El misterio de Salem's Lot
Me desperté de la siesta, empapada en sudor por el maldito bochorno después de la tormenta y aún entre el sueño y la vigilia, cogí el mando a distancia y puse la televisión, a ver si con la horrible programación veraniega volvía a caer dormida.
Ese niño pálido flotando llamando a su amigo a través de la ventana, esos colmillos, esos ojos verdes fosforescentes. Todo eso me resultaba muy familiar...¡¡¡El misterio de Salem's Lot!!!.
Tendría yo unos diez años cuando anunciaron en TVE la emisión de esta serie escrita por Stephen King. Y gustándome como me gustaban las películas de terror, quería verla. Pero mis padres dijeron que no, que entre que la emitían de noche y había que madrugar y que no era apta para menores...Pero una negativa y que me mandaran a la cama, no me iba a frenar.
Así que, como había hecho en más ocasiones, me hice la dormida, esperé a que mis padres apagaran la luz de la salita y me deslicé en silencio debajo de la mesa para ver la serie. Y la ví. Y me asusté. Recuerdo que me tiré un buen rato paralizada en la cama, mirando por la ventana, por si aparecía algún vampiro a pedirme que le invitara a pasar. Sólo me dormí cuando me dí cuenta de que en mi ventana había reja y no iba a poder pasar.
Al ver la serie, más de veinte años después, no he podido evitar sonreír.
Primero, por todos los buenos momentos de juegos que nos dió esta serie. Porque durante meses jugábamos a cazar vampiros, con nuestras cruces hechas con palos y gomas elásticas y nuestros globos llenos de agua bendita, que tomábamos prestada de la iglesia.
Y después, pensando en como me pude asustar con algo así. ¡Qué grandes e invencibles nos parecen los monstruos cuando somos pequeños! Y no suelen ser tan grandes ni tan invencibles...
1 comentario:
Me acuerdo de esa serie. La anunciaron a bombo y platillo y luego no era para tanto. Aunque como bien apuntaste en una ocasión, las películas de terror tienen una ventaja. ¡Cómo favorecen el contacto humano!.
Hay dos cosas que no me han quedado muy claras. Una es eso de deslizarse debajo de la mesa para ver la tele. ¡Ni se te ocurra hablar de eso con mi peque!. Y la otra, eso de tomar prestada agua bendita de la iglesia. Me pillaba a mi Don Miguel, el párroco de mi iglesia de pequeño, afanando cualquier cosa de la iglesia y me corría a gorrazos por todo el pueblo. Y después mi madre con la zapatilla.
Un beso, cazavampiros
Publicar un comentario