lunes, 17 de enero de 2005

Una leve intoxicación etílica

Hoy estuve comiendo con alguien que no me cae bien (pero al que tengo que soportar por motivos laborales), pero un cúmulo de circunstancias adversas me llevaron a ello.

*Ring, ring*
- Inturismo viajes, buenos días. Le atiende Silvia, ¿en qué puedo ayudarle?
- Hola Silvita (qué poco me gusta que me llamen así), te llamé el otro día, pero me dijeron que estabas en el dentista.
- Llevo unos días muy líada con lo del IVA, pero cómo no era urgente, se me pasó llamarte. Ahora me pillas a punto de irme otra vez.
- Ya sé, me comentaron que tenías dentista otra vez. Pobrecita (falso tono de lástima que odio más que el que me llame Silvita), pero no te preocupes que para hacértelo más llevadero, te invito a comer y te doy el sobre que tenías que recoger después en mi oficina.
- No es necesario, hombre. Seguro que tienes otros compromisos.
- No te preocupes guapa, nos vemos a las 2 en la salida del metro de Bilbao que da a la calle Fuencarral. Un beso. Hasta luego.
- Hasta luego (mierda, no!!)
*click*

En el metro iba pensando en la "estupenda" comida que me esperaba y al salir del metro, ahí estaba él (creo que le gusto, pero no sé como quitármelo de encima sin ser demasiado seca o borde).
- Hola guapa - los dos besos en la mejilla de rigor - ¿vamos a comer al Gino's? Sé que te gusta la comida italiana...
Yo sonrío y finjo estar interesada en lo que me está contando mientras caminamos, pero interiormente, me estoy cagando en la madre que lo parió y en quien me mandaría a mí contestar al teléfono.
- Señores, y para beber, ¿qué desean? - la amable camarera nos sonríe después de anotar nuestro menú.
- Para mí, lambrusco rosado bien frío - "¿me hará el alcohol llevarlo mejor?" pienso.
- Lo que diga mi amiga, aunque yo tomaría un vino con más cuerpo, aunque te acompañaré (el amigo se cree Custodio López Zamarra, pero no entiende nada de vinos).

Y sí, me ha acompañado. Ha ensuciado la copa con una ínfima cantidad de vino y después, se ha decantado por la cerveza. Así que tenía la botella para mí solita.
Uff, y que mal. En el transcurso de la comida, me contaba no sé que historias (desconecté y me puse en stand by) y yo bebía vino (que entra muy bien). Hasta que ha pasado lo que tenía que pasar: me pillé el punto.
Mientras escuchaba de fondo su parloteo incesante, yo sentía como se me iban subiendo las burbujas a la cabeza y me provocaban unas ganas terribles de reír.
Y yo, conteniéndome la risa, fingiendo que me interesaba lo que me contaba (para mí que al ver el brillo de mis ojos, se ha emocionado y ha seguido a lo suyo) hasta que mi mirada se ha encontrado con la mirada del chico de la mesa de enfrente, que parecía estar en mi misma situació (aunque no parecía bebido). Y sólo ha bastado una sonrisa (seguramente dedicada a su comensal), para que no pudiera contenerme la risa más.
Mi interlocutor ha comenzado a reírse, como si gracias a mi risa, hubiera descubierto que realmente era gracioso (eso, o para seguirme el juego). Casi con lágrimas en los ojos, ha llegado la hora del café y las copas (y ya que estaba con el punto, ¿qué mas daba un poco de lemoncello?)
Así estaba yo. Comiendo con alguien que no me cae bien, a punto de ir al dentista y con una intoxicación etílica que impedía que controlara mi risa.
Mientras él tomaba su segundo café, me levanté para ir al baño. Y cuando llegué, ya no pude controlar más y estallé en carcajadas como hacía tiempo que no hacía. Contemplaba mi imagen en el espejo, recordaba a la persona que me esperaba en la mesa y volvía a reír sin parar. Cuando por fin me controlé, me lavé los dientes y volví a la mesa.
Y en que hora...porque no sé como (sí lo sé, se me escapó que tenía dentista la semana que viene), he vuelto a quedar con él para comer...Qué malo es el alcohol!


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