viernes, 7 de diciembre de 2007

Noche de insomnio

Abro los ojos, aún entre el sueño y la vigilia. ¿Qué es eso que suena? Mier..., otra vez me he dejado la tele encendida. ¿Pero no la había apagado la vez anterior?
Levanto un poco la cabeza y veo a Vincent Price caracterizado como el príncipe Próspero. Mi cerebro computa. La máscara de la muerte roja". Dejo caer la cabeza sobre la almohoda.
El reflejo de la televisión y la luz de la farola que entra por la ventana, me deja entrever un poco las fotografías colgadas en la pared, frente a mi cama. Voy regresando al mundo de los despiertos con los ojos clavados en una calle de Pompeya.

Entre sombras y con la voz de Vincent Price (¡¡cómo me gusta!!) de fondo, echo un vistazo a mi habitación. Parece que ha pasado un vendaval. El pijama, las sábanas y la manta están tirados en el suelo hasta que vuelva a reclamarlos entre escalofríos. Libros, una revista, el mando del televisor y el móvil amontonados sobre la mesa, junto a la botella de agua y las pastillas para la fiebre. ¿Y las gafas? Ah, vale, las tengo puestas.

Me incorporo y me siento en la cama. Próspero sigue intentando corromper a la buena de Francesca en la televisión. ¿Por qué emitirán las películas que me gustan a estas horas de la madrugada y en cambio a horas normales, sólo echan bodrios? Supongo que para fomentar la lectura.

No presto mucha atención a la película y me fijo en el nautilus que está sobre la mesa del ordenador. Si la luz de la farola no fuera tan estridentemente amarilla y fuera algo más natural, con el reflejo en el azul de las paredes, parecería que estoy en el fondo del mar. Espero que no eche a nadar el nautilus...
Un poco más a la derecha, el tiovivo y su música navideña, que no deja que entre el "coco" en casa. Y a su lado, la pantalla del ordenador. Me levanto a oscuras y enciendo la pantalla del ordenador.

La ventana está abierta (como todas las noches) y siento algo de frío. Mientras se carga la página del correo electrónico, me acerco al baño a por el albornoz. Me miro en el espejo. Parezco una especie de Pumuky rubio, con el pelo alborotado y un mechón para cada lado. Sólo que yo tengo unas ojeras considerables de varias noches durmiendo mal.

Me siento frente al ordenador. En un correo, le explico al pirata porque me gusta el cine de Capra. Lo normal a las tantas de la madrugada...
Releo algún artículo especialmente interesante y aunque me siento tentada a comentar, me mantengo en silencio, mientras pienso si participar en una carrera a la que me han retado (la decisión la tomaré en uno de los siguientes "intermedios" en mi sueño). Hago unos cuántos test de naútica para comprobar que sigo con las luces atragantadas, pero que las balizas están dominadas.

Noto como me vuelve a subir la fiebre. Miro el reloj y aún no es hora de tomarme otra pastilla, pero si de volver a intentar conciliar el sueño. Apago la pantalla y rehago la cama. Conecto el temporizador de la televisión, porque sé que me dormiré de repente, como en el intermedio anterior.

Ahora tengo frío y me acurruco en la cama. Incluso me siento tentada a ponerme el pijama, pero no me da tiempo. Lo último que recuerdo es oír a Próspero gritando. Ni su dinero ni sus pactos con Satán le han librado de la Muerte Roja.

Un par de horas más tarde, vuelvo a abrir los ojos. Esta vez, la habitación está en silencio y noto que por mis mejillas, ardientes por la fiebre, bajan lágrimas. Cojo una de las pastillas y espero que después de tomármela, pueda dormir un par de horas más hasta el siguiente intermedio. El amanecer me pilla sentada en la cama, revisando una copia de la carta del Estrecho.

Ha sido una noche larga. Espero que la de hoy, se haga algo más corta. Necesito dormir en condiciones y poner en orden todas las cosas sobre las que he tenido tiempo para pensar esta noche. Y con la cabeza todo lo despejada que yo puedo tenerla, tomar decisiones.

5 comentarios:

Anónimo dijo...

Voy a tener que ir para allá a ver si con un mamporrito me duermes toda la noche,q ue así no se puede. Esperoq ue no estés en la oficina, porque si no el mamporrito se va a convertir en otra cosa.

Cuidate, que no me haces ni puñetero caso y me voy a enfadar.

Besiños

Turulato dijo...

Esa carrera... Dicen que quienes son capaces no ya de ganar sino de participar de verdad, ganan un anillo.
Por cierto; de todos los artículos que has escrito y he leído, este es, en mi opinión, el mejor. Con mucho. Está absolutamente vivo.
Además, a mí me gustaba mucho el caballito gris de un tiovivo..

Fran dijo...

¿Tú no puedes hacer como todo el mundo cuando está enfermo y dormir?
Espero que mientras escribo esto, estés durmiendo y no hayas tenido otra larga noche de insomnio. Porque si no, me uno a Chus para lo de los mamporritos.
Besos

Silvia dijo...

Pero mujer, si durante el día tuve episodios de posesión "marmota". Y además no dormí porque no quisiera sino porque la fiebre no me dejaba.

Turu, muchas gracias por el halago al artículo, pero no sé, yo lo veo de lo más normal tirando a flojo. Una ida de olla de las mías.
No sé yo si el anillo te lo dan por participar en esa carrera o no. De lo que estoy segura, es de que te dan una forma especial de mirar y paz de espíritu.
A mí me gusta mucho este tiovivo. Sentimental que es una.

Fran, cuando escribiste eso, yo llevaba ya un rato levantada y estudiando. Pero dormí de un tirón. Y me encuentro mucho mejor, que hasta comí algo sólido hoy.

Besos

Fran dijo...

¿Qué dormiste de un tirón, cuatro horas? Eso no es dormir y menos estando enfermo.
Se está rifando una colleja y llevas todas las papeletas, rubia.