viernes, 22 de abril de 2011

Un rayo de Esperanza

Aquí estoy, sabiendo que mi traición, que no es tal, está a punto de ser consumada. Condenando mi nombre y el de los míos ante los ojos de los hombres por toda la Eternidad, cumpliendo su encargo. Y aunque es duro confiar cuando sabes que aquellos a quien quieres van a sufrir daño y no puedes evitarlo, la esperanza de que al descubrirse su verdadera gloria, los Hijos de los Hombres comprendan por fin su mensaje; compensa ese sufrimiento.

Todos los compañeros intuían que tendría que llegar este momento. Quizás Pedro, el más impulsivo entre nosotros, creía que no iba a ser necesario y que su Gloria se demostraría a base de fuego y azufre contra los ímpios. Creo que le impresionó mucho la narración del arrebato que tuvo Jesús hace unos años en el Templo. Jesús siempre se ríe con su impulsividad, como un padre que lo hace ante los juegos de sus chiquillos.

Sólo María la de Magdala y yo sabemos realmente lo que va a suceder. Yo llevo desde la niñez al lado de aquel al que los otros llaman Maestro y al que yo puedo llamar hermano. Desde aquel primer día en Egipto, cuando ese mocoso más pequeño que yo, comenzó a enseñarme lo que es verdaderamente importante.

Pero esa mujer sorprendente... Yo he tenido una vida para aprender sobre la dicha de amar y entregarse a otros, pero esta mujer, cuyo pasado otros afean, aprendió sólo en pocos meses. Quizás él no sé dé cuenta, pero yo sé que ella desearía que él la amase como un marido ama a su esposa y sabe que eso nunca llegará. Y ocultando ese deseo ante sus ojos, sigue junto a él, arropándole cuando tiene frío y caminando a su lado, dándole la mano cuando duda.

¿Cómo será nuestra vida después de que él ya no esté? Todo es más nítido con él cerca, como si se llenase de luz. ¿Seré capaz de seguir confiando en la entrega y en el Amor sin su báculo? Hace unas horas, en el huerto mientras el resto dormía, le confié mis dudas.

- Empiezas a parecerte a Tomás - dijo riéndose y apoyó su mano en mi brazo - No seas tonto, hermano. Ya lo has hecho. Pocos serían capaces de entregarse como tú, de vivir en el Amor. A pesar del dolor que te causa separarte de tu amigo, del miedo a perder tu seguridad y tu futuro, te has entregado a cambio de una esperanza para otros.

Oigo los gritos de la multitud que jalea su camino al Gólgota cada vez más cerca. ¡Es insoportable!. ¿Cómo pueden estar cargados con tanto odio ante la personificación del Amor? Ellos, niños desagradecidos, no vieron su rostro cuando regresé acompañado de sus captores al huerto. Esa arruga de preocupación que le surca la frente después de haber estado meditando, dudando sobre si será capaz de cumplir lo que está escrito para él. Cuando me vió aparecer, me sonrió con dulzura pero a la vez con determinación. No pude evitar que las lágrimas mojaran sus mejillas al dar el beso que habíamos acordado como rúbrica al sacrificio.

Le veo acercarse. Mi hermano herido y humillado cargando con la cruz que va a ser el instrumento de su muerte. Y las lágrimas vuelven a mojar mis mejillas. Quisiera correr hacia él, limpiar la sangre de sus heridas y cargar con su cruz. Pero éste es el último de los sacrificios que él me ha pedido. Tengo que aguantar impávido entre la multitud, aunque no lo logre...

- ¿Ve a aquel reo? He aquí treinta monedas de plata si le ayuda a llevar su cruz hasta el Calvario - el hombre me mira intrigado, cogeó el saquito de piel con las monedas y se acerca a Jesús.

Jesús se ha quedado sorprendido por la ayuda inesperada. Levanta sus ojos hacia el cielo y es cuando, por un instante, nuestras miradas se cruzan. Y me sonríe con afecto.

Una eternidad cargada de oprobio es poco precio para un rayo de Esperanza como ese...

3 comentarios:

Fran dijo...

Hereje! Jejeje.
Me gusta mucho y enlaza con el otro relato que pusiste de un encuentro muchos años después, en una iglesia. Y la visión sobre María Magdalena me recuerda mucho a ciertas conversaciones de botellón.

Oshidori dijo...

Me ha gustado mucho.

Turulato dijo...

¡Jodo!.