Viaje a Oliva
Este fin de semana pasado estuve en Oliva en viaje de trabajo, visitando hoteles. La verdad es que ha sido bastante divertido, a pesar de los momentos más agridulces, como el que generó el comentario del artículo anterior.
El viernes por la tarde, antes de la cena, tocó sesión de SPA.
En un momento dado, estaba en una ducha circular con contraste de temperaturas y me pareció ver a través de la mampara de cristal a un tío en pelota picada. Cuando salí de la ducha, el buen hombre era la comidilla del grupo. Él y otro compañero suyo, ambos guiris, habían sido vistos, como Dios los trajo al mundo, en la sauna mixta y yendo hacia las duchas o la bañera de inmersión. Me hicieron gracia los comentarios un poco infantiles y me sorprendió la ignorancia del funcionamiento de un SPA y en concreto de la sauna.
Cuando me crucé con los dos caballeros extranjeros, a mí lo que me intrigó fueron unos parches de colores que tenían en la espalda y de los que me enteré de su utilidad más tarde, en esa misma sauna mixta.
Por la noche, tras la cena, nos fuimos a tomar algo al pub del hotel.
Yo tengo una capacidad innata que hace que cualquier loco y/o borracho que haya en un bar (o a 200 metros a la redonda), venga a hablar conmigo. Más avanzada la noche y en estos viajes, en las fases de exaltación de la amistad, soy blanco de abrazos y de frases del tipo "eres una tía guay". Para mí que como me ven mullidita les debo de resultar confortable. En fin... El viernes "empleé" mi capacidad en tres ocasiones.
Al poco de llegar y con el pub lleno de agentes de viajes, en su mayoría mujeres, se me acercó un señor con una ligera cogorza y me dijo algo. Con el ruido ambiental no le entendí y me incliné. El buen hombre me pellizcó la nariz (¿?) y me dijo algo así como "eres perfecta". Mi primer pensamiento fue "¿Pero por qué siempre a mí?" y mi reacción un "Sorry, I don't understand" y darme media vuelta. Ventajas que tiene en ocasiones tener pinta de guiri...
Más tarde, con el pub casi vacío y a punto de cerrar, tocó la fase de exaltación de la amistad.
Primero, con una de las compañeras del viaje a San Sebastián.
"Yo en San Sebastián no traté mucho contigo que me pareciste pelín borde, pero eres una tía de puta madre, de lo mejor. Tú si que vales, tia" todo esto aderezado con múltiples abrazos. La verdad es que no necesitaba regalarme tanto los oídos, que no pensaba dejarla tirada por el jardín e iba a llevarla a su habitación de todas las maneras.
Y para rematar, superándome a mi misma, con una absoluta desconocida que ni siquiera era de nuestro grupo y con la que había sólo intercambiado un "¿Me permite, por favor?". ¡Casi me adopta la buena mujer!
A la mañana siguiente y después de dos horitas de sueño, a visitar el hote rápidamente y escopetada a la playa. El mar estaba un poco revolero y había olas y disfruté como una enana. Eso sí, para no variar, la única metida en el agua. Como fui también la única que cató la piscina al aire libre. Más tarde y después de una fantástica paella degustada al aire libre, junto a la piscina, más visita al complejo y una pequeña clase de golf. La verdad es que no se me dió demasiado bien, así que me escaqueé y volví a ponerme en remojo.
La noche del sábado nos trasladamos a Denia para visitar, y cenar, en otro hotel. Estuvo bastante bien, salvo los preludios al momento agridulce, y para no variar me pillaron haciendo el gamberro y llorando de risa.
Yo me iré de juerga y llegaré al amanecer al hotel, pero no se me olvida que estoy trabajando y tengo que cumplir con los horarios que establecen. Como consecuencia del comportamiento de algunos, salimos quince minutos tarde de la hora prevista y una persona que tenía que coger el tren en Valencia, lo perdió. Y ese fue, entre otros, uno de los motivos de que yo tuviera una enganchada con la "recauchutada".
Quizás yo soy demasiado dura con ciertas cosas, pero la impuntualidad es una falta de respeto. Trabajando de guía, he hecho correr a clientes detrás del bus y llego a ser yo la jefe del grupo y los que llegaron tarde, ya pueden buscarse la vida para llegar a Valencia.
Antes de regresar a Madrid, tocó visita del Oceanográfic y del Hemisféric de Valencia. Aunque no me gustan demasiado los zoológicos, pues prefiero ver a los animales en su entorno, en el delfinario disfruté muchísimo. Aunque me parece muy mal que sólo saquen a niños a jugar con los delfines, que hay niñas de treinta y pico años que se lo habrían pasado igual de bien.
Ha sido un fin de semana corto, pero intenso.
En esos momentos de reflexión y soledad que me gusta tener y que el mar, tanto propicia, me dí cuenta de que a pesar de mi juventud y de lo mucho que me queda aún por aprender en mi sector, soy de la vieja guardia. Mi forma de entender mi trabajo, como lo he aprendido y mi carácter me acercan más a esos primeros agentes de viajes que le ponían más ilusión y mimo que a los "dependientes", con todo mi respeto, que se llevan ahora.
1 comentario:
Te he visto como en otras ocasiones: la única en el agua, la última en recogerse y la primera en cumplir, la de la risa fácil a la que le gusta pasárselo bien, la que se ofrece a ayudar a otros de corazón y se lleva todas en el mismo carrillo y la que, cuando cree que nadie la observa, se refugia en su intimidad y se muestra vulnerable.
¡Coño, cuánto hecho de menos esos viajes!
Un abrazo
Publicar un comentario