sábado, 22 de noviembre de 2008

Quiero creer (Ya no sé cuál es el número de ida de olla....)

Hace un momento llegué de una reunión del trabajo y de su sobremesa.
Al llegar a casa, mi padre, el que parece que no se fija nunca en nada, lo primero que me ha dicho es "¿Qué os pasaba a ti y a "X"? Tenía cara de preocupación y habéis estado en un aparte mucho tiempo". Yo me he quedado mirando a mi progenitor, pensando en que responderle y no traicionar la confianza de "X" ni tampoco mentirle.
Todos necesitamos desahogarnos y que alguien nos escuche. Hoy me ha tocado a mí escuchar.
Eso ha sido lo único que he podido decirle. Mi padre me ha sonreído, ha asentido con la cabeza en gesto de comprensión y yo me he venido hasta mi habitación. Porque quizás mi desahogo sean estas letras.

"X" es una de las mejores personas que conozco dentro de mi mundillo laboral y seguramente, en mi vida general. Inteligente, con sentido del humor, de carácter generoso y noble, algo visceral, muy humana con sus defectos y sus virtudes. Una buena persona de las que cree, y vive acorde a sus creencias, "que tó er mundo es güeno". Y que, tristemente, se da cuenta de que no siempre es así.
En muchas cosas, me recuerda a mí misma, pero menos soberbia y con más fe. Quizás, yo lo que quiero creer es que es así, que tó er mundo es güeno aunque a veces no lo crea y por miedos y dudas (sobre todo en mi misma) me deje llevar por la desconfianza. Pero bueno, tampoco importa demasiado...

Hace poco, le confesaba a alguien a quien quiero que últimamente no dejo que se acerquen demasiado a mi intimidad. Como me dijo otro de mis "queridos", estoy cortésmente distante, un poco cubito de hielo, sobre todo a la hora de hablar de mí (no sé como puede decir eso, con lo que me gusta hablar y de mí ni os cuento...). ¿Por qué? Estoy vulnerable y no quiero hacerme daño y sobre todo, no hacérselo a otros. La mejor opción para todos.

Pero hay veces...
Cuando veía la desesperanza en sus ojos, se ha ido a tomar por saco esa actitud. Uno no puedo proteger o intentar dar consuelo, aunque sea simplemente estando ahí, desde la barrera. Hay que sentarse a su lado, escuchar, dar algún achuchón...No sé, soy un poco torpe para estas cosas y tampoco hay un guión o procedimiento que seguir.

Cuando nos hemos separado, me he subido las solapas del abrigo, más para ocultarme de otros que por frío. Y lo que hasta entonces era un sentimiento ¿maternal?, de protección y de tratar de consolar y dar calor, se ha visto sustituido primero por la impotencia, al no saber si he podido darle un poco de esperanza; más tarde, por la rabia al ver sufrir a quien claramente no lo merece; luego, la esperanza o el querer creer que existe y por último, la duda, sobre mí misma, sobre lo que creo, sobre lo que soy (¿os he dicho ya que soy un pelín egocéntrica?).

¿Y si, como confesaba hace poco (que para no querer hablar de mi intimidad, tela...) todo no es más que una quimera, un truco? ¿Una cáscara vacía de todo contenido?. Quiero, ahora más firmemente que nunca, creer que no es así. ¿Pero y si me equivoco?.

5 comentarios:

Turulato dijo...

Me gustaría, como a ti, tener el poder de decir las palabras exactas y necesarias que necesita quien sufre para ser consolado. Pero nadie dispone de ese don, aunque la pésima influencia de la imagen tienda a hacernos creer que los guionistas si lo poseen.
Y esa es la trampa. Llevamos tanto tiempo embutidos -en beneficio de ciertos intereses- en una imagen de necesaria felicidad que nos cuesta ya admitir -y sentir- que eso no es vida sino cuento. Si cuento, como aquellos que antes se contaban a los niños y que se endulzaron hasta la náusea, pues originalmente eran crudos y duros.

Queremos evitar el sufrimiento y concebimos la felicidad como un estado en que los problemas y los fracasos están ausentes. ¿Por qué no concebir la vida de otra manera?; ¿hay una idea que ajuste más la existencia a la realidad de lo que es la Vida?. No seamos tan estúpidos como para pensar y asegurar que lo que pasa por nuestra cabeza es la única verdad posible, por mucho sentimiento que le pongamos. Pues bien, cambiemos de plano. Busquemos otra perspectiva.

A mis años, que son los que son, me encanta no tener problemas, que todos me quieran y que nada, ni nadie, me tuerza la oreja. O sea, que tengo un ganar cojonudo. Pero eso no es ser feliz.. Como mucho será estar bien tranquilo.

A veces, sin saber como ni por que, me invade con suavidad cierta serenidad.. En esos momentos logro penetrar mucho más dentro de mí que en cualquier otra ocasión. Y siento un gran placer; no tanto por mis escasísimos éxitos, ni por mis desconocidas virtudes, ni por...
No. Es algo muy distinto. Y muy profundo. Es .. una sensación muy real de haber vivido, de tener constancia fehaciente de mi paso por la existencia, de estar vivo. De existir, en suma. Y os aseguro que ese reconocimiento íntimo de uno mismo es enormemente gratificante. Aseda y tranquiliza.

Intenté muchas cosas; fracasé. Sentí que mi vida era tal persona; y no. Mis sueños estaban en alcanzar..; nunca pude. Os aseguro que, en lo íntimo, he acumulado fracaso tras fracaso y en lo material algún éxito, que nunca me dijo casi nada, que me permite vivir con un mínimo de comodidad.
Y ya puestos, pasé unos años tan duros que probé a quitarme de en medio..

Desde ahí os puedo decir que poco a poco se alcanza un estado en que el alma va serenándose, en que éxitos y fracasos se igualan, pues lo importante no es tanto ganar o perder como experimentar. Y vas sintiéndote maduro y comprensivo, a la par que cada vez sitúas con más nitidez cada aspecto vital. Eres tremendamente exigente, pero nada impositivo, pues simplemente va desapareciendo todo el autoengaño con que paliamos la mayor parte de nuestras carencias y no se trata ya de catequizar a nadie sino de asimilar la realidad desnuda.

Termino. Démosle tiempo al tiempo. Asumamos la amrgura de los instantes; no pasa nada, la vida sigue y nosotros crecemos con ella. Tened paciencia, dejaros creced; no queráis con "x" años tener la riqueza vital que podréis alcanzar con "x + 30".

En suma. Ya dice el pueblo gitano que no quieren buenos principios sino mejores finales.. La felicidad no es cuestión de un tiempo concreto; es solo el resultado de una vida.

Unknown dijo...

¿Me permitís una pequeña incursión en tan delicado asunto? O dos asuntos: la felicidad y la capacidad para serenar a alguien que deposita su alma en nosotros en momentos duros.

Tiene razón Turulato: creo que de jóvenes estamos tan pendientes de perseguir la felicidad que no nos damos cuenta de que la tenemos ahí, al alcance de la mano, que cada uno vamos construyendo en cada instante nuestro destino. Somos infelices porque anhelamos, porque no estamos satisfechos con nosotros mismos, porque nos dejamos engañar por falsas tierras prometidas y caemos ciegos en la vorágine de persecuciones de falsos castillos de arena que se desvanecen con un soplo de aire. Conforme vamos creciendo aprendemos qué es lo importante. Y dicen que los viejos se vuelven sabios, pero yo creo que no tanto porque han acumulado mucha experiencia, sino porque han aprendido a contemplar, han aprendido la calma, han aprendido a ver, no solo a mirar, aunque a veces lo disimulan.

Respecto a nuestra capacidad para aligerar las pesadumbres de los que queremos, me parece que siempre que lo intentamos nos queda un regusto amargo, una sensación de que no somos capaces realmente de hacer nada. Y sin embargo, cuando alguien nos ha tendido la mano y en ella hemos encontrado que nos acercaba su corazón, que nos regalaba su capacidad para sentir con nosotros, nos damos cuenta de que lo verdaderamente importante es simplemente saber que estaba allí, que nos mire y nos cobije un poco con sus sonrisa.

Y ánimo, que aunque el pensamiento al uso nos hace creer que solo la juventud es un valor interesante, otros dicen que es un mal que se cura con el tiempo.

Luis Caboblanco dijo...

Consolar es bien complicado y creo que el último esfuerzo por expulsar el desasosiego solo puede venir de aquel que lo padece, por más que periódicamente intentemos ejercer de samaritanos con mejor o peor suerte.

Pero supongo que hay que seguir intentándolo.

Saludos

SOMMER dijo...

A veces es suficiente con arrimar el hombro para que se apoye y llore. No hacen falta palabras, los simples gestos y la sensación de sentir que alguien está a tu lado sin contraprestaciones es suficiente consuelo para estos momentos.

Para mi has actuado correctamente. Has sido tu, sin espejismos. Has ayudado a "m" a tu manera. Estando ahí, escuchando. Y eso, créeme, es difícil, muy difícil.

Silvia dijo...

Turu, mi concepto de felicidad poco tiene que ver con vivir todo el día como si me hubiera comido un tripi y fuera todo de color de rosa. ¡Qué peñazo!. Pero un poco de esa serenidad de la que hablas, me vendría de perlas...

Kalia gracias por la incursión, son siempre bienvenidas.
No sé hasta que punto quiero que se me "cure" esa parte de mi juventud que hace que anhela o esa insatisfacción conmigo misma, porque también es el motor que me hace aprender y vivir.

Caboblanco, más que consolar lo que quería transmitir era acompañar, que es algo más que estar físicamente al lado.

Sommer, está ese regusto amargo del que habla Kalia. Porque a pesar de que casi todos sepamos que la vida no tiene que ser de color de rosa, ¿a quién le gusta ver sufrir a los que aprecia?

Gracias a todos y un beso