Tiranos
Si le preguntamos a la mayoría que entiende por tirano, seguramente se forme en su mente la imagen de alguno de los dictadores que, en muchos casos se han hecho con el poder por la fuerza de las armas.
Pero no sólo la tiranía se impone por la fuerza de las armas ni tiene porque ser la obtención del gobierno de un Estado, sino algo más de andar por casa. Sin necesidad de una violencia evidente, sólo subyacente.
Todos hemos oído hablar o incluso hemos presenciado episodios de los pequeños tiranos. Niños y adolescentes que amparados por la impunidad que se les permite (y es que de tanto protegerles se nos ha ido la mano), hacen lo que les da la gana.
En otras ocasiones, ya he hablado de la tiranía de lo políticamente correcto. No me voy a extender demasiado con ésta, sólo hay que observar el mundo que nos rodea con un criterio mayor que el de una peladilla.
Quisiera extenderme algo más en otra tiranía: la del dolor. La que más presencio últimamente en mi entorno.
Conozco a dos personas de mi entorno que padecen la misma enfermedad. Crónica y dolorosa. La primera, lo lleva como buenamente puede, resignándose y apretando los dientes si es preciso. Como todos cuando estamos pochos, a veces tiene mal genio, pero no es lo habitual.
En cambio la otra...
Ha convertido su dolor en el arma que emplear contra otros, la justificación para todos sus desmanes. Y parece que quisiera que todos los que le rodean estuvieran igual, en una extraña suerte de solidaridad. Mal de muchos...
El otro día presencié un episodio de esta clase de tiranía en otra persona.
Es que estoy con depresión. Hay quien realmente padece esa enfermedad y sufre verdaderamente, pero en muchísimos casos, es la excusa tras la que disfrazar la falta de decisión, cuento, irresponsabilidad y egoísmo (en cantidades industriales).
Esta persona se dedicó durante un buen rato a machacar a otra, porque no hacía las cosas como ella quería. Y la otra persona, callada, porque no quiere dañar a quien está mal. Yo también lo estuve un buen rato, hasta que me harté y dejé salir mi diplomacia acelguil. Seguramente fui cruel. La tiranía de lo políticamente correcto así lo considera. Aunque podría haber suavizado mis palabras, sé que hice lo correcto.
Yo no soy una santa. Tengo mi mal genio cuando sufro. Me he comportado en ocasiones como una tirana, aunque normalmente mi rabia la enfoco hacia mí misma y no a hacer daño a otros.
Si te apetece descargar tu furia contra otros sin motivo, líate a cabezazos contra la pared. Con el dolor de cabeza, se te quitan las ganas de pegar voces a nadie.
Como hoy comentaba en otro asunto, quizás todo se solucionara teniendo algo más de empatía con los que nos rodean. O sea, que dejemos de mirarnos un poco el ombligo...
3 comentarios:
teniendo algo más de empatía con los que nos rodean. Cierto, pero no tú sino los que se miran la jiña -como ves, también soy correcto-.
Es curioso como lo que cuentas se da mayormente entre gente de nuestro entorno. Basta estar en sociedades y territorios hambrientos y masacrados para sentir que el dolor es inmenso; la esperanza nula. Y la depre, escasísima....
Yo en esta ocasión seré muy breve.
La brevedad de lo políticamente correcto ante este tipo de perosnas ha de ser inversamente proporcional al grado de su intolerancia.
Es fundamental ser intolerante con los intolerantes.
Un beso, Blas
Turu, pero es normal que no haya depresión. No hay tiempo para ello si se quiere sobrevivir. Quizás es que nos hemos acomodado demasiado.
Blas, intolerante no sé, pero borde soy para exportar...
Besos
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