miércoles, 28 de septiembre de 2011

Marmota

En el anterior apunte, comentaba que Olga, una de los niños, me dejaba dormir un poquito más por las mañanas, algo que agradecía enormemente. Y que contribuyó a cimentar mi fama como la marmotilla del pasillo.

Y es que me he dado cuenta de que dormir es mi particular remedio para todo.
¿Qué me aburro? Duermo.
¿Tengo hambre y no puedo comer? Duermo.
¿Estoy triste? ¡¡¡A la cama!!!
¿De mala leche? A los brazos de Morfeo.
Hasta se me pasaban las borracheras con una siestecita de media hora...
Creo que es mi forma de parar el mundo, apearme y reiniciarme a mí misma.

Pues en el hospital, me apeaba a menudo del mundo. Dormir toda la noche del tirón era una utopía. Primero fueron las fiebres, pero luego las náuseas, el levantarse constantemente al baño por los sueros y la máquina de la parenteral, que había noches que pitaba constantemente, los ronquidos de mi compañera...
Así que cuando me desveleaba en mitad de la noche, me ponía el mp3 y a escuchar música. Bueno y a hacer que cantaba, que más de una noche y dos me han pillado las auxiliares con "mis conciertos".

Hoy he escuchado en las noticias que uno de los síntomas de la ansiedad es la falta de sueño.
¿Se me estará quitando la ansiedad?

martes, 27 de septiembre de 2011

Los "niños"

Hoy tuve que regresar al 12 de Octubre, para hacer una gestión en la cuarta planta dónde he pasado un mes de mi existencia.

He aprovechado la visita para saludar (y llevar un detallito a algunos) a los médicos y enfermeras que me han tenido que sufrir este tiempo (y que si alguno acepta los presupuestos que le tengo que pasar, me sufrirá un poco más). Manuel, uno de los cirujanos, no me conocía vestida de calle; Cristina seguía tan sonriente como siempre; Esperanza, que me regaló en una conversación lo que su nombre indica, me ha dado un abrazo enorme y me ha hecho mucha ilusión ver a los niños, con los que me he ido a tomar un agua y charlar un ratillo.

Los niños son los estudiantes de enfermería que llegaron a mi ala a primeros de septiembre: Olga, Karen y Álvaro. Aunque a Álvaro le veía menos, porque estaba en Intermedios, mi relación con ellos ha sido estupenda. Acostumbrada a, al menos, tres tomas de tensión diarias, acabé aprendiendo como funcionaban todos los tensiómetros y se lo enseñé a Olga y a Karen. Lo mismo que la bomba de la alimentación parenteral. Además, a mí me daba igual que fueran ellos los que me hicieran las curas (estaban supervisados). De los cuatro puntos que tenía en la vía, uno lo quito la enfermera y los otros, uno cada uno de ellos. Y Olga, que era la más madrugadora, me dejaban siempre dormir un poquito más.

Lo mejor de esta estancia, han sido los momentos que he compartido con algunas personas.

lunes, 26 de septiembre de 2011

Apetito

Una persona muy próxima a mí padece de bulimia desde hace más de diez años. Aún sigue en tratamiento y todos, en su entorno, estamos pendiente siempre de ella, atentos a una posible recaída. Estos últimos días, está siendo sometida a diversas pruebas médicas por unos problemas del aparato digestivo, consecuencia de la bulimia. Una lástima este contratiempo, porque en los últimos años ha mejorado mucho de su enfermedad, gracias al apoyo incuestionable de su novio, al que, los que la queremos, nunca estaremos suficientemente agradecidos.

Ayer me llamó por teléfono y estuvimos charlando. Ella, preocupada por las pruebas y sabiendo del intensivo que me he hecho este último mes, me preguntaba si eran dolorosas o molestas. Después de esta conversación y otra posterior, estuve pensando.

Tras mi operación, nunca tengo hambre. Es lógico, porque además de que me sacio enseguida por la capacidad de mi estómago, ya no sintetizo la misma cantidad de ghrelina. Así que como porque tengo que alimentarme.

Pero desde que salí del hospital tras esta última estancia, reduzco al mínimo (y lo reduciría más, si no fuera porque tengo a gente pendiente de mí), la ingesta de alimentos y bebidas. Cierto es que los batidos que me han mandado no contribuyen mucho, pues están asquerosos, pero ni siquiera me atrae alguno de mis platos o bebidas favoritas. Los miro con aprensión, con asco. Supongo que me puede el temor a que se suelten los clips del estómago. Con el paso de los días, cuando poco a poco se calmen las molestias y vaya comiendo algo más, aunque sean líquidos, me iré acostumbrando nuevamente a comer y recuperaré algo el apetito.

O eso quiero creer.