazamiento del monasterio lo ocupaba la ermita do Restelo, donde da Gama y sus hombres rezaron la noche antes de su partida (y es que con lo que tenía por delante, cualquier ayuda era bienvenida).
A mi espalda, estaba la playa de la que salieron esos grandes navegantes portugueses. Finalizado mi ágape, me acercaba hasta la puerta sur de la iglesia de Santa María, mi puerta de entrada al monasterio. A pesar de su espectacularidad, no es la puerta principal de la iglesia (la principal es mucho más modesta).
La iglesia está construida en estilo manuelino y al entrar en la nave principal, volvía a tener el mismo problema que tenía en la Baixa. ¿Dónde miraba? La bóveda polinervada me llamaba desde lo alto, pero seguramente lo que más me atraía eran las columnas, tan ricas en adornos, verdaderas filigranas sobre piedra. ¿Y los sepulcros? El de Vasco de Gama me encantaba. Primero, por la ornamentación del sarcófago, con esos motivos tan manuelinos (como la cruz de la Orden de Cristo, de la que fue investido caballero). Y segundo, por la imagen del navegante. Me parecía tan real que en cualquier momento esperaba que fuera a incorporarse y decirme "Vamos para a India, rapariga". Y yo me habría ido con él, claro.
Mis pasos me llevaban hasta el claustro. Me relaja deambular por los claustros de iglesias y monasterios, sumida en mis pensamientos. Tenía un conocido que creía en temas de horóscopos e historias similares y que al verme en Alcobaça , dijo que yo me sentía tan a gusto allí porque en otra vida fuí monja (¿?). Hay gente "pá' tó'".

Después de pasar, no sé muy bien el tiempo, paseando por el monasterio, salía al exterior del barrio de Belém para afrontar mi última visita: la Torre de Belém . Pero antes tenía que pasar frente al Centro cultural de Belém , construido a principios de los 90 y que a mí me parece que le pega al barrio "como a un Cristo dos pistolas".
Volviendo a la Torre de Belém...En los siglos XV-XVI y gracias a los descubrimientos de sus navegantes, el puerto de Lisboa era uno de los más importantes de Europa y precisaba protección. Don João II, padre de Manuel I, trazó un plan defensivo que consistía en tres baluartes protegiendo la entrada a Lisboa: el de Cascais, el de São Sebastião de Caparica, al otro lado de la desembocadura y una tercera fortaleza, que se encargó su hijo Manuel de construir. Eran apoyadas por una nave llenita de artillería en medio del río. Así que a ver quien era el guapo que se atrevía a atacar la ciudad por mar... La torre de Belém, de estilo manuelino, tiene dos estructuras claramente diferenciadas: la torre propiamente dicha, de tradición medieval y el baluarte, por donde se accede al monumento, de concepción más moderna. Con el paso de los años y el empleo de nuevas técnicas de artillería y construcción, cayó en desuso como baluarte, siendo empleada como puesto de aduanas, prisión e incluso faro. Unas cuantas escaleras más y llegaba hasta lo alto de la torre, donde podía contemplar todo el mar de paja. ¿Y qué es el mar de paja? Pues el estuario del Tajo, que por su enorme extensión y los reflejos dorados de sus aguas lo llaman así.

El Tajo...Hilo conductor de la ciudad, desde las calles medievales de la Alfama, hasta las zonas más modernas como puede ser el Campo das Nações, donde se ubicó la Expo del 98 y que merece la pena visitar. El río es el rasgo más distintivo de la ciudad.

Sé que me he dejado cosas en el tintero, pero los artículos que he escrito son sobre la Lisboa que me enamoró cuando era una niña. Espero que hayan picado la curiosidad por conocer esta magnífica ciudad a quien no había pensado en ello o que sean de utilidad para quien vaya a visitarla.

Quería acabar con la letra de una canción del último disco de Madredeus, uno de mis grupos favoritos, que recoge perfectamente mis sentimientos sobre esta magnífica ciudad.

Adoro Lisboa

Lisboa tem histórias de reis,
De mares e de selvas
Lisboa tem histórias de hotéis,
De espiões e de guerras
Lisboa tem lendas de heróis,
Princesas, donzelas
Lisboa tem lendas do cais,
Do fado e navalhas;

Lisboa tem a tradição,
Dos bairros antigos
Vinho e sardinhas no verão
à beira do rio
Lisboa tem os rés-do-chão
E as altas mansardas
E há que descer e subir
Por estreitas escadas

Adoro Lisboa,
Eu quero-lhe bem,
Gosto de ver as gaivotas nos céus de Belém.

Adoro Lisboa,
E as histórias que tem
E sei que há muita gente
Que adora também

sábado, 18 de marzo de 2006

Portugal: Lisboa (II)

Si en mi anterior artículo, la incursión a Lisboa fue por mar, ahora toca el asalto por tierra. Podía ir en coche con mi padre (lo que suponía que ese día me iba a tener de recadera por Lisboa o ayudándole en la oficina) o en autobus. Al cruzar el puente 25 de abril, veía a lo lejos el Aqueduto das Aguas Livres , construido en el siglo XVIII para abastecer de agua a la ciudad y el Parque Forestal de Monsanto , pulmón de la ciudad y donde he pasado muy buenas mañanas de domingo con mi familia.

En mi anterior artículo no lo mencioné pero desde Praça de Espanha (dónde me dejaba el autobus), se puede hacer una escapadita para ver la 'plaça de toiros' de Campo Pequeno. Ya comenté en alguna ocasión que aunque no soy una gran aficionada, muy de vez en cuando, veo una corrida de toros. Pues una de las pocas corridas de toros que he visto en directo, la ví en Campo Pequeno y aluciné. Primero, no era una corrida a pie, sino de rejoneo. Tras la faena de los jinetes y sabiendo que en Portugal no se mata a los toros en público, pensé que ya estaba eso acabado. Pero me equivocaba, lo mejor estaba aún por llegar: los forçados. De repente ví que aparecían por la barrera, un grupo de ocho jóvenes, vestidos con trajes típicos de las zonas rurales, caminando todos en fila. Al frente, caminaba el 'primer pegador', con paso firme y un movimiento un tanto chulesco, que con su voz retaba al animal a atacar. El toro levantó la cabeza, vió a ese grupo de provocadores y embistió. El hombre se plantó firme mientras el animal cargaba contra él. Y yo desde mi asiento pensaba "lo va a destrozar, que es un bicho de 500 kilos". En la primera embestida, el pegador no se agarró bien y el toreo lo volteó por los aires. En toda la plaza se oyó un lamento colectivo, mientras yo contenía la respiración al ver como el hombre era zarandeado por el animal. "Bueno, ahora después del meneo, se irá a su casa". Pero no. El hombre se incorporó y con el mismo gesto chulo, se enfrentó de nuevo al toro, que respondió a su rival, embistiendo de nuevo. Pero esta vez, el hombre logró agarrarse en condiciones y rápidamente, sus compañeros se fueron encaramando uno tras otro al animal, para doblegarle por el peso conjunto. Uno de ellos, el 'rabejador' le agarraba por el rabo para controlar sus movimientos. Al final, tras unos minutos de lucha, el animal acabó rindiéndose y ellos abandonaron la plaza con el mismo paso garboso con el que habían entrado.

Bueno, después de esta incursión en el mundo taurino (que estoy segura de que no gustara a muchos), volvamos a Lisboa. En Madrid, siempre que puedo, evito el metro, porque prefiero viajar en autobus (para contemplar el paisaje) o pasear por la ciudad. Pero el metro de Lisboa es una experiencia que no hay que perderse. Las estaciones están recubiertas de azulejos cuyos motivos varían según la estación y que hacen más agradable el ambiente subterráneo. Mi trayecto desde Marques de Pombal finalizaba en Restauradores. Bajaba hasta Rossio y en vez de dejarme tentar por la Baixa, me acercaba a la vecina "Praça da Figueira". Llena de cafés y tiendas, en el centro se yergue una estatua ecuestre del rey João I , primer rey de la dinastía de Avis e hijo ilegítimo de Pedro I de Portugal (que como al de Castilla, también se le conoció con el apelativo de "el Cruel") de quien otro día contaré una leyenda.

Desde la plaza iniciaba mi paseo por la Lisboa más antigua, entrando poco a poco en el barrio da Mouraria (la antigua morería), mientras me dirigía al mirador de Graça, vecino a la iglesia del mismo nombre y desde el que se puede contemplar la cúpula de la Igreja de Santa Engrácia, panteón nacional dónde hay cenotáfios del poeta portugués Luiz Vaz de Camões, de los exploradores Pedro Álvares Cabral y Vasco da Gama o de la gran cantante de fados, Amália Rodrigues , entre otros. Las obras de la iglesia se prolongaron durante 284 años, lo que ha dado pie a un dicho similar al nuestro de las obras del Escorial.

Unos pasos más y llegaba hasta la parada del tranvía 28.
¿Qué sería de Lisboa sin los tranvías? Las vías cruzan las principales calles de la ciudad como si de venas se tratara. Y al fin y al cabo lo son, porque trasladan a los habitantes que nutren la ciudad con esa vida tan especial. Si montas en los más antiguos (los 'amarelos'), con sus bancos de madera, te puedes trasladar años atrás en el tiempo. También se puede coger el turístico, conocido como el 'electrico de las colinas' que en un trayecto de hora y pico recorre los puntos más emblemáticos de la ciudad, sin hacer ninguna parada. Yo prefiero los normales, que además de ser más baratos, te permiten mezclarte con los habitantes de la ciudad y observar su día a día.

Si pagaba mi billete (que había veces que no y me colaba) y tenía suerte, me sentaba en un banco de madera junto a una ventana y me disponía a disfrutar del espectáculo, porque montar en esa línea lo era.
Primero pasábamos junto a algunas casas señoriales del siglo XVIII y junto a la "Basílica de São Vicente da Fora", mandada construir por nuestro rey Felipe II y que está dedicada al patrón de la ciudad. Respecto al santo, hay una historia curiosa que se refleja en el escudo de Lisboa. Dicen que cuando el rey Afonso I ordenó traer los restos del santo desde el cabo que lleva su nombre, unos cuervos que protegían el cuerpo del ataque de los buitres, lo escoltaron durante todo el viaje y como agradecimiento, junto a la barca del santo que aparece en el escudo, están dibujados los cuervos.
Después, dejando la iglesia atrás, nos adentrábamos en las calles de la Alfama. El tranvía serpenteaba por calles estrechas (tanto que en algunas calles, hubieras podido llamar a las ventanas de las casas desde tu asiento y pedir un vaso de agua a los vecinos), teniendo que parar en alguna ocasión porque había un coche mal aparcado y avisando con su campana en las intersecciones por si venía un conductor despistadillo o en sentido contrario.

Me bajaba en la parada del mirador de Santa Lucía , desde el que se tiene unas vistas espléndidas de los tejados y buhardillas de las casas de la Alfama que bajan hasta el río. A veces el viento traía, junto al aroma del río, aromas de albahaca, cilantro o de sardinas asadas. También traía ecos de fado de las casas de fado y de las tabernas, dónde cantantes improvisados se arrancaban a cantar. Canciones populares que pueden hablar sobre un amor perdido o sobre la vida diaria de los habitantes de un barrio, pero siempre impregnadas de ese algo tan característico de los portugueses, la saúdade. No sé si sabré sepa expresar muy bien que es ese sentimiento, pero creo que es melancolía por el recuerdo de una felicidad ausente. A pesar de la tristeza y el fatalismo, siempre hay un resquicio de esperanza, de que esa felicidad retorne cuando menos te lo esperas. Supongo que una de las mejores formas de entender la saúdade es escuchar un fado, porque aunque no se entienda la letra, las voces rotas de los cantantes saben transmitirlo. Es como el blues, una música que te toca directamente el alma.

Después de perder mi mirada por la amplitud del Tajo, tocaba hacer piernas subiendo al Castelo de São Jorge . Así que pertrechada de un calzado cómodo (imprescindible en Lisboa que con tanta subida y bajada y el empedrado de las calles, acabas con los pies destrozados), iba al asalto de una de las zonas más antiguas de la ciudad. Parte de sus murallas vienen de la época de la ocupación musulmana de la ciudad, pero éstas se construyeron sobre un asentamiento romano, que a su vez se asentó sobre uno cartaginés (y éste, sobre uno fenicio, que el sitio tiene solera). El castillo ha sido residencia real, acuartelamiento, prisión e incluso teatro, pero tras el traslado de la residencia real a la zona ribereña, sufrió unos años de decadencia. Hasta que a principios del siglo XX se le clasificó como monumento nacional y comenzó su restauración. Ahora, además de un excelente mirador desde el que contemplar la ciudad, se puede visitar una torre oscura (la torre de Ulises) dónde narran la fundación de la ciudad por el héroe griego (una de las leyendas de Lisboa), las antiguas celdas donde hay exposiciones sobre la historia del castillo y desde el verano pasado, las excavaciones arqueológicas. O simplemente, se puede tomar el sol en sus jardines y escuchar las historias que cuentan sus piedras.

De vuelta al mirador de Santa Lucía y un par de paradas más tarde de tranvía, tenía ante mí la catedral de Lisboa. La mandó construir don Afonso Henriques, primer rey de Portugal, tras la conquista a los moros de la ciudad. Se cree que está asentada sobre el mismo terreno que ocupaba la antigua mezquita de la ciudad. Su sobria fachada, de estilo románico, siempre me recordó más a una fortificación militar que a una iglesia, pero esa sensación se perdía en cuanto entraba en su interior. Podía pasear por sus distintas dependencias (nave central, capillas, el deambulatorio y el claustro, mandado construir por el rey Don Dinis) con sus distintos estilos artísticos o sentarme en uno de sus bancos a imaginar la de cosas que habrían presenciado sus muros y disfrutar de la calma, sólo rota por el ruido de los turistas, que hay entre esas cuatro paredes.

Después del frescor del interior de la catedral, salía al calor del verano y descendía hacia el Tajo, perdiéndome por las calles de la Alfama. Un gato en una esquina comía restos de sardinas, unas señoras charlaban frente a la puerta de su casa, unos tiestos colgando de un balcón...eso es la Alfama.

Ya en la ribera y camino de la praça do Comércio pasaba frente a la Casa dos bicos , con su fachada adornada con cabezas de diamante. Tanto subir y bajar cuestas me había abierto el apetito y acababa picando con un pastel de nata y un zumo, con los que reponer fuerzas antes de visitar el Bairro Alto.

miércoles, 15 de marzo de 2006

Portugal: Lisboa (I)

Ayer me tocó preparar un viaje por la Costa de Lisboa y la región de Leiria y la verdad es que disfruté como una enana. Me gusta mucho Portugal, pero por Lisboa siento debilidad. Es una ciudad que no deja indiferente: o la aborreces o te rindes a sus encantos. Y bueno, yo me rendí muy pronto.
Fui por primera vez a Lisboa el verano en el que cumplí 7 años y desde entonces, he repetido a menudo. Tuve la suerte de que mi padre vivió una buena temporada a caballo entre Madrid y Lisboa, por lo que me escapaba muchos fines de semana para pasarlos con él (además de las vacaciones estivales).

Nuestra casa estaba en la playa, en una zona dónde la bandera roja era bastante frecuente. Muchos de los días en los que estaba el mar guerrero y no podías darte un chapuzón, me iba a dar un 'garbeo' por Lisboa con la excusa de ir a buscar a mi padre al trabajo para comer con él.

El viaje desde São João da Caparica era genial porque tenía que cruzar el Tajo en transbordador. También se puede ir en autobus, cruzando el río por el puente, pero no es lo mismo.
Me gustaba hacer el trayecto en el exterior del barco, para embriagarme con el olor de la brisa marina. Tenía la sensación de sentirme observada por las dos 'moles' que acompañaban nuestra travesía. La primera, a nuestra espalda, era el monumento del Cristo Rei, desde el que se tienen unas vistas impresionantes de Lisboa y de la desembocadura del Tajo (sólo hay que subir en el ascensor hasta una altura de 82 metros).
Y a la izquierda, el “Puente 25 de abril".


Llamado puente Salazar cuando se inauguró, cambió su nombre en conmemoración de la Revolución de los claveles .

El trayecto finalizaba en la Estación fluvial y a través de una escalinata de mármol, se subía hasta la "Praça do Comércio", puerta de entrada desde el Tajo a la Baixa Pombalina. Lisboa fue casi totalmente destruida (las zonas menos afectadas fueron la Alfama y el barrio de Belem) por un terremoto en 1755, catástrofe que cambió radicalmente la fisonomía de la ciudad. El primer ministro, Sebastião do Carvalho, Marqués de Pombal, se puso manos a la obra y reconstruyó la ciudad siguiendo un trazado más racional, que fue ejemplo de ordenación urbanística para otras ciudades de la época. La Baixa es su máximo exponente, con sus calles anchas dónde reinan la simetría y el orden, que contrastan con el vecino (y algo caótico) barrio de la Alfama. Todo en la Baixa parece trazado con tiralíneas y sólo rompe la rectitud de sus formas, los adornos de las balconadas de sus fachadas y los mosaicos de las aceras de algunas de sus calles.
Me gustaba pasear por la plaza y perder tiempo curioseando por los puestos de los vendedores y artitas callejeros o viendo el ir y venir de los tranvías, antes de cruzar el arco del triunfo que sirve de nexo con la Rua Augusta.
Y ahí empezaban mis 'problemas'. Porque...¿dónde mirar?. Los azulejos que adornaban algunas fachadas, los escaparates de las tiendas, la vida que destilaban los cafés y restaurantes, la gente que paseaba...por no hablar de las aceras, con el claro-oscuro de sus mosaicos pulidos por millones de pasos. Todo me llamaba la atención. Así que pasaba ratos muertos paseando arriba y abajo por esa calle y sus aledañas. Cuando me hice más mayor, aprendí a disfrutar de una buena 'bica' (un café bien cargado) y un pastel de nata, mientras observaba desde la terraza de un café a los paseantes.
Una advertencia para los golosos. Los mejores pasteles que he comido en mi vida, los he comido en Portugal. ¡Qué peligro! Tienen una gran variedad y están todos de vicio. Claro, que después llegan las lamentaciones cuando se van todos a los michelines. Mis favoritos: el pastel de Belém y los traveseiros y queijadas de Sintra.

Había veces en las que mis pasos me llevaban al Elevador de Santa Justa. Diseñado por un aprendiz de Gustave Eiffel, a principios de siglo XX, cuando empezó a funcionar, unía la zona de la Baixa, con la Rua do Carmo, en el comercial barrio del Chiado. Ahora es un mirador desde el que se puede disfrutar de las vistas mientras se toma un café. Y una de esas vistas, es la del barrio del Chiado.
En agosto de 1.988, ocurrió la segunda catástrofe más grave en la historia de la ciudad: el incendio del Chiado, que destruyó gran parte del casco antiguo, especialmente el barrio dónde se originó. Recuerdo que interrumpieron la emisión de los dibujos animados que estaban viendo mis hermanas para informar sobre el incendio. Durante 11 horas las llamas consumieron casas y tiendas, convirtiendo en cenizas los recuerdos de muchos lisboetas y de los extranjeros que queremos a esa ciudad. Recuerdo a al mejor amigo de mi padre, Trindade, un hombre fuerte y jovial, que tiempo después no podía contener las lágrimas al ver imágenes del incendio, porque él había nacido en el Chiado.

Dejaré penas a un lado y volveré a mi paseo por Lisboa. La siguiente etapa en mis garbeos por la Baixa era la "Praça do Pedro IV", más conocida como Rossio. Dos fuentes barrocas ('pila bautismal' para muchos novatos de la universidad) flanquean una columna con una estatua del rey Pedro IV, responsable de la independencia de Brasil (país del que fue proclamado emperador), mientras que en el fondo se ve la fachada del Teatro Nacional Dª María II. La plaza está llena de cafés (algunos tan conocidos como el Nicola o la casa Suiça) y tiendas, con sus escaparates de principios del siglo XX. Es un punto de encuentro en la ciudad, ideal para comenzar la noche.

Dejando atrás la plaza y a unos pocos pasos, me encontraba con la fachada de la estación de trenes del Rossío, desde dónde parten los trenes para visitar Sintra. Sus puertas principales siempre me hicieron recordar a los ojos de un búho que observaba el devenir de la ciudad.



Unos pasos más y pasando la "Praça dos Restauradores", me encontraba frente a frente con la "Avenida da Liberdade", nexo entre la Baixa y la plaza del Marqués de Pombal. A ambos lados, teatros, cines, hoteles, tiendas y tráfico. La verdad es que después de la tranquilidad de las calles peatonales de la Baixa, el humo y el ruido de los coches hacían que me gustara poco pasear por esa avenida y la mayoría de las veces acababa cogiendo un autobus que me llevara hasta la "Praça Marques de Pombal".

En el centro de la rotonda, se yergue una estatua del Marques con un león (símbolo de poder) que contempla su obra maestra: la Baixa. En la base del monumento, se pueden contemplar otros logros del marqués, en materia de educación o agricultura y como no, una referencia al terremoto en forma de dos bloques de piedra partidos. Acercarse a ver la estatua de cerca puede ser un deporte de riesgo porque aquí conducen como locos, pero merece la pena. Y para olvidarse un poco del tráfico y reconciliarse con esa Lisboa más tranquila, un paseo por el vecino "parque de Eduardo VII", el jardín más grande y bonito de Lisboa. Con sus avenidas flanqueadas por árboles centenarios o el jardín de "Estufa fría". Aunque no es un jardín botánico al uso, se puede ver un bosque de helechos o disfrutar de variadas especies de plantas tropicales, en la zona conocida como "estufa quente".

Después de tanto paseo, tocaba ir a buscar al 'jefe' para comer con él.
Si antes hablé de los pasteles, ahora vuelvo a tocar el tema de la comida. El plato estrella en Portugal (y uno de mis favoritos) es el "bacalhau". Al fin y al cabo, fue un portugués quien descubrió el importante banco de este pescado que hay en Terranova. Dicen que en Portugal tienen mil y una formas distintas de prepararlo y seguro que están todas riquísimas.
En Lisboa, son muy tipicos los "bolinhos" (una especie de croquetas hechas con puré de patata y bacalao) y las "pataniscas". También están muy ricas las lenguas, hervidas y salteadas con un poco de ajo. Como platos principales, en Lisboa se puede encontrar en casi cualquier restaurante el Bacalhau à bras o el Bacalhau à Lisboa Antiga . Aunque yo podría, no sólo de bacalao vive el hombre.
Despues de los entremeses, una buena sopa, como puede ser el alentejano "caldo verde". Gracias a los cercanos pueblos de pescadores, en Lisboa se tiene muy buenos productos del mar que se traducen en platos como las calderaidas o unos ríquisimos arroces o pescados frescos a la plancha o asados (como las sardinas asadas, cuyo olor suele ser muy frecuente en el barrio de la Alfama). Y para aquellos a los que no les guste el pescado, un buen "bife con patatas fritas, ensalada y arroz" (filete de ternera, generalmente lomo) o un "leitão a bairrada". No me olvido de los golosos. De postre, unas riquísimas farófias, un flan de huevo o una buena porción de queso de la "Serra da Estrela". Todos estos manjares pueden ir acompañados por un "vinho verde" bien fresquito o un tinto del Alentejo con más cuerpo. Y ya para rematar este ejercicio de gula, un chupito de "bagaçeira" (orujo) o de "ginjinha", aguardiente de guindas y una buena "bica".
Sólo de pensar en cosas tan ricas, me está entrando hambre, así que será mejor que siga con mi paseo.

Después de comer, me gustaba acercarme a la "Praça de Espanha" a curiosear por los puestos del mercado que está todos los días (salvo los domingos) o a pasar el resto de la tarde en el Museo Calouste-Gulbenkian . La verdad es que conocí el museo por casualidad. Una amiga de mis padres se dió cuenta de que me gustaban mucho los libros, ya que siempre me paraba ante los escaparates de las librerías antiguas con los mismos ojos que ponía ante el escaparate de una pastelería y me llevó un día a ver ese museo.

Acababa la jornada en la oficina de mi padre, esperando que terminara de trabajar para regresar a casa. Y cuando íbamos en el coche cruzando el "25 de abril", ya iba pensando en mi siguiente 'asalto' a Lisboa.

martes, 14 de marzo de 2006

Juegos de rol



Cuando dices ‘soy jugadora de rol’, generalmente, la primera reacción de tu interlocutor es poner una expresión de alarma y decir ‘¿Eso no es lo de los asesinatos?’. Si tengo la suficiente confianza con esa persona y la veo receptiva, empiezo una explicación de lo que son los juegos de rol (explicación que me voy a ahorrar aquí y os mando a la que hizo Blagdaros en esta página).

Hay veces en las que le invito a participar en una partida (aunque sea como espectador) y les recomiendo que se lean el artículo de Pérez Reverte “Homo Ludens” (lo podéis encontrar en la página de Dianora, en los artículos de “El Semanal” del año 1.994).

La verdad es que ese artículo fue uno de las pocos que salieron en defensa de nuestra afición ese año. En abril, se cometió el mal llamado “asesinato del rol” y ciertos programas de televisión se cebaron con nosotros en una auténtica caza de brujas. Recuerdo que en un programa de Nieves Herrero salió una imagen de una “partida” (o la visión que tenían ellos de una partida) todo oscuro y tétrico (que no me explico como podían ver siquiera los dados con tan poca luz) en la que junto a los dados, las fichas y los lápices, salía un cuchillo de carnicero que habría sido la envidia de Norman Bates. Cuando en mi casa lo vieron, se asustaron (yo llevaba jugando muy poco) y me dijeron que si eso era cierto. Creo que mi respuesta de entonces fue algo del tipo “pues el cuchillo como no sea para cortar jamón...” y me decidí a montar unas partidas en la biblioteca de mi barrio para que vieran que era algo inocuo.

Ahora parece que las cosas están mal calmadas (aunque de vez en cuando, aún se apunta en la prensa a los roleros como responsables de actos vandálicos) y aunque haya gente que te sigue mirando 'raro', en cuanto les explicas un poquito lo ven como lo que es. Una afición más, completamente inocua y con la que pasas momentos muy divertidos.

jueves, 9 de marzo de 2006

No sé si tomármelo a guasa o ponerme a llorar.

Al leer esta noticia
no sabía si reir o llorar. También pensé en cerrar la oficina e irme a dormir a casa...

Soy la primera que asume sus responsabilidades y si he hecho mal mi trabajo, tengo que responder ante el cliente e indemnizarle según le corresponda (igual que si me equivoco haciendo un cálculo pago yo la diferencia y la próxima vez estaré más atenta), pero creo que se sacan las cosas de quicio y se busca un culpable que no es tal. Una cosa es una negligencia y otra muy distinta es un accidente.

Una agencia de mi grupo está metida en juicios porque un cliente en México bajó de una lancha en marcha con tanta mala fortuna que se cayó y ha quedado paralítico. ¿Por qué se hace responsable a la agencia? El cliente contrató la excursión por su cuenta en destino (la agencia ni lo organizó ni percibió ningún beneficio por ello) y fue su propia irresponsabilidad la que le ha llevado a ese estado, pero por lo pronto, la agencia tiene que pagar abogados y procuradores para defenderse.
Y en el caso que menciona la noticia, ¿voy a tener que irme de vacaciones con los clientes y vigilar que no les pase nada? ¿Tendré que darles de comer para que no se me atraganten, darles las cremitas protectoras para el sol por si se me queman y velar su sueño? Pues voy a necesitar unos cuantos clones...
Y es que esto me parece rídiculo y un atentando contra el sentido común (que me estoy dando cuenta de que es el menos común de los sentidos). Si yo me atraganto comiendo pipas, ¿puedo denunciar al señor quiosquero que me las vendió o al fabricante que las envasó?. Pues nada, ahora lo que tendré que hacer, es que los clientes me firmen un documento en el que reconocen que se les ha ofrecido un seguro de accidentes y lo han rechazado, para cubrirme las espaldas porque visto estas recomendaciones tan peregrinas, nunca se sabe...

Voy a llamar a la correduría de seguros y pedirles que incluyan nuevas coberturas como la impotencia o la frigidez en los seguros de 'accidentes' no vaya a ser que me protesten los novios en luna de miel porque el/la respectivo/a no cumple.

miércoles, 8 de marzo de 2006

Niños

Me encantan los niños. Siempre que hay algún evento en el que hay niños, tarde o temprano acabo jugando o haciéndome cargo de ellos. Algo tan aburrido como esperar en una cola se me suele hacer más ameno cuando hay un niño pequeño cerca. Si ven que les observan, te miran con curiosidad y con cierta dosis de desafío. Y claro, lo que menos se esperan es que tú, en vez de hacerles las típicas ‘moñadas’, les desafíes a tu vez, sacándoles la lengua o haciendo muecas. La mayoría no se deja intimidar y responden a tu desafío. Esa pequeña ‘batalla’ suele acabar con risas del peque y una sonrisa muy grande en mi cara (y yo colorada como un tomate al ser sorprendida por los padres haciendo muecas).
Me repatea los adultos que tratan a los niños como si fueran imbéciles. No lo son. Simplemente no tienen ni la información ni la experiencia que tienen los adultos, pero se puede aprender de ellos. Si de las personas mayores puedo aprender escuchando sobre sus experiencias; de los niños, aprendo de su inocencia y de esa curiosidad que sienten por su entorno.
Y esa inocencia, es una de las cosas que los adultos tenemos la obligación de preservar (ya tendrán tiempo de crecer y perder parte de esa inocencia e ilusión). Otra de nuestras obligaciones sería ayudarles adecuadamente en su aprendizaje (pero como tantas otras cosas, a esta sociedad se le olvida muy a menudo) y defenderles frente a las agresiones.
Por eso, me pongo enferma de rabia (y la de barbaridades que me pasan en esos momentos por la cabeza) cada vez que veo como se mata la ilusión de un niño o se les hace daño.
Me ha pasado esta mañana al leer esta noticia.
¿Cómo puede haber tanto hijo de puta suelto por el mundo? Primero, los padres biológicos (si es que se les puede llamar padres a esos animales) y el compañero de la madre y por último, los burócratas que, en vez de pasarse la pelota y ‘marear la perdiz’
(como se puede ver aquí y aquí )
podían haber actuado. En caso de duda, siempre hay que proteger al más débil y si hubieran seguido esa consigna, esa pobre niña no estaría hoy en coma.
Desde el cabreo que siento, me pregunto para que sirven los servicios sociales. Sé que ayudan a mucha gente, pero en el fondo, no puedo evitar pensar que son para que chupen del bote los mismos de siempre. Y que dan las espalda a los verdaderos problemas y dejan a los indefensos a merced de su suerte.

martes, 7 de marzo de 2006

Juventud divino tesoro!!

“(Ella) - He visto una foto tuya del viaje de fin de curso. Estábais hechos unos ‘yogurines’
- (Yo) Oye, guapa, un respeto a las canas que no tengo, que soy cuatro años mayor que tú.
(Ella) – ¿Mayor que yo? Imposible, tú eres de mi quinta.
(Yo) - Que va…lo que pasa es que me conservo muy bien. ”


Esta conversación banal que mantuve esta tarde, junto con otras similares que he tenido últimamente, me han llevado a escribir este post.

¿Por qué todo el mundo me echa menos edad ahora cuando siempre ha sido al revés? ¿Estaré involucionando en vez de evolucionar y madurar?

En el instituto, siempre me trataba todo el mundo como si tuviera más edad. La primera vez que trabajé de guía apenas tenía los dieciocho años y hubo clientes que pensaron que llevaba años trabajando en eso. Incluso en la facultad, un amigo y yo nos hicimos pasar por profesores y nos tomamos unos vinitos a la salud de los ‘pardillos’ de primero que se lo creyeron (dinero para fotocopias, ya se sabe :-)). Supongo que el ser siempre “la peque” de la pandilla y que los hombres que han sido mis parejas siempre han sido mayores que yo, reforzaba esa impresión de que tenía más edad, algo que me halagaba.

El vivir algunas experiencias y a un ritmo demasiado vertiginoso, me hicieron perder el interés por aprender (con lo curiosa que he sido yo siempre) y la capacidad de sorprenderme. Y empecé a sentirme vieja con poco más de veinte años. Creía que ya estaba de vuelta de todo y que nada importaba. ¡Imbécil!

Pero me puedo considerar una persona afortunada y recapacité. Me libré de algunas personas que sólo eran un lastre y he ido recuperando ese interés por aprender. Me siento más joven ahora que hace diez años y estoy viviendo con treinta años algunas de las cosas que tenía que haber vivido con veinte, pero con la ventaja de la experiencia.

La verdad es que este entusiasmo que he recuperado, me encantaría contagiárselo a algunas personas a las que aprecio y que veo que han perdido esa chispa. No sé por dónde empezar a hacerlo, pero soy joven y tengo tiempo por delante para averiguarlo.

domingo, 5 de marzo de 2006

Una de cine.

Este fin de semana, por culpa del frío y la lluvia (que hoy parecen haberse esfumado) tocó cine.
Empecé en casa viendo la película "Sr. & Sra. Smith", una película entretenidilla para pasar el rato. Es la historia de un matrimonio de asesinos que ignoran el verdadero trabajo de su cónyuge hasta que reciben como encargo matarse mutuamente. Muchos tiros, algunas risas y sobre todo, 'alegrarse la pestaña' con dos de los guapos del cine, Brad Pitt y Angelina Jolie (que se liaron en esta película y que van a ser papás próximamente)
Y después de esa película de pasar el rato, tocó en el cine una película que me ha encantado (esta cae en dvd) que es "Buenas noches y buena suerte", una de las nominadas al Óscar esta noche como mejor película y dirigida por un cada vez más sorprendente George Clooney.



La película trata sobre una etapa en la vida del periodista Edward R. Murrow: su enfrentamiento con el senador Joseph McCarthy (el de la caza de brujas de los años 50 en los Estados Unidos) y de la ética en el periodismo (y en la vida en general).
En poco más de hora y media, con un excelente plantel encabezado por
David Strathairn en el papel de Murrow (por el que está nominado a los Óscars) y unos maravillosos secundarios (entre ellos el propio Clooney, Robert Downey Jr., un genial Frank Langella o Ray Wise), la cinta rodada en blanco y negro (con aspecto de documental y en la que se emplean imágenes reales de McCarthy) me parece una película redonda. Primero, por su factura técnica y segundo, porque es de esas películas que te hacen pensar.
Hacía tiempo que no salía del cine en silencio sin comentar lo que había visto y meditando sobre ello (Me pasó entre otras con "Antes de la lluvia", "El odio", "El hundimiento"...)
Algunos críticos dicen que es sólo un catálogo de buenas intenciones, demasiado tibia o que no toma una postura crítica más contundente. A mí la película me recuerda al cine que rodaba Capra (y no sólo en su factura, sino en su enfoque). Ese cine de gente corriente que con su acciones intentan cambiar el devenir de los acontecimientos y se enfrentan a la injusticia. Y que sin pretenderlo, se convierten en héroes y en la voz de la conciencia de su sociedad (como James Stewart en
"Caballero sin espada" o Gary Cooper en "Juan Nadie").
La película de Clooney comienza y finaliza con el discurso que dió Murrow en 1958 en la convención de la Asociación de Directores de Informativos para Radio y Televisión.

Puede que esto no guste a nadie. Al final de este discurso, puede que algunos acusen a este periodista de morder la mano que le da de comer y puede que reprochen a la Asociación de haber dado acogida a ideas subversivas e incluso peligrosas. Y sin embargo, el sofisticado entramado de emisoras, agencias de publicidad y patrocinadores permanecerá impasible.
Es mi voluntad y mi deber hablar con franqueza a los que integráis este sistema sobre lo que ocurre en la radio y la televisión. Y si lo que voy a decir trae consecuencias, yo soy el único responsable de esta opinión.
Pasaremos a la historia por nuestros actos. Si dentro de 50 ó 100 añños aún quedan historiadores y aún se han conservado los quinescopios de lo emitido en una semana por las tres cadenas; encontrarán registradas, en blanco y negro o en color, pruebas de nuestra decadencia, nuestro escapismo y nuestro aislamiento de las realidades del mundo en el que vivimos. Somos una sociedad opulenta, acomodada y autocomplaciente. Adolecemos de una alergía innata a la información que nos perturba.
Los medios son un reflejo de esta situación. Como no dejemos de considerarlos un negocio y reconozcamos que la televisión está enfocada básicamente a distraernos, engañarnos, entretenernos y aislarnos; la televisión y los que la financian, los que la ven y los que la producen, podrían percatarse del error demasiado tarde.

He comenzado diciendo que pasaremos a la historia por nuestros actos. Si continuamos así, la historia se tomará la revancha y las consecuencias no tardarán en alcanzarnos.
De vez en cuando, conviene exaltar la importancia de las ideas y de la información. Imaginemos, por un momento, que un domingo por la noche un espacio normalmente ocupado por Ed Sullivan, sea cedido a un análisis del estado de la educación pública.
Y unas semanas más tarde, un espacio utilizado por Steve Allen se dedique a un estudio exhaustivo de la política americana en Oriente Medio.
¿Saldría la imagen corporativa de los patrocinadores perjudicada? ¿Montarían los accionistas en cólera y protestarían? ¿Qué otra cosa pasaría, más que unos millones de personas recibirían un poco de luz sobre temas que pueden determinar el futuro de este país y por tanto, el futuro de las empresas?
A los que afirman "la gente no los vería, no les interesa" "todo les da igual, sólo quieren evadirse", sólo puedo responder, que en la opinión de este periodista existen pruebas que rebaten ese argumento.
Pero aunque tuvieran razón, ¿qué tienen que perder? Porque si tienen razón y este instrumento no sirve más que para entretener, divertir y aislar, el tubo catódico ya parpadea y pronto veremos como la lucha está perdida.
La televisión puede enseñar, puede arrojar luz y sí, hasta puede inspirar. Pero sólo lo hará en la medida en que nosotros estemos dispuestos a utilizarla con estos fines. De lo contrario, sólo será un amasijo de luces y cables.
Buenas noches y buena suerte.


Tristemente, este discurso sigue muy vigente (y no sólo en lo que se refiere a los medios de comunicación, sino a la sociedad)

viernes, 3 de marzo de 2006

Ley de la igualdad

El otro día leí las declaraciones de Bono durante su visita al acuartelamiento de la división acorazada Brunete. Al leerlas lo primero que pensé fue "Menuda tontería, irán bien con buenos profesionales, independientemente de su sexo".
Hoy al ver en las noticias que se ha aprobado en el Consejo de Ministros el anteproyecto de la ley de Igualdad , vuelvo a pensar algo parecido cuando veo algunos de sus puntos
(con otros estoy de acuerdo, pero me gustaría saber el coste y las ayudas que van a recibir las empresas para adoptar esas medidas).
Yo soy la primera que quiere igualdad de oportunidades con los hombres, pero no me vale que esa igualdad se consiga a base de discriminarles a ellos. ¿Qué mérito tendría que yo ganara una carrera si me dejaran salir 500 metros más cerca de la meta? No sé para otras, pero para mí, ninguno.
Y no me vale tampoco que para justificar esa actitud (como he oído a algunas feministas) se use "el mal trato que ha recibido la mujer en el pasado y que sigue recibiendo". Eso es revanchismo y lo que se sustenta sobre eso, no aguanta en pie mucho tiempo.
En fin, ya veremos en que queda esta ley, pero sin medidas educativas que apoyen esa igualdad, supongo que quedará en 'agua de borrajas'

¿Enemigo?

Hoy coincidí con una persona a la que hace muchos años que no veía y con la que tuve un agrio enfrentamiento (bueno, para mí no fue tan agrio, gané y yo tengo un ganar estupendo). Yo pensaba que ya lo habría olvidado, pero parece ser que aún le 'pica' y todo ofendido, se retiró en cuánto me vió aparecer.
Es un hombre que trata a la gente más joven que él como a imbéciles (y una cosa es que no tengas la experiencia y otra que no tengas inteligencia) y si eres mujer, ya ni te cuento. Así que supongo que le dañaría su ego, el perder en público por culpa de 'la niña' (como él siempre me llamaba) un cargo al que estaba tan apegado y del que tanto abusó.
Después del encuentro con este hombre y de regreso a casa, pensé en el tema de los enemigos.
¿Me considero realmente enemiga de alguien? Sé que soy enemiga de ciertas actitudes, pero por lo general, he tenido suerte con las personas con las que he coincidido y no suelen darse esas actitudes (y si se han dado, lo más normal es que acabemos como el 'Rosario de la Aurora'). Hay gente que me cae muy mal, pero de ahí a desearles o hacerles algún mal (bueno, en caliente sí que lo he deseado) va un abismo.
¿Tengo enemigos? Si me atengo a la definición de la RAE (Persona que tiene mala voluntad a otra y le desea o hace mal), sí, tengo unos cuanto, aunque no es algo que me preocupe demasiado, porque creo que han sido cosas puntuales provocadas por malentendidos y desencuentros.
Aunque claro, después de ver la reacción de ese hombre hoy, quizás tenga por ahí algún enemigo (al que yo no considere como tal) que me la tenga jurada. Bueno, es algo que no me quita el sueño y si es así, ya me enfrentaré a ello si se da.

jueves, 2 de marzo de 2006

Cuatro cosas

Me pasa UnaNada un MEME y aquí van mis respuestas

Cuatro trabajos que he tenido:
- Comercial de una empresa de mensajería
- Monitora de colonias infantiles
- Guía turístico
- Agente de viajes (en ese sigo)

Cuatro trabajos que he querido tener
¿Sólo cuatro? Es que yo he querido ser muchas cosas...
- Jefe de cocina de mi propio restaurante
- Oncóloga
- Militar
- Directora de teatro o cine.

Cuatro películas que has visto varias veces
Este número me parece un tanto restrictivo que tengo muchas películas favoritas.
- ¡Qué bello es vivir! (la habré visto unas 35 veces y tengo como tradición verla todas las Navidades)
- La trilogía del Señor de los Anillos (tanto en su versión normal como extendida)
- Cyrano de Bergerac de Jean-Paul Rappenau.
- El silencio de los corderos (me encanta el personaje de Hannibal Lecter)

Cuatro lugares dónde he vivido
- Burgos (pasaba grandes temporadas cuando era pequeña allí)
- Madrid
- Oeiras (al lado de Lisboa, estuve viendo un verano entero allí)
- São João da Caparica (el verano siguiente al de Oeiras, viví allí)

Cuatro programas de televisión que me gustan en exceso
- Expediente X (aunque las dos últimas temporadas son bastante flojas)
- Los Simpson
- Casi cualquier programa de Canal Cocina.
- El tiempo es oro (me encantaba ese concurso, lástima que ya no lo echen)

Cuatro lugares a los que he ido de vacaciones
- São Pedro do Sul, en Portugal. Las vacaciones que recuerdo con más cariño, porque nunca he visto a mi padre tan relajado como allí.
- Costa Rica (un verdadero paraíso en la tierra al que tengo que volver).
- Italia (otro al que tengo que volver en cuánto pueda)
- Costa del Sol (siempre tendré un recuerdo imborrable de esas vacaciones... en forma de cicatriz en la barbilla)

Cuatro lugares a dónde me gustaría ir
- Nueva Zelanda
- Egipto
- Rusia (en especial, a San Petersburgo)
- Kenya o Tanzania

Cuatro platos favoritos
- Bacalao al pil pil
- Lechazo asado (a ser posible, en horno de leña)
- Huevos fritos con patatas fritas (y si le añadimos un trocito de morcilla de Burgos, eso está de muerte)
- Arroz con leche (el mejor lo he comido en Asturias)

Cuatro sitios que visito a diario
- Comunidad Umbría (http://www.comunidadumbria.com)
- Grupo Airmet (http://www.grupoairmet.com).
- Bitácoras y periódicos varios
- La web del ayuntamiento de Madrid (http://www.munimadrid.es)

Cuatro lugares en los que me gustaría estar en este momento
- En el parque jugando con mis sobrinas.
- Tomándome un café y leyendo un libro en cualquiera de los cafés del Chiado.
- Aprendiendo a hacer submarinismo en la isla de Lampedusa o en Ustica
- Echándome unas risas y unos vinitos con los amigos.

Cuatro 'bloggers' a los que le paso la bola
Yo de esto me abstengo, el que quiera que la recoga (además se me han adelantado y a los que se las pasaría, ya están cubiertos)

miércoles, 1 de marzo de 2006

Vivienda

Cada vez que veo una grúa de la construcción, me parece ver una horca de la que cuelgan mis esperanzas de tener mi propia casa. Y es que no puedo acceder a una vivienda en el mercado libre (a no ser que logre que me clonen y mi clon y yo nos pluriempleemos) y la verdad es que no he tenido suerte ni con las viviendas de la Comunidad de Madrid (ayer adjudicaron 546 viviendas a las que optaban más de 87.000 personas) ni con las del Ayuntamiento (en la última promoción, tenía el número 45987 y sorteaban 800 y pico viviendas).
Así que cuando esta mañana leí en la prensa que el ministerio de la Vivienda había abierto una nueva
web me decidí a echarle un vistazo (ahora no sé porque no funciona) a ver si me ayudaba en algo. Y ayudarme me ha ayudado...a cogerme un buen cabreo. Su eslogan: "Obviamente no podemos conseguirte casa, pero de momento te ayudamos a buscarla" (tienen una promoción en la que regalan 10.000 pares de zapatillas para las 'pateadas' que te tienes que pegar en busca de una casa).
Y digo yo, si el ministerio de la Vivienda no me puede facilitar una casa, ¿para qué sirve? En vez de pagar a tanto inútil, que inviertan ese dinero en construir unos cuántos bloques que a alguno le solucionará la papeleta. Porque no me cabe ninguna duda de que ese ministerio esta llenito de inútiles tras ver sus 'gloriosas' propuestas: primero, la maravillosa idea de los micropisos (deberían hacer controles anti-dopping a los políticos que luego dicen las sandeces que dicen); después, la
Sociedad pública de alquiler (cuyo presupuesto para su primer año de funcionamiento fue de 6 millones de euros para conseguir la asombrosa cifra de ¡¡175 alquileres!! hasta diciembre del 2.005) y ahora esto (que me gustaría conocer a mí al lumbreras al que se le ha ocurrido el nombre).
Y si no estuviera suficientemente mosqueada con esta tomadura de pelo, leo que IU exige el desmantelamiento de las más de 1.300 chabolas que hay en Madrid. Y claro, aquí cuando se las desmantelan, les dan un piso. Y no un pisito de esos a los que yo opto (que rondan los 500 euros al mes de alquiler), no, de esos no. Ellos pagarían unos 90 euros al mes, que como son población marginal...eso sí, con furgoneta Mercedes o un BMW aparcados en la puerta. Porque uno es marginal, pero no tonto y tiene un cochazo. Eso sí, estoy segura de que si yo o cualquiera de mis amigos montamos una chabola para que nos den un piso, lo que nos darían serían cuatro hostias cuando vinieran a desalojarnos (porque nosotros no seríamos población marginal, sino vulgares 'okupas', que en todo hay clases).
Encima luego se quejan de que los discriminan (yo firmo porque me discriminen así y me den un piso, subvenciones, etc.). Si tú dices algo en contra, eres racista (si por cabrearse cada vez que ves abusos y mamoneos como éste se es, reconozco que soy tremendamente racista) y dificultas su integración. Y si eso me cabrea, no digamos nada de esos adalides del "buen rollito" y lo "políticamente correcto" que son los promotores de situaciones absurdas como las que he mencionado (eso sí, a su barrio que no les lleven que no quedan bien).
En fin, me tocará armarme de paciencia (como a casi todos los miembros de mi generación) y rezar porque me toque la 'loto' en alguno de los sorteos de pisos.