viernes, 5 de noviembre de 2010

Odio

El espejo le devolvió su reflejo. No quedaba ni rastro de la mueca guasona o la mirada tierna que solía verse en su rostro. Sólo una mueca terrible; los dientes apretados, la mandíbula tensa, marcándose las venas de su cuello y el ceño fruncido. Las lágrimas de rabia salían de sus ojos y notaba su respiración fuerte y alterada, como la de un animal a punto de atacar.

Sentía odio. De ese profundo y visceral que hace que te queme la garganta por el sabor de tu propia bilis. Y deseaba con toda su alma dejar salir ese odio y destrozar al causante de él. Como aquella otra vez...

Sólo fue una milésima de segundo, justo antes de que su cabeza impactara en la nariz de su contrincante, pero recordaba su mirada de pavor y sorpresa. Y la sensación de triunfo que sintió al oír como se fracturaba el hueso. Lo demás fue demasiado rápido. Golpeaba y golpeaba en una orgía de furia y placer. ¡Iba a machacar a ese pedazo de carne que gemía desde el suelo! Sintió una mano en su hombro y sin pensar, lanzó el puño. ¿Quién coño osaba desviarle de su objetivo?
Entonces oyó que alguien gritaba su nombre. Uno de sus mejores amigos, al que acababa de golpear, miraba asustado en su dirección. Esa mirada... Fue como si se le cayera el velo rojo que cubría sus ojos hasta el momento. ¿Pero qué había hecho?
Se inclinó hacia la figura que lloraba y gemía desde el suelo, que intentó apartarse asustada como un cachorrillo. Comenzó a balbucear excusas mientras las lágrimas corrían a raudales por sus mejillas. A lo lejos, oyó el sonido de las sirenas de policía y notó como su amigo le cogía en volandas y le obligaba a caminar, alejándose de la escena y de la obra que su odio había creado.

Alzó la cabeza hacia el espejo. La mueca había desaparecido y ya no era odio, sino tristeza, lo que manaba de su mirada. Y vergüenza. Sin fuerzas, se dejó caer llorando en el suelo.

4 comentarios:

Turulato dijo...

Mantiene la filosofía militar que ser valiente consiste en que el único que se da cuenta del miedo que sientes eres tú. Lo traigo a colación porque lo triste no es tanto la animalidad que todos tenemos y a veces se nos escapa, sino el no darse cuenta de esto y creernos más o menos buenos. Preocupante.
Jesús, que nada tiene que ver con ese hombre que viaja vestido de blanco y aclamado, explicó que la bondad reside en el pecador arrepentido que sabe que no es bueno.

Fran dijo...

Me ha impactado porque no me lo esperaba en absoluto. Como al contrincante.
¿Me cuentas luego en la comida?

Poledra dijo...

Es lo que hace el odio..nos bestializa...

Un abrazo

Anónimo dijo...

Jo ,qué buena descripción !!Por qué no te dedicas a escribir en plan profesional ?Mer.