miércoles, 10 de marzo de 2010

Otro día cualquiera...

16:40 - Aún a diez minutos de casa y con menos de veinte minutos antes de volver a la oficina.

Me subo en el autobús y el cansancio parece hacer mella, pues empiezo a quedarme adormilada.
Siento cómo se me cierran los ojos, pero me obligo a mantenerlos abiertos, mientras repaso todos los pasos que tengo que dar para que me dé tiempo en apenas diez minutos a prepararme una comida sana, comérmela, recoger, lavarme los dientes y llegar a la oficina.

En la parada siguiente, sube alguien y un intenso olor a churros llega hasta mi nariz. Me rugen las tripas.
Tengo la inmensa fortuna de que la propietaria de los churros se sienta frente a mí. La observo sacar un churro de la bolsa de papel con manchas de grasa. Cubierto de azúcar, se lo come con deleite. Al verla comer con esa expresión de placer, soy consciente del hambre que tengo. Me comería hasta un plato de guisantes con jamón...

Me vuelven a rugir las tripas, pero por suerte, estoy llegando a casa. Y tengo que concretar mi plan. Logro llevarlo a cabo, pero a costa de tener ardor de estómago un buen rato.

Hay días en los que me gustaría desdoblar el tiempo...

3 comentarios:

Fran dijo...

Si es que no paras... ¿Tú no sabes que el estrés no es bueno?

Y tenías que tener hambre para decir que te comerías un plato de guisantes con jamón, ¿eh? Que no entiendo como no te gustan...

Turulato dijo...

¡Ay moceta, cómo te comprendo!

Silvia dijo...

Fran, si yo tengo mis jornadas calculadas al milímetro. Pero ayer, antes del gimnasio, me entretuve y se me descabaló. Y para rematar, perdí un bus.

Yo no entiendo que a ti no te gusten las coles de Bruselas o el brócoli y no te digo nada.
Sólo me gustan los guisantes frescos, recién cogidos y preferiblemente crudos o poco cocinados. Una vez los probé espachurrados con limón, cebolleta y chili, sobre una tostada de buen pan y estaban ricos.
El resto, de lata, congelados; "pá ti". Si cuando los hay en algún plato, me los trago enteros por no masticarlos de la grima que me dan (de pequeña y no tan pequeña, se los echaba, al descuido, en el plato de mis hermanas)