Máscaras
Estamos en Carnavales y anoche, por dónde yo salí, no se notaba demasiado. Si, había algún despistado disfrazado o con alguna de esas pelucas horteras de colorines, pero poco más. Una amiga, que era la única que quería disfrazarse, estuvo toda la noche protestando “¡Qué poco espíritu de Carnaval! ¡Ni una triste máscara!”
¡Cómo que ni una máscara! Si casi todo el mundo tiene una que viste para ocultar sus pensamientos más íntimos, para afrontar la realidad tras la ventaja que da el anonimato o simplemente por miedo.
Yo no sabría decir en qué momento empecé a usarlas, pero si sé cuál es mi excusa (el miedo a que me hicieran daño, al rechazo, a la soledad…) y también lo que hizo que empezara a cansarme de vestirlas.
Con el accidente de mis padres, empecé a preguntarme si tanta protección no había hecho más que echar de mi lado a los que he querido y si merecía la pena pagar el precio, pero la verdadera revelación vino el año pasado. La verdad es que tus planteamientos cambian bastante después de que te han tenido de rodillas con una pistola apuntando a tu cabeza y tu vida y la de tu familia está a merced del capricho de otra persona. Fue un ‘cara a cara’ con mi propia mortalidad (que aunque sepas que te puedes ir al otro barrio en cualquier momento, no lo piensas) y mentiría si dijera que ahí empecé a plantearme la vida de otro modo. Los días (y semanas) que siguieron al incidente, estaba demasiado acojonada para pensar en planteamientos vitales. Pero poco a poco, el miedo fue atenuándose y llegó la desazón.
“Mierda, si te tienes que ir al otro barrio, por lo menos, aprovecha tu paso por éste”.
Y me dí cuenta que no lo he aprovechado todo lo que podía. Esas máscaras me han hecho ser muchas veces espectadora de mi propia vida y me he perdido cosas estupendas.
Así que me dije a mí misma que ya era hora de ir desembarazándose de esas máscaras. Supongo que el tomar esa decisión es lo que ha hecho que yo últimamente esté con tantos ánimos (me siento como si me estuviera quitando una losa de encima).
Soy realista y no me engaño. Sé que no va a ser fácil. Es una costumbre que tengo demasiado arraigada y no sé si al primer revés, no voy a volver a las andadas, pero al menos tengo que intentarlo. Porque sé que si vuelvo a tener otro cara a cara (que sea dentro de muchos años, por favor) como ese, no quiero reprocharme las cosas que he perdido por no haberlo intentado.
2 comentarios:
¡Que importante es tu idea para vivir!. No hay recetas. Cada uno tiene no sólo que descubrir como se hace sino sacar fuerzas para hacerlo.
Y lo más..¿curioso?, ¿cruel?, es que cuando vives así te das cuenta de que es facilísimo.
El enmigo a vencer se llama ¿pereza?..; en los albores de nuestra era no se distinguía de la ¿cobardía?.
Se me ocurre que si puedo ayudarte un poquito..
*Oblígate a actuar según creas. Sé fiel, pues, a tí misma.
*No renuncies a la verdad. A la tuya, a la íntima. No se trata de imponer nada a nadie que no seas tú.
La verdad es que es un poco cruel y te dan ganas de darte de cabezazos contra la pared por no haberlo hecho antes, pero en fin, 'nunca es tarde si la dicha es buena'.
En mí caso, el enemigo a vencer se llama cobardía. Y es que soy muy 'echada p'alante' para muchas cosas pero para otras...
Y gracias por la ayuda, lo tendré en cuenta :-)
Un abrazo
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