miércoles, 30 de septiembre de 2009

De vuelta a clase (figurativamente)

No ha pasado ni un mes desde que tuve los exámenes de septiembre. Aún no he podido coger vacaciones del trabajo, y no sé si podré cogerlas próximamente. Pero poco importa.

Aunque más relajadamente, he vuelto a la rutina de estudio, pues mañana empieza oficialmente el curso en la UNED. A pesar del cansancio, sigo sintiendo la misma emoción y curiosidad que hace años y que no debí haber adormecido nunca.

A ver si este año se da mejor que el curso anterior. Aunque no me puedo quejar, que saqué hasta alguna matrícula de honor.

martes, 29 de septiembre de 2009

Batiburrillo

Hace no mucho, alguien me dijo que yo era muy inteligente, pero que peco de ingenua al creer que las personas con las que interactúo también son inteligentes. Un par de días después, otra persona me volvió a llamar ingenua, porque espero de los demás una nobleza de carácter que no siempre tienen. Otra persona dice que hay candor en mi mirada.

Hace unos años, medio broma, medio en serio, dos personas que supuestamente me conocían y me querían dijeron que yo era una persona orgullosa, cabezota y rencorosa.
Cierto es que cabezota y orgullosa lo puedo ser en exceso en muchas ocasiones, pero nunca he sido una persona rencorosa. Al menos, no con otros. Creo que el problema estriba en que tengo muy buena memoria y no olvido las cosas, pero eso no es rencor. Si tengo un problema con alguien y se soluciona, lo archivo y paso página. Si no se soluciona y hubo cariño, me siento dolida, pero no siento rencor por esa pesona. Y si no hubo cariño, ni dolor ni rencor ni gaitas. Sólo indiferencia.

Estos días de conflicto, he pensado en esto. Y en el odio. A veces puede parecer que no, porque soy algo chula y cafre, pero no me gustan ni los conflictos ni la violencia. Me asquean, aunque haya una parte animal que se quede contemplando.

Hace no mucho hablaba con Fran del odio. Me preguntó si odiaba a alguien y le dije que no. En su momento odié profundamente a una persona por el daño que me hizo y cuyas consecuencias sigo pagando, pero el odio, como el Amor, exige que se alimente, que se cuide. Y alimentar ese odio, hacía que yo me agostase. Así que se me murió.

En alguna ocasión me he dejado llevar por el miedo transformado en odio y violencia. Procuro perdonármelo, pero por más que hayan pasado los años, aún me cuesta y se me pone un nudo en el estómago.
Cuando vuelvo a encontrarme en una situación similar de conflicto y violencia, física o verbal, afloran esos recuerdos. Quizás por eso es mi "nobleza de carácter" o el "fair play". Porque no quiero tener que perdonarme más cosas.

Esta mañana, una de las personas con las que he tenido el conflicto y que supuestamente se ha solucionado, me ha atacado. Mi primera reacción ha sido la sorpresa. Si está solucionado, está solucionado, ¿no?
Después, me he parado a pensar y ha llegado el entendimiento. Está dolido y desconfía. Se defiende.
Ahora, siento tristeza. Porque aunque a mí me puede hacer daño que me ataque, sólo se hará daño a sí mismo. Somos la primera víctima de nuestro odio y me apena que alguien a quién aprecio, esté así. Y que yo haya tenido algo que ver.

lunes, 28 de septiembre de 2009

¡¡He sobrevivido al IMSERSO!!

Ahora, con su permiso, me voy a desayunar. Sí, sí, ya sé que no son horas, pero llevo desde las siete de la mañana en la oficina en un no parar.

domingo, 27 de septiembre de 2009

Un regalo (que he recibido y que quiero compartir)

Esta semana recibí por correo un libro, El loco/Lágrimas y sonrisas de Gibran Khalil Gibrán. El remitente sabe que me gusta Omar Jayyam, Rumi o que en su momento, me gustó mucho El profeta, del mismo autor.

Unas de las páginas del libro venía marcada con un post-it en el que sólo ponía un "Te pega". Al leer las páginas marcadas, yo también pensé que le pegaba a alguien a quien quiero.

No cambio el dolor de mi corazón por la alegría de los hombres.
Yo no deseo que se trueque en risa la lágrima que la pesadumbre arrebata de mi tristeza.
Mi deseo es que mi vida sea: Lágrimas y sonrisas.
Que sean lágrimas que limpien mi corazón y me hagan entender los misterios de la vida; que se conviertan en sonrisas que me acerquen a los hombres y símbolo de mi culto a los dioses.
Que sea mi vida una lágrima con la que pueda participar del dolor de los afligidos y sonrisa que proclame el placer de mi vida.
No, deseo morir de ansias antes que vivir presa del cansancio.
En lo más profundo de mi alma late un anhelo hacia el amor y la belleza, pues veo a los poderosos desdichados siervos de la materia, en tanto que los suspiros de un corazón ardiente son más armoniosos que una melodía de canción.
Al caer la noche se cierran los pétalos de las flores, abrazándose en su ansia de recuerdos, y cuando sonríe el alba entreabren los labios, para sentir el beso del sol.
Las flores viven en un anhelo de encuentro: lágrimas y sonrisas.
Las aguas del mar, al evaporarse, ascienden, se condensan y se convierten en nubes.
Y las nubes navegan sobre los valles y los cerros. Y cuando reciben el primer beso de la brisa, lloran sobre los campos, deslizándose sus aguas hacia su patria, el Mar. La ley de vida de las nubes es separación y regreso: Lágrimas y sonrisas.
Ya que así es el alma: se enciende del espíritu universal y erra por el mundo material, y como nube, pasa así sobre la montaña de la tristeza y sobre los campos de la alegría. Y al recibir el primer beso de la brisa de la muerte, retorna al origen, al mar del Amor y la Belleza: DIOS.

jueves, 24 de septiembre de 2009

Válvula de escape

Hace unas horas llegué con dolor de garganta y cansada de la oficina. Pensé "caeré pronto". Y héme aquí, después de ver un bodrio en la televisión, intentando desocupar la mente escribiendo para poder dormir algo.

Presiento que mañana voy a tener un mal día, pero bueno, los ha habido peores.

Hace unos días, tuve un encontronazo con unas personas. Ellos creen que soy una especie de Judas y yo creo que se me ha tratado injustamente por defender lo que creo correcto. En otras circunstancias, me habría dado igual la virulencia de sus ataques contra mí especialmente. O habría pasado o habría disfrutado con ciertas cosas que despiertan el ingenio. Pero sucede que en esta ocasión, no es así. Porque resulta que a esas personas las aprecio. Quizás por eso hoy me cuesta más dormir.

Así que, quizás por ese aprecio o porque estoy convencida de haber actúado correctamente, he aceptado una reunión con ellos. En su territorio. Sola. (Como se ve, la táctica no es lo mío).
Una parte de mí me dice "Vas de cabeza al patíbulo. Imbécil". Otra parte, supongo que esa que ha hecho que hoy me hayan dicho "eres muy bien pensada" cree que se podrán acercar las posturas. No sé el resultado de esa reunión, salvo que algo aprenderé. Aunque no sé el qué y si el coste merecerá la pena.

domingo, 20 de septiembre de 2009

Up

A Carl le cuesta levantarse por las mañanas a causa del reuma y arrastra algo los pies al andar, mientras se apoya en su andador. Si gritas mucho, puede apagar su sonotone para no escucharte. Se muestra algo gruñón, desde que perdió al amor de su vida. Amor al que conoció de casualidad pero que es de esos grandes amores (de los que no sólo se contemplan el uno al otro, sino que miran juntos hacia un futuro común).

Russell es un niño gordito de padres divorciados, que sabe mucho en teoría pero que nunca ha puesto esos conocimientos en práctica. Aún tiene esa ingenuidad que le permite creer en gamusinos y esa curiosidad que le permite abrir bien los ojos frente al mundo.

Los dos, Carl y Russell, protagonizan una historia creada por ordenador, pero que es de las más humanas que he visto en mucho tiempo. Lloras, sonríes, ríes a carcajadas, te estremeces, vuelves a reír o llorar y acabas disfrutando de una historia tierna y suavemente vital.

No penséis que al ser de dibujos, es sólo para niños, porque os perderéis una pequeña joya. Antes de una de las películas con las que más he disfrutado en los últimos años, para abrir bocar, un cortometraje, Parcialmente nublado (podéis verlo aquí) lleno de ternura. Otra pequeña joya.

sábado, 19 de septiembre de 2009

Gracias Turulato

Por una de mis asociaciones mentales, al escuchar el Suikinkutsu que ha colgado Turulato en su último artículo (gracias nuevamente) recordé una escena de una pelicula que me encanta, Hero, de Zhang Yimou.

La escena, ésta, es la lucha en la casa de ajedrez (aunque me parece que a lo que están jugando es al Go), justo antes de que comience el combate.

Más tarde, rememorando la película en mi cabeza, recordé una escena que se ajusta más al sentimiento de paz y relajación que despertó el Suikinkutsu.



Espero que os guste y que os despierte los mismos sentimientos que hace conmigo.

viernes, 11 de septiembre de 2009

Conversaciones de alcoba

Abre los ojos, regresando a la vigilia. Ve el hueco vacío al otro lado de la cama, la forma apenas dibujada con suaves trazos sobre la sábana. Palpa con la mano su ausencia. Aún se nota su calor.

La busca con su mirada. Ahí está. Desnuda, frente a la ventana. Inclinada sobre el portátil, deslizando rápidamente sus dedos sobre las teclas. Está sentada sobre una de sus piernas, en una postura que a él se le antoja incómoda, pero que ella adopta casi siempre que está relajada. El pelo despeinado, con un mechón para cada lado; la forma de su nuca, de su espalda, de sus piernas... Las primeras luces del amanecer, que se filtran por la ventana, dejan ver su piel suave, cubierta de lunares y pecas. Siente el impulso de pedirle que vuelva a la cama, pero se reprime. Así puede observarla en silencio, sin que se dé cuenta. Le gusta. Así es más ella.

Recuerda una escena de años atrás. Mientras dibujaba con sus yemas un camino entre los lunares de la espalda, le contó lo que le había dicho un compañero. ¿Sabes que en Andalucía dicen Mujer de lunares, mujer de pesares?. Ella se había incorporado, mirando sus brazos de arriba a abajo. Y con esa expresión tan suya, que a él le desconcierta, con esa medio sonrisa acompañada por una mirada, que nunca está del todo seguro de si es guasa, tristeza, resignación o un poco de todo le habia respondido "Pues anda que no me queda por sufrir" antes de estallar en carcajadas.

Algo le trae de nuevo al presente. La ausencia del ruido de las teclas. Alza la vista. El cuerpo antes relajado, se ve ahora más tenso. Por la postura del brazo, sabe que se está pellizcando el labio. Otro de sus gestos.
Pasan uno, dos minutos. Ella deja caer los brazos y los hombros. Desde su observatorio, no puede ver su rostro, pero aún así, sabe que está llorando. El ver como momentos más tarde, deja caer las gafas sobre el escritorio y se frota los ojos, no hace más que confirmarlo.

Siente el impulso de levantarse, cogerla entre sus brazos y darle un gran abrazo, pero se queda quieto. Si se levanta a preguntarle, ella le dirá "¡Qué voy a estar llorando! Esto es la alergia". Aunque ambos sepan que no tiene alergia a nada, salvo a mostrarse tan abiertamente.

El sonido del Windows al cerrarse rompe la espera y el silencio. Cierra los ojos, fingiéndose dormido. Escucha los pasos que se acercan y cómo se tumba a su lado, sin apenas rozarle. Seguro que está acurrucada sobre sí misma, pensativa. Quizás llorando.

Se gira hacia ella y la abraza, acariciándole el brazo. Un respingo por el sobresalto y un "siento haberte despertado" entre susurros es la respuesta que recibe. Le da un par de segundos para que se recomponga. Pero no demasiado.

- ¿Qué te pasa?
- ¿Qué? Nada...
- para unos segundos y baja el tono de voz - No te preocupes.
- No me preocupo. Me ocupo. Llevo observándote un rato y sé que has estado llorando.


Silencio. Se sabe descubierta y seguro que adopta una actitud defensiva. Casi puede escuchar las barreras alzándose.

- ¿Es por Él? - Al mencionarle, nota bajo sus manos como la tensión se apodera de su cuerpo y cómo se gira hacia él. Mirándose frente a frente. En sus ojos, aún se notan los estragos de las lágrimas de momentos antes.

- ¿Te parece normal hablar de un hombre cuando estás con otro en la cama? Anda, déjalo. No pasa nada. - ella intenta esbozar una media sonrisa y acaricia su mejilla con cariño.

Un balón fuera.

- Bien, pues entonces levántate y vete de mi cama. Ahí, al sillón. Así podemos hablar.

En su rostro se dibuja la sorpresa. La mandíbula se tensa, el ceño se frunce y un destello de furia se trasluce en su mirada. No se esperaba una contestación así. Se mantienen las miradas. Puede ver su lucha interna, el como se plantea levantarse y mandarle a hacer puñetas. Un riesgo a correr por ayudar a quien quiere.

- Prefiero quedarme en la cama. Es más cómoda - la mandíbula se destensa y asoma una pequeña sonrisa, aunque aún hay en sus ojos la tensión de unos segundos antes. La batalla ha terminado y la amistad ha vencido al orgullo. Se acurruca junto a él, dejándose abrazar. Y él la acoge, acariciando su pelo y su nuca, algo que sabe que la calma.

- ¿Qué ha hecho esta vez para que estés así?
- No es lo que ha hecho. Es lo que no ha hecho. Y la jodida esperanza. Estaba mejor sin ella.

- Quizás es que la has depositado en la persona equivocada y no es como crees.
- No
.

Rotundo. Sabe que si intenta rebatirlo, se enzarzará en una discusión estéril.
Hay algo que no deja de sorprenderle en ella. La lealtad y fe inquebrantable en aquellos que verdaderamente quiere. Aunque alguna vez le hayan dejado vendida, como él mismo hizo en su momento. La vida les volvió a reunir. Ni un reproche, ni una sóla mención al daño que sabía que le había hecho. Sólo un abrazo. Una noche, estando ella griposa, le había contado como se había roto y vuelto a reconstruir. "Pero lo he hecho ya tantas veces, que estoy demasiada cubierta de grietas. Este jarrón ya no es bonito así que no me extraña..." dijo antes de caer presa de la gripe. Ni una mencion más.

- No le justifiques ni le excuses - nota como vuelve la tensión a su cuerpo. Parece un animal listo para saltar.
- No lo hago - se queda callada unos segundos, mordiéndose el labio - Es bueno. Pero eso no significa que él opine lo mismo de mí.
- ¿Por qué no habría de opinarlo? No digas sandeces. ¿Cuándo te darás cuenta de ciertas cosas?
- No lo sé. Tampoco creo que tenga mucha importancia.
- ¿El cómo te valores no lo tiene?
- Sí, pero relativa. Tampoco es para tanto. Si viviera aislada, sería lo más importante. Pero vivo con otros, somos lo que somos por nuestro valor intrínseco y por la percepción que del exterior tengan de ese valor.
- Coño, ¡qué trascendental!.
- Trascendental no. Marketing -

- ¿Y tan importante es ese valor en Él? No todo el mundo es bueno.
- Y no creo que todo el mundo lo sea, aunque si que puede serlo. Es cuestión de elección. Él lo es. Tú también. Yo también, aunque así soy si así os parece. Sóis egoístas, como todos, como yo. Ciertas acciones u omisiones me duelen, pero eso no disminuye vuestro valor. Porque vuestra esencia, vuestras elecciones, son básicamente buenas. Ese es el valor que para mí tenéis. Lo que me importa. Aunque otras cosas me jodan -
Se le queda unos segundos mirando, antes de incorporarse y darle un piquito en los labios - Anda, durmamos un rato más y luego te invito a desayunar.
- ¿Por qué tengo la sensación de que me has dado uno de tus capotazos?
- No, lo sé cariño. Pero no es un capotazo. Sólo que me he dado cuenta de que sóis buenos, no perfectos. El dolor pasa y sigue quedando esa esencia que hace que os quiera. Supongo que esa es una de mis elecciones - se le queda mirando, con esa medio sonrisa y esa mirada, que tanto le desconcierta - Aunque a veces cueste mantenerla.

Podría insistir para que ella hablara más pero sabe que es inútil. Todo lo que estaba dispuesta a contar ya lo ha hecho con palabras, con silencios y sobre todo, con miradas.
Ella se acurruca junto a él, apoyando la cabeza sobre su pecho. El dorso de su mano se desliza en suave caricia por su brazo; él no deja de jugar con su pelo entre sus dedos. Las respiraciones se acompasan y la laxitud se apodera poco a poco de sus cuerpos. Justo antes de caer amodorrado, escucha en apenas un susurro un "gracias". El último pensamiento que cruza su mente antes de dormir es un "incorregible".

martes, 8 de septiembre de 2009

Acabé

Pues eso, que he acabado los exámenes.

Dos exámenes muy bien (notable como mínimo y en uno incluso posibilidades de matrícula), dos de pena (aunque la chica que estaba a mí lado en el de matemáticas, sacará buena nota en el suyo, de Geografía) y dos que están en el aire. Dentro de un mes, sabré las notas y a seguir.

Me hubiera gustado cogerme unos días libres para desconectar, pero el trabajo no perdona, así que tendré que esperar a octubre (o noviembre o...) y disfrutar del inmenso placer que va a ser levantarse a las tantas (si me dejan) este sábado. Hoy, como aperitivo, al acabar el último examen (y unos recados) me he acercado al Retiro a hacer durante un rato la fotosíntesis a la sombra de un castaño.

A pesar de los madrugones, de las horas eternas en la biblioteca, de algunos cabreos conmigo misma (y con el sistema educativo y con la UNED y con el mundo mundial...) creo que retomar los estudios ha sido una de las mejores decisiones que he tomado en los últimos años.

domingo, 6 de septiembre de 2009

Cansancio

Dicen los que entienden de eso, que la luna es el planeta regente de los nacidos bajo mi signo zodiacal (los cangrejitos) y que cuando está llena, como estos dias, nos recarga de energías. Yo alzo la mirada al cielo y me digo "a ver si es verdad". Porque lo necesito. Porque estoy física y mentalmente agotada y cada paso que doy o cada página de apuntes que leo me supone un mundo. Pero en mi caso no toca.

Salgo del examen, algo desanimada. No me ha salido tan bien como esperaba y además, aunque voy recuperando poco a poco la sensibilidad, aún sigo sin poder escribir en condiciones y no sé si será bien legible (porque además, como he dicho otras veces, mi letra es una procesión de pulgas).

Al bajar del autobus, tontorrona y cansada, busco un lugar dónde desconectar un poco antes de volver a la biblioteca. Una buena dosis de cafeína, leer el periódico y un pequeño descanso para mis neuronas antes de que se autoinmolen.

El local está vacío, así que cojo mis bártulos, el tanque de coca cola light y me siento cara a una columna. No quiero ver a nadie y tampoco quiero que me vean. Abro el periódico y paso los ojos por encima, pero no leo nada. Tengo la mente en otro lado y ni la cafeína está logrando apartarme de ese lado ni de la sensación de congoja con la que me he levantado y que hace que sienta ganas de llorar. Supongo que será el cansancio. Daría lo que fuera por tener conmigo mis gafas de sol.

Al rato, llega una pareja de turistas con un niño pequeño. Alguien tendría que hacer un estudio de porque estando un bar vacío tenemos tendencia a sentarnos cerca del único ocupante. ¿Será un componente atávico de nuestro carácter, como si así nos protegiéramos estando juntos?. No lo sé, sólo sé que una vez sucede ese, Murphy hace aparición en todo su esplendor. ¿Qué no fumas o te molesta el humo? Fumador a tu lado y el humo te va a la cara. ¿Qué quieres silencio? Niño gritón o sordo berreando por el móvil.

Después de un rato y de sacarnos la lengua cuando sus padres no miran, la familia se va y vuelvo a mi tanque de coca cola y mis pensamientos. Una parte de mí, antes de que me disipe mucho más, me agarra de las orejas y me obliga a irme a la biblioteca. El resto del día transcurre sin pena ni gloria, concentrada en los apuntes y con descansos en los que continúo ingiriendo dosis de cafeína y manzana.

Mal. Muy mal. Porque acabo el día, con dolor de estómago, tumbada en la cama sabiendo que tengo que madrugar, pero incapaz de dormir. Y el insomnio trae consigo de acompañante a la melancolía. ¡¡Genial!! Un par de horas después caigo dormida. Los pensamientos y conclusiones extraídas de esta noche los pondré en cuarentena, no vaya a ser que por el cansancio, sean erróneas (Aunque algunos de mis mejores momentos de lucidez los he tenido extenúada o borracha).

El despertador suena. Tarde para lo que es habitual últimamente, pero demasiado pronto para lo que he dormido. Siento el impulso de desconectarlo y darme media vuelta en la cama. Camino de la ducha, pienso en que soy una blasfema. Hasta Dios descansó al séptimo día.

Me miro en el espejo después de la ducha. Tengo mucho mejor aspecto que unos momentos antes y hasta parezco más descansada. Pero al salir de casa, camino del autobus, me doy cuenta de que sólo era una ilusión y que sigo agotada. Necesito cafeína.

Mientras escribo esto, con una lata de coca cola al lado, me digo que son sólo dos días más. Pero nunca el tiempo se me ha hecho tan eterno...