viernes, 9 de enero de 2009

Me apetece contarlo

Cuando estoy a punto de caer en los brazos de Morfeo, suena un aviso en el móvil. Sólo pasan unos minutos de las once de la noche y me caigo de sueño. Me planteo dejarlo para esta mañana pero ¿a quién pretendo engañar?. Siempre gana la curiosidad. Leo el e-mail que me ha entrado. Una verónica y yo intento revolverme...Después de contestar el e-mail, Morfeo me atrapa sin apenas darme cuenta.

Cuando me despierto, aún es de noche. He tenido un sueño muy extraño y me siento en la cama a intentar recordarlo y buscarle algún sentido. No tiene ni pies ni cabeza y dado que me he despertado temprano, prefiero aprovechar el tiempo en estudiar que en tratar de poner orden en mi subconsciente.

El amanecer me sorprende enfrascada en la lectura, aún en la cama. Cuando levanto la vista de los apuntes, cansada y algo aburrida, veo como la nieve cae sin prisa, pero sin pausa. Abro bien los ojos y sonrío. Cojo alguno de los copos que entran a través del resquicio de la ventana que siempre permanece abierto. Son tan bonitos y tan efímeros...

Mientras me preparo el desayuno, estoy tan ensimismada viendo como cae la nieve, que no me doy cuenta de que en vez de canela estoy echando pimienta negra a las gachas de avena. Mientras espero a que se enfríen, aprovecho para hacer la foto de las vistas desde mi cocina. La verdad es que lo que más me habría gustado es que estuvieran mis sobrinos en casa, hacer novillos en el trabajo y tirarnos la mañana haciendo muñecos de nieve junto a la fuente, pero no puede ser.

Salgo a la calle. No hace nada de frío y a mí no se me quita la sonrisa tonta de la cara. Algunos copos se quedan sobre la montura de mis gafas, aunque sólo un instante, antes de convertirse en una gota de agua. En el pasaje que hay junto a la sacristía, oculta de ojos indiscretos, hago un poco el ganso, pegando botes sobre la nieve y echando alguna carrerita.

Al llegar a mi oficina, mi padre está inclinado para abrir uno de los cierres. Está así, tan a huevo, que no puedo resistirme. Cojo un poco de nieve de uno de los coches que hay aparcados, la compacto con la mano y...
Llenos de nieve y riéndonos, empezamos la jornada laboral.

A través del escaparate, veo como mi padre y Alfredo, dos venerables abuelos, están cogiendo nieve de los techos de los coches, entre risas, mientras van a tomar café. Faith, una cliente procedente de Nigeria, deja a Sonia, su niña de apenas dos años, de pie en la nieve. La niña mira intrigada y algo asustada a su alrededor. ¿Qué será esa cosa blanca que la rodea? Coge un poco y la suelta, con una ligera expresión de angustia. Seguro que le ha sorprendido el frío y la humedad. A mi sobrina Ainhoa, le sucedió lo mismo la primera vez. Aunque pronto empezó a ayudarme a hacer un muñeco de nieve. ¿Sucederá lo mismo con Sonia?.
Dentro de un rato, seguro que seré testigo de excepción de grandes batallas entre los estudiantes de mi antiguo instituto.

¡Y yo delante del trasto éste...!

Estoy deseando que regrese el "jefe" para salir a tomarme un té. Bueno, del té paso. Lo que quiero realmente es pasear bajo la nieve, oír como cruje bajo mis pisadas y sentir como me hace cosquillas en la punta de la nariz en este día tan excepcional en Madrid.

3 comentarios:

Fran dijo...

¿Pero la torero no eras tú? Jugáis al despiste conmigo. Me váis a volver entre todos turulato.

Una pregunta importante. Bueno, dos. ¿Cómo te da por tomar gachas de avena para desayunar? Rara, rara, rara. Y segunda y más importante, ¿te comiste las gachas a la pimienta?.

Tú lo has disfrutado, otros se han tirado la mañana en un atasco y sin poder ir a trabajar.

Turulato dijo...

¡De lo que se entera uno por verónicas. Fina suerte de capa, elegante y airosa.
Y si supiesen en la tierra de mi abuelo que echo sal y pimienta negra recién molida al melón... ¡Exquisito!. Todo reside en la finura de la proporción.
En cuanto a la nieve, ya te contaré como se construye un iglú. Serías capaz...

Silvia dijo...

Fran, yo sólo soy una modesta novillera que aún no ha recibido la alternativa.
Respecto a las gachas, porque además de estar ricas, la avena tiene unas propiedades benéficas que yo noto y me sienta genial. ¿Y cómo dudas de qué me las haya comido? Estaban ricas, con el contraste entre la pimienta y el edulcorante.

Turu, es que el autor de la verónica es elegante y airoso. Y yo pienso seguir embistiendo a ver si saco algo en claro.
Tú si que sabes. ¡Con lo rico que está el melón con sal y pimienta! ¡Y las fresas con vinagre!.
Espero las instrucciones para la construcción de un iglú. Me gustaría dormir en uno y si le añadimos una botellita de licor, como la que recuerdo en una foto que nos enseñaste, pues más amena la estancia.

Besos