viernes, 24 de octubre de 2008

Cantabria


Ayer por la tarde regresé de mi escapada por trabajo a Cantabria, encuadrada dentro de la Bolsa de Contratación a la que fui invitada. Solamente dos días. Muy breve, pero intenso.

El martes, en la T-4, mientras esperaba mi vuelo a Santader, ví algunas caras conocidas. Y en algunas de ellas, el temor a volar, después del trágico accidente de Spanair. En mi caso, pude comprobar que el accidente no afectó a mi miedo a volar (inexistente) y volví a caer dormida, como es mi costumbre, antes de despegar.
Después de mi breve siesta, Santander nos recibió con lluvia. Muchos protestaban, pero yo sonreía. Me gustan esos días grises norteños y esa lluvia fina, cayendo sin prisa pero sin pausa, alimentando la tierra.

Yo fui una de las afortunadas que se alojaron en el Hotel Real. Una habitación amplia, muy clásica (en la que yo, personalmente, cambiaría alguna cosa); unas preciosas vistas a la playa del Sardinero y un servicio estupendo (el botones del turno de mañana era un encanto).
Deshice la maleta rápidamente y antes de que nos trasladaran a Cabárceno para hacer la visita, aproveché para darme un paseo por el Sardinero, bajo la lluvia y más tarde, leer un rato el periódico en uno de los salones del hotel, con una taza de té humeante delante.

En Cabárceno la visita se vió dificultada por la lluvia. Apenas vimos animales (salvo algunos que viajaban en nuestros autocares), pero los paisajes eran una maravilla. El gris del cielo con esa luz tan suave, intimista; el verde de los prados, los distintos tonos de marrón y verde de los árboles, los rojizos, ocres y grises de las rocas...
Después de Cabárceno, una visita en autocar por Santander (menos mal que yo me hago las mías privadas a pie y disfrutando de la lluvia) y a "pintarse el ojo" para irse a cenar al Museo Marítimo del Cantábrico, cuya visita recomiendo a aquel que no lo conozca.


A la mañana siguiente, madrugón para continuar con nuestra agenda. Nos trasladaron hasta el museo y la neocueva de Altamira. Yo he sido, siendo una niña, una de las afortunadas que aún pudieron visitar la cueva original y me encantó. La réplica pierde la emoción del original, pero merece la pena visitarla y aprender un poco con las explicaciones.
Después del museo, una escapada a Santillana del Mar, en la que acabé como una sopa gracias a la "gentileza" de una compañera del grupo y a comer al campo de golf de Abra del Pas. Más ajetreo y estrés para acabar la jornada en la Bolsa de Contratación y con un cóctel-cena en el Palacio de Congresos.

Ayer, los que salíamos en los vuelos de la tarde, fuimos a ver la cueva de El Soplao. Yo había estado el año pasado y conocí a este amigo. En esta ocasión no estaba, pero mientras el resto se iba a la cafetería o a echar un vistazo a la tienda, yo me senté sobre una de esas rocas, perdí mis ojos en el horizonte y a soñar hasta que un amigo me "despertó" para iniciar la visita de la cueva.
Hay un tramo en el que suena música suave mientras se iluminan partes de la cueva y se oyen expresiones de admiración.
Pero yo prefiero cerrar los ojos, ignorar la música y los cuchicheos, concentrarme en escuchar el ruido de las gotas que van cayendo, filtradas entre grietas. Y cuando lo logro, abrir bien los ojos y disfrutar. En medio de mi mar de coral pero en las entrañas de la tierra, con los brillos del aragonito que me cautivan y las formas caprichosas que me hacen soñar, imaginando que esa columna fragmentada de ahí parace una torre de babel, aquel conjunto de formas caprichosas de allá, un pez abisal con la boca abierta, dispuesto a devorarnos, intrusos en su reino o que esa aguja, tan frágil, es el resultado del mimo y de la paciencia de la tierra, la labor de una simple gota de agua, pequeñita e insignificante.



Después de esta maravilla, a comer. Y siento decir, que fue la primera vez que he comido mal en Cantabria en todas las veces que he ido. Pero bueno, casi mejor, para mantener un poco la línea que en otros sitios comimos muy bien.

Este ha sido un poco el resumen de las actividades que hemos hecho estos dos días. También ha habido tiempo para los momentos divertidos y los malos rollos.
De los primeros, la suerte que he tenido porque me tocó un premio en el sorteo y volveré a Cantabria y los "comentarios a la guía". Nuestra guía era monótona y repetitiva, pero afortunadamente, nos juntamos tres con un poco de mala baba y con nuestro comentarios, logramos arrancar unas risas a los compañeros.
Y mi baño en la playa (aunque ahora tenga un resfriado del quince) y la cara del botones, que era un encanto, al verme aparecer hecha una sopa y con una sonrisa de oreja a oreja.
De los segundos, la mala educación de la gente, los gorrones y las continuas faltas de respeto a tus compañeros, pues la falta de puntualidad lo es. Y como yo tengo la diplomacia de una acelga y no me callo, he tenido enganchada con un par de personas de mi autocar.

Pero bueno, los momentos buenos siempre pesarán más que los malos...Y yo volveré a Cantabria, siempre que pueda, a seguir soñando con los ojos abiertos.

5 comentarios:

Fran dijo...

No conozco El Soplao, pero por tu texto y las fotos, dan ganas de ir a verlo a ver si yo encuentro el pez abisal o no.
Enhorabuena por el premio (¿qué te ha tocado?) y anótate una colleja por el baño en el Cantábrico con 14º de temperatura exterior.
Acelguita mia, ten paciencia y no acabes como Quijote con los molinos que ya sabes que hay una clase de personas que abundan y son como son.
Me alegro de que lo pasaras bien.
Un beso

SOMMER dijo...

Hubiese pagado por ver tu cuerpo de sopa y la sonrisa de oreja a oreja. Hay cosas que son difíciles de ver en otoño....

Blas de Lezo dijo...

Cantabria es infinita como dice su slogan turístico. Tiene encanto, enjundia y trazos robustos de historia cargada de sortilegios que encandilan mientras rebuscas un risco mientras atraviesas los caminos para alcanzar Liébana o elevas tu orgullo al encontrarte con la imperial San vicente y sus fortines frente a la maldita piratería.

Cantabria, Asturias, Lugo, La Coruña, Vizcaya, Guipúzcoa, lugares cerrados por la línea de una mar y los riscos de montañas sin mas.

Blas

Silvia dijo...

Fran, ellos son como son y yo como soy y no pienso callarme. Me pareció vergonzoso que la guía me felicitara por llegar a mi hora, porque más que nada, es mi obligación. No se puede considerar una excepción lo que tendría que ser la norma.
Para ver el Soplao, ya sabes, una escapadita a Cantabria con la familia.

Sommer, estoy convencida de que en ese hotel no están acostumbrados a esa clase de locuras. A la entrada tenían una máquina que forraba los paraguas mojados, para que no gotearan sobre el mármol y las alfombras. Yo tendría que haber utilizado una de esas...

Blas, disiento. El mar no los cierra, abre nuevos caminos. Bajas desde las montañas, como si de un tobogán gigantesco se tratase y te sumerges en un mundo nuevo.

Besos a todos

Fran dijo...

Sí, pero ellos a mí me importan un pito y tú acabas llevándote el mal rato.