miércoles, 19 de enero de 2011

Cuadro

Ayer fui a un almuerzo, presentación de una mayorista. Muchas veces voy para dejarme ver, para no perder el contacto con los comerciales, pero ayer disfruté especialmente porque trataba de cruceros fluviales. Y yo habiendo agua de por medio...

Al salir, me acerqué a recoger un libro que tenía encargado. ¡Qué peligro! Porque mientras esperaba a que lo trajeran del almacén, estuve paseándome por las estanterías. Aunque he pensado en pedir para mi cumpleaños que me regalen un lector de libros electrónicos, ese olor, mezcla de papel y tinta que hay en las librerías de siempre, me encanta; el sonido de las hojas al pasar en un libro recién salido de imprenta, el tacto... Llamadme romántica, anticuada o anti-planeta, pero dónde esté un libro en formato tradicional...

La tentación era muy grande, pero mi economía es muy pequeña, pero aún así, no pude resistirme a llevarme uno de los libros que estuve ojeando: La Historia de la Belleza de de Umberto Eco.

En el autobús de regreso a la oficina, estuve curioseando entre sus páginas. Aún no puedo comenzar su lectura, pues tengo que estudiar, aunque no vea muy probable que pueda presentarme a los exámenes.

Una de los cuadros que salen, ya lo puse en el Caralibro. Es éste. Lo vi hace muchos años, en un libro de arte de mi instituto y hubo algo en él que me gustó desde el primer momento. Además de disfrutar con su belleza, sentía cierto temor. Una mezcla de repulsión y atracción.
Siempre me ha gustado el cine de terror (que no gore) y leía muchas novelas de la llamada literatura gótica y ese cuadro era el escenario perfecto. Podía ser la Abadía de Carfax de un Drácula alemán.


Hoy me sigue gustando su aspecto fantasmagórico, pero quizás algo ha cambiado en mi forma de verlo. Ya no hay ni rastro de esa repulsión. Y esa atracción que sentía hacia él, se apaciguado. O lo he hecho yo.

4 comentarios:

Turulato dijo...

El manual de Umberto Eco, imprescindible para quien aprecie el estudio analítico del Arte (que aunque uno estudió por apuntes, hay cosas que nadie duda).

El romanticismo alemán no es el amor de mi vida. Soy más optmista; o como dijo la primera mujer que quise, vivencialista. No es un problema de calidad, por supuesto, sino de clima pictórico.

Silvia dijo...

Tampoco es el amor de mi vida el romanticismo alemán, aunque hay un par de cuadros de Friedrich que me atraen. De hecho, ahora que lo pienso, en esto de las Bellas Artes y la música soy un poco promiscua, que me gustan muchos y variados.

Te voy a hacer una confesión ahora que no nos oye nadie. ¿Sabes lo que pensé la primera vez que vi el Caminante ante un mar de niebla? No me fijé en la belleza del paisaje, sino que pensé Ese tío tiene un empujón... Una que era un poco cafre (y sigue siéndolo).

Me gusta la definición que hizo de ti esa mujer.

Oshidori dijo...

Ahora tendrás que leer Historia de la fealdad del mismo autor.

Silvia dijo...

Oshi, tendrá que esperar que son cuarenta y cinco eurazos.
Pero caerá, caerá.