Tomando una copa de vino
A mí siempre me ha gustado el vino, pero no me considero una entendida. Para nada.
Pero porque me gusta, intento aprender (como tantas otras cosas. Ahora sólo necesito tener días de cuarenta horas y dos vidas para hacer todo lo que me gusta o me llama la atención).
Como nos dijo Pedro, el sumiller, en el curso que hice de iniciación a la cata, es cuestión de entrenamiento, ya que el olfato y el gusto se ganan experimentando. También nos recomendó que, además de oler distintas frutas y verduras, rebuscásemos en nuestra memoria olfativa, en los olores de nuestra infancia (recuerdo que yo dije que uno de los vinos me olía a la troje de la casa de mi familia paterna en el pueblo).
Hoy he tenido una conversación muy agradable sobre el tema mientras me entrenaba con un amigo y le conté un incidente que viví hace no mucho.
Hoy he tenido una conversación muy agradable sobre el tema mientras me entrenaba con un amigo y le conté un incidente que viví hace no mucho.
Estábamos varias personas bebiendo una botella de vino tinto, de la denominación de origen de Costers del Segre, de las bodegas Raimat. Creo que era el Cabernet Sauvignon Viña 32, pero no estoy segura.
Antes de beberlo, nos pusimos todos a hacer un poco el tonto, con esa pose algo pedante que le ha entrado a mucha gente con el vino. Porque aquí todos somos Custodio López Zamarra, cuando hemos bebido vino peleón y poco más.
Antes de beberlo, nos pusimos todos a hacer un poco el tonto, con esa pose algo pedante que le ha entrado a mucha gente con el vino. Porque aquí todos somos Custodio López Zamarra, cuando hemos bebido vino peleón y poco más.
En la fase olfativa, una de las presentes dijo que además de a frutos rojos como algunos ya habíamos sacado, le olía en el fondo a cuero. Yo apostillé que, más que a cuero, a mí me olía a tabaco. Al rato, alguien cogió la botella y leyó la etiqueta.
Frutos rojos con fondo de tabaco....
La persona que lo hizo me acusó de haber leído la etiqueta (cosa que no hice) y que por eso, había sacado el olor a tabaco. Añadió algo así como "Esto no huele como los cigarros. Te has sacado el olor de la etiqueta". Reconozco que me sentó mal la acusación, porque no la entendía, pero no quise entrar en discusiones estériles y le dije que es sencillo recordar el olor a tabaco si has olido la hoja. Un olor que resulta muy desagradable a algunas personas, pero que a mí, personalmente, me encanta (pues me recuerda a momentos de mi infancia)
Al acabar de contarle el incidente a mi amigo, éste se reía y mientras nos servíamos otra copa de vino, hemos empezado a hablar de la envidia y otros pecados capitales (concretamente, gula y lujuria), para acabar hablando del placer en su más amplío sentido (para así enlazar en mi cabeza esta conversación con otra sobre este tema que hay en el Caralibro de un amigo).
Hemos apurado la botella de vino entre risas y una conversación agradable. Y con la promesa de repetir estas tertulias dionisiacas más a menudo.
3 comentarios:
Quién te acusó, no te conoce. O te conoce y siente envidia.
Me recuerda a la chica esa de la anécdota en Denia que contó esa amiga tuya que te llama loca.
Buen entrenamiento ese de una botella de vino a medias. ¿Cuál fue el elegido? Para cuando nos veamos, entrenarnos un poco más.
¿La de la ternera blanca vs solomillo de cerdo? ¿Esa anécdota? La verdad es que la tía esa era bastante imbécil...
Optamos por un vino de la denominación de origen de El Bierzo, el Dominio de Tares Cepas Viejas 2005, para mojar una ración de cecina y una de Torta del Casar (lo que supuso un almuerzo tardío, pues no habíamos comido ninguno de los dos).
Nos hemos comprometido a tomarnos una botella a medias, con tiempo, de cada de las referencias que tengan en esa taberna de las denominaciones de origen de Rioja y de Ribera (e ir ampliando las denominaciones).
Esa. La no fumadora intolerante e histérica, como la definió tu amiga.
Cuando vaya a verte, nos tomamos una botellita a pachas y luego me llevas a casa.
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