jueves, 6 de enero de 2011

Extracciones de adultos

Era una mañana fría y lluviosa en la ciudad, pero se había levantado de buen humor y le parecía que lucía un sol resplandeciente. Descendió del taxi, frente a la puerta del edificio principal.

Aunque era muy temprano, se notaba el trajín propio de ese hospital. Ambulancias que entraban y salían dejando y recogiendo pacientes, personal del turno de noche con aspecto cansado, una mujer de la limpieza que le daba al mocho mientras bailoteaba al son de lo que escuchaba por sus auriculares, algún fumador buscando un sitio dónde resguardarse y darse al vicio...

Caminó hacia los ascensores. Siempre había odiado ir acompañado al médico y esta vez, no iba a ser menos. Además, sus hijos se habrían preocupado innecesariamente. La vida es así...

Las puertas del ascensor se abrieron y ante sí, tenía un pasillo apenas iluminado y con desconchones en las paredes. Descorazonador. Avanzó por el lúgubre pasillo, cruzando puerta tras puerta, hasta que llego a una sala de espera, luminosa y blanca. Y atestada de gente.
Cogió su número en uno de esos dispensadores como los que tienen en las carnicerías y se sentó en uno de los asientos de plástico, observando mientras esperaba su turno.
Había algunos hombres y mujeres solos, como él, pero lo que más se veía eran muchas parejas, todos más o menos de su edad. Unas sillas a su derecha, vio a un hombre joven.
¡Qué pena! ¡Tan joven y aquí...! pensó al verle.

El 444. Sala 3. Su número.
Se levantó de la silla de plástico y cruzó unas puertas verdes, con cierto nerviosismo. Llegó frente a una puerta marcada con el número 3, golpeó con los nudillos y esperó unos segundos antes de entrar. Era una sala no muy grande. Tras una cortina, se veía el borde de una camilla y unas máquinas extrañas que no había visto nunca. En el otro extremo, tras un escritorio, le esperaban una doctora y un enfermero.

- Buenos días, señor... García. Soy la doctora Moreno. Siéntese por favor. Antes de empezar, me imagino que su médico le habrá informado de todos los riesgos. ¿Entiende usted los riesgos de este procedimiento?. - El hombre asintió con la cabeza.
- ¿Sabe que es un procedimiento irreversible, ¿verdad?
- Sí, sí. ¿Es doloroso, doctora?
- No, no lo es. No se preocupe. El procedimiento sólo dura unos minutos y en un par de horas, descansando en la zona de reanimación, podrá volver a su día a día normalmente. Bueno, será distinto, pero seguro que se encuentra bien. Como entiende los riesgos, por favor, firme este consentimiento y pase a la camilla con el enfermero. Cuanto antes empecemos, mucho mejor. - El hombre se inclinó hacia los papeles que le tendía la doctora, leyó rápidamente y firmó.

- Bien, señor García, pase a la camilla. Quítese los objetos metálicos y relájese.

Mientras el enfermero le colocaba el instrumental y una vía, García miraba el techo, abstraído en sus pensamientos. Habría quién no entendería esta decisión, ¿pero qué importaba? Calculaba que no le quedaba mucho de vida y quería disfrutar de ese tiempo del mejor modo posible. Y esta era una oportunidad única.

- Señor García, dentro de un momento notará como el sedante le hace efecto. Oirá un zumbido y notará una sensación de mareo, pero no se asuste, es normal. Respire hondo y relájese. Nosotros estaremos ahí, tras la cortina.

Comenzó a notar pesadez en sus brazos y piernas y una neblina que le cubría los ojos. Y la sensación de que el mundo se ralentizaba poco a poco. Escuchó el zumbido del que le habían advertido pero no le importó. Se sentía más liviano, relajado y tranquilo, como si se fuera liberando de preocupaciones. Cerró los ojos y respiró hondo. Mientras el hombre se adentraba en el mundo de sus sueños, la doctora, tras la cortina, controlaba el instrumental y las constantes vitales.

- ¿Sabes?, Yo no me atrevería a someterme a un tratamiento así - le dijo el enfermero a la doctora -Dicen que funciona y todo eso, pero...
- ¿Y por qué no? Sabes que te queda poco en esta vida, ¿por qué no volver a ser el niño que fuimos? Sin preocupaciones, sin los miedos y corsés adquiridos durante toda una vida. Sólo con sueños e ilusiones, pero sin perder los recuerdos como sucedía con la demencia senil. Teniendo lo mejor de la madurez, pero sin ninguna de sus desventajas.

Peep, peep, peep. La máquina avisó del fin del tratamiento. La doctora se acercó a la camilla.

- Señor García, ya hemos terminado. Ahora estará un par de horas en reanimación y podrá irse a casa.

El hombre abrió los ojos, poco a poco, sonriendo.

- Bien, doctora. ¿Sabe? Cuando salga de aquí, me encantaría ver un arco-iris. Hace años que no me quedo contemplando uno. ¿Y sabe? Tengo unas ganas enormes de jugar a las chapas.

La doctora se inclinó a observarle. Sí, estaba ese brillo en los ojos que antes no estaba. El tratamiento parecía haber funcionado.

- Si quiere, en la sala de reanimación, podrá echarse unas partidas, señor García. Ha sido un placer conocerle. Disfrute de esta segunda infancia. Adiós, buenos días.

El enfermero sentó al hombre en una silla de ruedas y lo sacó de la sala. La doctora le vio irse, sonriendo. Cuando le tocara a ella, ¿volvería a jugar a las muñecas como hacía de niña? ¿Volvería a creer en los cuentos de hadas?

6 comentarios:

Fran dijo...

Es extraño, pero me gusta. Mucho. Al principio pensé que le iban a practicar una eutanasia o que tenía alguna enfermedad irreversible, pero me quedé sorprendido con el desenlace.
¿Cómo se te ocurren estas cosas?

Turulato dijo...

Muy bueno. Imaginar sobre lo imaginado

Silvia dijo...

Fran, por casualidad. Ayer fui a hacerme una analítica al 12 de Octubre. Buscando dónde tenía que hacerme el análisis, con las legañas aún puestas (que era muy temprano), vi un cartel que ponía Extracciones de adultos y al mismo tiempo, pasó un sacerdote a mi lado. Se me fue la pinza. Por mi cabeza pasó una escena, en la que el cura, cuán padre Merrin, realizaba una especie de exorcismo "En el nombre de Dios, saca el adulto que hay en este cuerpo".
Pues eso, que sabes que se me va la cabeza cosa mala...

Turulato, ¿imaginar sobre lo imaginado?

Gracias a ambos.
Un beso

Fran dijo...

Y seguro que empezarías a reírte tú sola... No hagas mucho eso en hospitales, que tienen unidad psiquiátrica jejeje

Anónimo dijo...

Tu fantasia no descansa,que estrés!!
!De todas formas me ha encantado!!!
Por qué no te buscas un editor ?

mimrti

Silvia dijo...

Fran, cabrito.

Lo de buscar editor, no lo veo muy factible. Creo que para escribir hay que tener constancia, algo de lo que yo carezco, que escribo a ramalazos.

No estresa la fantasía. Quizás si lo haga la sensación de impotencia que se te queda al no saber transmitir eso que ves con total nitidez en tu cabeza, que cuando lo escribes sobre un papel o en el ordenador, no es lo mismo.

Besos a todos