martes, 25 de agosto de 2009

Cosillas de mi existencia

Hace dos semanas, mis dedos corazón e índice de mi mano derecha tuvieron un enfrentamiento con una mandolina (con el instrumento musical no, con el de cocina). Me gustaría decir que ganaron pero la mandolina sigue incólume y mi mano se llevó de recuerdo un muy deficiente y un aprobado raspón. O sea, uno y cinco puntos. (Creo que necesito acabar ya con los exámenes y descansar...).

Fue doloroso que me cosieran los dedos, pero quitando eso y ciertas incomodidades iniciales, esta lesión está teniendo su aquel y sus momentos divertidos.

He vuelto a demostrar, por enésima vez, que soy una cabezota y lo poco que me gusta depender de nadie. Según llegué de urgencias, lo primero que comprobé es que podía trabajar en el ordenador y escribir a mano. Ahora manejo muy bien el ratón con la mano izquierda y aunque mi letra no es la mejor del planeta (pero mucho mejor que la de algunos que conozco y que no están lesionados), he logrado escribir con soltura.

La lesión me ha servido para comprobar, otra vez, la "igualdad" de todos los ciudadanos. Vamos, lo de que todos somos iguales, aunque unos más que otros.
La semana pasada recibí "casualmente" la visita de un inspector de trabajo. Supongo que alguien movido por su sentido cívico (o por la inquina) les informó que estaba trabajando estando de baja laboral. Sólo que yo no he solicitado la baja laboral en ningún momento...
Lo que sí me sorprendió es que ese inspector, vigilante por el cumplimiento de las leyes, no visitara la tienda del chino de la esquina y le pidiera sus papeles de afiliación de la Seguridad Social. Aunque no sé de que me sorprende, pues esa misma tienda estuvo cuatro meses abierta sin licencia de apertura a pesar de las denuncias...

Uno de los momentos divertidos lo viví el día que fui a cortarme el pelo.
Hasta la semana pasada que me retiraron los puntos (aunque en el índice aún llevo de esos que se pegan) llevaba vendados los dedos. Parecía E.T.
Iba caminando por Madrid, mientras hablaba por teléfono con una amiga. Se me acercó un hombre de mediana edad y mi primer pensamiento fue "querrá preguntarme algo". Pero no. El hombre se me acercó, levantó su mano derecha e hizo el símbolo de la victoria con sus dedos índice y corazón mientras me decía un "Paz". Y es que sin darme cuenta, mientras hablaba, tenía la mano lesionada en esa misma postura. Sé que es una chorrada, pero me dió tal ataque de risa, que tuve que colgar a mi interlocutora hasta que se me pasó.

Ya sólo llevo tieso el dedo índice, como si pidiera un donut (si, sí, ya ha habido quién ha hecho la gracia). Aprovecho que parece que es el cañón de un revólver, para hacer el ganso con algunos niños con los que me cruzo. Siempre pierdo en esa clase de duelos, como me pasa con mis sobrinos. Félix se troncha, pero es que cada vez son más exageradas y algo histriónicas mis "muertes".

Ahora sólo me queda esperar que mañana me quiten los puntos. Porque tengo ganas de algo tan tonto y cotidiano como lavarme las manos en condiciones.

2 comentarios:

Fran dijo...

Vuelvo de vacaciones y me encuentro con que te has intentado rebanar los dedos. Por cierto, ¿qué narices es una mandolina de cocina?

Si querías dejar de trabajar y conociéndote como te conoces, escoge otro método, que así no lo dejas. Y demostrarte a ti misma o al mundo que eres una cabezota, no lo necesitabas.

Venga, relájate un poco que si no sacas ahora los exámenes, ya lo harás. No vaya a ser que acabes como el protagonista del relato anterior.

Un abrazo

Silvia dijo...

No, Fran, no lo intenté. Me los rebané.

Pensé que más gente sabía que es una mandolina de cocina. Bueno, de hecho, esperaba que alguien de los que me ha preguntado lo supiera. Resumiendo: un cortador de verduras que te permite seleccionar el grosor del corte. Y sí, fue una imprudencia por mi parte, pero se juntó el hambre con el mal café que traía de la oficina y pasó lo que pasó. La próxima vez espabilo.