viernes, 26 de diciembre de 2008

Otro regalo de Navidad (¡qué buena que he sido...!)

Siempre me han gustado los puzzles.

El primer contacto que recuerdo, sin ser un puzzle, fue el rompecabezas de la Abeja Maya que me regalaron por mi única (y espero que siga así) estancia en un hospital. En los días de convalecencia, eternos, lo hice cientos de veces. Me encantaba.

Más tarde, como vieron que me gustaban mucho, eran junto los libros, el regalo "estrella".

Recuerdo con cariño uno de mil piezas que me regaló un amigo de mis padres. Un mapa de la antigua República Federal Alemana.
Primero, empecé por ensamblar los bordes. Cuando tuve todo el contorno acabado, clasifiqué (siempre sigo la misma técnica) las otras piezas y con paciencia, buscaba la pieza que encajaba con la vecina, sin prisas, concentrada en volver a unir lo que estaba "roto".

Logré acabar el puzzle yo sola, sin ayuda de ningún adulto. Creo que ha sido uno de los momentos de mi existencia, hasta el momento, en que más satisfecha me he sentido de mí misma. Satisfacción que duró poco, porque mi hermana Raquel utilizó las piezas como confetti y mi trabajo se volatilizó en un instante. Pero pasado el berrinche, volví otra vez con paciencia (y amenazas de darle un capón a mi hermana si se acercaba) a hacerlo de nuevo hasta que volví a acabarlo. ¿Sería eso una premonición de mi futuro? No sé.

Esta Navidad, Papá Noel me trajo un puzzle. Sólo de doscientas piezas. Y con una trama un poco infantil. No, no es que haya sufrido una recesión infantil o que sufra el síndrome de Peter Pan.

Mis padres, mis hermanas o yo les compramos de esos puzzles infantiles, de piezas más grandes. Hasta que un día, estando en el Prado con las dos niñas, vieron un puzzle pequeño, de 52 piezas (si no recuerdo mal) de "La Venus en el espejo" de Velázquez. Su primer puzzle de mayores. Nos fuimos rápidamente a casa, a hacerlo.
Aroa, mi sobrina mediana, es como su madre e intenta encajar las piezas a cascoporro para desesperación de su hermana mayor (a veces es inquietante esa sensación de dejà vu), mientras a Félix, el peque, no le dejan meter baza sus hermanas por si se come una pieza.

Cuando hoy le contaba a una de mis primas, lo que me había regalado Papá Noel, he notado que cambiaba su tono de voz. Totalmente despectivo cuando le hablaba del puzzle y volvía a insistirme en la pulsera de Tous que le ha regalado a ella..
¡Qué coño sabrá ella!. Papá Noel no ha podido acertar con mejor regalo. Poder unir una de mis aficiones, los puzzles, con los grandes momentos que paso con mis enanos. ¿Para qué quiero yo una pulsera teniendo mi puzzle?.
Hay quien no entiende...

miércoles, 24 de diciembre de 2008

Feliz Navidad

Yo soy de esas raras avis a las que les gusta la Navidad.

Pero este año, no parecía que me ilusionaran demasiado. Como no me ilusionaba nada últimamente, que llevo una temporada apática, imagino que por el cansancio.

Pero gracias a mis ángeles pequeñajos llamados sobrinos y a mis dos angelotes algo guerreros que saben quienes son, he ido recuperando el espíritu navideño.

Sólo faltan unas horas para la cena de Nochebuena y yo, como suele ser costumbre, me he levantado de buen humor, sonriente. La compra hecha, el menú pensado, los regalos de Papa Noel (que pasa por mi casa) debajo del árbol...Hasta la climatología me acompaña en Burgos, pues hace sol y no hace frío (aunque todo el mundo va muy abrigado).

Aunque todo eso, los regalos, la cena, los dulces navideños que no cato, el árbol...eso es para dar ambiente, pero no es lo que hace la Navidad. La esperanza que trajo ese niño del portal y que olvidamos muy a menudo, la generosidad, la suave alegría con los que quieres, el compartir con ellos...eso es para mí, la Navidad (y en lo material, el lechazo que me voy a zampar esta noche, pero no es lo importante).

Desde esta tasca virtual, os deseo que paséis la mejor Navidad posible. La que os guste a vosotros. Con comilonas o dietas, da igual si os hace dichosos.

Un beso y Feliz Navidad.

lunes, 22 de diciembre de 2008

Anacronismo

Hace no demasiado, hablando con mi amigo Carlos, éste me llamó anacrónica porque me niego a escribir mensajes en el móvil como si fuesen un criptograma. Yo escribo normal, como lo puedo hacer aquí y muy pocas son las palabras que abrevio cuando escribo.

A los pocos días, me "quejaba" a Fran de las faltas de ortografía que veía en un foro de profesionales de mi sector. En ese foro, una "compañera" me saltó que en la era del messenger y el SMS era la costumbre para justificar que se cometieran faltas de ortografía.
Que algo sea costumbre, no significa que sea bueno y además, en un foro, no tienes las limitaciones de caracteres que tienes en el SMS y no hay necesidad de abreviar. Esas faltas se cometen por ignorancia o descuido y lo triste, es que hay quien se jacta de ello.

Pero mi anacronismo, además de por mis gustos musicales como dice Fran, tiene que ver con otra cosa.

Me gusta escribir cartas. De las de toda la vida: papel, pluma o bolígrafo, sobre y sello. Si no lo hago tanto como me gusta, es por la rapidez del e-mail y porque con ciertas personas, por otras circunstancias, no puedo hacerlo.

Estos días doy rienda suelta a mi anacronismo. Cierto es que recurro al e-mail o a los SMS para enviar felicitaciones navideñas (sobre todo, por compromiso), pero toca disfrutar. Comprar las felicitaciones, pensando en si le gustará al destinatario; sacar la estilográfica, que cada vez uso menos; y dejar salir a la procesión de pulgas que tengo por letra, para que no se me olvide como se escribe sin tener que recurrir a la tecla. Y sobre todo, rezar porque Correos entregue las cartas en un plazo razonable y la felicitación no les llegue en marzo (aunque a mí me hace ilusión que lleguen hasta en junio, si quieren).

Y lo mismo que me gusta escribirlas, me encanta recibirlas. Creo que ya comenté en otra ocasión que cada vez recibo menos y sólo me escriben el banco y las empresas de propaganda. Así que, cuando veo una carta manuscrita para mí, me emociono. Este año, por mi cumpleaños, uno de los regalos que más me ha gustado fue abrir mi buzón y encontrarme una carta de puño y letra del socio. ¡Si es que es un solete...!

Si frente al fast-food se reivindica el slow-food, podríamos recuperar el escribir cartas, ¿no?. Que la comunicación sea algo más personal, atendiendo al otro y no un simple copia y pega como veo en algunos.

viernes, 19 de diciembre de 2008

Para que no se diga...

Y es que en esta bodeguita, atendemos a las necesidades de los parroquianos.

Turulato ha invitado a bailar a Fran un Fox lento en su comentario al artículo anterior. ¡Qué bonito!. El baile es alegría y vida.
Para que no digan y porque me preocupo por ellos, yo les pongo la música. Es una de mis canciones favoritas (sí, Fran, lo sé. No pega con mi edad pero me importa un pito) y lo hago con todo el cariño.



Tengo una duda. ¿Quién llevará el vestido vaporoso y los tacones de los dos?. Aunque los dos con frac tenéis que estar para comeros...Eso sí, afeitaros que si no, os váis a dejar la cara hecha unos zorros.

Yo he cumplido mi parte y os he puesto música, ¿cuándo decís que me enviáis el vídeo de vuestro baile?. ¡¡Me lo pido para Reyes!!

Un besito a los dos bailarines (y al resto de la buena gente que para por aquí, otro).

Regalo de Navidad

Como he sido una chica muy buena, mi "socio" se ha metido a Papa Noel y hoy me ha llegado otro regalo de Navidades (el finde tuve el mejor, por el momento y no fue nada material).

El regalo en cuestión ha sido un recopilatorio de los éxitos de la Motown, la famosa discográfica originaria de Detroit.

Desde que ha llegado esta mañana, no he dejado de bailotear en la oficina (y ahora en casa) y quería compartir un par de canciones para alegraros el viernes.
Mi primera elección es clarísima porque de todas las canciones del recopilatorio es la que más me gusta. I heard it through the grapevine de Marvin Gaye



La segunda canción me ha costado algo más elegirla entre tantas canciones buenas. He optado por una más movidita, de cuando Michael Jackson aún era negro, tenía nariz y expresión facial. I want you back, de The Jackson Five.



Espero que os gusten. Que disfrutéis del fin de semana y de las fiestas que se acercan.

Feliz Navidad.

miércoles, 10 de diciembre de 2008

Varekai


Se apagan las luces. Cierro los ojos apenas unos segundos. Las preocupaciones y el estrés van desapareciendo y cuando los abro, vuelvo a mirar con los ojos de cuando era niña.

Aparece el Vigía, una especie de fauno con aires de científico loco. Si aún quedaba rastros de la vorágine del día a día, él los atrapa, los mete en su artilugio y los convierte en el canto de un pajarillo.

La música llena el ambiente. Tambores, panderos, los acordes de un violín nos envuelven poco a poco, revitalizándome. Diría incluso que me hace hasta cosquillas.

Amanece. Algunas criaturas, de brillantes colores, descienden de sus árboles de bambú. Se aproximan. Una parece una salamandra. Una fumarola les asusta, pero la curiosidad vence al miedo y siguen su exploración. Poco a poco van llegando más. La vida se despierta. Saltan, vuelan, juegan...
Todo se llena de una cacofonía de colores y yo, boquiabierta, no sé dónde perder mi mirada. Me recuerda al Jardín de las Delicias del Bosco. Tantas cosas y tan atrayentes. Pero algo llama mi atención. No son los colores, ni las danzas ni los saltos. Algo más modesto. El reflejo de una sombra. Una danza solitaria y silenciosa, como si la sombra juguetona de Peter Pan se tratara.

Alguien llega. Un intruso. Ícaro. Quiso acariciar el cielo, pero el sol derritió la cera de sus alas y dio con sus huesos en este mundo fantástico. Las criaturas se asustan y sorprenden. ¿Quién será ese extraño ser? Se acercan, intentan despertarlo. Cuando él despierta de la caída, intenta, asustado, huir, volver a volar. Pero cae y cae. Hasta que la ve. Tan extraña y tan bella. Las miradas se cruzan, se atrapan la una a la otra.

Y así, persiguiendo a quien le encandiló, sigo a Ícaro, descubriendo ese extraño mundo.
Unos pequeños genios del agua, juguetones, dan paso a unos guerreros que danzan y luchan o luchan y danzan, que no sabe bien dónde empieza una cosa y termina la otra. De un salto, nos sumergimos en un mar poblado de anémonas, algas, corales y peces de colores, primigenio, vibrante de vida. Aves fantásticas que vuelan sobre nuestras cabezas. Guerreros del fuego que me amedrentan un poco. Danzas. Saltos imposibles.
Un mago y su torpe acompañante nos traen las risas. Más tarde, ese "mago" volverá a jugar con la canción Ne me quitte pas de Jacques Brel. Aunque hubo risas, con esa canción vuelve esa Silvia más mayor. Y es que esa canción despierta añoranzas. La voz de Brel cesa, vuelvo a parpadear y regreso al volcán, aunque con algo más de carga en mis maletas.

Sigo en ese mundo de fantasía. La noche se llena de luciérnagas que danzan al compás de la música mientras Ícaro sigue buscando a su amada. La amada que termina de seducirlo en una danza de movimientos imposibles.
Unos genios del fuego festejan la vida y vuelan, como brasas que se lleva la brisa y que iluminan la noche.

Yo no dejo de observar. Unas veces, con una sonrisa en el rostro. En otras, sobrecogida, aguantando la respiración por la emoción. Y siempre, siempre, con los sentidos alerta, para no perderme nada de ese baño de luz, música y vida que ha sido, al menos para mí, Varekai.

Una bellísima fábula. Un pequeño trocito de vida.

martes, 2 de diciembre de 2008

Tonterías que se ven en la prensa

Gilipolleces a lo largo del día, se ven y escuchan muchas. Con abrir un periódico o encender un rato la radio o televisión tiene uno un buen surtido. Algunas de esas gilipolleces, asustan. En vez de argumentos y razones, vísceras y rencores. Pu.. madre. Cainitas, nos llaman por ahí fuera. Se quedan cortos. Caín, a nuestro lado, una nenaza.

Hay quien cree que por repetir muchas veces una mentira, esta se convierte en realidad (difama, difama, que algo queda) y que para defender sus argumentos, todo vale. A mí me recuerdan mucho a un señor con bigotito. Noo, a Charlot no. Al otro, a un tal Adolfo.

¿Por qué digo esto? Entre todas las perlas que adornan nuestro día a día, hoy me refiero a esta.

La actitud de la señora (¡qué cuesta arriba se me hace llamarla señora!) Valencia en la que todo vale, en la que se sublima la estulticia y el fanatismo, ofende a cualquiera que tenga dos dedos de frente.
¿Para cuándo sus disculpas o la dimisión?. Me imagino que ni a ella ni a los que la apoyan se les habrá pasado por la cabeza y aplaudirán a la gran y valiente política que es.

No sé si esta actitud y la de sus partidarios me da más pena o más asco. Aunque realmente, lo que me inspira, es miedo. Seco y profundo miedo.

In vino veritas

El mismo día que dejé de fumar, adopté otra costumbre mucho más sana. Echar todos los días en una hucha lo que me habría gastado en tabaco si hubiera seguido fumando. Ahora ya no echo el importe del tabaco, pero si que echo todas las monedas que tenga más pequeñas de un euro al acabar el día y a finales de año, me doy un capricho.

Este año mi cerdito verde, que así es mi hucha, está viviendo en un San Martín perpetuo. Primero se me rompieron las gafas y a degollar al cerdito. Después el dentista, el fisioterapeuta y para rematar, pierdo una lentilla. Así que el pobre se estaba quedando algo magro e iba olvidando su propósito inicial, que son mis caprichos.

Sé que hay crisis y que la economía no está para ir haciendo dispendios, pero como no he tenido vacaciones (ni creo que vaya a tenerlas) y he sido una buena chica (ejem, ejem) me he hecho mi primer regalo de navidad gracias al cerdito: un curso de iniciación a la cata de vinos. Llevaba mucho tiempo detrás de uno y ayer, por fin, me decidí a hacerlo.

Casualmente, el evento tuvo lugar en el Mesón del Cid, sucursal del restaurante que hay en mi tierra de adopción. En la primera jornada (mañana es la segunda y última), tuvimos la oportunidad de catar cuatro blancos y cuatro tintos, de distintas denominaciones de origen. Aprendimos algo de la elaboración del vino (yo algo sabía pues he visitado bodegas y hasta he vendimiado), de su conservación y de las características que hay que tener en cuenta para una cata.

Me lo pasé genial.
Pedro, el sumiller que nos dió la cata, tenía en cuenta nuestra bisoñez, corregía nuestros errores sin pedantería (algo que me repatea en algunos supuestos conocedores del mundo del vino) y nos iba dejando que fuéramos descubriendo nosotros mismos las sensaciones que nos transmitía cada vino. Para hoy, nos ha puesto deberes. Y es que entrenemos nuestro olfato en una frutería y en una floristería para identificar olores primarios.

La verdad es que tengo muchas ganas de que llegue el día de mañana, seguir aprendiendo y quizás, en un futuro, hacer algún cursillo más extenso. Mientras, tendré que seguir entrenando el olfato y el gusto catando más vinitos.

domingo, 30 de noviembre de 2008

Insomnio

Últimamente, no padezco de insomnio. Al menos, no del habitual, que hacía que me despejara completamente en cuánto apoyaba la cabeza en la almohada y que provocaba que durmiera entre cuatro y seis horas escasas (y eran más frecuentes las cuatro horas que las seis).

Ahora duermo entre siete y ocho horas diarias, aunque no ininterrumpidamente. Y es que tengo sueño con intermedios.

Hay noches que me despierto sobresaltada porque he tenido alguna pesadilla o algún sueño extraño.
Otras, porque estoy tiritando de frío a pesar de estar completamente tapada o porque al rato, me despierto achicharrada de calor, con la ropa de la cama tirada en el suelo.
Y otras, como hace tres noches...

Lo último que recuerdo antes de despertarme es que estaba en un bar, sentada en un taburete alto. No sé con quien, pero charlaba con alguien. Y me entraba un enorme ataque de risa. Tanto, que me caía del taburete y me quedaba encogida en el suelo, con los brazos rodeando mi tripa mientras reía a carcajadas y las lágrimas surcaban mis mejillas.
Abro los ojos y me encuentro a mi padre mirándome, despeinado y con cara de sueño. En ese momento, soy consciente de que estoy sobre la cama, encogida, con las brazos rodeando mi tripa, lágrimas surcando mis mejillas, riéndome a carcajadas y boqueando en busca de aire entre carcajada y carcajada. Estaba riéndome en sueños y le desperté.

Llevo tres días intentando recordar que es lo que me causó tanta risa. Y por más que estrujo mis meninges, no lo recuerdo. Y estaría genial, para ver si podría vivirlo en la realidad. Porque me hace falta un buen ataque de carcajadas.

sábado, 22 de noviembre de 2008

Quiero creer (Ya no sé cuál es el número de ida de olla....)

Hace un momento llegué de una reunión del trabajo y de su sobremesa.
Al llegar a casa, mi padre, el que parece que no se fija nunca en nada, lo primero que me ha dicho es "¿Qué os pasaba a ti y a "X"? Tenía cara de preocupación y habéis estado en un aparte mucho tiempo". Yo me he quedado mirando a mi progenitor, pensando en que responderle y no traicionar la confianza de "X" ni tampoco mentirle.
Todos necesitamos desahogarnos y que alguien nos escuche. Hoy me ha tocado a mí escuchar.
Eso ha sido lo único que he podido decirle. Mi padre me ha sonreído, ha asentido con la cabeza en gesto de comprensión y yo me he venido hasta mi habitación. Porque quizás mi desahogo sean estas letras.

"X" es una de las mejores personas que conozco dentro de mi mundillo laboral y seguramente, en mi vida general. Inteligente, con sentido del humor, de carácter generoso y noble, algo visceral, muy humana con sus defectos y sus virtudes. Una buena persona de las que cree, y vive acorde a sus creencias, "que tó er mundo es güeno". Y que, tristemente, se da cuenta de que no siempre es así.
En muchas cosas, me recuerda a mí misma, pero menos soberbia y con más fe. Quizás, yo lo que quiero creer es que es así, que tó er mundo es güeno aunque a veces no lo crea y por miedos y dudas (sobre todo en mi misma) me deje llevar por la desconfianza. Pero bueno, tampoco importa demasiado...

Hace poco, le confesaba a alguien a quien quiero que últimamente no dejo que se acerquen demasiado a mi intimidad. Como me dijo otro de mis "queridos", estoy cortésmente distante, un poco cubito de hielo, sobre todo a la hora de hablar de mí (no sé como puede decir eso, con lo que me gusta hablar y de mí ni os cuento...). ¿Por qué? Estoy vulnerable y no quiero hacerme daño y sobre todo, no hacérselo a otros. La mejor opción para todos.

Pero hay veces...
Cuando veía la desesperanza en sus ojos, se ha ido a tomar por saco esa actitud. Uno no puedo proteger o intentar dar consuelo, aunque sea simplemente estando ahí, desde la barrera. Hay que sentarse a su lado, escuchar, dar algún achuchón...No sé, soy un poco torpe para estas cosas y tampoco hay un guión o procedimiento que seguir.

Cuando nos hemos separado, me he subido las solapas del abrigo, más para ocultarme de otros que por frío. Y lo que hasta entonces era un sentimiento ¿maternal?, de protección y de tratar de consolar y dar calor, se ha visto sustituido primero por la impotencia, al no saber si he podido darle un poco de esperanza; más tarde, por la rabia al ver sufrir a quien claramente no lo merece; luego, la esperanza o el querer creer que existe y por último, la duda, sobre mí misma, sobre lo que creo, sobre lo que soy (¿os he dicho ya que soy un pelín egocéntrica?).

¿Y si, como confesaba hace poco (que para no querer hablar de mi intimidad, tela...) todo no es más que una quimera, un truco? ¿Una cáscara vacía de todo contenido?. Quiero, ahora más firmemente que nunca, creer que no es así. ¿Pero y si me equivoco?.

lunes, 17 de noviembre de 2008

El cepillo de dientes (más conversación y pensamiento)

- Voy a lavarme los dientes. Vengo ahora. [Y después vas a ver qué bien sabe el frescor polar...]
- Si no tienes cepillo, hay uno verde sin estrenar en el cajón de la derecha del mueble [Para que luego diga, que me he acordado de su color favorito...]
- ¡Anda mi color favorito! [¿Tiene un cepillo de dientes de repuesto? ¿Él? ¿Con el que hay que pasar siempre por una farmacia de guardia para comprar condones? ¿Al que el VIPS de la esquina le va a hacer cliente del año porque compra casi todo ahí?]
- Úsalo y déjalo junto al mío, que hay hueco. Así lo tienes para otros días... [Que con el tiempo que llevamos juntos, podría quedar algún rastro de tu presencia en casa...y no sólo los condones usados en la basura].
- Bueno, eh, no es necesario... Llevo uno en el bolso. [¿Para otros días.? ¿Ein?Bueno, la verdad es que con él llevo más tiempo que el que estuve con alguno de mis novios "oficiales"]
- Mujer, así no tienes que cargar con tanto trasto...[Y cuando lo vea y no estés, me acuerdo más de ti...]
- Hombre, que es un cepillo de dientes, no un yunque. [¿A éste que le ha dado ahora?]
- ¿No te estás quejando siempre de que llevas el bolso cargado de trastos? No seas tonta, que no es molestia y puedes dejar alguno de tus trastos aquí. No me importa. [Nada, que no capta las indirectas. O no quiere captarlas].
- Ya. Si tienes razón... [¿Dejar mis trastos aquí? ¿Pero no habíamos quedado en que sólo era sexo?]
- ¿Entonces? [Venga, si estamos bien y esto puede tirar para adelante...]
- Pues no sé. Si cada una de tus amigas con derecho a roce se deja un cepillo de dientes en el baño, va a parecer una droguería, jejeje. [Porque seguro que no soy la única. Bueno, yo desde que me acuesto con él, no me he ido a la cama con ningún otro tío. ¿Pero él? Seguro que se tira a todo lo que se le pone por delante]
- ¿Has visto algún otro cepillo de dientes en el baño? [Nada. Que no se entera.].
- No, la verdad es que no [¿Soy la única? NO ME LO PUEDO CREER. Pero si pensaba que la palabra monogamia no entraba en su vocabulario...]. A lo mejor es que a las otras les importa poco su higiene dental.
- A lo mejor es que no hay otras. [Con lo inteligente que es y que estemos así...]
- ¿Pero lo nuestro no era sólo sexo? [Estoy empezando a sentir un extraño vértigo...]
- Puede pasar a ser algo más, ¿no? [Yo quiero que pase y espero que tú también]
- ¿Sí? [¿Y si dice que no? ¡Menudo fastidio! Pero si hasta ahora no me había planteado nada más serio...]
- Si tú quieres, sí. [A ver si así te enteras de una vez...]
- Tengo miedo. [¿Y si no sale bien? Me encanta estar con él y no quiero perder lo que tenemos]
- Y yo. Pero quiero arriesgarme. Creo que merece la pena [Ya está. Bien clarito.¿Y ahora qué? ¿Qué estará pensando? Se está pellizcando el labio como hace cada vez que está preocupada...Y ahora se levanta. Joder, la he cagado y se va a casa. Si es que soy imbécil.]
- El cepillo de dientes estaba en el cajón de la derecha, ¿verdad?. [De cabeza a la piscina. Espero no partirme la crisma.]
- Sí, en el de la derecha. [¡Bien!]
- ¿Sabes? A otras se las conquista con una cena romántica o con un anillo de diamantes, no con un cepillo de dientes.
- Es que estamos en tiempo de crisis... Anda, ven aquí tontorrona. Ya nos lavaremos los dientes más tarde...

domingo, 16 de noviembre de 2008

Mentiras, incienso y mirra

Yo siempre he visto el sexo como algo muy natural. Al fin y al cabo, comerse una polla es como comerse un pincho de tortilla. Quitando lo de la moral y eso...

No recuerdo si eran exactamente esas las palabras textuales, pero sí era ese el espíritu.
Forma parte de un monólogo de uno de los protagonistas de la obra, Mentiras, incienso y mirra que actualmente se representa en el teatro de La Latina, en Madrid.

Escrita por Antonio Albert (periodista y crítico de cine) y el guionista y director de cine Juan Luis Iborra, que se encarga de su dirección; es una divertida comedia, que arranca más de una carcajada y alguna sonrisa amarga.

Seis viejos amigos se reúnen la noche de Reyes en una cena que sirve para mantener unido al grupo e intentar recuperar esa ilusión de cuando eran niños, a pesar de la desilusión y el alejamiento entre ellos. Durante esa cena, salen a la luz secretos, miserias, soledades y mentiras. Y amistad.

Los protagonistas están interpretados por actores populares gracias a series de televisión y al cine y en mi opinión, hacen una labor estupenda. Ana Rayo (Sin tetas no hay paraíso, Moncloa,¿dígame?), Ana Pascual (Valentín), Elisa Matilla (Todos los hombres sois iguales (TV), Por fin, solos, 7 vidas), Jesús Cabrero (Hospital central, Amar en tiempos revueltos), Ángel Pardo, el popular Rusti de Hospital Central y el conocido Jordi Rebellón, que seguramente os suene más si os digo que es el doctor Vilches de Hospital Central.

Vilches. Así le llamó uno de los chicos que se sentaba detrás nuestro, en la segunda fila. ¡Qué menudos elementos!. Sé que en el pasado, era frecuente merendar en los corrales de comedia, pero ya no. Algo que parecían ignorar. Primero fueron las latas de refrescos. Después, la bolsa de patatas fritas. Y para acabar, el bocadillo envuelto el papel de aluminio. Y por si no habíamos tenido suficientes ruidos de ambiente, se tiraron hablando buena parte de la obra. ¡¡Qué gente más plomo!!.

En fin, que si queréis pasar un rato divertido, daros un paseo por La Latina. Y ser ese otro amigo, al que esos seis "locos" le hacen partícipe de sus confidencias.

sábado, 15 de noviembre de 2008

The quest

Al que escoge la música en Anatomía de Grey, deberían darle, según mi opinión, un premio.



Reconozco que la primera voz que escuché la canción, no pensé que la cantaba un hombre. Ahora me importa poco quién canta la canción, porque me encanta. Estoy pensando que estaría genial un dueto de este cantante con Amy Winehouse.

viernes, 14 de noviembre de 2008

Malentendidos

- Mírala, ¡qué cuidado y mimo pone!. Mmm...Cómo me gusta...
- A la larga es más placentero hacer las cosas bien, ¿verdad cariño?
- Si... Lo que pasa es que vas muy despacito.
- Es que está demasiado caliente...Y la pielecita...
- Anda, date un poquito de más de prisa que no creo que aguante las ganas mucho más...
- ¡Qué impaciente!.
- Es que me gusta demasiado.
- Lo bueno se hace esperar...
- ¡Ya no aguanto más!
- ¡Jo! - un amigo de la pareja entra en el salón a saludarles en ese mismo momento - ¡La próxima vez te la pelas tú solito!
Silencio. Más silencio.
- Joder tío, ¿qué le has hecho para que te deje sin sexo antes de casaros? Ja, ja, ja. Os dejo solos para que lo arregléis. Ja, ja, ja.
- Cariño..
- ¿Sí?
- Si le digo a tu amigo que estaba hablando de una castaña asada no me va a creer, ¿no?
- ¿Después de la del otro día? Me da que no...
- Me lo temía.

miércoles, 12 de noviembre de 2008

Cuestionario

En uno de los canales del cable, veía hace tiempo un programa sobre cine llamado Inside Actor's Studio.
El presentador era el escritor y guionista James Lipton, que entrevistaba a actores, guionistas o directores de cine. El programa estaba basado en el formato de un programa francés del periodista Bernard Pivot, llamado Bouillon de Culture (Sopa de cultura). Este periodista, basándose a su vez en uno anterior de Marcel Proust, realizaba un cuestionario a su entrevistado. Cuestionario que siempre me gustó.

Yo os dejo aquí la versión del programa americano con mis respuestas (en algunos caso múltiples, que me enrollo como las persianas), contestadas a bote pronto. ¿Alguno se anima a dejar las suyas?

¿Cuál es tu palabra favorita?
Vida.

¿Cuál es la palabra que menos te gusta?
Indiferencia. Y Silvita o Silvi. Me gusta mi nombre como es, con todas sus letras.

¿Qué es lo que más te causa placer?
Reírme con los que quiero. Y el agua. Soy un pez con patas.

¿Qué es lo que te desagrada?
Algunos días, yo misma, pero en general y siempre, el sentimiento de impotencia

¿Cual es el sonido o ruido que mas placer te produce?
La risa de los que quiero, el mar y un te quiero en la voz de alguien a quien quieres.

¿Cuál es el sonido o ruido qué te aborrece escuchar?
El llorar de pena de un niño. El reggaeton del cabrón del bloque de enfrente cuando trato de dormirme.

¿Cuál es tu taco favorito?
Joder. Joputa. Y en plan sonriente, cachis. (Aunque si estoy muy cabreada, rumio para mí un "me cago en la hostia puta" y me quedo más a gusto que Dios).

Aparte de tu profesión ¿que otra profesión te hubiese gustado ejercer?
Marinera, médico, chef...demasiadas.

¿Que profesión nunca ejercerías?
Nunca digas de este agua...pero no me gustaría nada que tuviera que ver con serpientes.

Si el Cielo existe...y te encontraras a Dios en la puerta ¿Qué te gustaría que Dios te dijera al llegar?
¿Ahora mismo? Hemos cometido un error y te tienes que volver a la tierra, pero te dejamos estar un rato con los que quieres y están aquí antes de irte.

(Mis disculpas si alguien se ofende con la blasfemia de más arriba,pero es algo que aunque procuro no hacerlo, hago).

martes, 11 de noviembre de 2008

Quantum of Solace

Me gusta...aunque no creo que vaya al cine a ver la película.



Alicia Keys & Jack White - Another way to die (B.S.O. Quantum of Solace)

lunes, 10 de noviembre de 2008

Real como la vida misma

- Desde el 93 que llevo en España.
- ¿Desde el 93? Mentiroso. Me estás mentiendo. Tú no llevas en España tanto tiempo. Tú viniste en patera.
- Que sí, gitano. Llevo en España más tiempo que tú. Tengo más derechos que tú.
(Pensamiento del público: Pues yo que llevo 33 años, si es por antigüedad...)
- Tú no tienes derecho a nada, moro. Viete a tu país.
- ¡¡Vete tú gitano mamón!!. A tu puto país.
- Viete a tomar por culo... Te vamos a devolver en patera
- ¡Qué cabrón! Jajajaja.

El moro trapichea con hachís y cocaína que el día menos pensado voy a pillarme un colocón solo por las emanaciones de lo que fuman. El gitano es el cabecilla de un grupo que se dedica a robar cable de cobre y a hacer la compra faldera (vamos que los que le quepa en la falda a las mujeres) en los supermercados de la zona.
Y yo, que acabo de presenciar esta escena frente a mi oficina, me pregunto, ¿no se podrían ir ambos a tomar por culo?. ¿No habrá quién les eche una mano para que así sea?.

miércoles, 5 de noviembre de 2008

Me lo pido!

Queridos Reyes Magos:
Sé que aún es muy pronto y no me he portado todo lo bien que debiera pero a ver si siendo de las primeras cartas os tiráis el rollo.
Quiero una democracia como la del país ese que suscita tantas manías, el de las barras y estrellas. Y ya que estamos, no estaría mal unos políticos tan dignos como los suyos. Es que no me imagino a ninguno de nuestros líderes (jejeje) políticos comportándose como este señor y arrimando el hombro cuando hace falta.
Sí, sí, ya sé que en el país del "tú más y tu padre por si acaso" es complicado, ¿pero acaso no sois Magos?. ¡Qué tampoco os vais a herniar, que trabajáis una noche al año...!

miércoles, 29 de octubre de 2008

¡¡Cómo está el servicio!!

Anoche estuve en un workshop, con cena posterior, que organizó la Oficina de turismo de Alemania. El evento tuvo lugar en la calle Serrano, en plena Milla de oro madrileña, dentro de un centro comercial, el ABC Serrano, que tiene una preciosa fachada, con aires andaluces y recubierta parcialmente de azulejos, que da hacia el Paseo de la Castellana. Y que hasta hace unos veinte años, fue la sede del diario ABC.

El workshop en sí, como todos. Unas cosas interesantes y otras un peñazo. En este tuve la oportunidad de "conocer" algunas regiones de Alemania que creo que pueden ser interesantes para mis clientes. Como nota positiva, la amabilidad de la oficina de turismo de la región de Selva Negra, concretamente de Freiburg, que eran de lo más amenos y didácticos.

La cena.
La comida fue deliciosa, salvo el postre, que me pareció malísimo. Vamos, que a mí que me apasiona el tiramisú, lo dejé prácticamente entero.

El servicio.
Nefasto. Malo con avaricia. Y en un restaurante de esa categoría, que no es precisamente económico, un error garrafal, porque esa imagen es la que das de tu "casa".

Cada vez que uno de los camareros (de los más mayores por si alguno piensa que puede ser por la inexperiencia de la juventud) me servía agua, me sentía tentada a pedirle el paraguas a mi compañera de mesa. ¡Coñe, que yo voy duchada de casa!. En la mesa de al lado, no servían los platos, los "repartían" como si fueran cartas de una baraja. Lo de reponer pan, nada, que engorda.
Cuando le pedí al camarero que, por favor, me echara un poco de salsa de vino dulce sobre el solomillo, me lanzó una mirada de las que matan.A ese mismo camarero fue al que le pedí que me cambiara la taza del café pues tenía dos grietas bien visibles y por un momento, mentalmente, me ví tomando taza de loza como postre.


Pero lo "mejor" fueron los vinos.
Salvo el tinto, la oficina de turismo sirvió vinos alemanes. Tres vinos distintos. Blancos. Uno de ellos era un Riesling, delicioso. Fue el primero en ser servido. Poco frío. De mi copa de vino a la de mi vecina de mesa, el camarero dejó un reguero de gotas por todo el mantel.
Lo sorprendente fue cuando tocó servir el segundo vino, que el camarero, ni corto ni perezoso, lo echó en la misma copa. Yo me dí cuenta de que la botella era distinta que la anterior y antes de que me sirviera, pedí una copa limpia. Y vamos, ni que le hubiera pedido que me cediera uno de sus riñones...(Y si llega a oír mi comentario acerca de la "gotita", estoy segura de que me tomo el vino con envase y todo).

Es una lástima que una velada tan agradable como la de ayer, con interesante charla, risas y buena comida (salvo el postre), se viera ensombrecida por la poca profesionalidad de algunos. Falta de profesionalidad, que yo considero que está ligada claramente a la falta de formación y en muchísimos casos, a la falta de educación generalizada.

El sector turístico (en el que incluyo la restauración) ha sido y es, uno de los pilares de nuestra economía. La teta de la vaca que se ha ordeñado sin consideración. Ahora, con la debacle de la construcción y con la falta de tejido industrial que padecemos, muchas miradas se fijan nuevamente en él. Y volveremos a cagarla. Ya no somos ese país de hace 40-50 años, desconocido, asequible en precio y que suplía la falta de profesionalidad con amabilidad. Es más, ahora la amabilidad es un valor escaso.
Nuestra apuesta debería ser por la calidad y el servicio excelso, con profesionales preparados, que valoren su trabajo y que no sólo lo vean como una forma fácil de conseguir dinero. Porque por mucho que piense mucha gente, no todo el mundo sirve para servir.

domingo, 26 de octubre de 2008

Silbando a las estrellas (5)

Volvía otra vez al pueblo, después de casi cuatro años desde la última vez, para enterrar a su abuelo. Junto a su madre y su abuela. Al terminar el funeral, a lo lejos, vio una figura familiar. No podía ser que ella estuviera aquí. Excusándose con sus familiares, se acercó. No había cambiado nada en este tiempo, seguía teniendo la misma expresión risueña y algo pizpireta y sus ojos azules le miraban con ternura.

- No creí que fueses a venir, Iria. Gracias.
- Siento que siempre nos veamos en estas circunstancias, Miguel. ¿Cómo estás? – comenzaron a caminar despacio, uno al lado del otro. Miguel sacó la petaca con su tabaco y comenzó a liarse un cigarrillo.
- Bueno, bien. Echaré de menos a mi abuelo y sus sermones, pero así es la vida. Esto – Miguel miraba sus manos, nervioso, buscando las palabras que quería decirle a su amiga – Iria, quería pedirte disculpas por nuestro último encuentro. Me comporté como un cretino. Quise llamarte y disculparme cientos de veces pero no sabía como hacerlo. Mi padre vino a recogerme para llevarme a casa y no tuve la oportunidad. Lo siento.
- Sí, la verdad es que sí. Fuiste un cretino – Miguel levantó la mirada hacia los ojos azules, esperando a que Iria descargara su furia contra él. Pero para su sorpresa, ella sonreía lánguidamente y le miraba con la misma ternura de siempre – Pero ya no importa, Miguel. Esa – miró hacia una joven que cogía del brazo al padre de Miguel - ¿esa tu novia?
- Sí, es Merche. Nos casamos la primavera que viene.
- Es muy guapa y parece cariñosa. ¿Te hace feliz, Miguel? ¿Se te olvidan los temores a su lado?
Miró a su amiga, algo sorprendido. Hablar de Merche con Iria le resultaba un poco violento a Miguel. Recordaba su ataque de celos y su accidente, lo que había sentido o creído sentir por su amiga y no sabía cuáles eran los sentimientos de ella. No quería hacerle más daño, pero por otro lado, era su amiga y quería compartir su felicidad con ella.
- El único temor que siento a su lado es que ella se vaya o le suceda algo malo. Me hace feliz, Iria. Mucho.
- Me alegro, Miguel. De veras. Aunque a veces seas un poco cretino – Iria sonrió y le acarició la mejilla – te lo mereces.
- ¿Y tú, Iria, eres feliz? ¿Hay alguien que haga que se te olviden los temores?
- El temeroso de los dos siempre fuiste tú – la mujer se rió y pronto contagió a Miguel con su risa cristalina – Sí, Miguel, ahora soy feliz. Quizás no como habría soñado, pero lo soy.
Se miraron un rato en silencio, sonriéndose. Miguel sentía la mirada tierna y cálida de su amiga como un abrazo. Como aquellos que le daba de repente, sin motivo, cuando jugaban siendo chiquillos.
- Tu novia te espera y yo tengo que irme. Me ha alegrado mucho verte, Miguel.
- A mí también, Iria. Espero verte pronto.
- Bueno, ya sabes como contactar conmigo – la mujer sonrió y le dio un beso en la mejilla – Siempre que necesites mi mano, sólo tienes que extender la tuya. Y silbar...Si no eres demasiado mayor para esos juegos infantiles, claro.
- Touché – y Miguel estalló en una carcajada.

Vio como su amiga se alejaba hacia la salida del cementerio y se giraba para despedirse con la mano. Respondió a su despedida con un gesto y regresó al lado de su padre y de Merche, que charlaban con algunos vecinos. Abrazó por la cintura a su novia y le dio un beso en la mejilla.
- ¿Quién era esa mujer, cariño? – le preguntó Merche en voz baja.
- Iria, mi amiga de la infancia. Te he hablado de ella. Vino a darme el pésame.
- ¿Por qué no me la has presentado?
- Tenía que irse. En otra ocasión te la presentaré. ¿Sabes? Ha dicho que eres muy guapa y estoy plenamente de acuerdo – Miguel se inclinó sonriendo y beso nuevamente la mejilla de su novia, entrelazando sus manos.
Iria contempló la escena de su amigo y su novia a lo lejos. Sonrió, limpió una lágrima de su mejilla y regresó caminando hacia el pueblo, sumida en sus pensamientos.

Silbando a las estrellas (4)

Tenía la cabeza embotada por los medicamentos y le dolían las costillas y el brazo derecho. Hasta sus fosas nasales llegaba el olor punzante a antiséptico y a yodo. Con lentitud, abrió los ojos. La luz del fluorescente y las paredes blancas le daban a todo un aire fantasmal. Giró la cabeza, mareado y vio frente a sí unos ojos azules familiares, que le miraban con ternura y preocupación.

- Hola Miguel. Me has dado un susto de muerte - Iria se inclinó hacia él, le dio un beso en la frente y se sentó a su lado, cogiéndole la mano - ¡Me alegra tanto saberte bien! - la joven apretó un poco más su caricia - Los médicos dicen que te pondrás bien pronto, sólo tienes roto el brazo y una costilla y una ligera conmoción. Han avisado a tu padre y a tu abuelo y vienen de camino.

Iria le sonreía sin dejar de acariciar su mano. Se inclinó hacia él y retiró un mechón que le caía sobre la frente.

- ¿No podías haber avisado de tu llegada de otra manera en vez de estrellarte contra ese poste de teléfonos? Con lo fácil que hubiera sido que silbaras…

- La gente crece, Iria y los juegos infantiles se quedan ahí, en la infancia – su tono era duro y cortante y vio como la expresión de su amiga cambiaba y la sonrisa desaparecía de su rostro al escucharle - Te agradezco que hayas venido, pero será mejor que descanse. Vete, por favor.

Cerró los ojos, no queriendo enfrentarse a la mirada de su amiga. Ella se quedó en silencio, mirándole sin soltar su mano. Al cabo de unos minutos, notó como ella soltaba su mano. Escuchó como musitaba un adiós y sus pasos alejarse hacia la puerta.
Entreabrió los ojos para ver como su amiga salía de la habitación, cabizbaja.
¿Por qué actuaba así? Le alegraba ver a su amiga, pero recordaba al chico moreno y sentía celos. Unos celos estúpidos que habían provocado su accidente. ¿Qué le hacía creer que Iria era de su propiedad?. Quiso llamarla y pedirle perdón, pero estaba demasiado mareado y sólo le salió un hilo de voz apenas perceptible. Otra vez perdía a su amiga sin hacer nada por evitarlo.

Dejó caer la cabeza sobre la almohada y se dejó vencer por la somnolencia de los medicamentos, para caer en un sueño intranquilo.

viernes, 24 de octubre de 2008

Cantabria


Ayer por la tarde regresé de mi escapada por trabajo a Cantabria, encuadrada dentro de la Bolsa de Contratación a la que fui invitada. Solamente dos días. Muy breve, pero intenso.

El martes, en la T-4, mientras esperaba mi vuelo a Santader, ví algunas caras conocidas. Y en algunas de ellas, el temor a volar, después del trágico accidente de Spanair. En mi caso, pude comprobar que el accidente no afectó a mi miedo a volar (inexistente) y volví a caer dormida, como es mi costumbre, antes de despegar.
Después de mi breve siesta, Santander nos recibió con lluvia. Muchos protestaban, pero yo sonreía. Me gustan esos días grises norteños y esa lluvia fina, cayendo sin prisa pero sin pausa, alimentando la tierra.

Yo fui una de las afortunadas que se alojaron en el Hotel Real. Una habitación amplia, muy clásica (en la que yo, personalmente, cambiaría alguna cosa); unas preciosas vistas a la playa del Sardinero y un servicio estupendo (el botones del turno de mañana era un encanto).
Deshice la maleta rápidamente y antes de que nos trasladaran a Cabárceno para hacer la visita, aproveché para darme un paseo por el Sardinero, bajo la lluvia y más tarde, leer un rato el periódico en uno de los salones del hotel, con una taza de té humeante delante.

En Cabárceno la visita se vió dificultada por la lluvia. Apenas vimos animales (salvo algunos que viajaban en nuestros autocares), pero los paisajes eran una maravilla. El gris del cielo con esa luz tan suave, intimista; el verde de los prados, los distintos tonos de marrón y verde de los árboles, los rojizos, ocres y grises de las rocas...
Después de Cabárceno, una visita en autocar por Santander (menos mal que yo me hago las mías privadas a pie y disfrutando de la lluvia) y a "pintarse el ojo" para irse a cenar al Museo Marítimo del Cantábrico, cuya visita recomiendo a aquel que no lo conozca.


A la mañana siguiente, madrugón para continuar con nuestra agenda. Nos trasladaron hasta el museo y la neocueva de Altamira. Yo he sido, siendo una niña, una de las afortunadas que aún pudieron visitar la cueva original y me encantó. La réplica pierde la emoción del original, pero merece la pena visitarla y aprender un poco con las explicaciones.
Después del museo, una escapada a Santillana del Mar, en la que acabé como una sopa gracias a la "gentileza" de una compañera del grupo y a comer al campo de golf de Abra del Pas. Más ajetreo y estrés para acabar la jornada en la Bolsa de Contratación y con un cóctel-cena en el Palacio de Congresos.

Ayer, los que salíamos en los vuelos de la tarde, fuimos a ver la cueva de El Soplao. Yo había estado el año pasado y conocí a este amigo. En esta ocasión no estaba, pero mientras el resto se iba a la cafetería o a echar un vistazo a la tienda, yo me senté sobre una de esas rocas, perdí mis ojos en el horizonte y a soñar hasta que un amigo me "despertó" para iniciar la visita de la cueva.
Hay un tramo en el que suena música suave mientras se iluminan partes de la cueva y se oyen expresiones de admiración.
Pero yo prefiero cerrar los ojos, ignorar la música y los cuchicheos, concentrarme en escuchar el ruido de las gotas que van cayendo, filtradas entre grietas. Y cuando lo logro, abrir bien los ojos y disfrutar. En medio de mi mar de coral pero en las entrañas de la tierra, con los brillos del aragonito que me cautivan y las formas caprichosas que me hacen soñar, imaginando que esa columna fragmentada de ahí parace una torre de babel, aquel conjunto de formas caprichosas de allá, un pez abisal con la boca abierta, dispuesto a devorarnos, intrusos en su reino o que esa aguja, tan frágil, es el resultado del mimo y de la paciencia de la tierra, la labor de una simple gota de agua, pequeñita e insignificante.



Después de esta maravilla, a comer. Y siento decir, que fue la primera vez que he comido mal en Cantabria en todas las veces que he ido. Pero bueno, casi mejor, para mantener un poco la línea que en otros sitios comimos muy bien.

Este ha sido un poco el resumen de las actividades que hemos hecho estos dos días. También ha habido tiempo para los momentos divertidos y los malos rollos.
De los primeros, la suerte que he tenido porque me tocó un premio en el sorteo y volveré a Cantabria y los "comentarios a la guía". Nuestra guía era monótona y repetitiva, pero afortunadamente, nos juntamos tres con un poco de mala baba y con nuestro comentarios, logramos arrancar unas risas a los compañeros.
Y mi baño en la playa (aunque ahora tenga un resfriado del quince) y la cara del botones, que era un encanto, al verme aparecer hecha una sopa y con una sonrisa de oreja a oreja.
De los segundos, la mala educación de la gente, los gorrones y las continuas faltas de respeto a tus compañeros, pues la falta de puntualidad lo es. Y como yo tengo la diplomacia de una acelga y no me callo, he tenido enganchada con un par de personas de mi autocar.

Pero bueno, los momentos buenos siempre pesarán más que los malos...Y yo volveré a Cantabria, siempre que pueda, a seguir soñando con los ojos abiertos.

jueves, 16 de octubre de 2008

Cuidado con lo que pides... (conversación y pensamiento)

Él: - Estooo, he pensado... [¿Y esto como se plantea? ¡Qué complicado!]
Ella: - ¿Sí? [A ver que idea se le ha pasado por la cabeza a este hombre]
Él: - No sé como decírtelo... [Para que no te mosquees , claro]
Ella: - Venga, habla [¿Y qué querrá este ahora?]
Él: - Es que no quiero que te molestes... [Espero que no. Mierda, ya está enarcando la ceja. Estoy por callarme...]
Ella: - No te voy a comer, hombre. Sólo me como a quién se deja [Aunque te puedo sacar los ojos si te pones tonto.]
Él: - A los dos nos gusta el sexo...
Ella: - Pues sí, la verdad es que bastante. [Que podríamos estar echando un calique, en vez de esta tontería]
Él: - Y somos personas con una mentalidad muy abierta...
Ella: - Sí, cierto tabúes es mejor dejarlos en el suelo, con la ropa [Me parece que ya sé por dónde va a salir éste...].
Él: - Y nos pone el morbo... [He logrado captar su atención. ¡Bien!.]
Ella: - Sí, mucho. ¿Pero me quieres decir ya lo que sea, que me estoy poniendo de los nervios? [Mírale, si está sudando tinta para decirme eso que me imagino. ¡Qué gracioso!.]
Él: - Como nos gusta experimentar, he pensado... [Que no se enfade, que no se enfade...]
Ella: - ¿Sí? [Venga machote, que tú puedes]
Él: - ...que podíamos hacer un trío. [Ya está. Y ahora me cruza la cara de un sopapo...]
Ella:- ¿Sí?[Lo sabía] Me parece buena idea [Mira que sonrisa de oreja a oreja se le acaba de poner].
Él: - ¿Síii? [¡Qué ha colado! ¡Oe, oé! ¡Oe, oé!]
Ella: - Claro [Mírale que expresión de triunfo...]. Cuando quieras hablo con mi amigo David y se lo propongo [¡Qué divertido! Se le acaba de congelar la sonrisa en la cara].
Él: - ¿Tu amigo David? [¿Y ese quién coño es?. ¿Yo en bolas en la cama con otro tío?]
Ella: - Sí, hombre, el que es bisexual. ¿Nunca te he hablado de él? [Se le van a salir los ojos de las órbitas. ¡Ay, qué me troncho!]
Él: - No, no me has hablado de él antes. [¿Ha dicho bisexual? Pues yo no estoy por la labor de estar con un soplanucas en la cama. ¡Y en bolas!].
Ella: - Es un hombre majísimo. [Espera, que ahora le entra el acojone. Teníamos que haber tenido esta conversación antes. Es divertidísima.]
Él: - No lo dudo, pero mi idea... [Será mucho más majo a distancia de la cama en la que yo esté. Y con ropa.]
Ella: - Seguro que le pone montárselo con nosotros. Eres la clase de hombre que le gusta... [Por Dios, lo que me está costando no reírme]
Él: - ¿Y cómo sabes eso? ¿Tú y él...? [Y encima quiere meterme en la cama a un ex. ¡Manda cojones!]
Ella: - Ah, no fue nada serio. Sólo unas cuántas noches locas. [Ahora le entra un ataque de cuernos. Ju, ju, ju.]
Él: - Ya. Pero cariño, yo quería estar contigo y con otra mujer. [El único juego de palo y bolas el mío]
Ella: - Ah, vale [Como lo sabía...].
Él: - ¿Vale? [Aquí hay gato encerrado].
Ella: - Claro, cari, después de estar con David podemos probar.
Él: - ¿Después de...? [¿Pero por qué se empeña en meterme al gachó en la cama? ¡Qué no!]
Ella: - Sí, cari, que con él tengo más confianza y me dará menos corte... [Si este tonto supiera que no existe ningún David...]
Él: - Ya, pero...[Mierda, que para que acepte voy a tener que meterme con el tío ese...Ni de coña, antes me voy de putas.]
Ella: - Además, tú eres todo un caballero [¡Ja!] y dejarás a tu chica primero, ¿no? [A ver por dónde sales...]
Él: - Es que a mí no me gustan los hombres [Vamos, que ni de coña]
Ella: - Ni a mi las mujeres, pero por el morbo... [¿A qué con otro tío ya no tiene tanto morbo?]
Él: - ¿Te da morbo estar con otro hombre? [¿Pero con quién estoy? Esta tía es una depravada...]
Ella: - Y que tú estés. Me da muchísimo morbo ver a dos tiarrones como vosotros... [Lloro. Yo lloro de la risa.]
Él: - ¿Tiarrón? [Espero que solo se refiera a la altura física y no a ciertas partes de su anatomía]
Ella: - Sí, David jugaba al rugby en la universidad y está cuadrado [Anda, que como al final acepte, a ver dónde encuentro yo al tal David...]
Él: - ¿Quieres ver como me lío con otro hombre? ¿En serio? [¡Pervertida!]
Ella: - ¿Tú no quieres ver como me lío con otra mujer? Igualdad, cariño, igualdad. [¿No quieres tríos? Pues toma trío]
Él: - Bueno, es distinto... [Me cago en la madre que parió a la igualdad]
Ella: - ¿Distinto? [Yo no me pierdo esta explicación...]
Él: - Esto...pues sí, no sé explicarlo [Que yo no voy a estar con otro hombre ni borracho...]
Ella: - ¿No lo harías por mí, cari? [Venga, listo, a ver que haces...]
Él: - Claro, mujer. [Ni por montármelo después con Angelina Jolie]. Pero verás, esto del trío es sólo una fantasía [En que hora he dicho nada. Mejor dejemos el tema] y nos quedan muchas cosas por experimentar...[Joder, si parece decepcionada. Esta tía es una golfa...]
Ella: - Bueno, como quieras... [¿Ya te das por vencido? Con lo divertido que es...]. Seguro que a David le habría encantado...
Él: - Si, cari, olvida que te lo he propuesto, ¿vale? [Joder con el tal David. Hasta los "mismos" me tiene...]
Ella: - Una lástima. [¡Qué rico! ¡Se ha enfurruñado!]
Él: - Bueno, era una tontería. Una fantasia que tenemos todos...
Ella
: - Cari, tú y yo no necesitamos invitados y tres son multitud. Pero si te decides, siempre nos quedará David. [Me daría penica su decepción si no fuera por lo divertido de todo esto]
Él: - Ya. ["Cagüen" todo lo que se menea...]

Mi abuela

Estamos en la cocina, hablando mientras le preparo la cena. Cuando le sirvo la sopa, me recuerda lo mucho que me ha gustado siempre y como, cuando era muy pequeña, con mi lengua de trapo y mi paso vacilante, me acercaba a ella, con cara de buena, con mi plato y le pedía más sopa de gallina, sopa "d'ajo" o de pez.

Nunca ha sido una mujer con mucho saque en la mesa y últimamente, si no estás encima de ella, come como un pajarito. Aunque quizás más que la comida, lo que le gusta es que la contemples, para sentirse acompañada. Hace ya muchos años que murió mi abuelo, el hombre de su vida, muchos amigos quedaron en el camino y los hijos hacen su vida.
Entre cucharada y cucharada de sopa, me habla de como se conocieron ella y mi abuelo. De como la familia de mi abuelo no veía bien que se hicieran novios y como él renunció a todo lo que le ofrecía su familia por casarse con ella. De los años duros de la posguerra y de ese día a día juntos, de los hijos y de los sueños, de los que se cumplieron y de los que no. En un descuido, mientras sigue rememorando, le echo un poco más de sopa a mi pajarillo.

Oigo su voz, con ese deje gallego que le sale a veces a pesar de que lleva sesenta años en Burgos, mientras le preparo una tortilla francesa. Ahora me habla de sus hermanos, que murieron en la guerra. Sin rencores, sólo con melancolía. Espero que, como tengo planeado, me dé tiempo antes de que fallezca a encontrar la tumba de al menos uno de ellos y a acompañarla para ponerle unas flores. Aunque me costará sacarla de casa, soy inasequible al desaliento y la secuestraré si es preciso.

Mientras come, me fijo en ella. De joven, era una muñeca, tan menuda y delgada y con esos ojos castaños tan vivos. Mi abuelo, orgulloso de ella, me contaba que era la más guapa de toda la comarca.
Ahora sus manos, que me fascinaban de niña, están algo deformadas por la artrosis. Recuerdo cuando era pequeña y me sentaba a verla coser guantes para ganar unas perrillas extras y como yo, que intentaba hacerlo como ella, acababa como un acerico con tanto pinchazo. Ahora su piel es algo más amarillenta y parece un pergamino a punto de romperse, pero me siguen gustando sus manos.
Se lleva la mano izquierda a la sien, en un gesto suyo muy característico. Lo primero que me llama la atención es el esparadrapo que tiene en la cabeza, del golpe que se dió la semana pasada al caerse. Cuando le pregunté, me contó como sangraba y como empalideció. No podía mirarme en ese momento, pero seguro que mi rostro iba a juego con el relato.
Después me fijo en sus labios, tan finos como los de mi madre y en las arrugas de las mejillas, más visibles desde que adelgazó tras su paso por el hospital. Es curioso, no tiene apenas arrugas en la frente. Y es que no recuerdo haberla visto nunca con el ceño fruncido ni enfadada. Como mucho gruñir un poco cuando mi tío la chincha, pero es que él es para echarle de comer aparte.
Y por último, sus ojos, pequeños y vivos detrás de las gafas. Como los de mi sobrina Aroa, que tanto se le parece. Seguro que de pequeña era tan trasto como su bisnieta.

Y al verla así, mientras me cuenta sus historias, tan menudita y frágil, siento una oleada de cariño y de ganas de protegerla. Y ella...¡¡Ella me regaña porque estoy en las nubes y se me enfría la cena!!. Pero si a mí no hay que animarme a comer...
No puedo evitar sonreír y darle un achuchón, mientras la "regaño" por dejarse comida en el plato.

Un par de horas más tarde, paso frente a su dormitorio. La puerta está abierta y la veo dormir tranquilamente. Y me quedo ahí, contemplando como duerme por no sé cuánto tiempo. Como hago con mis sobrinos.

Al pensar en las conversaciones que hemos tenido mi abuela y yo últimamente, recuerdo unas palabras que me dijo un amigo acerca de que lo que demuestra que se ha asumido la vida es esa especie de necesidad de entroncarse con las raíces.
Sé que mi abuela lo ha hecho. Yo la mía aún no la he asumido en su mayoría, pues la estoy viviendo.

lunes, 13 de octubre de 2008

Confesiones de alcoba

La habitación está en penumbra. Adivina su forma tumbada en la cama, acurrucado. Algún ronquido que se le escapa y rompe el ritmo de su respiración. Como apoya la mano en la almohada o como se relajan sus rasgos.
Al principio de esa relación le gustaba ver como dormía. Ahora el fijarse en esos pequeños detalles, supone que se habrá ido al mismo sitio que el resto de las ilusiones. A la mierda.
Se sienta en el suelo, entre la pared y la cama. Desde ahí puede verle dormir, pero no le ve. Es como si fuera transparente y ve más allá. Apoya la espalda en la pared y nota el frescor en su piel. Hace demasiado calor en esa habitación y le gustaría abrir la ventana, para liberarse de esa sensación de ahogo. Pero él es demasiado friolero. Y esa sensación de ahogo poco tiene que ver con la temperatura y sí con ella misma. Así que se queda como está, abrazando sus piernas desnudas, con la cabeza apoyada sobre sus rodillas.
En esos momento, echa de menos fumarse un cigarrillo. No por inhalar el humo, por los ataques de tos, ni por el mal sabor de boca, sino por la sensación de dejarse llevar entre las volutas de humo, de desintegrarse entre ellas. Además el humo siempre fue una excusa perfecta para explicar las lágrimas. Se me ha metido humo en los ojos. Ahora, tendría que inventarse una excusa diferente y no le apetece demasiado.
Le siente agitarse entre sueños y en un gesto instintivo, para que no la vea vulnerable, se frota con rapidez los ojos, limpiándose las lágrimas. Ha sido una falsa alarma y él vuelve a su plácido sueño. Y las lágrimas a seguir el camino que habían emprendido por el rostro de ella.

- ¿Qué te pasa? ¿Estás bien? Anda, ven a la cama y hablamos.

Las palabras de él le pillan por sorpresa. Pensaba que estaba dormido y por lo visto la ha oído sollozar. Se recompone rápido, demasiado acostumbrada a esconder lo que le afecta tras una máscara de normalidad.
- No es nada, sólo tenía calor y el suelo está fresquito. Vuelve a dormirte, que dentro de un rato voy yo.
- Nos vamos conociendo. Mientes.
Ese comentario tan directo por su parte la deja un poco desconcertada, pero sólo son unos segundos. Finge una sonrisa, que no sabe si él podrá ver en la penumbra.
- Es verdad. En realidad, es que como roncas - adopta un tono de humor, otra de sus defensas cuando no quiere que la vean - no podía dormir.
- Yo no ronco - protesta él, mientras enciende la luz de la mesilla - Respiro fuerte. Y ahora, ¿hablamos en serio?. Cada vez que nos vemos estás más rara, ¿te molesta algo?.
- No... - se levanta del suelo. Agita la pierna derecha que se le ha quedado dormida y se sienta a su lado en la cama - Bueno sí. Me molesta que me digas que me quieres.
Ve la expresión de su cara. Ahora le toca a él el desconcierto.
- ¿Te molesta que te diga que te quiero? - su tono es de extrañeza.
- Sí. No creo que sea así y me da la sensación de que me tomas el pelo. Si me dijeras "te quiero echar un polvo" no me sentaría mal. Es más, creo que se ajustaría más a la realidad de esta relación.
- ¿Por qué crees que no es verdad? Ya te he dicho muchas veces que es cierto.
Le mira en silencio unos segundos. Sabe que esas palabras que se mueren por salir de sus labios, no son sólo por y para él, sino por otros hombres que han pasado por su vida. ¿Sería justo que le cayera el chaparrón a él?. Una parte de ella le incita a que se calle y no le haga pagar por errores propios, pero también ajenos. Y otra...
- Porque no sabes estar solo. Me valoras en función de como se alivia tu soledad, no en función de quien soy. A veces tengo la sensación de que te importa bastante poco lo que me sucede, siempre y cuando, no afecte a tu mirarte el ombligo.
- O sea, que soy un cabrón egoísta.
- No exageres. No eres un cabrón. Creo que eres buena persona. Si no, no estaría aquí. No me va la "marcha" tanto. - ve como empieza a liarse un cigarrillo y se siente tentada a pedirle uno - A veces tengo la sensación de que eres como un niño pequeño, que juega para saberse acompañado. Le llama la atención la novedad y cuando se cansa de un juguete, lo deja desmadejado en un rincón. Sólo que estos juguetes llamados personas, cuando se rompen, les duele.
- Pero tú no me quieres, ¿no? - le nota un poco mosqueado - No debería dolerte.
- Es cierto. No te quiero, pero hubo un tiempo en que creí que podía quererte. Me ilusioné y me mostré vulnerable - mira la pared que hay frente a ella, pensando en voz alta - Otra vez. Supongo que no aprendo. O que tengo un imán con cierta clase de hombres. Y cuando confrontas ilusiones y realidades, duele.
- No sólo hablas de mí, ¿verdad?
Gira su mirada hacia él y sonríe. Parece que, a veces, sí entiende.
- No, pero te ha tocado el chaparrón por preguntar - se ríe y le coge de la mano - Tú sabes también como yo que no me quieres, aunque nos tengamos cariño, nos ríamos juntos y el sexo sea genial. Pero eso no es querer a otra persona.
- ¿Por qué eres tan desconfiada?.
- Hombre, sabes que tu credibilidad no es la mejor del planeta. Te oí varias veces decirle a tu novia lo mucho que la querías, mientras estabas en la cama conmigo. Y no olvides la historia de tu compañera del trabajo. Y en tus vacaciones, ¿no te tiraste a todo lo que se te puso a tiro? - ve como le da una calada al cigarrillo y desvía la mirada - No necesitaba preguntarte para saber que ha sido así. Tampoco me importa, pero reconoce que no te hace especialmente creíble.
- Ya, pero contigo es distinto. - Ella agita la cabeza de un lado a otro, sin dejar de sonreírle. - ¿Por qué no crees que puede ser así? ¿Qué te puedo querer por ti misma?
- Porque no me conoces. Nos hemos dedicado a conocernos superficialmente, sin molestarnos en profundizar. Y creo que así es lo mejor.
- Tampoco lo pones fácil. Vuelves una y otra vez a levantar esas barreras que te separan de otros. ¿Por qué te tienes tanto miedo?
Ella se le queda mirando unos segundos. No la conoce, pero algo intuye. También está un poco cansada de oír siempre el mismo o variaciones del mismo argumento. Es que no te dejas querer.
- Una manía tonta que tengo. No me gusta sufrir.
- No te he preguntado eso y te vas por las ramas.
- No me voy por las ramas. - su tono es glacial y nota como su cuerpo se tensa en una actitud defensiva - Sé como reacciono cuando me siento dolida y no voy a permitirlo.
Él se da cuenta de su cambio de actitud, de la tensión que transmite cada poro de su piel, como si estuviera dispuesta a saltar en cualquier momento. Mejor dejar la discusión para otro momento. Apoya con cuidado la palma de su mano en su brazo, acariciándola despacio. Nunca la ha visto tan tensa, tan a la defensiva.
- Yo no quiero hacerte daño.
Eso también lo he oído otras veces, antes de acabar jodida piensa.
Le mira. Tiene cara de no haber roto un plato en su vida y parece preocupado por ella. Aparta la mirada, volviendo a perderla en la pared. Toda la tensión se diluye, quedando una extraña sensación de lasitud.
Respira hondo, cierra los ojos con fuerza para controlar las lágrimas y vuelve a mirarle. Ni rastro de tensión, sólo melancolía en su mirada.
- Perdóname. Te estoy haciendo pagar pecados ajenos. Esta conversación la tenía que haber tenido con otras personas, no sólo contigo. Sabes que no suelo pedir mucho. Sólo te pido que no me digas algo que no sientes - él hace ademán de ir a hablar, pero le pone un dedo sobre los labios - Porque luego, cuando os dáis cuenta de que no era cierto lo que creiáis sentir, soy yo la que tiene que recoger sus sentimientos y reconstruir sus pedacitos. Y cansa. - Se tumba en la cama y se acurruca. - Si realmente me quieres y estoy equivocada, ni se te ocurra decírmelo. Al menos, no con palabras.
Él se tumba a su lado. Querría seguir discutiendo con ella, hacerle cambiar de opinión, pero sabe que está agotada y no hay que forzar la máquina. Apaga la luz de la mesilla y la abraza hasta que nota como se queda dormida.

miércoles, 8 de octubre de 2008

Reconciliación

Fran me comentaba el otro día que le sorprendía mis lecturas actuales. No encontraba demasiado sentido a leerse simultáneamente "El Principito" y "La batalla del Ebro".
¿Algo más ligero para sobrellevar un tocho? me decía.
Ni el libro sobre la batalla del Ebro es un tocho (es muy interesante, vuelvo a él en cuanto tengo un rato libre) ni El Principito, al menos para mí, es algo ligero.

Ayer, durante una cena de presentación de un nuevo barco (el Mediterráneo el próximo verano va a parecer la M-30 en hora punta), Elvira, una compañera, me decía que el momento en que llegaba a casa todos los días y se metía en la cama, era el momento en que se reconciliaba con la Humanidad.

Pues bien, El Principito forma parte de mis reconciliaciones con la Humanidad. Unos vuelven a la Biblia cuando buscan consuelo o una dosis de esperanza. Yo a leer las peripecias del pequeño príncipe.

Cuando leo, si la obra me atrapa, me olvido de lo que me rodea y lo vivo gracias a mi imaginación. Me río a carcajadas, lloro, me tenso y a veces, me da la sensación de que podría oler el ambiente en el que se desarrolla el libro. Hay veces que esas vivencias son agradables y otras, no tanto.

Si leo por ejemplo, "La 3 división franquista sufre ochocientas bajas ese día", no es sólo una cifra más, dentro de las bajas de la batalla. Me imagino ahí, el miedo dibujado en las caras al ver como despanzurran de un tiro los sesos de uno de tus compañeros, el olor y el sabor a pólvora y polvo y las historias que hay detrás de cada una de las personas detrás de esa cifra. Y también llega el cabreo al saber que muchas de esas bajas se habrían evitado si el que miraba desde su observatorio de la Coll del Moro sin involucrarse, hubiera hecho caso a los subordinados que estaban metidos en todo el fregao.
Con lecturas así, mi fe en la Humanidad se suele ir de vacaciones y me queda un regusto amargo a fracaso y desesperanza.

Por eso, vuelvo al Principito. Me reconcilia con la Humanidad y conmigo misma. Es como un bálsamo. El tomar buchitos de belleza y de esperanza no cura, pero alivia.

Y con un poco de melancolía, sabiendo que somos capaces de lo peor, pero también de lo mejor, puedo volver a cosas menos agradables, de esas "de personas mayores".

Sé que en algún lugar del mundo, existe una rosa única, distinta de todas las demás rosas, una cuya delicadeza, candor e inocencia, harán despertar de su letargo a mi alma, mi corazón y mis riñones.

domingo, 5 de octubre de 2008

El fin de algunos mitos

Lo que no es óbice para reconocer que, desde poco antes de 1950, Europa subsiste porque ellos han resuelto muchos de nuestros problemas y que muchos americanos, que podían haber fallecido de una indigestión de hamburgs with ice cream, murieron defendiendo la libertad de los europeos.
Lo que parece jodernos. Y para agradecérselo, les tenemos tirria

(Esto es parte de un comentario de Turulato al anterior artículo).

Hace bastante tiempo, me reencontré con una compañera del instituto. Después del resumen, "de rigor", de nuestra existencia, nos pusimos a hablar de todo un poco delante de unas cervezas. Una de las cosas de las que hablamos, fue de política. Recuerdo que al hablar sobre el desplante que le hizo ZP a la bandera norteamericana, me mostré muy crítica con la actuación del ahora presidente del Gobierno. Mi amiga se sorprendió mucho al ver mi actitud en ese tema. Decía, en tono de crítica, que con lo poco amiga de los americanos que era en el instituto, ahora era todo lo contrario. A mí lo que me sorprendió es que le sorprendiera que quince años después, yo pudiera haber cambiado de postura en algunos temas.

Ayer recordé esa conversación al leer el comentario de Turulato.

Me crié (y vivo) en un barrio obrero. En mi casa no han sido nunca de izquierdas, pero el ambiente mayoritario que me rodeaba, sí lo era. De pequeña, recuerdo el OTAN no, Bases fuera, el No a las nucleares, muchos elogios al Ché o a Tierno Galván y el "yankees go home". Vietnam, la colaboración en el alzamiento de Pinochet, la "Guerra de las Galaxias" de Reagan, contribuían a la imagen negativa que tenía de los americanos. Los malos de la película.
Al mismo tiempo, leía bastantes obras de autores norteamericanos: Twain, Poe, Lovecraft, Hammett, Hemingway o Chandler y veía mucho cine norteamericano de los años 50-60, lo que me confundía un poco, al ver que los "malos" hacían algo bien (y tenían a Magic Johnson).
Algunos de mis profesores fomentaron esa idea antiamericana, bien por activa (como mi profesora de historia de 1º de BUP, comunista convencida) o por pasiva (tenía un profesor ultraderechista, simpatizante de la política de Reagan, con el que tuve muchas enganchadas y a éste era por llevarle la contraria en cualquier tema, que llevo muy mal que me intenten imponer algo o me den órdenes).

Pero vas creciendo, lees, te informas y empiezas a cuestionar tus ideas, aunque cuesta, porque están demasiado enraizadas. Pero hubo un suceso, un desencadenante. En el momento no lo pensé, pero al recordarlo más tarde, provocaba que dejara de mirarme el ombligo y moderara mi postura, contemplando otros puntos de vista.

El día estaba algo gris y caía, a ratos, una fina llovizna. Yo quería dar un paseo por las playas del famoso desembarco de Normandía, antes de salir al día siguiente para ver el Mont Saint-Michel. Íbamos en el coche, charlando sobre la II Guerra Mundial después de haber visitado Omaha Beach en Vierville-sur-Mer. Aparcamos y nos acercamos a la entrada del cementerio. En esa época, apenas había visitantes y disfrutamos de un pequeño paseo, oliendo la brisa impregnada de Atlántico. De repente, me quedé parada y en silencio ante la hilera interminable de cruces blancas que se presentaba ante mí. Noté, en ese silencio acompañado, con su brazo sobre mis hombros, como las lágrimas me caían a raudales por las mejillas. Muchos de los caídos, no tendrían cuando murieron ni la edad que tenía yo por aquel entonces. Chavales que habían cruzado el Atlántico para dejarse el pellejo por nosotros los europeos. Y cuya nación, muchos odiábamos y despreciábamos.

El año pasado, Steve, un ingeniero químico de Minnesota que conocí en el Prado, me hablaba de algunos mitos que se le habían derribado sobre los españoles durante su visita a España.
Supongo que el ir aprendiendo y esa visita a Colleville derribaron algunos de los míos sobre los norteamericanos.

viernes, 3 de octubre de 2008

sábado, 27 de septiembre de 2008

Desde mi escritorio

Pasan pocos minutos de las ocho de la mañana y estoy en la oficina. De hecho, llevo aquí desde las siete y media. Hoy, en teoría, yo no trabajo. Pero como es el primer día de venta en Madrid de las vacaciones para mayores del IMSERSO, héme aquí.

Lo sorprendente no es que yo esté aquí, que al fin y al cabo, me pagan por esto. Lo que me sorprende es la cola que se lleva formando frente a mi oficina desde las siete y media de la mañana. Ahora no veo a todos, porque los tapa el cierre del escaparate, pero ya habrá unas cincuenta personas, esperando a que se abra el ordenador central y comience la venta. Todos están impacientes por coger sus vacaciones y eso que ellos son los afortunados que tienen el primer día y, por tanto, más opciones que los que vienen el lunes.

Tengo la puerta abierta y la música puesta muy bajito y les escucho hablar. Ellos no se dan cuenta de que los observo y casi mejor así. Un grupito intenta arreglar el país (díficil lo llevan); otros hablan de los achaques, el de más allá, de los nietos y todos, de todas esas pequeñas cosas que conforman el día a día.

Hay una pareja por la que siento debilidad, Lorenzo y Concha. No tienen hijos y los sobrinos que tienen, hacen su vida hasta que toque trincar la herencia. Según me contó un día, se conocieron siendo unos críos en la verbena de su pueblo y llevan casi sesenta años juntos, luchando hombro con hombro, pasando por momentos más agradables y otros más duros. A él todavía le brillan los ojos mirando a su chula mientras me contaban ese día. Me tratan siempre con mucho cariño (sin ser empalagosos), son divertidos y su mirada de serenidad, me serena a mí. Hace un momento, Lorenzo entró y me dijo que si quería que me traía un café del bar para que pudiera desayunar. Es un cielo.
Ahora les veo, apoyados en un coche frente a mi puerta. Veo que ella le cierra un poco la chaqueta para que no coja frío, que ha estado enfermo de los bronquios, y le regaña por ir tan fresco. Él sonríe ante ese reñir cuidando y le llama guapa. Y yo, que queréis, soy humana y me muero de envidia ante la escena y lo que representa.

Van llegando más personas y hay ya casi un centenar. Dentro de nada, tocará trabajar a destajo, sin parar. Mientras, voy a observarles un ratito más, que me serena.
Que paséis un buen sábado.

viernes, 26 de septiembre de 2008

Me encanta (y quiero compartirlo)



Carmen París y Santiago Auserón - 25 años

miércoles, 24 de septiembre de 2008

Un chiste que me ha contado la rubia...

Va un hombre paseando tranquilamente por la calle y se encuentra con una lámpara, como esas de los cuentos. La frota y aparece un genio.

- Buenos días, Amo. Soy el genio de la lámpara maravillosa. Como consecuencia de la crisis, sólo podrá pedir uno de los tres deseos habituales, así que piénselo bien.

El hombre se sienta a pensar. ¿Dinero? ¿Amor? ¿La paz mundial? ¿Salud? ¿Mucho sexo?. Después de mucho cavilar, le dice al genio que ya tiene su deseo.

- ¿Y qué desea mi Amo?
- Después de mucho pensar, he decidido pedirte algo que me permita conseguir dinero y disfrutar del amor, si éste llega. Deseo tener una salud de hierro, no volver nunca a estar enfermo.
- Como desee, Amo. Aquí tiene su recibo de Autónomos.

Con cariño para todos los autónomos de España, de los que siempre se olvidan los políticos de turno.

martes, 23 de septiembre de 2008

Un martes cualquiera...

Me he tomado un descansillo en la lectura para escribir sobre este día.

Esta mañana, mientras me terminaba de preparar para ir a la oficina, escuchaba en Espejo público como debatían sobre esta noticia.

La verdad es que cada día entiendo menos al ser humano. ¿Vendré de otro planeta? (¡¡Me pido Cúlpito!!)
Una amiga, está con su pareja porque ésta le debe dinero y quiere recuperarlo; otro, aguanta a su novia (y los cuernos que le pone) para poder pagar la hipoteca a 30 años que tiene encima y ahora esto.
¿Tan poco importantes son los motivos para romper su relación para que el dinero lo frene? ¿O es que se rindieron demasiado pronto y antes de enfrentarse a los compromisos, tiraron por la calle de en medio?
No hay mucha relación, pero mientras caminaba hacia la oficina, pensando en esto, me acordé de una frase de Ortega y Gasset (que además empleó Ruiz-Gallardón hace poco):
La lealtad es la distancia más corta entre dos corazones.
¿Será que la lealtad ya no es hacia las personas sino hacia las posesiones? ¡Qué triste...!

Más tarde, en una escapadita al bar para tomar un té y calmar al alien, me encontré con María, una de mis profesoras de mi antiguo instituto con la que mantengo una muy buena relación. Y no sé como, supongo que por ese aprecio que siento hacia ella, me ha convencido para dar una charla a sus alumnos de 4º de la E.S.O. sobre mi profesión (invitará a otros ex-compañeros para que hagan lo propio con las suyas más adelante, pero inicio el ciclo). Le comentaba mi temor sobre que contarles a los chavales, pues me parece bastante responsabilidad. ¿Y qué les cuento? ¿Qué dejé los estudios en su momento y que los he retomado en la treintena? ¿Quién soy yo para orientar a nadie si hay pocas cosas que tengo claras?
No sé, ya veremos en qué acaba todo eso mañana (me ha dado poco tiempo para que no pueda arrepentirme).

El resto del día ha transcurrido tranquilo, mientras le daba vueltas a lo que diré mañana y atendiendo a mis abuelillos. La mayoría son un encanto y como estaba sola en el trabajo, pues se quedaban un ratito a darme charla y ejerzo un poco de confesora, psicóloga y por supuesto, agente de viajes.

En fin, ha sido un buen día y creo que me he ganado dormir como un bebé (o al menos, intentarlo). Aunque primero me voy otro ratito a Gandesa y a la batalla del Ebro...

domingo, 21 de septiembre de 2008

Camino de Madrid

Una lluvia fina caía sin pausa, limpiando la ciudad y bañándola de melancolía.

Observaba tras los cristales como los transeúntes aceleraban su paso para no mojarse, como entrechocaban los paraguas entre sí y como algún niño rezagado, saltaba en los charcos con sus botas de goma.
Sobre la cama, un paraguas que le había prestado su abuela. Miró a la calle y de nuevo, el artilugio, negando con la cabeza. Los odiaba demasiado y la estación no estaba muy lejos. Protegiéndose entre los soportales, no llegaría demasiado empapada.

Dió un último abrazo a la pareja de ancianos que veía la televisión en el salón, se despidió y bajó a la calle. Se arrebujó un poco la chaqueta, intentando protegerse del fresco. Confiando en la llegada del veranillo de San Miguel, no había cogido una prenda de abrigo y los primeros frescores del otoño la habían pillado desprevenida.

Con la cabeza inclinada, comenzó a andar, buscando la protección de los soportales y balcones, sumida en sus pensamientos. A los pocos minutos, tenía los cristales de las gafas cubiertos de gotas de lluvia y apenas veía nada. El pelo, mojado, se le pegaba a la cara y varias gotas se resbalaban por su nariz y sus mejillas. ¡Menuda pinta que tenía que tener!. Sonrió ante ese pensamiento y retomó su camino hasta llegar a la estación.

En el andén, escenas de despedida. Una pareja que se besaba apasionadamente, unas chicas jóvenes que despedían a una amiga, un soldado con un enorme macuto que sonreía a una mujer mayor que le miraba preocupada, una anciana que abrazaba a una niña antes de subir al tren...
Recordaba aquella primera despedida, siendo una niña. Se quedó llorando en el andén mientras veía como se alejaba el tren con su tía. Nadie le había explicado que regresaría y por más que se lo explicaron después, fue tal la sensación de desamparo que, tras tantos años, se le formaba un nudo en la boca del estómago cuando presenciaba esas escenas. Quizás ese fuera el motivo por el que le gustaban tan poco los trenes...

Pero ahí estaba, dispuesta a regresar a casa en un tren.
Subió al vagón y dejó su mochila en la repisa, sobre los asientos. El contraste de temperaturas entre el vagón y el exterior empañó el cristal de sus gafas y mientras las limpiaba, sonreía con suavidad al contemplar ese mundo nebuloso que veía ahora. Parecía como si estuviera en un sueño, algo meláncolico, pero extrañamente bonito.

El tren inició su marcha e intentó leer un rato la novelita que llevaba en el bolso. No lograba concentrarse y cada dos por tres, su mirada se perdía junto con sus recuerdos a través del cristal. A veces, veía el paisaje que pasaba rápido ante sus ojos; en otras ocasiones, disfrutaba y hacía mudas apuestas en las carreras de gotas que se deslizaban por el cristal, empujadas por el viento.

Después de entregarle su billete al revisor, cogió su bolso y se dirigió al vagón restaurante. Estaba destemplada, la película era un rollo y le apetecía echarse un cigarrito delante de un cola cao caliente.

No había nadie más en el vagón, sólo ella y el camarero. Cogió el sobrecito amarillo del cola cao, el vaso de leche caliente y se sentó en uno de los banquetes, junto a la ventana. Se encendió un pitillo mientras disolvía el cola cao en la leche y volvió a perder su mirada a través de la ventana.

En esa soledad compartida con el camarero, entre volutas de humo y con el traqueteo del tren como banda sonora, ese torrente de recuerdos que llevaba todo el día pugnando por salir, hizo presencia. Poco a poco, como si fuese una película. Unas veces, sonreía al recordar tal o cuál cosa; otras, alguna lágrima se deslizaba por su mejilla con recuerdos menos dulces.

Extrañamente, se sentía tranquila y relajada. Suponía que ya había pasado el tiempo de reprocharse a sí misma haber o no haber hecho tal cosa, de estar enfadada porque otra no había salido como esperaba... Quizás ahora fuera capaz de paladear esos recuerdos, los más dulces y los más amargos, sin dolor, sólo con una suave tristeza.

Miró su reflejo desdibujado en el cristal. Le sorprendió ver que se estaba sonriendo a si misma y que su reflejo la miraba con serenidad. ¿Se estaría haciendo mayor?. No lo sabía, pero esa sensación que sentía en ese momento era lo más parecido a la felicidad que había sentido en mucho tiempo.

sábado, 20 de septiembre de 2008

Diálago para "sardinas"

- Te noto apagada. ¿Qué te pasa?
- Estoy triste y tengo ganas de llorar. Despacito, quedo, sin dar el follón.
- Y eso, ¿por qué?
- No lo sé. Por todo. Por nada. No es malo, sólo que estoy triste. Nada más.
- Pero algo habrá tenido que desencadenarlo. Ayer estabas de un humor excelente y reías a carcajadas. Te chispeaban los ojos. Y hoy...
- Pues no lo ha desencadenado nada. O todo. ¡Yo qué sé!. Tampoco me preocupa. Ya te digo que no es nada. Pasará.
- ¿Pero has tenido problemas en la oficina? ¿Has discutido en casa? ¿Alguna movida sentimental?
- No, nada extraordinario. Mi vida sentimental sigue como siempre, me he levantado tarde, porque no trabajé, después de una velada agradable, he hecho el vago buena parte del día y he dormido una buena siesta.
- Chica, no entiendo ese cambio de humor si no ha pasado nada. ¿Te va a venir la regla?
- No, no es eso. Quizás soy un poco lunática y me afecta la luna. O que soy como una obra de Mihura. O simplemente, nada.
- Chica, me fastidia no poder hacer algo para animarte.
- Pero es que no hay nada que hacer. A lo mejor no quiero que hagas nada. No entiendo ese "miedo" ante la tristeza. No se puede estar todo el día como unas castañuelas y cuando acomete la tristeza o la melancolía, hay que darle su tiempo, que descargue.
- Venga chica, anímate.
- No quiero animarme, quiero llorar. ¿Sabes por qué tiendo a refugiarme en mi misma cuando estoy así? ¿Por qué me oculto tras mis barreras?
- Ni idea, pero eso no es bueno.
- Para evitar conversaciones como la que acababamos de tener.