miércoles, 8 de octubre de 2008

Reconciliación

Fran me comentaba el otro día que le sorprendía mis lecturas actuales. No encontraba demasiado sentido a leerse simultáneamente "El Principito" y "La batalla del Ebro".
¿Algo más ligero para sobrellevar un tocho? me decía.
Ni el libro sobre la batalla del Ebro es un tocho (es muy interesante, vuelvo a él en cuanto tengo un rato libre) ni El Principito, al menos para mí, es algo ligero.

Ayer, durante una cena de presentación de un nuevo barco (el Mediterráneo el próximo verano va a parecer la M-30 en hora punta), Elvira, una compañera, me decía que el momento en que llegaba a casa todos los días y se metía en la cama, era el momento en que se reconciliaba con la Humanidad.

Pues bien, El Principito forma parte de mis reconciliaciones con la Humanidad. Unos vuelven a la Biblia cuando buscan consuelo o una dosis de esperanza. Yo a leer las peripecias del pequeño príncipe.

Cuando leo, si la obra me atrapa, me olvido de lo que me rodea y lo vivo gracias a mi imaginación. Me río a carcajadas, lloro, me tenso y a veces, me da la sensación de que podría oler el ambiente en el que se desarrolla el libro. Hay veces que esas vivencias son agradables y otras, no tanto.

Si leo por ejemplo, "La 3 división franquista sufre ochocientas bajas ese día", no es sólo una cifra más, dentro de las bajas de la batalla. Me imagino ahí, el miedo dibujado en las caras al ver como despanzurran de un tiro los sesos de uno de tus compañeros, el olor y el sabor a pólvora y polvo y las historias que hay detrás de cada una de las personas detrás de esa cifra. Y también llega el cabreo al saber que muchas de esas bajas se habrían evitado si el que miraba desde su observatorio de la Coll del Moro sin involucrarse, hubiera hecho caso a los subordinados que estaban metidos en todo el fregao.
Con lecturas así, mi fe en la Humanidad se suele ir de vacaciones y me queda un regusto amargo a fracaso y desesperanza.

Por eso, vuelvo al Principito. Me reconcilia con la Humanidad y conmigo misma. Es como un bálsamo. El tomar buchitos de belleza y de esperanza no cura, pero alivia.

Y con un poco de melancolía, sabiendo que somos capaces de lo peor, pero también de lo mejor, puedo volver a cosas menos agradables, de esas "de personas mayores".

Sé que en algún lugar del mundo, existe una rosa única, distinta de todas las demás rosas, una cuya delicadeza, candor e inocencia, harán despertar de su letargo a mi alma, mi corazón y mis riñones.

2 comentarios:

Fran dijo...

Gracias por la explicación.
¿Sabes que es uno de los libros favoritos de mi mujer? Yo me lo leí siguiendo una indicación suya y ya le hemos leído algún capítulo a Diego.
A tí, ¿te domesticaron?
Un abrazo

Armida Leticia dijo...

Te entiendo bien, a mi me encanta leer, no tengo un libro favorito en especial, pero si se que "leer es estar vivo".

Saludos desde México.