Libros
No suele ser habitual que me regalen libros a pesar de que todo el mundo sabe que adoro leer. Mi familia dice, con razón, que tengo demasiados trastos y ocupo el espacio del resto. Mis amigos porque no saben cuál escoger sin repetirse.
Así que finalmente, me los acabo comprando yo y dejándome más dinero del previsto (pero ese es otro asunto).
Este año, no ha sido así, para mi sorpresa y regocijo. Y Papa Noel y los Reyes han delegado en mis seres queridos para traerme unos cuántos regalos que disfrutar en las vacaciones.
Los pajes más pequeños de mi casa me regalaron La Isla del Tesoro de Stevenson; una de mis hermanas, con la que más discuto de política, me ha regalado La batalla de Madrid de Jorge M. Reverte (cuya lectura tendrá que esperar a que acaben los exámenes) y unos cuentos de Ambrose Bierce; un libro de cocina fue el elegido por mis padres, que serán los que más partido le saquen cuando guise para ellos; mi tía me regaló "El libro del buen Amor",que releí y disfruté nuevamente y yo me regalé a mi misma (en previsión a la ausencia de libros) Muerte entre poetas de Ángela Vallvey.
Hubo otros dos que menciono aparte.
El primero me lo regaló el paje de ojos verdes que vive dónde al frío le llaman fresco. Quedamos a tomar algo la noche del día dos y me entregó un paquete primorosamente envuelto. En su interior, Los hombres que no amaban a las mujeres de Stieg Larsson. Había oído hablar de ella, un best-seller que se estaba convirtiendo en un fenómeno mundial, porque además, el autor había fallecido antes de ver la tercera parte de la novela publicada. Siempre me enfrento (cuando lo hago, que en casa todavía está sin abrir La historiadora o La sombra del viento) a estos best-sellers con un cierto resquemor y lo mismo me pasó con este libro.
No pasará a la historia de la literatura por ser una obra maestra, pero es una novela negra que engancha. Tanto que las 640 páginas volaron entre mis dedos aprovechando cualquier momento libre y el domingo por la mañana, estaba desayunando en la cafetería del Hipercor, enfrascada en la lectura de la segunda parte, La chica que soñaba con una cerilla y un bidón de gasolina, que acababa de comprar.
Y el segundo ha sido un libro infantil, "Pequeña historia de España" del historiador Manuel Fernández Álvarez. Unos días antes de las Navidades, lo había visto con mi madre en un centro comercial. Le comenté que me gustaría comprármelo para mí y para léerselo a mis sobrinos (lo de los niños era una excusa, como habréis adivinado).
Cuál fue mi sorpresa cuando Papa Noel me lo trajo "para que se lo leyera a mis sobrinos" (como el puzzle). Comencé a leerlo y en una sentada, repasé la historia de España de un modo muy divertido.
Desde Atapuerca hasta el pasado siglo XX, Guerra Civil incluida.
Con un lenguaje ameno para atraer a los niños (y no tan niños) y con el apoyo en las imágenes de Jvlivs (un humorista gráfico que suele colaborar con El jueves) es otra forma de acercarse a la historia de España (mientras aún se llame así y su historia común le interesa a alguien...).
Ya he comenzado la lectura con mis sobrinos y aunque aún no muy pequeños y no se enteran de mucho, les hace gracia ese cuento con sus ilustraciones (especialmente la del oso merendándose al pobre Favila).
Ahora que lo pienso, va a ser que yo en el 2.008 he sido bastante buena, porque se han portado muy bien conmigo estas Navidades....
2 comentarios:
Silvia, tienes la misma afición que yo. Ya no se donde colocar la multitud de libros que hay en mi casa.
Sólo un consejo: lee la sombra del viento. Excelente.
Ahora entiendo tu afición a los puzzles. Para acoplar los libros que tanto cuesta regalarte, por eso de no repetirse.
Me tomo nota de las recomendaciones, sobre todo del último libro, que tengo por aquí a un tierno infante al que hacer que le interesa la historia común de todos nosotros.
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