Antros de perdición
Esta tarde había quedado en la Gran Vía para tomar un cafecito y como llegué pronto y llovía, me dije "Pasa a la FNAC, haces tiempo y miras un regalo para tu amiga Silvia que es su cumpleaños el mes que viene. Y compras unas pilas para el mando a distancia"
¡En qué hora he pensado en entrar! El resfriado era una opción mucho mejor, que soy una persona débil y en esos antros de perdición (la Cuesta de Moyanos, Media Markt y en general, todas las librerías de este planeta, lo son) caigo en la tentación.
Mira que he pasado por la planta de las películas y de la música mirando al suelo, pero ha sido llegar y ver los libros...y la jodimos.
Mi "Pepito Grillo" que estaba dándome la brasa, ha muerto aplastado por "El diccionario del diablo" de Ambrose Bierce. Y el angelote ese como en los dibujos animados...mi diablillo se lo ha cargado usando el "Vacas, cerdos, guerras y brujas" de Marvin Harris.
Al menos le compré el regalo a mi amiga Silvia (al fin y al cabo, soy mi amiga y me llamo Silvia. Vaale, mi cumpleaños no es el mes que viene, pero es... ¡¡Mi no cumpleaños!!)
Lo peor de todo, es que me gustan los antros de perdición. El VIPS era el lugar elegido para tomar el café y allí hay montañas de libros (bueno, después de que pasara yo, esas montañas eran un libro más bajas) y de películas.
2 comentarios:
Aquí VIPs tiene un servicio desastroso y unos precios que compiten con "Harrod's".
¿Sabe qué tenemos cosas en común?. La cocina; bueno, no exactamente. Yo lo hago mejor, soy hombre....
Los libros. (Haré una pausa en mi desagradable provocación). Pocas imágenes hay más bellas que la de la cara de una persona reflejada en un libro abierto.
Turulato, los precios de libros en VIPS son caros, salvo cuando compran libros que están descatalogados o no son de editoriales muy conocidas, que salen más económicos. De todas formas, este libro es especial para mí y hubiera pagado más por él.
Y eso de que cocina mejor, habria que verlo. Si fuera así, me quitaría el sombrero y procuraría aprender lo más posible de usted.
Me encanta leer. La de horas de sueño que habré sacrificado por leer. De pequeña hasta tenía una linterna escondida para leer cuando mi madre me mandaba a la cama.
Y ya le dije que puede provocar, que mientras la provocación venga de buena gente (y no sea algo que haga daño), yo me dejo. Usted aprende del que provoca y yo aprendo del provocador. Ganamos todos
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