lunes, 28 de febrero de 2011

Para el socio



Respira hondo que cada vez hay más velas para soplar, ¡¡chaval!! Feliz cumpleaños, Fran. Que pases un día estupendo (el pastel de chocolate, mejor que ese, para cuando nos veamos)

martes, 15 de febrero de 2011

De alfombras y ghettos

Mi abuelo materno empezó de adolescente a trabajar en una mina de carbón. Aprovechó la oportunidad que le dio la guerra fratricida para salir de najas de la mina y recorrer España con un fusil al hombro y esquivando balas. Después de acabada la guerra, siguió dejándose los pulmones en una cantera primero y en obras después. Con esfuerzos y con la ayuda de mi abuela, formaron una familia a la que sacaron adelante. Mi madre acabó su secretariado y comenzó a compaginar su trabajo como costurera (cosía guantes de piel) con un trabajo en una empresa burgalesa, hasta que un día, de excursión en Madrid, conoció a un chaval majete que tenía una Vespa y bueno... Nueve meses después de la luna de miel, nací yo.

Mi abuelo paterno era jornalero en el campo. Un día llegaron unos tipos al pueblo, le dieron un fusil y le dijeron que tenía que luchar por la República. Después de la misma guerra fratricida, de la que regresó medio inválido y de pasar un tiempo en la cárcel, tuvo que buscarse la vida como pudo. Mi abuela compaginaba faenas domésticas, servicios en otra casa y el trabajo "en el tabaco". Mi padre y mis tíos dejaron la escuela siendo aún unos críos, para ayudar a la economía doméstica. Como en muchas familias.

Mis padres se han esforzado siempre para darnos a mis hermanas y a mí todas las posibilidades que estaban a su alcance (y alguna más). Estudié en la escuela pública. Es cierto es que me hubiera gustado poder estudiar idiomas fuera o tener otras facilidades, pero les agradezco los esfuerzos que han hecho, como las clases extraescolares, aunque a veces no los haya sabido aprovechar.

Vivo en un barrio del extrarradio de Madrid, durante mucho tiempo olvidado por el ayuntamiento, lleno de familias como la mía, de orígenes humildes. Quién ignora la historia y la realidad del barrio, habla de un ghetto. Sí, está lleno de inmigrantes: antes, andaluces, manchegos o extremeños; ahora, ecuatorianos, marroquíes o bolivianos. Cambia el color de la piel o el acento, no las motivaciones. Buscar algo mejor para los suyos. Claro que hay manzanas podridas, pero son los menos. Y si alguno quiere, le cuento como llegaron hasta aquí y de dónde viene la mala fama.

No estoy muy acostumbrada a pisar alfombras y sé que tengo lagunas en mi formación, aunque procuro aprender todo lo que puedo porque me gusta. Cuando entro en un entorno distinto al mío, procuro apartarme a un lado, observar y aprender todo lo posible, tener buenos modales, tratar a otros con respeto y no aparentar ser lo que no soy. Algo que me ha funcionado siempre.

¿A qué viene todo esto? Pues además de responder a un ejercicio de egocentrismo, para explicar algo que me ha pasado esta semana.

Tuve que visitar la tienda Nespresso y por comodidad, opté por la que hay en un El Corte Inglés de mi ciudad. Había cola y comencé a observar mientras esperaba. Unas cuántas señoras muy emperifolladas, un ejecutivo trajeado con la chaqueta demasiado arrugada, una mujer de unos cuarenta que no paraba de hablar por el móvil en un tono de voz bastante alto, una pareja de treinteañeras divinas de la muerte, un hombre tremendamente atractivo que rondaría los sesenta años y cuyos cafés favoritos eran los mismos que los míos; los tres dependientes y yo.

El aspecto del resto de clientes daba a entender que eran de clase media-alta: abrigos de piel, joyas, ropa de marcas prestigiosas y caras y buenos zapatos. La verdad es que no parecían imitaciones, aunque nunca se sabe. Conozco a una que presume de sus bolsos de Carolina Herrera... y a la que pillé comprándolos a un subsahariano en Castel Sant'Angelo.

¿Hay necesidad de tratar al resto de la humanidad con esa prepotencia? ¿Lanzar esas miradas de desprecio? ¿Eso es lo que les ha dado de sí tener dinero y acceso a una "educación de calidad"? Porque yo no tengo un chavo, pero el por favor y el gracias forman parte de mi vocabulario.

Me recordaron inmediatamente a un colaborador del programa Herrera en la Onda, Josemi Rodríguez Sieiro. No puedo con él. Se habrá codeado con nobles, grandes empresarios y gente importante, habrá pisado muchas alfombras, estado presente en acontecimientos históricos (en los que me encantaría estar), pero lo que transmite por la radio es una soberbia, una prepotencia y una estupidez mayúsculas. Aparte de que tiene un tono de voz de lo más repelente (Se nota que me cae bien, ¿verdad?)

Cuando se fueron el grupo grosero que llamó mi atención, reconozco que me costó horrores no dejar salir a mi lado más "chungo". Estirar la muleta a su paso, así como quién no quiere la cosa, y ponerles la zancadilla.

Quizás es porque no lo he vivido nunca y es fácil hablar de toros desde la barrera, pero creo que sí eres afortunado en un aspecto, deberías ser agradecido y tratar de ayudar a los que no son tan afortunados como tú. Y no tratarles con ese desprecio.

sábado, 12 de febrero de 2011

Reunión de trabajo

A los diez minutos de hablar, sabía que esa relación no llegaría a ningún lado, pero había algo... Aunque mi cabeza me dijera "Corre, aléjate. Pasa y vete a hablar con Gutiérrez", sólo podía pensar en lo que sería arrancar su ropa y ponernos a follar como posesos en medio de la reunión. Era algo totalmente animal, carnal, porque ni siquiera tenía ese atractivo que te seduce. Es más, era bastante gilipollas. Pero sí, ¿qué pasa? Yo también pienso con las gónadas a veces.

No fue en mitad de la reunión, lo que hubiera sido francamente divertido. Sobre esa mesa color caoba, con los botones saltando por los aires, ante la mirada atónita de los jefes y compañeros, con mis manos agarrando con fuerza su piel mientras pegábamos un polvo digno de las noches de viernes en Canal +. Quizás alguno de los presentes se animara a unirse a la fiesta.
Pero no. Tuvimos que esperar un par de horas más de reunión y sin público. Todo comenzó con un inocente "Si quieres, puedo acercarte con el coche hasta la estación". No llegamos a salir del garaje. Dos segundos después de montar en el coche, estábamos comiéndonos la boca. Al minuto, subíamos a la recepción del hotel dónde habíamos estado reunidos para pedir una habitación.

Jodimos como animales, hasta que la habitación se llenó de ese olor a sexo que pone cachonda hasta a una momia. Nos dejábamos caer sudando sobre la cama, agotados, con las piernas temblando y descansábamos para estar al rato otra vez, usando todo nuestro cuerpo para follarnos. Y es que, ¿para que mentir?. Su conversación era tan insustancial y aburrida que prefería tener su lengua en mi entrepierna.

Un oportuno SMS me evitó tener que pasar el resto de la noche en su compañía. Porque la edad no perdona y no sé si aguantaría toda la santa noche polvo tras polvo y diez minutos más de conversación era un castigo que no iba a soportar. Además, ¡qué coño!, nunca he entendido esa cortesía de pasar la noche, después de haber follado, con alguien que no te interesa más que para el sexo. Ya os habéis satisfecho, pues cada uno a su casa y Dios a la de todos. ¡Con lo cómoda que es la cama propia!
Nos despedimos como amigos y con la promesa de repetirlo cualquier día de estos.

Esta mañana he recibido un SMS.

Estoy en la ciudad para nuestra reunión de trabajo. En el mismo sitio que la última, a las cinco. D.

Ahora tengo pareja y soy feliz. Mi vida sexual es bastante buena. Vale, no hemos echado polvos tan espectaculares como aquella noche, pero no está mal. Y es inteligente y me gusta compartir tiempo juntos...

...

...


El número al que llama no puede atenderle en estos momentos. Deje su mensaje después de escuchar la señal. *Ping*
- Cariño, me ha caído el marrón de una reunión de trabajo. Llegaré tarde a casa. Te quiero.

Sí, vale, vuelvo a pensar con las gónadas. ¿Y qué?
Algunas personas no cambiamos nunca.

Jerry Fish & The Mudbug Club

Ayer escuché en la radio una canción que me gustó, de la cantante irlandesa Imelda May. Al llegar a casa estuve investigando por la red, escuchando algunas canciones más de esta cantante y llegué a una colaboración que hizo con una banda irlandesa, Jerry Fish & the Mudbug Club.

He seguido trasteando por la web y he podido escuchar a este grupo y por ahora, todo lo escuchado, me está gustando mucho. La voz del cantante a veces me recuerda a la de Leonard Cohen, otras a la de Willy de Ville.

Hay canciones, como la que sigue, que me dan marcha y dibujan en mi cabeza escenas muy nítidas que parecen sacadas de una película americana de los años 50-60.


Locales llenos de humo y efluvios de bourbon y ginebra, bailes y juegos de seducción, chicas buenas no tan buenas con faldas lápiz (en cuánto adelgace, me compro una que siempre me han gustado) y esos tipos, bien vestidos, algo golfos y juguetones, que me pierden.

Otra de sus canciones me hace soñar y evocar.



Un baile agarrao al hombre al que quieres. Mientras te meces en sus brazos, impregnándote de su olor y con esa sonrisa tonta que tienes en la cara cuando estás enamorada, sabes que estás segura, en paz. Y deseas que la música no pare nunca y que se congele ese momento.

En fin...

jueves, 3 de febrero de 2011

De madrugada

Iba en el autobús, pensando. En todo y en nada, pues no se detenía lo suficiente en un pensamiento para desarrollarlo. Apoyó la mano enguantada en el cristal y limpió el vaho para mirar al exterior.


Madrid se despertaba. A su derecha, los tonos rojizos y anaranjados del amanecer iban extendiéndose por la ciudad, arrancando la noche a jirones. A su izquierda, aún quedaba parte de la ciudad dormida, sumida en la sombra. No supo el motivo, pero sintió el deseo irrefrenable de que en esa ocasión, en ese preciso instante, no ganase la luz. Estéticamente, era mucho más bello el lado derecho de la ciudad, con ese crisol de colores, esa luminosidad. Pero al otro lado, en esa oscuridad, se sentía acogido.

Pulsó el botón de solicitar parada. No era la suya, pero daba igual. De un salto, bajó del autobús y se encendió un cigarro. No sabía dónde estaba ni que hacía allí. Su comportamiento era ilógico, pero sentía que había hecho lo correcto y que tenía que caminar alejándose del amanecer, como si algo le llamase a huir de la luz del sol. Ni que fuera un vampiro pensó mientras caminaba hacia la parte de la ciudad que seguía sumida en las sombras.
Aceleró el paso al ver como su sombra se alargaba. El sol se iba acercando y no quería que le alcanzase ni sentir su calor. Mierda. Cada vez estaba más cerca. Tiró su maletín al suelo y comenzó a correr. Una zancada. Y otra. Tenía que huir, esconderse en las sombras. Era ilógico, pero tenía que hacerlo.
Cualquiera que le hubiese visto, le habría tomado por un loco. Un tipo vestido de traje, corriendo desbocado por la calle, lanzando miradas furtivas a su espalda. Pero no se cruzó con nadie en su frenética huida y siguió corriendo, huyendo de la luz y del calor del sol.
Su corazón bombeaba sangre cada vez más y más rápido, los músculos se tensaban y destensaban una y otra vez. Hasta que, de repente, tal y como había empezado, acabó todo. Una milésima de segundo antes de desplomarse en el suelo, se dio cuenta de lo absurdo que había sido todo.
Poco a poco, la luz invadió la calle mientras las sombras se ocultaban allá dónde se oculten durante el día. El calor del sol convertía en gotas de agua la escarcha sobre los parabrisas de los coches y templaba algo el cuerpo que yacía en el suelo y que comenzaba a enfriarse.

- Anda, ¡qué curioso!
- ¿Qué es curioso, cariño?
- Lo que pone en el periódico. La noticia del tío éste que ha muerto de infarto. La semana pasada hubo otra noticia de un infarto en la misma zona y a la misma hora. Me llamó la atención porque paso cerca de allí en el autobús todas las mañanas y hace un mes, se veían luces de ambulancia cercanas. Otro infarto según nos contó el conductor del autobús. Tres en menos de un mes y sobre la misma hora.
- Coño, pues si es casualidad tanto infarto seguido y de madrugada. A ver si va a haber una maldición en esa zona. Un vampiro... - ironizó él.
- Anda, no digas tonterías y vámonos a la cama. Que te voy a enseñar yo lo que es un vampiro...

(Continuará o no)