domingo, 8 de mayo de 2011

Un pirata llamado Jorge

Esta tarde iba en el autobus, escuchando a Louis Armstrong y Billie Holiday en el mp3, mientras disfrutaba de un sol espléndido tras toda la mañana lloviendo.
En una parada cercana a Atocha, ha montado una mujer de más o menos de mi edad, con un niño de unos tres años, que ha llamado mi atención. Y es que llevaba un enorme sable de juguete que trataba ceremoniosamente, con mimo. Asi que he dejado el mp3 en pausa y me he dedicado a observarle.

La mujer se ha sentado a mi lado, mientras el niño daba saltos en el pasillo, hasta que unos minutos más tarde, con el autobus detenido por un atasco (provocado por la manifestación de hoy), ella se ha sentado (algo referente a que los piratas mantienen el equilibrio) que es lo que ha dicho, pero el niño ha contestado a la madre y yo me he reído.

- ¿Ves, Jorge? La señora se ha reído porque te vas a caer. Anda siéntate.

El niño ha contestado a la madre, ordenándole que se callara y se me ha quedado mirando. Y yo, quizás metiéndome en lo que no me llaman, le he dicho que no se podía contestar así a los mayores, que los niños no tienen que dar órdenes a los mayores, sean piratas como afirmaba o no. No sé si es el tono que he empleado (que le ha llevado a la madre a preguntarme si era maestra) o que lo he acompañado con una sonrisa, pero Jorge, que así se llamaba el niño, ha pedido perdón a su madre y se me ha quedado mirando.

Ya he comentado que yo respondo siempre a ciertas provocaciones y más si vienen de niños, así que he comenzado a charlar con él, preguntándole por su sable. Y así, he descubierto que era un capitán Sparrow pequeñito y sin bigote, que se sabía todos los personajes de las películas de Piratas del Caribe (incluidos barcos). Me ha contado como había un dragón al que le arrancaban los dientes, como salían esqueletos con sables ¡y un pulpo gigante!. También me ha contado que le gustaba Bob Esponja y un capítulo en que se convertía en pirata (su obsesión) y que ayer había visto "El retorno de Jaffar" y con su lengua de trapo, me ha contado el argumento de cabo a rabo, dándome incluso el nombre de los personajes secundarios. Creo que le ha animado a ello ver que tenía frente a sí a una niña de metro setenta que le hablaba de Abismal o Iago.

Hemos estado cerca de diez minutos charlando, mientras su madre hablaba por el móvil, diciéndole que si quería ser un verdadero pirata, tenía que aprender a nadar y navegar; mientras él me contaba que había montado en una barca en el Retiro y había remado y que había barcas que tenian palos de los que colgaban las velas.
Por el rabillo del ojo, podía ver a una pareja de mujeres sentadas al otro lado del pasillo, que comentaban mi paciencia con el crío. Lo que no se han dado cuenta es que él también demostraba mucha paciencia, al tener que enseñarme a ser un poco pirata de nuevo.

Ha llegado el momento de la separación. La madre se ha despedido agradeciéndome mi paciencia y yo me he despedido de Jorge deseándole buenos vientos (y sacándole la lengua, como él ha hecho, cuando su madre no nos ha visto).

A veces, vienen bien estos encuentros con los maestros pequeñitos.

3 comentarios:

Turulato dijo...

Una niña de metro setenta... ¡Qué verdad y qué maravilla!

Poledra dijo...

Es verdad..nosotros a veecs tenemos mucha paciencia con los niños...pero nunca me había parado a pensar que ellos también la demuestran con nosotros.

Me ha encantado la anécdota.

Anónimo dijo...

Me hubiera encantado presenciar la escena !!