Un oasis en mitad del desierto
Hace unos meses, comentaba en este blog que había tenido un encontronazo con algunas personas de mi entorno laboral a través de un foro profesional. Para mí, fue algo muy desagradable. Había personas por las que sentía afecto y cuyas reacciones me hicieron daño.
No entendí en su momento (y sigo sin entender) esa manía de dividir en bandos cuando lo que hay es que trabajar hombro con hombro. Tampoco soy partidaria de convertir todo en ataques personales sin recurrir a razonamientos y a argumentos, sólo a la víscera.
Por eso, procuré tender puentes, para encontrar un punto común y desde ahí, tirar hacia adelante. Pero será que no tengo arte ni para la ingeniería ni para la diplomacia porque me llevé hostias por todas partes.
Desde ese momento, reduje mi presencia en el foro, sin dar explicaciones de lo que había sucedido ni comentarlo con ninguno de sus miembros. Pensé que no se notaría mucho mi ausencia entre tantos y lo único que habría logrado protestando airadamente o haciéndome la víctima, era abrir la brecha. Además tengo la tonta manía, por respeto a lo que sentí, de procurar no echar mierda sobre personas a las que he querido, aunque hayamos acabado mal.
En el viaje a Turquía, había una de las personas implicadas y salió el tema. Me alegró el descubrir que lo que yo pensé que habían sido gritos en mitad del desierto (míos), no habían sido tan solitarios y algunas personas habían tenido en cuenta mis argumentos.
Hoy me he llevado otra sorpresa.
Alguien a quién ni siquiera conozco, con la que sólo he coincidido en ese foro, me ha llamado por teléfono para felicitarme por mi cumpleaños. Se ha equivocado de día, pero no importa.
Se había fijado en mi ausencia en el foro y hoy, al ver mi foto con un recordatorio por mi cumpleaños, me había localizado.
Además de felicitarme, quería darme las gracias por mis aportaciones, por tratar de ayudar a los compañeros. Y también, mostrarme su apoyo porque se había enterado de lo que pasó y no le pareció bien mi "castigo".
Siento una sensación extraña. No es exactamente orgullo, pero sí satisfacción al saber que no soy tan insignificante. Procurando mantenerme fiel a quién soy, sin recurrir a la visceralidad y al cainismo que tanto gusta a muchos, el mensaje llegó a unos cuántos.
Y ese desierto no es tan solitario.
2 comentarios:
Me alegro mucho. Sé que lo pasaste mal en su momento, más de lo que quisiste reconocer y a todos nos viene bien una palmada en la espalda de vez en cuando y una muestra de apoyo.
Te lo he dicho en muchas ocasiones. Eres demasiado noble con quién no se lo merece.
Un abrazo
Ese magnífico penúltimo párrafo....
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