martes, 9 de marzo de 2010

Esta mañana

Al bar al que suelo escaparme a tomar un té, va en la hora del recreo, un grupo de profesores de mi antiguo instituto. No les conozco, pues cuando yo estudiaba no daban clases en él.

Yo estaba en la barra, hojeando la prensa mientras me tomaba un té. En un extremo de la barra, en el rincón que suelen ocupar, los profesores. En el otro, un hombre ciego le preguntaba al camarero cómo se iba al instituto. El camarero le ha dicho que las personas del final de la barra eran profesores y que irían para allá.

El hombre se ha acercado a ellos y les ha preguntado que si iban y si le podían ayudar. Ellos han contestado que tenían una reunión de departamento y una hora libre y que no iban. El hombre se ha disculpado, con cierta cara de desconcierto. Varias personas nos hemos ofrecido a acompañarle, pero al final ha sido el hijo del camarero, que estudia allí y le pillaba de paso, el que lo ha hecho.

Yo aún me estaba preguntando si la reunión de departamento la iban a hacer en el bar y si los temas a tratar iban a ser las vacaciones (pues es de lo que hablaban), cuando apenas dos minutos después de irse el hombre, han pagado su cuenta y han dicho un "Venga, daos prisa que toca dar clase".
Las tres personas que estábamos en la barra y que habíamos presenciado la escena, nos hemos quedado mirando con cara de asombro.

Espero que sean muy buenos dando sus respectivas materias, porque en el tema de valores o civismo, tendrían que tomar unas cuántas clases.
Y éstos se supone que tienen que dar ejemplo...

3 comentarios:

Oshidori dijo...

Pobres alumnos los que caigan en manos de semejante banda de cagamandurrias.

Fran dijo...

Vergonzoso el comportamiento de esos profesores.

Y ejemplar, cuando tenía que ser habitual, el comportamiento del chaval. A ver si aprenden los que en teoría le enseñan.

Turulato dijo...

No, se supone que tienen que dar clase.. Clase, distinción, categoría, estilo, bonhomía... Vivimos unos tiempos en que quienes trabajan en algo lo hacen simplemente por dineros, procurando ordeñar lo más posible y no se les pasa por la cabeza el oficio que exige su labor.