jueves, 9 de julio de 2009

Otro pequeñito homenaje

Hace un ratito, vino Concha a mi oficina. Seguramente los que me leen no la recuerden, pero hablé de ella aquí. Me sorprendió verla sola y me temí lo peor. Acerté.

Sabe el cariño que siento por ellos y quería compartirlo conmigo. Entre lágrimas, me ha dicho que Lorenzo falleció el fin de semana en Alicante. Me hubiera gustado enterarme antes, para acompañarla y que no se sintiera sola.
Hace tiempo, alguien más listo que yo, me dijo que el cariño requiere roce y nos hemos dado un abrazo. Mientras ella lloraba sobre mi hombro, por haber perdido a su compañero de tantos años, al amor de su vida, he roto a llorar. En silencio. Todas las lágrimas que he reprimido últimamente porque alguien tenía que tirar de los que le rodean y me tocó, han salido una detrás de otra.
He llorado por Lorenzo, pero también por mi abuela a la que echo tanto de menos. Y por aquellos a los que quiero y no están.

Poco a poco, nos hemos ido calmando ambas. Antes de irse, le he insistido en que tiene mi móvil y que si necesita cualquier cosa, que me llame. Ella me ha medio sonreído y se ha despedido con un beso en la mejilla y un "gracias, hija".

La he visto irse hacia casa, a través del escaparate, aún con los ojos enramados, como ahora cuando escribo.
El otro día hablaba con un amigo sobre el negocio y la forma de trabajar. Me decía que quizás, tendría que convertirme en un tiburón y pensar en mí y después en mí, enfocando a los clientes como pequeñas cajas registradoras. Nada más.
¿Y qué queréis que os diga? Que le pueden ir dando a mi amigo y su forma de enfocar los negocios.

2 comentarios:

Fran dijo...

Ese "amigo" demuestra conocerte muy poquito, precisamente porque tu fortaleza, además de tu profesionalidad, es tu cercanía.
¿Aliviaron las lágrimas?
Un beso

Turulato dijo...

Recuerda alguna que otra cosa y, de paso, si lo que pienso puede ayudar a alguien, pues bien está. Ante todo, quebramos cuando perdemos a quien queremos. Cierto. Y eso nos hace grandes.
Pero hay que tener claro que todos y cada uno de nosotros, yo, nos iremos algún día; con certeza. Y lo importante al partir no es el hecho de irse, sino las condiciones del viaje. Bien lo sabes, que los organizas.
Se trata de irse vivido, acompañado con ternura en la partida, sabiendo que los tuyos están en condiciones de vivir solos, cumplida la existencia, superadas las pruebas a que fuimos sometidos. Crecidos, hechos Hombres. Y quien se fue a poco de llegar, entregando en un soplo la Inocencia.
Y a quienes nos quedamos aquí, debe consolarnos tanto que quien nos deja completó su vida, como que, de algún modo que no se, volveremos a estar juntos.
Así lo creo. No admitirlo me empequeñece de tal modo que no me reconocería como Hombre.
Un beso suave