De alfombras y ghettos
Mi abuelo materno empezó de adolescente a trabajar en una mina de carbón. Aprovechó la oportunidad que le dio la guerra fratricida para salir de najas de la mina y recorrer España con un fusil al hombro y esquivando balas. Después de acabada la guerra, siguió dejándose los pulmones en una cantera primero y en obras después. Con esfuerzos y con la ayuda de mi abuela, formaron una familia a la que sacaron adelante. Mi madre acabó su secretariado y comenzó a compaginar su trabajo como costurera (cosía guantes de piel) con un trabajo en una empresa burgalesa, hasta que un día, de excursión en Madrid, conoció a un chaval majete que tenía una Vespa y bueno... Nueve meses después de la luna de miel, nací yo.
Mi abuelo paterno era jornalero en el campo. Un día llegaron unos tipos al pueblo, le dieron un fusil y le dijeron que tenía que luchar por la República. Después de la misma guerra fratricida, de la que regresó medio inválido y de pasar un tiempo en la cárcel, tuvo que buscarse la vida como pudo. Mi abuela compaginaba faenas domésticas, servicios en otra casa y el trabajo "en el tabaco". Mi padre y mis tíos dejaron la escuela siendo aún unos críos, para ayudar a la economía doméstica. Como en muchas familias.
Mis padres se han esforzado siempre para darnos a mis hermanas y a mí todas las posibilidades que estaban a su alcance (y alguna más). Estudié en la escuela pública. Es cierto es que me hubiera gustado poder estudiar idiomas fuera o tener otras facilidades, pero les agradezco los esfuerzos que han hecho, como las clases extraescolares, aunque a veces no los haya sabido aprovechar.
Vivo en un barrio del extrarradio de Madrid, durante mucho tiempo olvidado por el ayuntamiento, lleno de familias como la mía, de orígenes humildes. Quién ignora la historia y la realidad del barrio, habla de un ghetto. Sí, está lleno de inmigrantes: antes, andaluces, manchegos o extremeños; ahora, ecuatorianos, marroquíes o bolivianos. Cambia el color de la piel o el acento, no las motivaciones. Buscar algo mejor para los suyos. Claro que hay manzanas podridas, pero son los menos. Y si alguno quiere, le cuento como llegaron hasta aquí y de dónde viene la mala fama.
No estoy muy acostumbrada a pisar alfombras y sé que tengo lagunas en mi formación, aunque procuro aprender todo lo que puedo porque me gusta. Cuando entro en un entorno distinto al mío, procuro apartarme a un lado, observar y aprender todo lo posible, tener buenos modales, tratar a otros con respeto y no aparentar ser lo que no soy. Algo que me ha funcionado siempre.
¿A qué viene todo esto? Pues además de responder a un ejercicio de egocentrismo, para explicar algo que me ha pasado esta semana.
Tuve que visitar la tienda Nespresso y por comodidad, opté por la que hay en un El Corte Inglés de mi ciudad. Había cola y comencé a observar mientras esperaba. Unas cuántas señoras muy emperifolladas, un ejecutivo trajeado con la chaqueta demasiado arrugada, una mujer de unos cuarenta que no paraba de hablar por el móvil en un tono de voz bastante alto, una pareja de treinteañeras divinas de la muerte, un hombre tremendamente atractivo que rondaría los sesenta años y cuyos cafés favoritos eran los mismos que los míos; los tres dependientes y yo.
El aspecto del resto de clientes daba a entender que eran de clase media-alta: abrigos de piel, joyas, ropa de marcas prestigiosas y caras y buenos zapatos. La verdad es que no parecían imitaciones, aunque nunca se sabe. Conozco a una que presume de sus bolsos de Carolina Herrera... y a la que pillé comprándolos a un subsahariano en Castel Sant'Angelo.
¿Hay necesidad de tratar al resto de la humanidad con esa prepotencia? ¿Lanzar esas miradas de desprecio? ¿Eso es lo que les ha dado de sí tener dinero y acceso a una "educación de calidad"? Porque yo no tengo un chavo, pero el por favor y el gracias forman parte de mi vocabulario.
Me recordaron inmediatamente a un colaborador del programa Herrera en la Onda, Josemi Rodríguez Sieiro. No puedo con él. Se habrá codeado con nobles, grandes empresarios y gente importante, habrá pisado muchas alfombras, estado presente en acontecimientos históricos (en los que me encantaría estar), pero lo que transmite por la radio es una soberbia, una prepotencia y una estupidez mayúsculas. Aparte de que tiene un tono de voz de lo más repelente (Se nota que me cae bien, ¿verdad?)
Cuando se fueron el grupo grosero que llamó mi atención, reconozco que me costó horrores no dejar salir a mi lado más "chungo". Estirar la muleta a su paso, así como quién no quiere la cosa, y ponerles la zancadilla.
Quizás es porque no lo he vivido nunca y es fácil hablar de toros desde la barrera, pero creo que sí eres afortunado en un aspecto, deberías ser agradecido y tratar de ayudar a los que no son tan afortunados como tú. Y no tratarles con ese desprecio.
3 comentarios:
Me gusta la primera parte, como un homenaje a tus mayores.
De la segunda parte, será que yo soy como tú y no he pisado alfombras pero sé decir por favor y gracias.
Creo que te infravaloras porque yo te he visto comportarte en sitios "serios" y con gente de nivel y no desentonabas como te crees.
Pásate por el talk si puedes que tengo que comentarte algo.
Sin desperdicio. El fulcro del asunto está en los valores que se imbuyen en cada persona y a los que responde luego. Muchos responden al tanto tienes tanto vales.., como otros responden al nada tienes luego vales.
La Sociedad ha sido siempre materialista; prima el fondo animal de nuestra naturaleza y decae el espiritual. Y el conocimiento y la madurez cuesta adquirirlos; mucho.
Y la Moral no es precisamente el camino del Poder, sino que este debe destruirla para existir.
Una cosa es tener dinero y otra tener educación ,que no siempre van juntos.
Ahora hay mucho nuevo rico de hace cuatro días, que no han tenido esa educación que se les supone ,no los confundas.No tienes más que ver la tele, "Lomanas " incluidas !!!
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