- Hola, buenas tardes, soy Silvia, de Inturismo. Quería hablar con quien lleve Turquía, por favor,
- Te paso...
PLIN, PLINPLIN, PLINPLINPLINPLIN... (la sintonía de Mozart que usan en muchos hilos musicales).
23 minutos con esa tortura y cuando piensas que te van a coger la llamada, se equivocan de botón y te cuelgan. Pero una es inasequible al desaliento y además, necesitaba hablar con esa mayorista, así que vuelta a la carga.
- Hola, buenas tardes, soy nuevamente Silvia, de Inturismo. Quería hablar con quien lleve Turquía, pero...
Antes de que terminara de hablar un "te paso" al otro lado del teléfono y más música. (a todo esto, las otras líneas de la oficina sonando y yo contestando, que soy multitarea)
PLIN, PLINPLIN, PLINPLINPLINPLIN...PLOF! (ese es el ruido de una de mis neuronas inmolándose porque no aguantaba más tortura)
Otros 17 minutos y vuelven a colgarme. Dicen que la música amansa a las fieras, pero a mí me empezaba a entrar una mala leche...
-Hola, buenas tardes. Soy SilviadeInturismollevocuarentaminutos esperandoysehacortadodosveces.QueríahablarconTurquía (todo de un tirón antes de que me interrumpa)
-Te paso
Después de otros 4 minutos con la tortura esa, yo alternaba la mirada entre mis venas y las tijeras que había sobre mi escritorio, pensando en una posible asociación entre ambas partes.
- Hola, soy Fulanita, ¿quién eres?
(he tenido que pensarlo unos segundos que tanta música me había dejado fuera de juego)
-Soy Silvia, de Inturismo. Quería hacer una reserva en el circuito Turquía Fascinante, ¿podrías mirarme cómo están los vuelos de plazas para el día 13 de agosto?
-No (no he visto mi cara en esos momentos, pero me la imagino)
- ¿Cómo que no?
-No tengo sistema, se ha caído.
- No me digas eso...que llevo 44 minutos para hacer una reserva...
- Pues no te lo voy a poder hacer, tendrás que llamar más tarde.
- ¿Y por qué no me llamas tú cuando recuperes el sistema? Porque si voy a tener que esperar otros 44 minutos para que luego me digas que no hay sistema, me hago el hara-kiri. Casi tardo menos yéndome a tu oficina, sentándome a tu lado y esperando a que vuelva tu sistema...
Después de unos segundos de 'forcejeo', he logrado que me tomara nota y hora y media después logré hacer la reserva. ¡VIVA!
Tras acabar con mi sesión musical de hoy, abro Amadeus y me encuentro un precioso mensaje de Varig. La compañía bandera brasileña tiene graves problemas económicos y ha suspendido vuelos y a mí me ha pillado cuatro plazas a Bolivia este domingo.
Me los deja en tierra y no me da ninguna solución.
Estoy casi segura de que mis clientes no van a usar esos billetes, porque van a quedarse ilegalmente en España, pero ¿y si me equivoco? Pues a llamar a Varig...
¿Cuántos minutos de Samba es capaz de aguantar al teléfono una persona? Yo he aguantado 17 minutos y cada vez miraba con ojos más golosos las tijeras...
Menos mal que éstos no me han colgado, aunque para lo que ha venido después... Básicamente, la empleada de Varig me ha dicho que me busque la vida.
¿Y qué le digo yo al cliente? pensé...
Pues no le he dicho nada, porque no he logrado localizarle. Así que si de aquí al domingo no lo logro, me veo en el aeropuerto buscándole antes de que facture.
Cuando he colgado el teléfono, pensé que no podía pasar nada peor esta tarde. ¡JA!
Primero, llaman mis padres para decirme que se retrasan y que no llegan hasta mañana por la mañana. ¡Pero si mañana tengo que ir al hospital a hacerme una prueba! Joer, siempre corriendo para que me de tiempo a llegar a la oficina...Y a todo esto, no sé que en condiciones estaré yo para trabajar mañana por la mañana.
Después, un e-mail de un hotel, que tiene 'overbooking' y me tiene que desviar a unos clientes que son un tanto 'especiales'. Pero bueno, como le han dado un cuatro estrellas cuando había pagado un hotel inferior, él tan contento. Un problema menos.
Y para rematar la tarde, estoy yo tan tranquila pasando unas reservas por e-mail pensando en la montaña de ropa para planchar que me espera en casa, cuando llaman a la puerta y veo a una marabunta de gitanos (12 entre hombres, mujeres y niños) que quieren entrar.
-Paya, queríamos dos casas en Benidorm para agosto. Algo 'baratito', rubia, que no tenemos dinero (yo he mirado por el escaparate y he visto una Sprinter nuevecita y un flamante clase E, en el que jugaban los críos, mientras por dentro me acordaba de todos sus ancestros)
¡Yo hoy me gané mi sueldo con creces! Eran vocingleros, maleducados, asquerosamente machistas (el apelativo 'cariñoso' para referirse uno de ellos a su mujer era 'puta')...
Uno de los mocosos (que estaba con la nariz literalmente cubierta de mocos) y que no tendría más que 6 años, decía que quería el apartamento encima de una armería porque si tenían problemas "bajo y compro una pistola y me lío a tiros...". A todo esto, yo con cara seria, buscándoles la información mientras por dentro, empezaba a pensar en que pecados he cometido últimamente para que me caiga semejante castigo...
Sí, han hecho la reserva (cuando los vean aparecer en la recepción de los apartamentos, les va a dar algo), pero me han dejado la oficina hecha unos zorros: folletos descolocados, se han comido todos los caramelos que tenía en una cestita sobre mi mesa (y han tirado los papeles al suelo, claro), una de las niñas me ha decorado la mesa con un bolígrafo...
Menos mal que después de las sesiones de tortura (la música, Varig, los gitanos...) han venido las compensaciones.
Clientes que se pasan por la oficina para agradecerte el viaje que les has preparado porque ha sido genial; María, la hija de unos clientes, que me ha traído una concha y me ha contado que le picó una medusa (¡qué caras más ricas ponía contándolo! Y encima, ésta no es de las que 'demanda' para que me quede sólo con un tonel como única posesión); Jose, un comercial de una mayorista, que se ha acercado a regalarme una caja de bombones (se ha adelantado una semana a mi cumpleaños pero lo que cuenta es el detalle); una llamada de Vitor, un amigo portugués, que está aquí el sábado y me invita a cenar; Mariví, de una agencia para la que he trabajado como guía, que reclamaba mis servicios para un viaje la semana que viene (al que no puedo ir) porque el grupo ha pedido específicamente que fuera yo quien fuera con ellos...
Y al salir, camino de casa, iba pensando que a veces es una pesadilla de trabajo (sobre todo en estas épocas), ¡pero cómo me gusta!