No ha sido mal día
Estaba citada a las nueve de la mañana. A las once menos veinte aún esperaba en el pasillo. Después de acabarme el libro que llevaba, me fijo en el entorno. Deprimente. El pasillo está atestado de gente que espera intentando armarse de paciencia, aunque a algunos los dolores no se lo permitan. Las baldosas son antiguas y están desgastadas. Las paredes, llenas de desconchones, tienen lo que algunos llamarían blanco roto y que no es otra cosa que blanco con mugre. La megafonía tiene toda la pinta de ser la misma de la inaguración.
Finalmente, me llaman. El médico que me atiende, cuyo nombre ignoro, está flanqueado por dos estudiantes. Lleva el uniforme verde del quirófano y me fijo en que le sale una mata de pelo negro del pecho. Después del interrogatorio de rigor y de que sus ayudantes me palpen el abodmen, mientras yo aguanto las cosquillas, me da una batería de papeles para las pruebas a las que me tengo que someter.
¿Recordáis esos videojuegos de plataformas en los que el muñequito tiene que ir sorteando obstáculos y subiendo plantas? Pues algo parecido.
Me dirijo primero a radiología. Después de esperar la primera cola, la empleada de la ventanilla me dice que el médico me ha hecho mal el volante y que tengo que ir a que me lo corrija.
Esquivando sillas de ruedas, viejecitas de mala leche y grupos de celadores tertulianos, regreso a la consulta y logro que me corrijan los volantes. ¡Bien!
Hago una pequeña trampa y paso al siguiente nivel: el semisótano. Objetivo: conseguir cita para la endoscopia, que es la prueba que más tarda. Esquivo una cola enorme en la sección de urología y llego al mostrador. La potra está de mi lado y me dan la cita para el mes que viene. Contenta, toca subir a la siguiente planta: la undécima.
Los ascensores están saturados, pero finalmente logro montarme en uno lleno a reventar. O eso me parece, porque al saludar, sólo se oía el eco de mi voz. Va parando en cada una de las plantas y yo me voy poniendo más nerviosa, por la prisa de salir allí cuánto antes. El doctor que me atiende es muy agradable y me deriva a mi ambulatorio para conseguir la prueba con más rapidez, pues ellos están saturados. ¡Genial! Una cosa menos.
Espero el ascensor durante un par de minutos, pero éste no llega así que decido bajarme hasta el segundo semisótano andando. Según desciendo, me doy cuenta de que el ruido es cada vez mayor. Para mí, inadmisible en un hospital, por simple respeto a los enfermos. En la quinta planta, descubro la causa. En el rellano, frente a los ascensores, hay como quince o veinte gitanos hablando en un tono de voz bastante alto. Mucho más cabreada, prosigo mi camino, mientras me pregunto porque narices no les saca la policía municipal del hospital por incumplir las normas.
Finalmente llego a radiología y la cola es mucho mayor que en mi primera visita. Pero hoy era mi día de suerte y consigo que me concentren las pruebas en dos dias del mes próximo.
Una cita más y podré abandonar ese edificio para ir al anexo y conseguir cita con el anestesista. Mientras espero en otra cola, veo que el empleado de la ventanilla no está precisamente de buen café, al escuchar las contestaciones que le da a dos personas delante mía. ¿A qué se me va a fastidiar el día de suerte? Pero no. Una sonrisa, el sencillo método de ser amable y pedir las cosas por favor y me da la cita en uno de los huecos libres que tengo en esos dos días.
Salgo del hospital contenta. He conseguido cita para todas las pruebas y mucho más pronto de lo que esperaba. De hecho, más pronto que otra paciente que se tiene que someter a la misma intervención que yo y que salió antes que yo de la consulta. Lo que me convence que se logran más cosas con buenos modales y una sonrisa, que con la bordería que lucía ella.
El resto del día ha seguido en la misma tónica, como si el mundo se hubiera confabulado para ponerme las cosas fáciles. Como dice mi sobrino Félix, ¡Yuhu!
4 comentarios:
Pues me alegro mucho. Y aunque a mí no me convezca demasiado, si tú estás convencida, ánimo y que salga todo bien.
Oye, pues que suerte has tenido!!
A ver si todas las pruebas salen igual de bien!
Un abrazo
En la línea de Fran, que sea para bien. Y sobre lo que dices, que se consigue más con amabilidad que comportándose como un borde, cada día estoy más convencido de que el proceso español de sodomización escolar con la ignorancia genera cantidades ingentes de temor. Y es este, cuando el individuo se confronta con lo que desconoce, el que derrama violencia.
Yo también pienso que se cazan más moscas con miel que con hiel..Pero hay veces que ni por ésas.
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