lunes, 2 de julio de 2012

Día de muertos

¿Sabes? Ir acompañado de mis tíos no es lo mismo y solo, siempre me busco alguna excusa para no ir, pero les echo de menos y siento como si les fallara.

Más de veinte años conociéndose dan para mucho y por eso, cuando él le pidió que le acompañase, no se lo pensó dos veces. Porque ambos valoraban mucho los silencios acompañados y no necesitaban de parloteos.
Iban caminando entre las lápidas y los cipreses, cogidos del brazo. En parte, para protegerse del frío tan habitual en esas fechas pero también, de la congoja que te oprime el pecho recordando a los que ya no están.

- ¡Maniática! ¿Vas a ir colocando todas las tumbas hasta que lleguemos a la de mis padres o a la de tus abuelos? Mira que ayer hizo mucho viento...
- Todas, no. Pero pasar por delante de una que tiene las flores caídas y dejarlo así... No sé, me da apuro. Es como si todas estas vidas no tuvieran ya importancia para nadie.

Siguieron caminando hasta llegar a la lápida de mármol gris bajo la que descansaban los restos de sus padres. Él permaneció en silencio, con su mano entre las de ella, que estaba de pie a su lado, mirándole.

- Estos no son ellos, pero no sé como hacer para que no se pierdan en el olvido como si no existiesen.
- Pues hablando de ellos, soñando con ellos. Cuando tengas nanos, hablándoles de sus abuelos y de los momentos que compartiste con ellos.
- Sabes que es difícil que tú o yo tengamos ya niños... 

Callaron por un momento, pupila verde clavada en pupila verde, con las manos más apretadas. Un rato después, fueron a la tumba de los abuelos de ella y cambiaron los papeles. Ella en silencio, con su mano cobijada entre las de él.
Volvieron paseando por la parte más antigua del cementerio, fijándose en las lápidas desgastadas por el paso de los años, preguntándose como habían sido las personas cuyos nombres aparecían escritos. Quizás algún día, dentro de muchos años, alguien pase delante de nuestras tumbas, como hacemos nosotros ahora y se pregunte como éramos, como fue nuestra vida. Y vivamos otro poquito, aunque sea en la imaginación de un extraño le dijo ella.

De regreso a la ciudad, mientras daban un paseo junto al río, iban charlando. Vamos a tomarnos algo y brindar por ellos, por los que no están más que en nuestro recuerdo. Aunque yo ahora brinde con mosto. 
Frente a una copa de verdejo y un mosto, charlaban animados.
- Recuerdo los domingos de verano en los que venía con mis padres de paseo por el Espolón mientras me tomaba un helado enorme de los de Hifi.
- ¡Me encantaban esos helados! Y a mi abuela le entusiasmaban. ¿Has intentando montar en bici a toda mecha con uno de esos helados en la mano? Un día intenté llevarle uno a mi abuela y llegué con toda la mano pringando de helado de café. Se comía el resto pringoso que le llevé, agradecida por mi esfuerzo y me fui hinchada como un pavo.
- Yo recuerdo las tardes de fútbol con mi padre, en el Plantío.
- El comprarle los celtas sin boquilla a mi abuelo a escondidas de mi abuela...
- Lo suave que tenía el pelo mi madre...
- La risa de Luis cuando me bebía un zumo de naranja muy ácido y ponía caras...

Así, brindis tras brindis, con los ojos enramados iban celebrando el día de muertos un domingo de julio.

3 comentarios:

Fran dijo...

Yo no sé que tiene el aire norteño, que vienes regenerada de allí.
A ver si le das caña a esos borradores que he visto, que tienen buena pinta.

Turulato dijo...

Es muy bonito. Aquellos que queremos viven siempre junto a nosotros. Lo terrible es que nadie te quiera. Eso es el olvido

Anónimo dijo...

Y ella se quitó su coraza y dejó su tierno corazón al desnudo , el sol jugaba con sus ojos verdes ese fresco día de Julio ,mientras vagaba por el pasado añorando lo que fué y ya no está...