Insomnio
Últimamente, no padezco de insomnio. Al menos, no del habitual, que hacía que me despejara completamente en cuánto apoyaba la cabeza en la almohada y que provocaba que durmiera entre cuatro y seis horas escasas (y eran más frecuentes las cuatro horas que las seis).
Ahora duermo entre siete y ocho horas diarias, aunque no ininterrumpidamente. Y es que tengo sueño con intermedios.
Hay noches que me despierto sobresaltada porque he tenido alguna pesadilla o algún sueño extraño.
Otras, porque estoy tiritando de frío a pesar de estar completamente tapada o porque al rato, me despierto achicharrada de calor, con la ropa de la cama tirada en el suelo.
Y otras, como hace tres noches...
Lo último que recuerdo antes de despertarme es que estaba en un bar, sentada en un taburete alto. No sé con quien, pero charlaba con alguien. Y me entraba un enorme ataque de risa. Tanto, que me caía del taburete y me quedaba encogida en el suelo, con los brazos rodeando mi tripa mientras reía a carcajadas y las lágrimas surcaban mis mejillas.
Abro los ojos y me encuentro a mi padre mirándome, despeinado y con cara de sueño. En ese momento, soy consciente de que estoy sobre la cama, encogida, con las brazos rodeando mi tripa, lágrimas surcando mis mejillas, riéndome a carcajadas y boqueando en busca de aire entre carcajada y carcajada. Estaba riéndome en sueños y le desperté.
Llevo tres días intentando recordar que es lo que me causó tanta risa. Y por más que estrujo mis meninges, no lo recuerdo. Y estaría genial, para ver si podría vivirlo en la realidad. Porque me hace falta un buen ataque de carcajadas.