viernes, 26 de febrero de 2010

Diálogo

Una de las participantes, la que suscribe. La otra, una preciosa niña de padres angoleños de poco más de dos años. La niña mira la cestilla de caramelos que hay sobre mi mesa con ojos golosos y acerca una mano tímidamente.

Silvia: - Hola, ¿quieres un caramelo?

La niña asiente con la cabeza. Miro a la madre buscando su aprobación. Me sonríe tímida y humildemente como si le estuviera ofreciendo un mundo y fuera demasiado para ella.

Silvia: - Anda, cógelo. Y otro para mamá.
Madre: - Gracias. ¿Cómo se dice cuándo te dan algo?
La niña vuelve a mirarme con esos enormes ojos llenos de vida
Niña: - Asias
Silvia: - De nada.
Niña: - ¿Nada? (me mira intrigada y añade con firmeza). Gracias.
Silvia: - Sí, de nada.

La niña me vuelve a mirar con una leve irritación en la mirada, como si la estuviera vacilando. Y vuelve a añadir un Asias. Yo la sonrío, porque creo que por esa fase o parecidas, hemos pasado todos y trato de explicarme.

Silvia: - Cuando te digo "De nada" es mi forma de darte las gracias por haberme dado las "Gracias".

Ella me mira no muy convencida, pero me regala una sonrisa como para zanjar el asunto.
Mientras hablo con su madre, veo de reojo que acerca una de sus manitas al calendario que tengo de Disneyland, con el que juega mientras contempla absorta los muñecos en él dibujados. Cuando acabo de atender a su madre, mira a la cesta de los caramelos como pidiéndome permiso.

Silvia: - Anda, cógete uno para luego.

La niña coge un caramelo entre sus deditos, me sonríe y pronuncia un sonoro "De nada".

A mí, una escena tan simple, me ha despertado una ternura enorme. Y me sirve para reconciliarme con el mundo y conmigo misma un poquito.

1 comentario:

Turulato dijo...

Y de instantes así están llenos nuestros días. Basta querer verlos.