martes, 3 de enero de 2006

Aroma

Estaba instalada en ese espacio que hay entre el sueño y la vigilia. Los párpados cada vez más pesados y la respiración cada vez más lenta y profunda. Con cada inspiración, un paso más para caer rendida en los brazos de Morfeo.
Y de repente, una de esas inspiraciones me trajo un aroma de tiempos pasados. Mi cerebro despertó, abrí los ojos y me mantuve alerta. ¿De dónde había salido ese olor? Me incorporé nerviosa en la cama y empecé a olisquear como un perro de caza. Mi pelo, el pijama, la almohada, las sábanas...¿cómo podía oler a él en mi habitación? En una habitación en la que nunca ha estado. La verdad es que ahora, me parece rídicula esa reacción, pero en aquel momento, necesitaba saber la fuente de ese olor.
Cuando por fin deseché la idea de localizar la fuente y achacarlo todo a una mala pasada de mi cerebro, ya estaba demasiado despierta. Y la memoria, que es muy puta a veces, se empeñó en recuperar esos recuerdos de otros tiempos.
Las risas que nos echábamos cada vez que coincídiamos de marcha, esas confidencias al oído después del sexo, esos ojos que tanto me recordaban a un bosque y en los que veía reflejados ese dolor por un desengaño amoroso que él había sufrido al igual que yo. Y como compartimos esa soledad, esas heridas y ese vacío, sin pedir nada a cambio, pues nada podíamos ofrecer en ese momento. Y como poco a poco, las heridas fueron curando, nuevas ilusiones ocuparon ese vacío y alguien ocupaba nuestra soledad. Y llegó el adiós, tal y como había empezado todo, mirándonos a los ojos, pero esta vez para ver alegría reflejada tanto en los suyos como en los míos. Apenas hubo palabras, sólo sonrisas y gestos de complicidad de viejos camaradas. De eso ya hace unos años y un aroma trajo todo eso de nuevo a mi mente.
Y con ese aroma y el recuerdo de esos ojos aún frescos en mi mente, volví a taparme con la manta y esta vez me rendi a los encantos de Morfeo con una sonrisa en los labios.

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