En un día de verano...
Es un día caluroso.
Quizás esa tarde logre que la lleven al río a pegarse un chapuzón, pero por ahora, tendrá que conformarse con chapotear en la bañera cuando llegue a casa. Y lo necesita. Estuvo un rato con Tuna, el setter irlandés de su tío y con su amiga Elena, correteando imitando el ruido de las motos mientras subían y bajaban cuestas. Más tarde, ya sin la perra, siguieron sus juegos bajo el sol. Se cayó al bajarse de los ciruelos, dónde le disputó a los gorriones algunas frutas y se despellejó un poco la rodilla, pero nada serio. Se limpió con el agua que sale entre las piedras de la Piluca, mientras daban cuenta de las ciruelas y ahora sólo le escuece un poco. Cuando llegue a casa, sabe que su mamá, además de regañarla, le echará mercromina para que se le cure antes.
Hace ya rato que Elena se subió a su casa a comer y mientras espera, a su vez,que le llamen, juega a adivinar el color de las amapolas. Sentada en el suelo, coge un capullo y piensa "rojo", lo abre entre sus dedos y descubre el color. Cuando acierta, sonríe y se guarda el capullo en el bolsillo del pantalón corto para enseñárselo a su hermana pequeña.
Está tan entretenida notando las cosquillas que le hace una mariquita paseando por su pierna, que no se da cuenta de que se le acercan. Da un respingo cuando Diego le pregunta que es lo que está haciendo y cuándo se va a ir. El niño sale corriendo cuando tiene su respuesta, antes de que ella pueda añadir algo más. La verdad es que esperaba que se quedara con ella jugando, pero no importa...No sabe el tiempo que ha pasado, pero vuelve a oír pasos a su espalda. Supone que es Diego que ahora querrá jugar con ella.
- Tú vas a cobrar por haber mordido a mi hermana.
Se levanta de un salto, como si hubieran accionado un resorte. La mariquita de sus piernas emprende el vuelo y los capullos que tenía sobre su regazo, se desparraman por el suelo. El que ha hablado es "El francés". A su lado, los "mellizos del 7" y otros tres niños a los que sólo conoce de vista. Los "mayores". La están rodeando.
Aunque está cerca de su portal, sabe que no llegaría. Ellos son más mayores y corren más. Un miedo frío y seco le atenaza la boca del estómago.
- ¡¡Ella me pegó prim...!!.
No termina la frase. El niño le arrea un sopapo en la cara que hace que se le salten las lágrimas. Otro de los niños intenta agarrarle un brazo, pero se zafa, llevándose a cambio un buen arañazo. Con el oído aún zumbando por el golpe, algo desequilibrada, nota otro golpe en la cara. Antes de que pueda reponerse, una patada en la pierna hace que pierda el equilibrio, pero sin llegar a caer. Es presa de la angustia. Sabe que no puede huir ni enfrentarse a ellos. Y que no van a parar por mucho que suplique.
Una patada en la tripa le devuelve a la realidad. Esa realidad que va a ser su compañera estos instantes que siente interminables, pero que no son más que unos segundos. De rodillas, encogida por el dolor, recibe una serie de golpes en las costillas y en la espalda. Intenta protegerse el costado con los brazos y esquivar los golpes. Al dejar el rostro desprotegido, alguien, ignora quién, aprovecha para darle un puñetazo en la cara. Nota un sabor salado en la boca, no sabe si sus lágrimas o de la nariz, que comienza a sangrar. La primera vez que le sangra la nariz en su corta existencia.
Siente unos brazos que le rodean desde atrás. Intenta romper la presa como puede, sabiendo que si no lo logra, los golpes recibidos hasta ahora sólo habrán sido un aperitivo. Fruto del terror y de la desesperación, muerde el brazo desnudo del niño. Con todas sus fuerzas, no aflojando a pesar de los golpes en las piernas, como si le fuera la vida en ello. Un reniego de dolor y nota como baja la presión de los brazos.
Intenta escapar, pero no llega muy lejos. Uno de los niños, la embiste y la derriba. Su barbilla choca contra una piedra y siente como si se le clavaran miles de agujas al tiempo, mientras baja sangre desde su mentón a la camiseta, sucia y algo rasgada por la paliza. Llorando de dolor y de terror, se encoge como un bebé, con la cara entre las manos, mientras recibe una nueva lluvia de golpes.
Entre las neblinas que se están empezando a formar en su cabeza por tanto golpe, le parece escuchar un grito. Una mujer. Los golpes cesan y le parece oír pasos que se alejan. Ella sigue acurrucada, temblando y llorando, medio grogui. Le duele todo el cuerpo, pero sobre todo la barbilla.
Nota una mano sobre su brazo y se encoge esperando un nuevo golpe. Con los ojos casi cerrados por el llanto, ve un rostro de mujer. No sabe quién es, pero no importa. Se agarra a ella como a un salvavidas se aferra un náufrago, mientras la mujer grita algo que no logra entender.
No para de llorar, con los brazos alrededores de la mujer, hipando por la falta de respiración y el dolor que siente en el costado. Siente una presión sobre la barbilla, lo que hace que llore más fuerte por el dolor. Ni la voz suave de la señora logra calmarla.
Parece como si el tiempo se hubiera detenido, pero todo es muy rápido. Oye más pasos que se acercan y se acurruca contra el cuerpo de la mujer, buscando protegerse, presa nuevamente del terror. Entre el ruido de sus llantos y la cacofonía de voces que la rodean, escucha una voz familiar que ahoga una expresión de angustia. Unos brazos fuertes le acogen y la levantan del suelo. Los adultos hablan pero no sabe que dicen. Abre un poco los ojos y a través del velo de lágrimas, ve unos ojos verdes familiares que la miran asustados. Mientras nota como la llevan en volandas, va calmándose poco a poco, llorando en silencio con su cabeza apoyada sobre el pecho del hombre.
Hace frío.
El hombre, siempre tan tranquilo, habla nervioso con más adultos. Premura en sus voces. Oye una puerta cerrarse y ruido de objetos metálicos que chocan entre sí. Siente como intenta depositarla en algún sitio, pero se aferra a su cuello temblando y vuelve a aumentar la intensidad de sus lloros.
Una caricia en el pelo y la voz del hombre intentando calmarla. No lo logra. Cuando la niña nota unas manos que intentan alejarle de su refugio, comienza a gritar y se aferra con las pocas fuerzas que le quedan. Otras manos le cogen por las piernas, mientras el hombre sujeta sus brazos contra una superficie dura. Trata de patalear, pero no puede. Se orina encima presa del pánico. Vuelve a escuchar la voz del hombre, tratando de calmarla.
"Estas personas te van a curar".
Una mano suave acaricia su frente. Después de unos segundos, parece que se calma. Siente algo suave y fresco encima del labio. Olor a alcohol.
Algo cae sobre su barbilla. Quema. Grita. Las manos ásperas del hombre le agarran la cabeza. Nota algo que se clava una y otra vez y las voces de los adultos diciéndole que no es nada y que pronto pasará. ¿Y ellos qué saben?. Es tanto el dolor que siente en la barbilla que apenas nota como le limpian el resto de las heridas con alcohol. Una mano acaricia su mejilla. Ya está, campeona. El suplicio parece haber parado.
Abre los ojos. Están hinchados y le duelen, pero poco a poco se acostumbran a la luz. Blanco. Una mujer le mira con expresión de lástima. Busca a su abuelo y se lanza a su cuello. Los brazos del hombre le apretan contra sí. Apoya la cabeza en su hombro y nota como su mano le acaricia el pelo. Sabe que están hablando los adultos pero apenas oye. Sus ojos se van cerrando. Quizás todo sea un sueño.
Pero los sueños no duelen tanto.
2 comentarios:
Pensaba que iba a ser un cuento agradable de una de esas chiquillas traviesas, pero cuando he llegado al "Tú vas a cobrar..." se me ha puesto un nudo en el estómago que aún tengo.
Un abrazo
Abro y cierro la ventana de comentarios. Recuerdo algo..
Me gusta que lo hayas escrito. Aunque me joda.
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