lunes, 27 de abril de 2009

Válvula de escape

Siempre he tenido la diplomacia de una acelga, así que cuando de pequeña me hacían esa famosa pregunta-trampa de "¿A quién quieres más, a tu papá o a tu mamá?" yo contestaba claro y firme: a mis abuelos. No importa el motivo de mi elección, pero siempre me he sentido mucho más unida a mis abuelos, más que a mis padres.

Y ahora que mi abuela materna, la última viva, está en una mesa de quirófano, del que posiblemente no salga con vida, estoy viviendo un maremágnum de emociones. De pronto rompo a llorar cuando nadie me ve como vuelvo a la apariencia de frialdad que se supone que tengo. O se me dibuja una sonrisa, algo amarga hoy, al recordar ciertas cosas.

Cuando mis abuelos fueron haciéndose mayores, se despertó mi instinto protector. Y como ella siempre ha sido muy poquita cosa físicamente y yo abultaba más que ella ya desde adolescente, sentía que tenía que protegerla de un daño físico. Algo preciado que no puedes dejar que se rompa.
Por eso, quizás esta sensación de impotencia, que en momentos me lleva a querer darle un puñetazo a la pared con todas mis fuerzas. Como si el dolor físico hiciera que doliera menos el otro.

Como siempre que alguien fallece, se tiene la sensación de haber dejado muchas cosas por hacer, por decir. Yo dije hace tiempo que no quería lamentarme el día de la muerte de aquellos a los que quiero e intento con mi día a día que esa sensación no me atrape, actuando en consecuencia siempre que puedo.
Ahora siento rabia, fastidio, no sé muy bien que es. Quizás sea rídiculo pensar en esto, cuando seguramente no vuelva a oírla regañarme porque me tengo que poner a dieta mientras me llena el plato de comida. Quise localizar para ella la tumba de uno de sus hermanos que cayó en la Guerra Civil. Me hubiera hecho ilusión acompañarla a poner unas flores al sitio dónde esté mi tío-abuelo. O haberla secuestrado, como le decía, haberla montado en un avión y haberla llevado a Roma a que conociera al Papa.

Ahora, casi al final de este caos que me ha servido para desahogarme, me vuelve a atrapar la tristeza. Intento buscar consuelo en esa fe que no sé si tengo, aunque a veces crea que sí. Pero cuesta tanto dejar la soberbia de lado y ponerse en las manos de Dios...

7 comentarios:

Mar dijo...

Un gran abrazo

Turulato dijo...

¡Recoño, qué bonito!. Mi querida acelga... He tenido tentaciones de contestarte en privado, pero creo que conviene en público, pues, quien más quien menos, todos vivimos momentos como el que describes y, aunque quizá no consiga transmitir lo que quiero, viene bien charlar sobre esto.

Primero, lo fácil; toda contestación a una pregunta estúpida que no se limite a una grosería, debe calificarse de diplomacia inteligente. Cree en mi experiencia. Que lo que nunca merece la pena es ser tan lerdo como quien pregunta y la labor diplomática consiste en proponer caminos insospechados a quienes creían haber colocado a los demás entre la espada y la pared.

La desaparición de quienes queremos.. Anda, léeme despacio, con calma.. Para que sea más fácil, me pondré como ejemplo. Algún día, ¡quién sabe cual!, me moriré; dejaré de estar como estoy. Y por circunstancias que puedes imaginar, he pensado bastante sobre esa situación..
Y lo mismo que comienzas con una pregunta boba, recuerdo otras de igual calaña sobre lo que uno haría si fuese a morir en no se que poco rato.
La mayoría de las respuestas que he leído a esta última cuestión me resultan sorprendentemente egoístas. ¿Qué haría; para mí?. ¡Nada!; ¡se acabó!; ¡intentar rezar algo, si me saliese, que no lo se!.
Hay momentos en que debe primar la entereza y no salir de estampida, pues, como en esos sueños en que te persiguen, quieres correr y no puedes, ante la muerte solo cabe aceptar que nos vamos. Es la única pregunta de nuestro examen vital de la que sabemos la respuesta desde que nacemos.

No haría nada. Pero si diría.. A aquellos a los que quiero, que no es que desee perderlos de vista sino que Él me quiere llevar y si ha elegido ese momento, seguro, será porque es el que más nos conviene.
Que he vivido. No todo lo querido y deseado, pero si bastante. Así que tienen que entender que algo de descanso me vendrá bien. Y que siempre deseé la Paz; conocer la respuesta a la Gran Pregunta..

Que lo único que me duele es su tristeza. Que ansío que mi marcha no les hunda, que quiero que sigan vivos, viento en popa a toda vela. Que el único funeral que deseo es que sigan disfrutando de la vida, para que el día en que podamos volver a estar juntos nos echemos unas risas.
Y es que lo único que he pretendido y aquello en lo que me he esforzado, ha sido en enseñarles a tener su propia vida, a gozarla, a ser independientes y saber vivir a través de tus experiencias y no de las de otros.

Y si siento que soy imprescindible para que que sigáis vivos, me entristezco, pues todo mi esfuerzo ha sido vano y mis ilusiones no fueron más que sueños.

Así que mi querida Silvia siente y piensa solo una cosa: Que tu abuela se ha ganado a pulso el descanso y la Paz. Y que lo único que desea es que tú, su nieta, viva alegre y sea feliz.

Un beso y uno de esos abrazos

Silvia dijo...

Muchas gracias por los abrazos.

Salió de la operación aunque muy débil y anoche el cura le dió la extremaunción. Y hoy...Hoy se ha despertado diciendo que tenía hambre (que de por sí es un milagro) y que se quería ir a casa. Perfectamente lúcida.
Sé que solo es una prórroga y si ella no sufre, estaré agradecida por este tiempo añadido.
Quizás es tan cabezota que no va a dejar que un grupo de células rebeldes o un hígado hecho paté, le impidan conocer a su bisnieto Adrián, que está a punto de nacer. Y terminarle una chaquetita preciosa que le ha tejido.
O quizás no ha perdido la esperanza de que lleve una dieta a buen puerto.

Gracias nuevamente y un abrazo

Unknown dijo...

Aunque sepamos que la vida es así, nunca terminamos de aceptarlo del todo. Todavía tengo muy viva la imagen de mi abuela, que se marchó cuando yo tenía sólo ocho años. Pero también sé que yo soy un poco ella.

Me alegro de que mejore. Abrazos.

alelo dijo...

Sólo puedo añadir una cosa a la lección magistral de Turu: Aprovecha cada minuto de lucidez que tenga tu abuela como si fuera el último. No pierdas tiempo.


Un beso.

Unknown dijo...

Yo creo igual, aprovecha cada minuto con ella. y es normal que te invada la tristeza, sin embargo lo de la diplomacia de la acelga...jejejee eso me ha podido.
Un gran abrazo, silvia.

un beso

fuentesdemadrid dijo...

Hola Silvia, aunque te leo de vez en cuando nunca había comentado.
Me has emocionado con tu bonito texto. Comprendo lo que sientes, perder a las personas que más quieres es lo más duro del mundo, pero es verdad que luego siempre queda su cariño ahí contigo, como si siguieran a tu lado.
un beso