domingo, 7 de mayo de 2006

Relax

Esta semana tuve mucho trabajo y necesitaba desconectar. Así que ayer por la tarde me regalé a mi misma una sesión en el SPA. El agua me relaja, pero lo mejor es que allí no hay cobertura y soy libre de la tiranía de ese aparatejo.

Después de estar casi tres horas en remojo (bueno, algo menos porque me quedé dormida en la sala de relajación durante un buen rato), estaba feliz para afrontar una tarde en el centro de Madrid. Felicidad que duró poco, porque estaba aún subiendo las escaleras hacia la salida, cuando ha sonado la musiquita del móvil. Tenía seis llamadas perdidas y aunque sólo una era por trabajo, empezaba a notarme más tensa. Y al salir y ver la marabunta de gente que bajaba por la Gran Vía, he sentido como todo el estrés que parecía haberse quedado en el jacuzzi, iba regresando poco a poco.

Había olvidado que ayer estaba todo el mundo comprando el regalo del "Día de la madre". Vale, puede ser más cómodo y fácil 'institucionalizar' un día para homenajear a las mamás (por cierto, felicidades), pero es algo a lo que sólo le veo la vertiente comercial. A las madres hay que mimarlas todos los días y bueno, el tema de los regalos...yo no necesito ninguna excusa para hacer regalos a la gente a la que quiero (un poco más de dinero no vendría mal, pero se hace lo que se puede con lo que hay).

Antes de volver a caer en las garras del estrés, levanté el brazo y paré un taxi para huir de allí. Saludé al taxista, le dí la dirección a la que iba y seguí hablando por el móvil con una amiga. Y cuando colgué, me dí cuenta de como era el taxi en el que estaba viajando.
Me dió corte hacerle una foto al interior del coche con el móvil, por si el conductor se ofendía, pero es que era todo un espectáculo del tuning más hortera (Y tenía que haberla hecho, para estar segura de que no estaba alucinando). Vale, no es que el tuning 'normal' me parezca el 'summum' del buen gusto, pero es que esto era demasiado. El salpicadero estaba adornado con una fila de chinchetas de colores, que se intercalaban con 'clips' y 'pins' de distintos equipos de fútbol. Esas chinchetas seguían hasta el volante y bordeaban la puerta hasta alcanzar el techo. Y ahí estaba lo peor...Porque colgando de las chinchetas estaban unas horribles mariposas hechas en papeles brillantes de colores, como esas que ponen en algunos restaurantes chinos para adornar los postres.

Llegamos a mi destino, "The Geographic Club", dónde había quedado con una amiga. Nada más bajar del taxi, estallé en un ataque de risa, risa que llevaba conteniendo todo el camino, y que hizo que el portero del bar me mirara con cara 'rara'.

Hacía tiempo que no iba a este local y la verdad es que mientras esperaba a esta amiga, empecé a acordarme de lo bien que me lo he pasado entre sus paredes.
Es un local grande, de tres plantas. En la planta superior hay un restaurante (en el que no se come muy bien para mi gusto) y en la inferior un pub inglés acogedor y tranquilo. Pero sin lugar a dudas, mi ambiente favorito es el del bar, la planta por la que se tiene acceso. Todo está decorado con mil y un detalles que recuerdan a la época de Livingstone y Burton: una de las mesas, es una barquilla de un globo, las otras son barriles decorados con fragmentos de cartas de navegación; hay lanzas africanas y escudos colgando de las paredes, un telescopio sobre el estante de las bebidas (un mueble de madera precioso), un globo terráqueo antiguo, láminas que hablan de expediciones a la Antártida...Es un sitio en el que se puede disfrutar de una copa y charlar tranquilamente, porque incluso cuando está a tope, no hay que alzar el tono de voz.
Y las copas...¡Qué peligro tienen los cócteles! Son un poco caros, pero están deliciosos. Y como están tan ricos, más de una vez (y de dos) hemos salido de allí con un buen 'puntillo'.

A pesar de estar a dieta, caí en la tentación y me tomé uno de los que solía tomar cuando iba allí con Txiqui y Carlos, un Long Island Ice Tea . Recuerdo una noche en la que influidos por el ambiente y por varios de esos cócteles, empezamos a divagar sobre cuál sería nuestro rol en la época colonial inglesa... Lo que nos reímos esa noche y muchas noches más recordando esa conversación.
Cuando llegó mi amiga, estaba con una sonrisa en los labios, en parte por esos recuerdos tan agradables (y en parte, porque me había acabado el cóctel y llevo mucho sin beber alcohol). Nos pedimos otro, seguimos riéndonos (creamos un nuevo recuerdo agradable que asociar a ese sitio) y nos fuimos para disfrutar del resto de la tarde-noche con los amigos, en una velada agradable y tranquila.

Si todas las semanas van a acabar como esta y a pesar del estrés del trabajo, firmo ya mismo.

6 comentarios:

Silvia dijo...

Dianora, está en la calle Alcalá, cerca de la confluencia con Goya.
Y no puedo desconectar el móvil. Por temas de trabajo, tengo que estar localizable las 24 horas del día. Y más en estas fechas que se aproximan...
Un beso

Turulato dijo...

"..cocktail de reputación barriobajera, ...multitud de aguardientes de baja calidad ... , ...capaz de tumbar a cualquiera".
¡"Chiquillaaaaaa"!. (Cada día me gustas más).

Anónimo dijo...

"Long Island Ice Tea" y unos buenos amigos. Buenos recuerdos a fe mía...

Sí, también paso por aquí ;)

Silvia dijo...

Kie, ¿nos conocemos? Es que tengo la sensación de que sí, pero no te ubico
Un saludo

Anónimo dijo...

Posiblemente hayas oido hablar de mí, junto a esos deliciosos cócteles. Posiblemente dejarías de hacerlo un largo tiempo. Y posiblemente tengas tiempo de volver a escucharme ;-)

Sí, me conoces, pero permiteme la discreción.

Silvia dijo...

Kie, claro que te la permito pero espero que más adelante te des a conocer :-)