jueves, 15 de octubre de 2009

Maleabilidad

La semana pasada estuve de viaje de trabajo por tierras segovianas y vallisoletanas. Aunque agotador, ha sido muy interesante y, espero, provechoso.

Uno de los días visitamos la Real Fábrica de Cristales de la Granja y tras la visita, unos cuántos hablamos sobre la maleabilidad de las personas. Yo soy una persona cabezota, pero si como un artesano, se me sabe presionar en los puntos correctos, soy totalmente dúctil y muy fácil de llevar. Por las malas, lo más seguro es que me rompa y acabe cortando a alguien. O saque la chulería (es que soy un poco chuleta, qué se le va a hacer)

De regreso a mi habitación, recordé una anécdota. El verano en que yo cumplí catorce años, mis padres nos empaquetaron a mis hermanas y a mí a unas colonias en Costa Dorada. Estaban pasando una crisis en su matrimonio y supongo que sin nosotras, lo podrían solucionar más fácilmente.
Las colonias en cuestión eran de Hermandades del Trabajo. Tras el reparto de habitaciones y la formación de los grupos, tocaba misa. Y yo dije que no iba.
El primer día adujeron que estaba cansada y lo dejaron pasar.
Pero cuando al día siguiente, volví a mantenerme firme y a negarme a asistir a misa, se montó y empezaron las presiones. Pero yo nada, seguía en mis trece.
Lo intentaron por las malas (no vas a misa, no hay postre y otro tipo de castigos similares); por las menos malas (aguadillas en la playa, con lo que lograron que me fuera a nadar lejos de todo y de todos), con el "¿qué vas a hacer tú sola mientras dura la misa?" (cómo si eso me supusiera un problema), intentando chantajearme emocionalmente a través de mis hermanas. De los quince días que duraron las colonias, estuvieron cerca de doce así, hasta que me dejaron por imposible.
El último día, entré en la iglesia. Me senté en la primera fila, relajada, chuleta y con una sonrisa socarrona (socabrona según una amiga) en la cara. Estoy segura de que Eduardo, el cura, tuvo que hacer esfuerzos para no lanzarme el copón a la cabeza.

¿Por qué esa actitud? ¿Chulería? Es posible. Para mí no deja de ser otra forma de defensa cuando no entiendo o me duele algo. Me resultó curioso en su momento, y me lo sigue resultando ahora, que nadie se me acercara a preguntarme porque no quería asistir a misa cuando sabían que había sido monaguillo hasta poco tiempo atrás. Simplemente se me consideró una atea rebelde.

No sé. Supongo que es más sencillo imponer, que tratar de hablar, razonar o tratar de entender.

1 comentario:

Fran dijo...

Eres cabezota como tú sola y cierto es que por las malas, es muy díficil sacar algo bueno de ti. Aunque si el artesano es alguien a quién quieres, es más fácil que aguantes ciertas presiones o cedas a los chantajes emocionales.
Noto cierto poso de tristeza en lo escrito. Aprovechando tu pasado religioso (me tienes que explicar eso de una chica monaguillo), te voy a llamar a capítulo.