jueves, 21 de junio de 2012

Halagos

Mañana hace un año de mi operación de reducción de estómago. ¡Cómo pasa el tiempo!

Últimamente, recibo bastantes cumplidos sobre lo guapa estoy. Y muchos añadiendo la coletilla, "aunque tú siempre has sido muy guapa".  Yo les agradezco los halagos, aunque con los de la coletilla, me lleva a preguntarme si no sería mucho mejor, sabiendo la tralla que esta sociedad da a los distintos, ayudar un poquito más a otros y apoyarles en la diferencia. Vamos, que sienta mucho mejor que te digan que eres guapa (siempre y cuando sea sincero) cuando estás como un cachalote o pasando una mala racha que cuando vas divina de la muerte.

Aún así, sigo sin acostumbrarme a esto de los halagos y me da la sensación de que son "de prestado". Al fin y al cabo, sobre mi posible guapura, yo tengo poco que ver, que es más una cuestión genética.
Pero el otro día, recibí uno que sí que me llegó. Pues nada tenía que ver en él mi físico y sí mi actitud y mi forma de hacer las cosas, mis elecciones.

Uno de mis clientes me dijo "Se nota que te gusta lo que haces, porque eres capaz de transmitirnos esa pasión a los que venimos a tu oficina. Te vamos a llevar con nosotros en la maleta a Cádiz". Y tengo que reconocerlo, me hinché como un pavo.

Qué sí, que es una tontería. Pero son mis tonterías.


martes, 12 de junio de 2012

Fútbol

A mí ver el partido de fútbol ayer, la verdad es que me daba bastante igual. Contemplaba con una mezcla de decepción y escepticismo, vista la que nos está cayendo, tanta muestra de patriotismo de merchandising (banderitas de España compradas en el chino y camisetas de la selección). Pero coincidió que en el bar dónde me fui a fumar una shisha y a tomar un té con una amiga, lo estaban emitiendo.

Yo verlo, lo que se dice verlo, no vi un pimiento. Entre la televisión y yo había una especie de farolillo que me impidía ver nada, así que me dediqué a la cachimba (que me relaja un montón), a mi té moruno y a observar el panorama.

Al poco de empezar el partido, llegó una pareja joven de italianos. Creo que entraron en el bar pensando que estaba lleno de guiris (ayer me volvieron a decir que yo tenía pinta de una) y que podrían ver el partido tranquilos. Con los primeros gritos de ánimo del resto de clientes, se fueron quedando un poco acogotados. A él, se le veía reprimir los nervios con las jugadas de Italia. Con la llegada del gol italiano, él se levantó y se fue a la calle a celebrarlo, cortado.

Pero mi vecina de asiento, con la que estaba charlando sobre Portugal y yo, nos dimos cuenta y le dijimos que pasara a celebrarlo, que estuviera tranquilo, que no iba a pasar nada.  Él pasó a celebrarlo y el resto de clientes, que animaban a España, le aplaudimos. Al rato, España marcó el gol y ellos nos devolvieron la gentileza, aplaudiendo la actuación de España. Acabado el partido, estuve charlando un poco con ellos y nos despedimos hasta la final.

Creo que es una de las veces que más he sentido el espíritu de la deportividad. Y por algo tan tonto como un partido de fútbol visto en un bar, la sensación de que con un poco de empatía por ambas partes, esa idea de Europa que a mí siempre me gustó (pero no la que tenemos ahora), era posible.