sábado, 24 de julio de 2010

Ayer por la tarde, al llegar a la oficina, ví un coche de policía y una ambulancia en un bloque cercano. Una chica había caído desde un tercer piso. Unos decían que se había tirado, otros que la habían empujado.


Hace un momento, vinieron su hermana y su tía. A comprar unos billetes para su madre, cliente mía y una mujer encantadora, que está en Ecuador. La chica, de 21 años, estaba en coma. Muy grave. Y ella venía empeñando lo que no tiene a estar con su hija.

Mientras esperábamos a que la compañía me mandase los billetes, les han llamado del Doce de Octubre. Ha fallecido. Creo que no es necesario que cuente como han reaccionado su hermana y su tía. Además, se me vuelven a enramar los ojos.

Dos minutos antes, trataba de dar esperanzas a su hermana, diciéndole que era joven y que podría remontar la lesión, que la hija de una conocida había caído de un quinto piso y lo había logrado, que lo dejara en las manos de Dios.

Sólo que a veces Dios, cierra el puño.

1 comentario:

Fran dijo...

¿Hace un abrazo?