Cansancio
Dicen los que entienden de eso, que la luna es el planeta regente de los nacidos bajo mi signo zodiacal (los cangrejitos) y que cuando está llena, como estos dias, nos recarga de energías. Yo alzo la mirada al cielo y me digo "a ver si es verdad". Porque lo necesito. Porque estoy física y mentalmente agotada y cada paso que doy o cada página de apuntes que leo me supone un mundo. Pero en mi caso no toca.
Salgo del examen, algo desanimada. No me ha salido tan bien como esperaba y además, aunque voy recuperando poco a poco la sensibilidad, aún sigo sin poder escribir en condiciones y no sé si será bien legible (porque además, como he dicho otras veces, mi letra es una procesión de pulgas).
Al bajar del autobus, tontorrona y cansada, busco un lugar dónde desconectar un poco antes de volver a la biblioteca. Una buena dosis de cafeína, leer el periódico y un pequeño descanso para mis neuronas antes de que se autoinmolen.
El local está vacío, así que cojo mis bártulos, el tanque de coca cola light y me siento cara a una columna. No quiero ver a nadie y tampoco quiero que me vean. Abro el periódico y paso los ojos por encima, pero no leo nada. Tengo la mente en otro lado y ni la cafeína está logrando apartarme de ese lado ni de la sensación de congoja con la que me he levantado y que hace que sienta ganas de llorar. Supongo que será el cansancio. Daría lo que fuera por tener conmigo mis gafas de sol.
Al rato, llega una pareja de turistas con un niño pequeño. Alguien tendría que hacer un estudio de porque estando un bar vacío tenemos tendencia a sentarnos cerca del único ocupante. ¿Será un componente atávico de nuestro carácter, como si así nos protegiéramos estando juntos?. No lo sé, sólo sé que una vez sucede ese, Murphy hace aparición en todo su esplendor. ¿Qué no fumas o te molesta el humo? Fumador a tu lado y el humo te va a la cara. ¿Qué quieres silencio? Niño gritón o sordo berreando por el móvil.
Después de un rato y de sacarnos la lengua cuando sus padres no miran, la familia se va y vuelvo a mi tanque de coca cola y mis pensamientos. Una parte de mí, antes de que me disipe mucho más, me agarra de las orejas y me obliga a irme a la biblioteca. El resto del día transcurre sin pena ni gloria, concentrada en los apuntes y con descansos en los que continúo ingiriendo dosis de cafeína y manzana.
Mal. Muy mal. Porque acabo el día, con dolor de estómago, tumbada en la cama sabiendo que tengo que madrugar, pero incapaz de dormir. Y el insomnio trae consigo de acompañante a la melancolía. ¡¡Genial!! Un par de horas después caigo dormida. Los pensamientos y conclusiones extraídas de esta noche los pondré en cuarentena, no vaya a ser que por el cansancio, sean erróneas (Aunque algunos de mis mejores momentos de lucidez los he tenido extenúada o borracha).
El despertador suena. Tarde para lo que es habitual últimamente, pero demasiado pronto para lo que he dormido. Siento el impulso de desconectarlo y darme media vuelta en la cama. Camino de la ducha, pienso en que soy una blasfema. Hasta Dios descansó al séptimo día.
Me miro en el espejo después de la ducha. Tengo mucho mejor aspecto que unos momentos antes y hasta parezco más descansada. Pero al salir de casa, camino del autobus, me doy cuenta de que sólo era una ilusión y que sigo agotada. Necesito cafeína.
Mientras escribo esto, con una lata de coca cola al lado, me digo que son sólo dos días más. Pero nunca el tiempo se me ha hecho tan eterno...
2 comentarios:
Venga, un último esfuerzo y lo tienes superado. Y seguro que con buenos resultados.
Después de que descanses, ya hablaremos del gobierno. Y de las tollinas.
Yo también te deseo mucha suerte ,pero si no sale ,piensa que alo mejor no era tu momento...
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